jueves, marzo 30, 2006

David Horowitz El timo del pacifimo

viernes 31 de marzo de 2006

UNIVERSIDAD

El timo del pacifismo
Por David Horowitz
El 13 de septiembre del 2004 –apenas dos días después del tercer aniversario del 11 de Septiembre– la revista FrontPage publicó el relato del estudiante Brett Mock de una clase que tuvo lugar en la Ball State University de Indiana, de "Estudios de Paz". La clase figuraba como un curso de las causas de la guerra y la paz ("el estudio de los métodos para alcanzar la paz dentro de comunidades y entre naciones; historia del movimiento pacifista y las causas de conflicto; y análisis de los principios de resolución de conflictos utilizando casos de estudio").
Habiéndose apuntado al curso, Mock descubrió, para su desgracia, que lejos de ser un examen académico de estas materias, la clase era un curso de reclutamiento y entrenamiento en política de izquierdas y actitudes antiamericanas. Sus textos y conferencias, sin excepción, le llevaban a él y a sus compañeros hasta opiniones de América como enemigo de la paz global, y al entendimiento hacia los terroristas que nos han atacado. Entre "los métodos para lograr la paz" recomendados por el curso se encontraban unas organizaciones radicales a las que los estudiantes eran animados a unirse, entre ellas PeaceWorkers, que es parte de una coalición que incluye la Asociación Estudiantil Musulmana pro terrorista y la Liga de Jóvenes Comunistas. A los estudiantes que se unían al lobby de oposición a la guerra de América para derrocar la dictadura de Irak se les subía las notas académicas; a aquellos que apoyaban a su país, no.

Para añadir el insulto a estos golpes, además, el director del programa de Estudios de Paz de la Ball State y profesor de Brett Mock, el Profesor Gregory Wolf, es académicamente incompetente para enseñar la materia, cuyo ámbito se extiende desde toda la historia de la humanidad, la geopolítica, y la economía global. Gregory Wolf es un profesor del Departamento de Música de la Ball State cuya especialidad es el saxofón.

Al artículo de FrontPage le siguió una carta del director nacional de Estudiantes por la Libertad Académica al rector de la Ball State, expresando su preocupación por la naturaleza del curso y su incumplimiento de los estándares educativos básicos. Diez días después, la administración de la Ball State contestó a través de su preboste y vicepresidenta de asuntos académicos, Beverley Pitts. En su carta, Pitts anunciaba que había investigado las afirmaciones de Brett Mock (sin entrevistar al propio Mock) y concluía que eran erróneas, que el curso cumplía los estándares académicos y no era parcial. Al respecto de cuán cualificado estaba académicamente un profesor de saxofón para debatir las causas sociales, económicas o culturales de la guerra y la paz, el preboste dice: "El Dr. Wolfe tiene un doctorado en educación superior por la Universidad de Indiana; ha recibido entrenamiento como mediador; está en el consejo del Toda Institute for Peace, Policy and Global Research de la Universidad de Hawaii; y ha dado clases y publicado en el campo de los estudios de paz".

Un doctorado en educación superior, sin embargo, no cubre ninguno de los temas que constituirían la base de un curso acerca de las causas de la guerra y la paz, mientras que una sesión de entrenamiento en mediación solamente los cubriría marginalmente. El Toda Institute, en cuya junta el Profesor Wolfe se encuentra como consejero, está dirigido por Soka Gokkaki, una secta budista zen, que cree que la paz mundial sólo puede lograrse persuadiendo a los habitantes del planeta de cantar "Nam Myoho Renge Kyo".

En cuanto a la queja de Mock de que el curso era más un adoctrinamiento que un examen imparcial del tema, la preboste Pitts afirma: "La clase del Dr. Wolfe acentúa el pensamiento crítico con respecto a temas de paz. El texto principal del curso es Estudios de paz y conflictos, Barash y Webel, (Sage Publications, 2002), que presenta varias facetas de temas relacionados con la guerra y la paz".

Este punto de vista sobre Estudios de paz y conflictos sería una sorpresa para los autores de este texto ampliamente usado en el campo de los estudios de paz. En el prólogo de su libro, Barash y Webel escriben: "El campo [de los estudios de paz] se distingue de la mayoría de las restantes ciencias humanas en que está orientado hacia valores, irremediablemente. En consecuencia, queremos respaldar nuestros propios valores, que son francamente opuestos a la guerra, a la violencia, antinucleares, anti autoritarios, anti estamentos, pro medio ambiente, pro derechos humanos, pro justicia social, pro paz y políticamente progresistas". (P. x)

En otras palabras, los estudios de paz y conflictos no hacen pretensión alguna de ser una exploración académica de los complejos temas de la guerra en paz. No exploran las muchas opiniones posibles de los problemas del mundo que podrían llevar al conflicto, o las diversas explicaciones que pueden hacerse de los movimientos pacifistas de la historia; son, de hecho, un tocho izquierdista con el claro propósito de adoctrinar a los estudiantes en las opiniones radicales del mundo que comparten "progresistas" como Noam Chomsky, Howard Zinn o Michael Moore. Por otra parte, no se da indicación alguna al estudiante ni se informa de que éstas pueden ser opiniones radicales, o de que puede haber otras formas razonables de ver estos sucesos y materias.

Los estudios de paz y conflictos debaten los problemas de la pobreza y el hambre como causas del conflicto humano, pero enfocan estos temas exclusivamente a través de los ojos de marxistas (y anónimos) como, por ejemplo, Andre Gunder Frank o Frances Moore Lappe. Las únicas credenciales académicas que los propios autores poseen se dan en los campos de la psicología y la filosofía. No obstante, su texto es arriesgado –por no decir imprudente– en sus afirmaciones sobre estos complejos temas.

A propósito del problema del hambre en el mundo, por ejemplo, el tema del texto es socialista: "En gran medida, el problema del hambre del mundo no es tanto un problema de producción, sino un problema de distribución". (P. 498) Esto sería nuevo para los norcoreanos, donde las últimas hambrunas causadas por las políticas socialistas de su gobierno han matado a más de un millón de personas. Sería igualmente sorprendente para los ciudadanos de la extinta Unión Soviética, cuyos líderes marxistas intentaron hacer de la distribución paritaria el centro de su política económica y transformaron un país que había sido la despensa de Europa en una nación de constante racionamiento alimentario hasta el colapso del sistema.

El texto de estudios de paz y conflicto condena implacablemente las desigualdades económicas que caracterizan los sistemas de mercado, incluso aunque estos sistemas sean responsables de excesos agricultores prodigiosos y de sacar a billones de personas de la pobreza, hechos que el autor ignora sistemáticamente. Los autores identifican a los culpables responsables de la pobreza del mundo (y de ese modo de los conflictos que este sufrimiento causa) en términos que habrían satisfecho a Lenin: "La avaricia de los agricultores distribuidores y brokers, mas el control de la tierra por una élite reducida, deja hambrientas a cientos de millones de personas a diario". (P. 499) No hace falta preguntarse por qué los terroristas odian a los países ricos, como Estados Unidos.

Dado que los autores ven que la avaricia de la clase dirigente es responsable del hambre en el mundo, los estudios de paz y conflictos aprueban en la práctica un tipo de violencia, y solamente un tipo. Como era de esperar, éste es el tipo revolucionario. Aquí es donde el ejemplo de violencia revolucionaria de Barash y Webel ha conducido a resultados aceptables:

Considérese el caso de Cuba. Tras la Revolución Cubana de 1959, a pesar de más de 40 años de un embargo norteamericano a las importaciones y exportaciones cubanas, la mortalidad infantil en Cuba ha decrecido hasta el mínimo de Latinoamérica; la esperanza de vida se ha incrementado desde los 55 años en 1959 hasta los 73 años en 1984; el sistema de salud fue nacionalizado y hecho accesible a todos los ciudadanos cubanos gratis o a un precio módico; la alfabetización supera el 95%; y aunque la prostitución, la mendicidad y los vagabundos volvieron a Cuba en los 90 (por motivos económicos casi en su totalidad, debido al embargo y a la pérdida del apoyo de la antigua Unión Soviética), Cuba tiene bastantes menos problemas que virtualmente la totalidad de países de Latinoamérica. Mientras Cuba está lejos de ser el paraíso en la tierra, y desde luego los derechos individuales como las libertades civiles no son aún ampliamente practicados, el caso de Cuba indica que las revoluciones violentas, en ocasiones, pueden redundar en condiciones de vida generalmente mejores para muchos". (pp. 14-15, énfasis añadido)

Éste es todo el retrato que los autores hacen de la dictadura comunista de Cuba. No se hace mención a que Cuba es en realidad una dictadura totalitaria y en la que cada ciudadano es un prisionero en su propio país, espiado por la policía secreta del gobierno. No se da indicación alguna de que Castro es el dictador vivo más longevo del mundo, con una trayectoria legendaria de sadismo contra sus propios partidarios. El maltrecho sistema médico de Cuba no es evaluado; ni el hecho de que mientras la alfabetización es impresionante, los cubanos saben leer solamente los materiales aprobados por los censores del gobierno. En 1959, cuando Castro llegó al poder, Cuba era la segunda nación más rica per cápita de Latinoamérica. Tras casi 50 años de socialismo, aparece casi al final de las veintidós naciones de Latinoamérica, por encima de Haití, pero por debajo de Honduras o Belice. Cuando los autores se sienten en la obligación de mencionar una deficiencia en los logros de Cuba –ya sea económica o política– echan invariablemente la culpa a los Estados Unidos y su embargo, incluso aunque Cuba comercia con casi todas las naciones del mundo y sus logros económicos son atribuibles a las políticas económicas afligidas de su chiflado dictador. Esta promoción parcial de una dictadura comunista es típica del texto y una muestra exacta del punto de vista ideológico de los autores.

A lo largo de todos los estudios de paz y conflicto, los autores justifican las políticas y acciones comunistas y miran a las de América y a las de las democracias occidentales a través de un prisma negativo. Esta inclinación unilateral hacia los enemigos totalitarios de América se evidencia en su tratamiento de la Crisis de los Misiles Cubanos, por ejemplo, En 1962, el dictador soviético Nikita Khrushchev precipitó una crisis internacional y colocó al mundo al borde de una guerra nuclear al colocar secretamente misiles nucleares en Cuba y mentir al Presidente Kennedy cuando le fueron presentadas las fotos de los mismos. En el texto de los estudios de paz y conflicto, sin embargo (el que la preboste de la Ball State, Beverley Pitts, nos asegura que "presenta varias facetas de temas relacionados con la guerra y la paz"), la crisis de los misiles cubanos es discutida sin que los autores mencionen nunca la causa de la crisis, es decir, los misiles soviéticos. En su lugar, la crisis se describe causada por la presunta inseguridad psicológica del presidente norteamericano y su consiguiente deseo de actuar duramente. Esto creó un dilema del que el mundo fue rescatado por el dictador soviético. He aquí el relato entero del texto universitario acerca de la crisis de los misiles:

"La crisis de los misiles cubanos –lo más cerca que la humanidad ha estado de una guerra nuclear general– fue provocada en parte porque John F. Kennedy se había sentido intimidado por el Premier Soviético Khrushchev en su cumbre de 1961 en Viena, y humillado por la debacle de la fracasada invasión de Cuba en Bahía Cochinos, apoyada por Norteamérica. Al año siguiente, Kennedy estaba determinado a no ser barrido de nuevo por el líder soviético; afortunadamente para el mundo, Khrushchev fue capaz (quizá debido en gran parte a la escasa fuerza militar) de retroceder". (P. 211)

Este posicionamiento de la Unión Soviética en el bando de la paz cuando es el agresor tampoco es único. En su relato de la Guerra Fría en general, los estudios de paz y conflicto tratan a la Unión Soviética como un patrocinador de movimientos pacifistas, y a los Estados Unidos como el poder militar e imperialista que al que se supone que los movimientos pacifistas –y así se supone que los estudiantes del programa de estudios de paz y conflicto– deben mantener a raya.

Una breve sección de estudios de paz y conflicto, escrita en el 2001, está dedicada al ataque terrorista contra Estados Unidos del 11 de Septiembre de ese año. Proporciona un vistazo preocupante del impacto que cursos como este pueden estar teniendo sobre los estudiantes universitarios de Norteamérica mientras su país afronta la amenaza terrorista. Los autores comienzan diciendo a los estudiantes que, "terrorismo es un término desagradable". Este es el motivo por el que, desde la perspectiva de los "estudios de paz", los aspectos morales del término son puramente relativos: "cualquier ataque real o amenaza contra no combatientes civiles puede ser considerado como un acto de 'terrorismo'. En este sentido, el terrorismo es tan antiguo como la historia de la humanidad". (P. 80) Lejos de ser criminal o malvado, el terror (según Barash y Webel) es el último recurso de los débiles como medio de autodefensa: "Los terroristas son personas que se sienten militarmente incapaces de hacer frente a lo que perciben como sus enemigos directos, y en consecuencia utilizan la violencia, o la amenaza de violencia, contra no combatientes para lograr sus objetivos políticos". Si tú eres débil, entonces aparentemente está bien matar a mujeres y niños si sirve para tu causa. El terrorismo, según los autores, es también "una variante contemporánea de lo que ha sido descrito como guerra de guerrillas, que se remonta como poco a las luchas anticoloniales y anti imperialistas por la liberación nacional que tuvieron lugar en Norteamérica y la Europa occidental durante finales del siglo XVIII y comienzos del XIX contra los imperios francés y británico" (pp. 80-81) Es decir, los padres fundadores americanos eran terroristas, y los terroristas pueden verse así como patriotas (como Michael Moore los ha descrito realmente).

Así que, que nadie se equivoque, los autores progresistas de estudios de paz y conflicto explican que: "Poner 'terroristas' entre comillas puede chocar a algunos lectores, que consideran a la nomenclatura evidente. Nosotros no lo hacemos, sin embargo, para minimizar el horror de tales actos, sino para enfatizar el valor de la indignación con derecho por el reconocimiento de que a menudo el 'terrorista' de una persona es 'el luchador por la libertad' de otra". (P. 81) Los terroristas que asesinaron a 3000 civiles inocentes de 80 países en los atroces ataques del 11 de Septiembre puede ser vistos en consecuencia como "combatientes de la libertad" que atacan al opresor.

Estudios de paz y conflicto continúa: "Tras los ataques contra el World Trade Center de New York City y del Pentágono en Washington D.C., muchos norteamericanos estaban evidentemente de acuerdo con las declaraciones de muchos políticos relevantes de que Estados Unidos estaba "en guerra" contra el terrorismo. Pero, para muchas personas sin entrañas [sic] de otras regiones, "los americanos son los peores terroristas del mundo" (según Osama bin Laden en una entrevista televisiva de 1998 en la American Broadcasting Company). Tras los ataques, el Presidente George W. Bush anunció que Estados Unidos "no haría distinción alguna entre los terroristas y los países que los albergan". Para muchos pueblos frustrados, empobrecidos y enfurecidos –que ven a los Estados Unidos como un país terrorista– los ataques contra civiles americanos estaban justificados precisamente de este modo: no haciendo distinción entre 'un estado terrorista' y los ciudadanos que ayudan y mueven el estado". (ídem) Es decir, América es un estado del terrorista y los terroristas son libertadores del mundo oprimido.
Hay 250 programas de "estudios de paz" en América como el de la Ball. Enseñan a los estudiantes a identificarse con los enemigos terroristas de América y a identificar a América como el "Gran Satán" opresor de los pobres del mundo y el que les hace pasar hambre. Hay igualmente muchos prebostes Pittses, defendiendo las credenciales académicas fraudulentas de activistas políticos que realizan estos adoctrinamientos y que no son académicamente competentes en el propio tema a discusión. La pregunta es: ¿cuánto tiempo puede sobrevivir una nación en guerra con enemigos despiadados como Bin Laden o Zarqawi, si sus instituciones educativas están vendidas de este modo?

Gentileza de LD

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