lunes, octubre 17, 2011

Felix Arbolí, La caída de las hojas, una llamada a la esperanza

lunes 17 de octubre de 2011

La caída de las hojas, una llamada a la esperanza

Félix Arbolí

SON tantas las vicisitudes que padecemos y gracias a nuestras autoridades gubernamentales y locales, que ya no sabemos cómo desterrarlas de nuestras mentes para recuperar nuevamente la esperanza en el futuro y la fe en los demás. Tenemos y es lo más triste y doloroso a unos dirigentes políticos esperpénticos y “sainetescos” que se han convertido en protagonistas de chistes y ocurrencias que nos hacen sonreír, cuando realmente deberíamos llorar y cabrearnos. Nos hemos tenido que aferrar a la postura del tonto de pueblo que ríe más cuanto más le machacan, abroncan y se mofan de su desgracia. Aunque en nuestro caso sea más bien una especie de auto defensa ante la imposibilidad de hacer pagar a esos individuos tanta insolencia y despotismo lanzándolos lejos como si de un balón de rugby se tratara y tachándolos de una vez en la lista de enchufados permanentes.

Todo empezó aquel lejano día en que unos pocos de listos y próceres patrios, los de siempre, se sacaron de la manga, como el prestidigitador saca el conejo de la chistera, una serie normas y leyes que les daban a ellos todo el poder de hacer y deshacer, mejor esto último, y al resto de la ciudadanía la falsa creencia de que eran ellos los que designaban, opinaban y promovían, aunque a la hora de la verdad y ya tarde se han dado cuenta que sólo les utilizan para pagar, trabajar y soportar lo que ellos deciden y para colmo hasta los han dejado sin trabajo.

Nos olvidamos, que nuestros políticos son los únicos causantes de nuestras desgracias y penurias. Los que nos han hecho caer en este pozo sin fondo, contaminando el entorno al igual que las amarillentas y otoñales hojas cuando caen de los árboles y cambian el panorama, transformando lo que ayer era pacífica armonía en desolación y resentimientos. Todo ello incrementado durante esta etapa electoral que estamos soportando, donde si uno dice una barrabasada, el otro le contesta con otra más contundente, en una lucha sin tregua con la que nos intentan confundir, aunque sólo consiguen que nos demos cuenta de que nuestros problemas siguen sin solucionarse.

Los temas que hoy nos preocupan son numerosos y variados, pero parecen no tener la debida importancia para nuestros políticos. Todos giran más o menos directamente en el uso y abuso de nuestros recursos públicos. Dicen que el saber no ocupa lugar y algunos de nuestros dirigentes opinan que dada esa circunstancia la cultura no ha de tener valor reconocido. Invertir en contratar profesores, modernizar centros escolares y no masificar las aulas, es perder tiempo y dinero. Así opinan los que han hecho de la estulticia su manera de gobernar. Y la España que ayer fue madre y colonizadora de naciones, la han dejado convertida en terreno baldío abierto a todas las subculturas foráneas que hoy nos invaden y “catetizan”, haciéndonos descender a los niveles más ínfimos. Hasta en las programaciones televisivas y en horas de mayor audiencia se han implantando los programas chabacanos, obscenos y carentes de un mínimo contenido cultural y moral digno de destacarse. Novelas, seriales y espacios de tertulias en los que se habla y actúa sin el menor respeto y discreción ante la audiencia, porque deben suponer está a la altura de su analfabetismo y falta absoluta de recato. Ídolos falsos que tienen idiotizada a una masa carente de valores y de personalidad que les aplaude robotizada, siguiendo las indicaciones de un señor que tiene poca noción de cuándo deben hacerlo y cuando deberían mostrar silencio como protesta a los que infringen las normas más elementales de urbanidad, educación y respeto al público.

Hemos hecho de España una tierra de descansos y paradas más o menos largas de personas que vienen a vivir sin hacer muchos esfuerzos y ahorrar cuanto puedan para regresar a sus países, sabiendo que les ofrecemos colegios, médicos, hospitales, puestos de trabajo y ayudas sociales sin coste alguno y en condiciones mejores que a los naturales. Estamos acostumbrándolos a recibir y a exigirnos con enfrentamientos callejeros y hasta de forma violenta lo que no se atreven a reclamar en sus países respectivos, sin demostrar reciprocidad alguna por lo que tan gentilmente reciben. Las pateras subsaharianas y marroquíes vienen atestadas de mujeres embarazadas, niños recién nacidos y menores de edad para que aquí nos hagamos cargo de ellos y les ofrezcamos todo cuanto necesitan. Y nuestra población aumenta, se extranjeriza y se islamiza, mientras los españoles de origen y cristianos, van mermando de forma alarmante, con esa abusiva y contraproducente promoción del aborto y tantas uniones sin descendencia. De seguir así, los feudos mahometanos empezarán en los Pirineos y los cruzarán a toda carrera para ocupar Europa entera, que es el ideal que persiguen y le estamos sirviendo en bandejas de plata. Y claro, todo eso se nota y advierte en nuestros gustos y maneras culturales. Somos idiotas, al permitir que no solo peligren nuestras señas de identidad ante esta vorágine, sino que amenacen nuestros valores culturales, morales y religiosos y se deterioren instituciones sociales, educativas y sanitarias. No ponemos freno alguno a que sigan mermando nuestros puestos de trabajo, más de noventa y cinco mil nuevos parados en un solo mes, por este acaparamiento laboral y no legalizado de foráneos, que obliga a nuestros hijos y nietos a buscar trabajo fuera de nuestros límites, mientras ellos viven con más privilegios que obligaciones.

La incultura en nuestro país está alcanzando niveles alarmantes. Vamos recogiendo modismos y desechos que nos llegan del exterior y eliminando el caudal cultural que nos legaron nuestros mayores antes de que la actual partidocracia nos haga retroceder a sabe Dios qué límites, ya que de continuar así regresaremos al hombre de Cromañón. Lo sorprendente de este desmadre es que la presidenta de la Comunidad madrileña, a la que dí mi voto, está empeñada en recortar los gastos destinados a nuestra enseñanza y sanidad, pero no tocar un solo euro del dinero reservado a dietas, comisiones, sueldos de altos cargos, coches oficiales y un sinfín de despilfarros económicos que debería suprimir o recortar antes que el número de profesores, colegios, personal sanitario y hospitales. He de aclarar que el mal no sólo radica en estos recortes presupuestarios, sino también a la escasa calidad y veracidad de nuestros actuales libros de textos con esas extrañas y tergiversadas versiones partidistas que no tienen utilidad al futuro de nuestros alumnos. Salen acabadas sus carreras con una ignorancia casi total en cuestiones que deberían ser obligatorias y primordiales. Asimismo, deberíamos imponer que no haya un solo español sin recibir las ayudas necesarias para su formación, antes de atender a los que no han cotizado nada y vienen de más allá de nuestras fronteras con pocas ganas de rendir, pero sí de recibir.

Veo con vergüenza ajena y hasta pienso que habrá quien sienta impulsos de furia y desprecio hacia sus autores, cómo los altos cargos de entidades bancarias que se han fusionado o desaparecen y de empresas públicas que pasan a la esfera privada por extraños tejemanejes de gobernantes y políticos, reciban indemnizaciones súper millonarias en plena crisis, sin que el Banco de España, ministro de Hacienda o autoridad competente lo impida y controle como sería lo correcto y honesto. ¿Es normal esta manera tan descarada de recibir un dinero que pertenece a todos y nos hace tanta falta?. ¿Tampoco es misión del Rey entrar en estas cuestiones?. En Italia, Francia, Estados Unidos y demás países democráticos al presidente de la nación se le cuestiona y hasta se protestan sus fallos y pasividad, aquí nos imponen el silencio como única alternativa. Me pueden tachar de pesado y casi de demagogo, pero nunca podrán hacerlo de cobarde y conformista ante una situación a todas luces desastrosa para toda España.


http://www.vistazoalaprensa.com/contraportada.asp?Id=2816

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