miercoles 29 de marzo de 2006
DESDE LA IZQUIERDA
El fraude histórico del PSC (y 2)
Por Antonio Robles
"Yo rechacé el pacto con Pujol porque los socialistas nos hubiéramos partido en dos mitades. Y preferí la hegemonía de Pujol a que en Cataluña se instaurara con fuerza una opción lerrouxista". Con esta confesión del líder socialista Joan Reventós, en recuerdo del rechazo a coaligarse con Pujol en 1980, que pudo haber impedido la hegemonía del nacionalismo, acababa la primera parte de 'El fraude histórico del PSC'.
Con datos como éste y los expuestos en la primera parte se puede entender por qué ese empeño de los socialistas catalanes por aparecer junto a las siglas del PSOE en sus primeras citas electorales, cuando no eran nada sin los socialistas españoles (PSOE-PSC), para hacerlas desaparecer después. En la última cita electoral sólo consta el PSC, y en sus sedes la "C" de Cataluña es de trazo más grueso que la "PS". Las siglas "PSOE" han sido eliminadas.
Ahora, como ayer, los militantes socialistas, creyendo que defienden al PSOE, lo disuelven y, sin percatarse, niegan sus propios intereses de clase, lengua y cultura, para suicidarse en la cruzada en que el nacionalismo les viene diezmando desde aquellos maquiavélicos inicios del PSC. Y, lo peor, todavía es creencia general que PSC y PSOE son siglas distintas de un mismo partido.
Nunca lo fue. En 1978 el PSC se inscribió como partido distinto del PSOE, pero se cuidó mucho de alardear de ello. Sabía que, a la sombra del PSOE, tenía asegurada la población inmigrante obrera y castellanohablante. Pues eso, a dejar creer lo que no interesaba aclarar.
Todo podría haber sido distinto si el ganador de las elecciones primarias de 1999 en el PSOE, Josep Borrell, hubiera cuajado como secretario general. Pero una denuncia de corrupción sobre dos de sus colaboradores hecha pública desde las páginas de El País (órgano oficioso socialista) acabó con su brillante carrera política. ¿Saben de dónde salió la denuncia? Del propio círculo dirigente del PSC. Había que acabar con el líder socialista catalán que no se avergonzaba de ser español, de ser de izquierdas y de considerar al nacionalismo como un instrumento de la burguesía.
Idolatrado por los votantes socialistas castellanohablantes del cinturón industrial de Barcelona (representan el 80% del voto socialista en Cataluña), utilizaba el catalán y el castellano para luchar por la libertad, la igualdad y la justicia, no para hacer patriotismo, aunque sea "cívico". Todo podría haber sido distinto, pero el celo nacionalista del PSC lo impidió. El hombre más legitimado por los mecanismos democráticos –ganó las primarias para llegar a secretario general– fue traicionado por la federación de su propio partido en Cataluña. Esa es la clase de "unidad" socialista que tanto reconocen al "honrado" Joan Reventós.
El tocomocho iniciado por los reventós en aquellos inicios del PSC a finales de los años 70 está a punto de cerrarse. Pero esta vez Maquiavelo es Pascual Maragall, parapetado tras el radicalismo de Carod Rovira, y el propio Carod Rovira, camuflado bajo la estética conceptual de la necesidad de un Gobierno nacional de izquierdas. La mentalidad totalitaria, posiblemente inconsciente, del líder republicano desechó pactar con Convergencia porque no quería una Cataluña plural donde convivieran tendencias nacionalistas y no nacionalistas. "No quiero una Cataluña dividida entre nacionalistas y no nacionalistas", le dijo a Pujol, cuya traducción real era: No quiero una Cataluña que no sea exclusivamente nacionalista.
Si pactaba con CiU, esta aspiración se ponía en peligro porque todas las fuerzas nacionalistas declaradas estarían en el Gobierno, dejando todo el campo de la oposición a fuerzas de izquierdas que, en su afán de erosionar su acción de gobierno, acabarían por utilizar discursos de izquierda incompatibles con el nacionalismo, cuyo máximo peligro sería la posibilidad de que calase y cuajase en sectores del acomplejado PSOE.
Dar esta baza al sector PSOE del PSC, ahora que estaba noqueado, era una imprudencia temeraria para la construcción nacional (Maragall consintió). Esto es lo que le hizo saber a Pujol, y por esto, y no por ser de izquierdas, es por lo que pactó finalmente con PSC e IC. Con este pacto contranatura (ERC es un partido reaccionario y xenófobo de ultraderechas con estética de izquierdas), Carod Rovira ponía un bozal al PSC para asegurarse el silencio de la sociedad civil no nacionalista en cuestiones como la lengua, la autodeterminación o la financiación autonómica, y le capaba para posteriores citas electorales. Pero, sobre todo, se enterraba definitivamente al PSOE español (Maragall lo pudo impedir y no lo hizo).
Ahora sólo restaba formatear sus ideas socialistas y cosmopolitas con programas conceptuales de contrabando político como "el federalismo asimétrico", "la Corona de Aragón como región económica natural", "la oficina de recaudación" o "el patriotismo cívico", última perla de la impostura que exhibe el PSC.
El oasis catalán ha llegado a su perfección: el tripartito será nacionalista o no será; o sea, no será de izquierdas. Y la oposición convergente radicalizará su nacionalismo por aquello del "y yo más". La verdad de época será insoportable. Con este pacto, la última esperanza de desenmascarar el fraude nacionalista seguramente se habrá esfumado, porque estarán tan preocupados por mantener las poltronas que los independentistas les garantizarán, a condición de mantenerse ciegos, mudos y sordos ante las agresiones lingüísticas, culturales y económicas que estarían perpetrando contra los intereses generales de España, que nada ni nadie discrepantes sobrevivirán a su poder.
Ahora ya podrán exclamar: "Cautivo y desarmado el Partido Socialista Obrero Español, el Tripartito Nacional ha alcanzado sus último objetivos. El tocomocho ha terminado".
El problema, la tragedia de la federación socialista del PSOE en Cataluña es que permanece atrapada como un insecto en la telaraña del PSC. Sus cuadros medios están vendidos a la patronal nacionalista de la dirección, y si, por un acto de lucidez, sus militantes de base se levantaran para rescatar el partido, tendrían dificultades extremas para recuperar el voto perdido charnego sin que su fracción catalanista de ayer, ahora nacionalista, le dé la espalda. Han ayudado tanto a demonizar la cultura española y sus símbolos, y justificado tanto la cruzada nacionalista, que pueden haber perdido a buena parte de los hijos de la emigración socialista española y avergonzado al socialismo catalanista no beligerante con la realidad de España ante el nacionalismo de pata negra.
Blanquear los valores ensuciados durante los últimos 25 años de cooperación, solidaridad y justicia en torno a la Constitución española y desenmascarar la rencorosa e interesada historiografía nacionalista necesita de una determinación tan radical contra las trampas del nacionalismo que, de llevarse a cabo, podría ser criminalizada con los mismos argumentos nacionalistas que ellos mismos han colaborado a enseñar y a utilizar en las dos últimas décadas. Pero no es imposible.
Ahora nos toca a los desheredados de la tierra, a los mudos y estafados, encontrar la salida del laberinto.
Gentileza de LD
http://revista.libertaddigital.com/articulo.php/1276231546
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