miercoles 29 de marzo de 2006
Tregua ante la España moribunda
por José Alberto Concha el 23 Marzo, 2006 - 22:28 España
Alto el fuego permanente recibido con entusiasmo. Algarabía. Oportunidad histórica. Paz. Los encapuchados se adueñan de los medios de comunicación. Los ciudadanos, a cara descubierta, sometidos al macabro juego de los rostros tapados, el hacha y la serpiente. El mérito de los asesinos. Siempre es una buena noticia que los asesinos expresen su intención de dejar de matar. Aunque no tiene nada de meritorio. Sencillamente nunca deberían haber matado. Y ni piden perdón ni se arrepienten de haberlo hecho. La euforia con la que se recibe el alto el fuego pretende esconder a la inteligencia de los españoles la verdadera motivación de los asesinos: el objetivo de sus disparos, España, agoniza; ¿para qué seguir disparando?.
Estatuto. No puede atribuirse a la casualidad la coincidencia en el tiempo del anuncio y entrada en vigor del alto el fuego con la culminación del proceso de aprobación por la Cortes del nuevo Estatuto de Cataluña, que define a la Comunidad Autónoma como Nación a la par que reconoce y legitima un acto de soberanía de su parlamento. Si se concede a Cataluña, ¿por qué no al País Vasco?. Un certero tiro en la nuca del Estado español.
Consenso deshonesto. Tiempos de palabrería vacía: acciones sectarias y talante de galería. Alcanzar un consenso es llegar a un acuerdo intermedio entre posturas alejadas. Claro que para ello se requieren generosidad y honestidad a partes iguales. Y no sólo de boquilla. Los contratos que en verdad sirven para solucionar conflictos son claros y no dejan resquicio a la interpretación interesada y partidista. En el Estatuto no hay consenso sino ambigüedad y contradicción. Tampoco lo hubo en la Constitución del 78 por más que queramos magnificar los méritos de nuestra reciente historia[1]. Cada uno seguirá agarrándose- y todos se agarran a un clavo ardiendo- a la cláusula que, de tapadillo, consiguió introducir en el texto. Don José Bono, el más incongruente de nuestros ministros, podrá decir que Zapatero cumplió con la promesa de la patena. Y tendrá dónde agarrarse: “La Constitución española, en su artículo segundo, reconoce la realidad nacional de Cataluña como una nacionalidad”. Lo contrarío dirán los separatistas que lo tienen todavía más claro: “El Parlamento de Cataluña, recogiendo el sentimiento y la voluntad de la ciudadanía de Cataluña, ha definido, de forma ampliamente mayoritaria a Cataluña como nación”. Ni consenso ni acuerdo. Juego de trileros, partida de tramposos con las cartas marcadas. [2]
Blanquear los asesinatos. Próximo el reconocimiento del País Vasco como Nación, ETA, acorralada y exhausta, tiene lo que necesita para dejar de matar: la justificación ideológica para blanquear la sangre derramada.
“¡La ideología!. He aquí lo que proporciona al malvado la justificación anhelada y la firmeza prolongada que necesita. La ideología es una teoría social que le permite blanquear sus actos ante sí mismo y ante los demás y oír, en lugar de reproches y maldiciones, loas y honores. Así, los inquisidores se apoyaron en el cristianismo; los nazis, en la raza; los jacobinos y bolcheviques, en la igualdad, la fraternidad y la felicidad de las generaciones futuras. Gracias a la ideología, el siglo XX ha conocido la práctica de la maldad contra millones de seres. Y esto es algo que no se puede refutar, ni esquivar, ni silenciar. ¿Y cómo después de esto podríamos atrevernos a seguir afirmando que no existen los malvados? . ¿Quién, pues, exterminó a esos millones?. Sin malvados no hubiera habido Archipiélago”. “Archipiélago Gulag” Alexander Solzhenitsyn
Gracias al reconocimiento de la nación vasca los asesinos tendrán la justificación anhelada y podrán presentarse ante sus vecinos como liberadores de la patria. El asesino del tiro en la nuca se convierte ahora en gudari. Un combatiente de la causa nacionalista. Y hoy que la causa ha alcanzado la victoria, ¿quién querría mantener a los héroes en la cárcel?.
Astucia. Un nuevo Maquiavelo. El fin justifica los medios. Pero el fin es perpetuarse en el poder. Zapatero nos ha traído la paz. ¿Quién no quiere la paz?. La oposición – un solitario PP victima del “todos contra la oposición”- queda fuera de juego. A ser leales y apoyar al gobierno. Cuidado con expresar opiniones en contra. Es generar crispación. Ciertamente no hay precio para la paz. Pero tampoco es paz la que se alcanza pagando con libertad. Una jugada astuta: dar concesiones a los separatistas, a cambio, la paz y el gobierno de lo que quede de la nación. ¿Quién ha decidido por todos los españoles que España ya no es España?. Zapatero, el astuto. Y lo mejor: el coste electoral del Estatuto será amortizado por el beneficio que en término de votos traerá la consecución de la histórica paz.
La soledad de las víctimas. Los asesinos volverán a sus barrios y a sus pueblos. Celebrarán el triunfo entre homenajes y actos de reconocimiento. Las viudas y los huérfanos sumarán al sufrimiento ocasionado por la maldad- ¿cómo podremos atrevernos a afirmar que no hubo malvados?; ¿quién, pues, exterminó a esos cientos?-, el de la injusticia. Y en el cementerio, ¡qué solos se quedan los muertos!.
Llanes a 23 de marzo de 2006
José Albero Concha González
[1]En los últimos años se ha magnificado hasta la idolatría el famoso consenso que dio lugar a la Constitución de 1978. Sin embargo el acuerdo tuvo mucho que ver con la aceptación de enunciados ambiguos y fórmulas que, aun entrando en abierta contradicción, sirvieran para contentar a unos y a otros. Efectivamente junto a afirmaciones del tipo: “La soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado”( art 1-2) ; “La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles” (art. 2) o “Las diferencias entre los Estatutos de las distintas Comunidades Autónomas no podrán implicar, en ningún caso, privilegios económicos o sociales” (art. 138-2)se incluyeron también enunciados del tipo “reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran (...)” (art. 2) o “En el ejercicio del derecho a la autonomía reconocido en el artículo 2 de la Constitución, las provincias limítrofes con características históricas, culturales y económicas comunes, los territorios insulares y las provincias con entidad regional histórica podrán acceder a su autogobierno y constituirse en Comunidades Autónomas con arreglo a lo previsto en este Título y en los respectivos Estatutos (art. 143-1). Dicho de otra manera, a la par que se formula la indisoluble unidad de España y al pueblo español como sujeto de la soberanía, también se reconoce y garantiza la existencia de “nacionalidades”- en contraposición con “regiones”. Y lo que es más conflictivo, adjetiva con el término de “históricos” a determinados derechos y territorios. De consenso, nada. Los conflictos, lejos de solucionarse, continuan gravando la vida política española hasta nuestros días. De aquellos polvos, estos lodos.
[2]El párrafo completo es claramente contradictorio y en ningún caso puede servir para cerrar el conflicto: El Parlamento de Cataluña, recogiendo el sentimiento y la voluntad de la ciudadanía de Cataluña, ha definido, de forma ampliamente mayoritaria a Cataluña como nación. La Constitución española, en su artículo segundo, reconoce la realidad nacional de Cataluña como una nacionalidad.
http://asturiasliberal.org/node/4218
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario