viernes 26 de marzo de 2010
Ha llegado la hora de la rebeldía frente a la cristofobia iluminista
Ismael Medina
G RACIAS a “La Gaceta” hemos conocido la zafiedad anticristiana del socialcomunismo capitalista (no se trata de una paradoja, sino de una realidad) instalado en el poder. Me refiero a la versión burlesca e iconoclasta de Cristo y de la Iglesia en el libro de Educación para la Ciudadanía de la editorial Akal. Un infestado de una pusilánime tolerancia se preguntaría: ¿Acaso guarda alguna relación educar a los escolares con destruir en ellos cualquier asomo de trascendencia religiosa? Y no pasaría de ahí. Pero como yo no soy tolerante en lo que concierne a Dios y a la Patria, planteo la pregunta en otros términos: ¿Tendrían cojones estos despreciables sujetos para introducir una burla equivalente relativa a Mahoma y a la religión musulmana? No lo osarían. Y no por fidelidad a la torticera Alianza de Civilizaciones, sino por su congénita cobardía. Saben que se juegan la vida si ofenden a Alá, a su profeta, al Corán o a sus ritos, tantas veces indeseables. Pero son conscientes de que los católicos no tiramos de metralleta, explosivos, cimitarras ni hombres-bomba cuando ofenden a nuestra fe. Ni tan siquiera cuando asesinan a nuestros hermanos en países islámicos o neomarxistas. Se saben asimismo respaldados estos berrendos de tienta y deshecho por un gobierno, unas leyes y unos poderes ocultos uno cuyos objetivos, sin duda el principal desde que se crearon la Orden de los Iluminados y la francmasonería, radica en eliminar el cristianismo de la faz de la Tierra. Pero a la Iglesia católica sobre todo, pues se han infiltrado en más de una de las ramas desgajadas de su tronco y se valen de ellas para sus fines.
DOBLE Y SECTARIA VARA DE MEDIR
JOSÉ ANGLADA, presidente de la Plataforma por Cataluña, y Juan Carlos Fuentes, concejal en el Ayuntamiento de Vic por dicho partido, se juegan tres años de cárcel, según El Confidencial (19.03.2010), por un escrito relativo a la inmigración, en su mayoría musulmana, que circula en fotocopias y cuya paternidad se les atribuye. El crecimiento electoral de PxC en Vic y otros municipios refleja la realidad socio-política, amén de su trasfondo religioso, de una zona en que la población inmigrante, en buena parte “sin papeles”, supera ya el 21% del vecindario y provoca fricciones crecientes. Pero el intolerable panfleto “educativo” de la editorial Akal no promueve reacciones parecidas, pese a transgredir normas jurídicas y principios constitucionales.
Carod Rovira, el charnego masón e independentista, hizo burla de Cristo en Tierra Santa en el curso de un viaje en el que acompañaba a Maragall. Era lo suyo, jugaba a cubierto del oficialismo anticristiano y apenas si se registraron algunas críticas mediáticas. Pero basta que alguien caricaturice a Mahoma para que se organice una marimorena condenatoria en los ámbitos del laicismo imperante. Doble rasero que se reitera en otros gobiernos europeos “progresistas”. Hay que erradicar el catolicismo, aún a costa de que se cumpla la premonición Eurabia de Oriana Fallaci. El iluminismo conduce Europa al suicidio y es lógico que sectores crecientes de la sociedad reaccionen, aunque en principio lo hagan por situaciones que ponen en riesgo su estabilidad socioeconómica.
Si muere asesinado un musulmán o le dan una paliza, aunque sea en riña, toda la progresía y su corte mediática se lanzan como jauría ansiosa sobre el o los contrarios con atronadoras acusaciones de racismo y xenofobia, aunque los hechos sucedieran fuera de nuestras fronteras. Y no faltan los jueces proclives al escarmiento. Pero esa misma gente silencia o pasa de puntillas sobre asesinatos individuales o colectivos de cristianos, como el reciente de unos quinientos en Níger agolpe de machete. Y son muchas las víctimas de la persecución religiosa en territorios musulmanes. También en China. Parece evidente que los fieles a la fe en Cristo son el “enemigo” para el laicismo iluminista y masónico que mueve los hilos de gobiernos no sólo “progresistas”. Y del actual español en particular, igual que sucedió en la Republica añorada por Rodríguez.
RENE GUITTON PONE AL DESCUBIERO LA ENTRAÑA DE LA CRISTOFOBIA
LA agencia Zenit divulgó (16.03.2010) una entrevista con René Gutton, autor de “Cristofobia. La nueva persecución”, editado en Italia por Lindau, al que la información a que me refiero considera “el libro negro de la cristofobia”. Guitton es conocido como un defensor del diálogo entre culturas y civilizaciones e incansable viajero entre Oriente y Occidente. Y miembro del Comité de expertos en la Alianza de Civilizaciones de la ONU, lo que presta un indudable suplemento de autoridad a sus denuncias.
El libro es el resultado de investigaciones sobre el terreno durante años y de testimonios recogidos de sus conversaciones con líderes políticos y religiosos, misioneros, agentes humanitarios y “con gente corriente”. Y no sólo denuncia la persecución religiosa de los cristianos, sino también las que sufren otras religiones, incluso dentro de sí mismas como sucede entre obediencias musulmanas, sangrientas entre chiítas y sunitas, no sólo en Irak. Pero subraya la prevalencia, con mucho, de la cristofobia. Y se pregunta: “¿Hay acaso víctimas buenas y víctimas malas, víctimas de las que se debe hablar y otras respecto a las que se debe callar”.
Los cristianos han sufrido persecuciones, más o menos atroces, después que les sirvieran de ejemplo y guía los escarnios y terribles torturas a que fue sometido Jesús y su crucifixión. Muchos miles de cristianos sufrieron martirio a lo largo de los dos últimos milenios. Murieron sin renegar de su fe y, como Cristo, perdonando a sus verdugos.
La más brutal de las persecuciones, en métodos y número, se registró en España a partir de 1931. Pero sobre todo, entre 1936 y 1939. Conviene recordarlo: más de seis mil entre obispos, sacerdotes, religiosos, seminarista y monjas; y decenas de miles los seglares llevados a la muerte por el mero hecho de ser católicos, tantas veces con pavoroso ensañamiento. Sería inicuo, sin embargo, cargar toda la culpa sobre los ejecutores de tamaño genocidio. Los verdaderos culpables fueron los instigadores de una sórdida y sostenida cristofobia cuyo doble anclaje ideológico radicaba en la revolución francesa y en la revolución socialcomunista, las dos ramas operativas de la estrategia mundialista del iluminismo.
Fue aquel holocausto la desembocadura de un largo proceso de siembra del odio a la religión y a la Iglesia en capas hambrientas y maltratadas de la sociedad. Proceso en el que participó activamente la masonería, siempre presente desde comienzos del siglo XIX en las sucesivas oleadas laicistas que vivimos en España, lo mismo del lado del liberalismo progresista que de la izquierda revolucionaria. Y orientadora principal de la constitución de 1931. Lo llamativo del caso estriba en que, salvo contadas excepciones, los instigadores de tan sangrientas persecuciones revolucionarias provenían de la burguesía. Un fenómeno cristófobo reaparecido en occidente a partir de los años sesenta y recrudecido durante el primer decenio del siglo XXI.
LA CRISTOFOBIA SIN APARIENCIAS VIOLENTAS PRACTICADA DESDE EL PODER
GUITTON anota en la entrevista de manera genérica algunas de las persecuciones que hoy sufren los cristianos en todo el mundo, el alcance de las cuales pormenoriza en el libro. Recojo, excepción de la ya aludida de Nigeria: “En oriente Medio, las crecientes persecuciones empujan a los cristianos a huir de las tierras donde nació el cristianismo… En el Maghreb, en África subsahariana e incluso en Extremo Oriente son reducidos al silencio y asesinados a miles… Los saqueos de iglesias y viviendas y la profanación de cementerios están a la orden del día, así como las crucifixiones, la quema de personas vivas, las mutilaciones, las decapitaciones a golpes de hacha… Poco lejos de las fronteras de Europa se proclaman contra los cristianos fatua y condenas inexorables.
¿Y qué hacen los gobiernos democráticos occidentales, la Secretaría General de las Naciones Unidas y los ardorosos defensores de los derechos humanos y de la condescendencia con el fundamentalismo islámico que nos invade? “Todo esto sucede –denuncia Guitton- ante el silencio de la comunidad internacional, que se olvida de que “la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión” está sancionada por la Declaración Universal de Derechos Humanos”. Las democracias occidentales miran para otro lado. ¿Sólo por conveniencias estratégicas o mercantiles? Sería estúpido admitir la prevalencia bastarda de ese tipo de intereses sobre la defensa de los derechos humanos que sus políticos invocan de continuo.
“Hay que distinguir –advierte Guitton- entre los países en los que hay persecución sin violencia física, y los países donde se producen homicidios y masacres”. Y aunque señale los países de mayoría musulmana en los que, como sucede en Turquía, se ejerce mediante restricciones políticas y administrativas que convierten a los cristianos en ciudadanos de segunda clase, a los que se priva de derechos, parece obvio que un insidioso método de muy parecida índole se practica en naciones occidentales. Y de manera aún más radical y descarada en España desde que Rodríguez accedió al poder a lomos de una sangriento “accidente” al que se puso la marca externa del islamismo fanático. ¿Tendrá algo que ver con el mismo la debilidad del actual gobierno respecto de Marruecos?
RODRÍGUEZ RECUPERA LA CRISTOFOBIA DE LA II Y III REPÚBLICAS
Rodríguez y sus secuaces iniciaron una insidiosa política anticristiana desde su turbio acceso al poder. Ahora la llevan adelante con descaro, virulencia y sin tapujos. Reiteró la denuncia días atrás el catedrático Manuel Ramírez (“¿Dejamos otra vez de ser católicos?”. ABC 24.03.2010). Se preguntaba, tras subrayar el paralelismo entre la actual y rampante cristofobia del gobierno socialista y sus acompañantes con la emprendida en la II República: “¿Qué ha pasado con el actual Gobierno de Rodríguez Zapatero? El problema es que se está gobernando desde la ira. Y de la ira nada más que ira sale. Resulta difícil y peligroso jugar con símbolos y prácticas que a nadie dañan. Ahorro los ejemplos”.
También los ahorraré yo. Están a la orden del día: supresión de los crucifijos y otros signos característicos del cristianismo; legalización del holocausto abortista; destrucción desde la infancia de esenciales valores morales; exaltación de la homosexualidad (siempre se consideró sodomía); conversión en matrimonio (semántica y objetivamente unión entre hombre y mujer) de uniones de hecho entre maricones y entre lesbianas; violación sistemática de los preceptos constitucionales relativos a las Iglesia católica; utilización de su poderosa maquinaria mediática contra la religión católica y su Iglesia; financiación generosa de asociaciones, ONG y reductos anticristianos; desguace de monasterios religiosos como, por ejemplo, la expulsión de los jerónimos de Yuste por Fernández de la Vega para convertir en hotel lo que fuera residencia última del emperador Carlos V; asfixia de la comunidad benedictina del Valle de los Caídos bajo el pretexto de obras de conservación que no se realizan y retirada de la gran escultura de la Piedad que la Fundación Ávalos considera innecesaria y peligrosa para su integridad; desguace de la identidad cristiana de nuestra historia y cultura… Y ahora, la puesta en marcha de una nueva ley religiosa, la cual persigue revocar derechos constituciones reconocidos a la Iglesia bajo el pretexto maniqueo de considerarlos “privilegios”. Un paso más adelante en la ofensiva cristofóbica, sobre el que aconsejo leer las declaraciones del catedrático Andrés Ollero Tassara difundidas por la agencia Zénit el pasado 12 de marzo (www.zenit.org)
Hemos retornado, aunque con métodos más insidiosos y falaces a la persecución religiosa de la II y III Repúblicas. ¿Pero sólo movidos los actuales frentepopulistas por el revanchismo iracundo que señalaba Manuel Ramírez? Hay mucho más y perverso que un revisionismo historicista y antidemocrático de la izquierda laicista española. La cristofobia del gobierno Rodríguez y sus secuaces es una consecuencia extremosa y dogmática del frontismo anticatólico iluminista.
LA DENUNCIA DE UN FILÓSOFO ITALIANO NO CATÓLICO
NO me valdré de documentaos católicos para explicar la trastienda y métodos de esta persecución religiosa sin violencia física en las democracias occidentales, al menos por ahora, aunque sus bien dirigidos desde la sombra grupúsculos de extrema izquierda arrecien en sus agresiones, atentados contra nuestros símbolos e incluso profanaciones satánicas. Me he valido más de una vez del filósofo marxista y muy español Gustavo Bueno en lo que respecta a la muy activa y encrespada cristofobia en nuestra patria. Y utilizo a otro filósofo no católico, esta vez italiano, en orden a la conspiración anticristiana del mundialismo relativista. Me refiero Marcello Pena, filósofo, senador y autor de varios libros sobre la identidad cristiana de Europa, entre ellos “Senza radice” o “Perché debaiamo dirci cristiani”.
“Corriere Della Sera” publicó una carta al director de Marcello Pena (17.03.2010) que no tiene desperdicio y cuya primera parte la dedica a revelar el trasfondo y alcance de la desmesurada campaña laicista so pretexto de los casos de pedofilia registrados entre sacerdotes y religiosos, 96 en Alemania frente unos 200.000, en su inmensa mayoría no católicos, es decir, un 0,041%. Cierto que la pedofilia es particularmente reprobable en quienes hicieron votos de castidad, entre otros de fidelidad al mensaje evangélico y a la doctrina de la Iglesia, aunque sería inconsecuente desconocer, aparte de su ámbito minoritario, que consagrados y seglares no somos ángeles y hemos de luchar día tras día contra las tentaciones de muy diversa índole que nos salen al paso en un ambiente cada vez más opresivo de hedonismo fomentado desde los poderes políticos. Y también de los perturbadores efectos derivados de las falaces interpretaciones posconciliares en el seno de la Iglesia. Pero leamos en primer lugar lo escrito por el filósofo Pena respecto de la insidiosa campaña mundial instrumentada por el laicismo cristófobo en relación con los casos de pedofilia:
“La cuestión de los sacerdotes pedófilos u homosexuales desencadenada últimamente en Alemania tiene como objetivo al Papa. Pero se cometería un grave error si se pensase que el golpe no irá más allá, dada la enormidad temeraria de la iniciativa. Y se cometería un error aún más grave si se sostuviese que la cuestión finalmente se cerrará pronto como tantas otras similares. No es así. Está en curso una guerra. No precisamente contra la persona del Papa ya que, en este terreno, es imposible. Benedicto XVI ha sido convertido en invulnerable por su imagen, por su serenidad, su claridad, firmeza y doctrina. Basta su sonrisa mansa para desbaratar un ejército de adversarios.
No, la guerra es entre el laicismo y el cristianismo. Los laicistas saben bien que, si una mancha de fango llegase a la sotana blanca, se ensuciaría la Iglesia, y si fuera ensuciada la Iglesia lo sería también la religión cristiana. Por esto, los laicistas acompañan su campaña con preguntas del tipo «¿quién más llevará a sus hijos a la Iglesia?», o también «¿quién más mandará a sus chicos a una escuela católica?», o aún también «¿quién hará curar a sus pequeños en un hospital o una clínica católica?».
“Hace pocos días –prosigue el filósofo Pera- una laicista ha dejado escapar la intención. Ha escrito: «La entidad de la difusión del abuso sexual de niños de parte de sacerdotes socava la misma legitimidad de la Iglesia católica como garante de la educación de los más pequeños». No importa que esta sentencia carezca de pruebas, porque se esconde cuidadosamente «la entidad de la difusión»: ¿uno por ciento de sacerdotes pedófilos?, ¿diez por ciento?, ¿todos? No importa ni siquiera que la sentencia carezca de lógica: bastaría sustituir «sacerdotes» con «maestros», o con «políticos», o con «periodistas» para «socavar la legitimidad» de la escuela pública, del parlamento o de la prensa. Lo que importa es la insinuación, incluso a costa de lo grosero del argumento: los sacerdotes son pedófilos, por tanto la Iglesia no tiene ninguna autoridad moral, por ende la educación católica es peligrosa, luego el cristianismo es un engaño y un peligro”.
Argumentos difícilmente rebatibles los de Marcello Pena con los que coincidía Gabriel Albiac, tampoco sospechoso de confesionalidad católica, en un lúcido artículo titulado “Ratzinger ante los monstruos” (ABC, 24.03.2010), del que entresaco:
“La Carta pastoral a los católicos de Irlanda del 19 de marzo es un tratado de los monstruos. Repleto de sabiduría. Y de piedad. Ambas son lo mismo… Benedicto XVI, que como Papa escribe a la grey que le fue encomendada, lo hace con todo el saber de Ratzinger. No oculta lo peor: que la rotura anímica que la agresión infantil impone no curará nunca en la edad adulta. Y que el consuelo espiritual no exime de la justicia. «Habéis traicionado -interpela a los clérigos violadores- la confianza depositada en vosotros por jóvenes inocentes y por sus padres. Debéis responder de ello ante Dios Todopoderoso y ante los tribunales debidamente constituidos». Dios, tiene necesariamente que pensar un Vicario de Cristo, perdona. La ley de los hombres, no. Así tiene que ser, esas son las reglas del juego que distinguen lo divino de lo humano… Y admirable que un Papa se atreva a decirlo: «Todos nosotros estamos sufriendo las consecuencias de los pecados de nuestros hermanos que han traicionado una obligación sagrada o no han afrontado de forma justa y responsable las denuncias de abusos». Y en la asunción de esa culpa colectiva, Benedicto XVI persevera en el rigor teológico de Ratzinger. Admirable. Aun para aquel que no cree. Para él, sobre todo”.
TAMBIÉN SECTORES DE LA IGLESIA CAYERON EN LA TRAMPA LAICISTA
ES necesario en este punto reproducir en su integridad la segunda parte de la carta del filósofo Marcelo Pena por cuanto atañe sobre todo los católicos Y me libera de argumentar en este aspecto:
“Esta guerra del laicismo contra el cristianismo es una batalla campal. Se debe llevar la memoria al nazismo y al comunismo para encontrar una similar. Cambian los medios, pero el fin es el mismo: hoy como ayer, lo que es necesario es la destrucción de la religión. Entonces Europa, pagó a esta furia destructora, el precio de la propia libertad. Es increíble que, sobre todo Alemania, mientras se golpea continuamente el pecho por el recuerdo de aquel precio que ella infligió a toda Europa, hoy, que ha vuelto a ser democrática, olvide y no comprenda que la misma democracia se perdería si se aniquilase el cristianismo.
“La destrucción de la religión comportó, en ese momento, la destrucción de la razón. Hoy no comportará el triunfo de la razón laicista, sino otra barbarie. En el plano ético, es la barbarie de quien asesina a un feto porque su vida dañaría la «salud psíquica» de la madre. De quien dice que un embrión es un «grumo de células» bueno para experimentos. De quien asesina a un anciano porque no tiene más una familia que lo cuide.
“De quien acelera el final de un hijo porque ya no está consciente y es incurable. De quien piensa que «progenitor A» y «progenitor B» es lo mismo que «padre» y «madre». De quien sostiene que la fe es como el coxis, un órgano que ya no participa en la evolución porque el hombre no tiene más necesidad de la cola y se mantiene erguido por sí mismo.
“O también, para considerar el lado político de la guerra de los laicistas al cristianismo, la barbarie será la destrucción de Europa. Porque, abatido el cristianismo, queda el multiculturalismo, que sostiene que cada grupo tiene derecho a la propia cultura. El relativismo, que piensa que cada cultura es tan buena como cualquier otra. El pacifismo que niega que existe el mal.
“Esta guerra al cristianismo no sería tan peligrosa si los cristianos la advirtiesen. En cambio, muchos de ellos participan de esa incomprensión. Son aquellos teólogos frustrados por la supremacía intelectual de Benedicto XVI. Aquellos obispos equívocos que sostienen que entrar en compromisos con la modernidad es el mejor modo de actualizar el mensaje cristiano. Aquellos cardenales en crisis de fe que comienzan a insinuar que el celibato de los sacerdotes no es un dogma y que tal vez sería mejor volver a pensarlo. Aquellos intelectuales católicos apocados que piensan que existe una «cuestión femenina» dentro de la Iglesia y un problema no resuelto entre cristianismo y sexualidad. Aquellas conferencias episcopales que equivocan en el orden del día y, mientras auspician la política de las fronteras abiertas a todos, no tienen el coraje de denunciar las agresiones que los cristianos sufren y las humillaciones que son obligados a padecer por ser todos, indiscriminadamente, llevados al banco de los acusados. O también aquellos embajadores venidos del Este, que exhiben un ministro de exteriores homosexual mientras atacan al Papa sobre cada argumento ético, o aquellos nacidos en el Oeste, que piensan que el Occidente debe ser «laico», es decir, anticristiano.
“La guerra de los laicistas continuará, entre otros motivos porque un Papa como Benedicto XVI, que sonríe pero no retrocede un milímetro, la alimenta. Pero si se comprende por qué no cambia, entonces se asume la situación y no se espera el próximo golpe. Quien se limita solamente a solidarizarse con él es uno que ha entrado en el huerto de los olivos de noche y a escondidas, o quizás es uno que no ha entendido para qué está allí”.
DE CUANDO PABLO VI ALERTÓ DE QUE “EL HUMO DEL INFIERNO HA ENTRADO EN LA IGLESIA”
DURÍSIMA sobre todo la parte final que descubre las debilidades, desviaciones, consentimientos y traiciones que cuartean la solidez de la Iglesia, desconciertan a los fieles, los confunden y condicionan su capacidad de reacción frente a la conspiración cristófoba del iluminismo.
La guerra del laicismo contra el cristianismo viene de lejos, como ya señalé al comienzo. Pero una de las batallas que ganó fue su capacidad para trastocar la verdadera naturaleza del Concilio Vaticano II mediante una formidable campaña mediática de ámbito mundial, favorecida por eclesiásticos y seglares que habían caído en las redes del “Movimiento Pax”, creado en Varsovia por el KGB, amén del magisterio equívoco de algunos teólogos que crearon escuela. Son los orígenes de las llamadas Teología de la Liberación y Teología de la Violencia, las cuales convirtió en terroristas o amparadores del terrorismo a un buen número de sacerdotes y religiosos en Hispanoamérica. También en España. La Secretaría de Estado del Vaticano cayó asimismo en un temporalismo del que fue instrumento demoledor el taranconismo en lo que nos atañe y cuyos rescoldos todavía padecemos.
Pablo VI descubrió tardíamente la gravísima entidad del problema y de ahí aquel grito angustiado que tantos olvidan o silencian de manera artera y deberíamos repetir cada día: “El humo del Infierno ha entrado en la Iglesia”. Y es que el tuétano de la conspiración iluminista contra el cristianismo es de naturaleza satánica desde el origen de la Orden en una lejana noche de Walpurgis, de índole demoniaca, sobre la que he escrito con reiteración.
UN EJEMPLO TESTIMONIAL QUE ESTAMOS OBLIGADOS A SEGUIR
LOS creyentes, con nuestros pastores como guías, hemos de escapar de la pasividad, la apatía y todos esos errores y condicionamientos denunciados por el filósofo Marcello Pera. Nos va en ello mucho más que la integridad de la Iglesia. Si no la hacemos, entraremos en colisión con nuestra conciencia y con la fidelidad a la predicación de Jesús, ante el que nuestras almas habrán de dar cuenta.
Ha llegado la hora de algo más que manifestaciones esporádicas de rebeldía frente a la injusticia, el abuso o políticas criminales como las multitudinarias manifestaciones contra el holocausto abortivo. Me refiero al testimonio público y permanente de nuestra fe. Pueden servir en buena parte de guía las dos entrevistas con el cardenal Julián Herranz sobre secularización y celibato sacerdotal, divulgadas también por la Agencia Zenit los días 18 y 19 de este mes de marzo.
Al hilo de lo escrito por el catedrático Manuel Ramírez sobre la proximidad entre el radicalismo laicista de la II Republica y el actual del gobierno socialista, tantas veces reiterado por mí, adquiere actualidad en orden a la exigencia testimonial un recordatorio que extraigo del libro “Represión y guerra civil en Cuenca”, de Ana Belén Rodríguez Patiño y Rafael de la Rosa Rico. Se trata de una recopilación de relatos orales obtenidos de personas que vivieron aquellos trágicos acontecimiento, amén de esclarecedores apéndices documentales. Relata A.C. (los autores del libro prefirieron salvaguardar el anonimato de los entrevistados, reclamado por un buen número de éstos): ”Las Juventudes Franciscanas de Cuenca, que una serie de jóvenes crearon, tuvieron una serie de enfrentamientos poco antes de la guerra. Entre jóvenes ateos y practicantes. Me acuerdo de que las Juventudes Franciscanas, en aquellos tiempos, se hicieron unos crucifijos de madera muy grandes, y los llevaban puestos”. Conviene recordar en honor de aquellos valientes que tras las elecciones de febrero de 1936 los piquetes de las Juventudes Socialistas Unificadas de Carrillo y los de otras facciones asesinaban a creyentes como éstos de Cuenca, casi todos ellos fusilados cuando estalló la guerra.
Juan Pablo II nos invitó a no tener miedo desde su testimonio personal bajo nazis y soviéticos. Tampoco lo tuvieron aquellos chicos conquenses de las Juventudes Franciscanas. ¿Y por qué hemos de tenerlo nosotros? Juan Pablo II, y ahora Benedicto XVI, han reclamado a sacerdotes y religiosos que vuelvan vestir como tales, escapen de la moda secularizadora del “paisanaje” y den testimonio público y permanente de su condición para ejemplo de los fieles a los que pastorean. Ya sé que “el hábito no hace al monje”, según antiguo proverbio. Pero ayuda a serlo, añado por mi cuenta. Y si sacerdotes y religiosos no ofrecen ese testimonio, ¿cómo animar a los seglares a que lo demos sin miedo alguno a insultos, burlas o agresiones de los nuevos bárbaros de la llamada extrema izquierda?
LA REBELDÍA DESDE EL HEROISMO DE LO COTIDIANO
LA presidente de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, ha llamado a la rebeldía contra el aumento expropiatorio del IVA. Y es justo que la promueva. También desde una perspectiva cristiana, aunque lo calle, ya que el impuesto injusto no obliga en conciencia. Pero mucho más sustancial para un católico es la rebeldía activa frente a las arremetidas de la cristofobia. Y hay muchas maneras de practicarla sin el recurso a la violencia, según nos enseñaron generaciones de creyentes a lo largo de los dos últimos milenios en seguimiento del ejemplo del Crucificado. El testimonio público de nuestra fe es hoy el reto a que nos enfrentamos los católicos frente a la conspiración satánica del iluminismo y sus huestes, gubernamentales o no. Y no a imagen del pacifismo de Gandhi al que con frecuencia se recurrre, sino el de Cristo, insisto una vez más.
Nos aconsejaba Laín Entralgo el heroísmo de lo cotidiano en sus tiempos de adoctrinador de estudiantes del SEU. Ese mismo heroísmo de lo cotidiano, el del testimonio público y permanente de nuestra fe, el que nos es exigible hoy a todos los miembros de la Iglesia. Es indispensable escandalizar a los cristófobos con la Cruz.
http://www.vistazoalaprensa.com/firmas_art.asp?id=5625
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2 comentarios:
Magnífico artículo
Más de lo mismo, trabajar para que los opresores sigan oprimiendo, nada tiene que ver Jesucrito con la Iglesia, no desde lo contemporáneo, desde la constitución de la doctrina como fuente de poder, cuando era fuente de liberación. La iglesia española siempre al lado de los ricos.
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