lunes, julio 05, 2010

Pio Moa, Filopederastia eclesiastica / La Tercera Reforma (I)

Filopederastia eclesiástica / La Tercera Reforma (I)

6 de Julio de 2010 - 07:59:40 - Pío Moa


Creía yo que la filopederastia era cosa de los progres, y que en la Iglesia solo se daban casos de pederastia en contra de la doctrina oficial de la Iglesia. Pero Pedro Barbadillo me envía estos sorprendentes enlaces. Existe una Iglesia tan progre como la progresía laica:



****http://infocatolica.com/blog/germinans.php/1007011234-quien-siembra-vientos-recoge#more8546



****http://infocatolica.com/blog/fidesetratio.php/1007021243-la-caida-de-la-iglesia-belga



----------------------------------------------------------



LA TERCERA REFORMA



El secuestro de Oriol desplazó a la reforma de la atención pública, suscitó agudo nerviosismo en los medios políticos y un alud de peticiones de escolta policial. El gobierno rechazó las exigencias terroristas, que habrían dañado seriamente la reforma, aunque prometió medidas de gracia. El GRAPO tuvo la impresión de una claudicación parcial del gobierno, y de disponer de una baza crucial para mantener en la cuerda floja a los “fascistas y su oposición domesticada”, y ello salvó la vida del propio Oriol. Por tanto, el PCE (r) dedicó su esfuerzo a movilizar a las masas, muy boicoteado por CCOO, la prensa y el resto de la oposición, que difundían bulos confusionistas sobre el origen del GRAPO. Con lo que este, siendo numéricamente insignificante, peleaba con casi todas las formaciones políticas, franquistas y antifranquistas. Sus únicos apoyos eran el gobierno argelino a través de su servicio secreto, y el MPAIAC (Movimiento para la Autodeterminación e Independencia del Archipiélago Canario), al cual facilitaba el gobierno de Argelia unas emisiones de radio muy escuchadas en España. El MPAIAC propugnaba la “lucha armada”, aunque con poca capacidad para ella.



El 23 de diciembre la situación se complicó, aparentemente, con la detención de Carrillo y siete jefes comunistas. La policía no se había lucido persiguiendo a Carrillo, y menos aún al GRAPO, que, al revés que el PCE, el PSOE y otros, no estaba entonces infiltrado. El PCE se movilizó a fondo para protestar por las detenciones y presionar en Europa por la liberación de sus líderes. Desde 1969, Carrillo no podía ser juzgado por crímenes de la guerra, como quedó indicado, y la legislación por asociación ilegal no estaba ya en vigor, de modo que a la semana, el 30 de diciembre, fue puesto en libertad.



Pero el secuestro de Oriol se prolongaba y seguían las manifestaciones pro amnistía. El PCE(r) creyó fracasada la intensa propaganda confusionista de la prensa y la oposición en torno al GRAPO, y que la situación exigía el movimiento de masas, que, según los cánones marxistas completaría la acción armada. Y así agitó en Madrid, Bilbao, Vigo, Barcelona y Sevilla, en pro de una huelga general para el 10 de enero de aquel 1977. Desde luego sobreestimaba sus fuerzas, pues si habían fracasado la huelga de CCOO y el resto de la oposición dos meses antes, no iba a tener éxito un partido mínimo y tildado de “sospechoso”. La huelga, claro, no salió, y el PCE(r) volvió a pensar en otro golpe espectacular (Debe recordarse que el GRAPO era una organización especial del PCE(r), de cuya dirección dependía, como otras llamadas “organizaciones de masas” (sindical, universitaria, de artistas o Socorro Rojo).



Se abrían algunas ligeras brechas entre los reformistas: algunos hablaban de imponer un estado de excepción (se suspendieron dos artículos del Fuero de los Españoles), otros de claudicar ante el GRAPO y liberar los presos terroristas. Lo último lo propuso Pío Cabanillas, arguyendo que de todas formas el gobierno tendría que conceder amnistía general antes o después. Gutiérrez Mellado, poco apreciado por sus compañeros de armas y consciente de ello, lo que le llevaba a agravar la tensión entre los militares, creía o fingía creer la propaganda de la izquierda que presentaba al GRAPO como manejado por la extrema derecha o la policía.



A su turno, grupos de extrema derecha parecieron imitar los métodos terroristas que tanto fruto habían rendido a la ETA y, al parecer, también al GRAPO, y habían cometido algún asesinato aprovechando las manifestaciones de izquierda. Eran acciones con una burda estrategia de tensión, que a la brutalidad añadían la estupidez, lo cual explotaban a fondo las izquierdas – de siempre tan complacientes con la ETA--, para desacreditar a la derecha en general sembrando suspicacias de su connivencia con el “fascismo”. Nació la consigna “Vosotros, fascistas, sois los terroristas”, aunque los crímenes fascistas no llegaron a la vigésima parte de los perpetrados por la izquierda.



La tensión subió al máximo el 24 de enero: ese día, por la mañana, el GRAPO secuestró al teniente general Emilio Villaescusa, presidente del Consejo Supremo de Justicia Militar. La acción debía demostrar que un partido revolucionario resuelto podía atacar los puntos más sensibles del régimen y que este, en plena crisis, no sería capaz de reaccionar adecuadamente y se doblegaría a las condiciones de los terroristas.



Por otra parte una huelga del transporte en Madrid, auspiciada por la oposición, tenía soliviantados a los sindicatos oficiales. Al parecer, algún sector de ellos decidió dar un escarmiento a la dirección huelguista atacando un despacho de abogados laboralistas del PCE y CCOO. Unos pistoleros fueron al lugar, por la noche, sorprendieron a los abogados reunidos y dispararon a mansalva, asesinando a cinco e hiriendo a cuatro. La matanza y el secuestro de Villaescusa sacudieron literalmente al país.



El gobierno temía que el entierro de las víctimas causara nuevas violencias y deseaba un acto discreto, pero el PCE y la Comisión de los nueve dieron total garantía de que no habría alteración del orden. Por fin fue autorizada la salida en hombros de los féretros desde el Colegio de Abogados hasta el paseo de Recoletos, desde donde irían en coches fúnebres al cementerio. El PCE y CCOO movilizaron sus fuerzas y cumplieron su promesa: en silencio, con numerosos puños en alto, decenas de miles de personas, en su mayoría no comunistas, despidieron los cadáveres a lo largo del trayecto.



Desde esa prueba de moderación, el PCE podía darse por legalizado: de hecho, el gobierno tenía más razones para hacerlo que con el PSOE. Este persistía en rechazar la bandera de España, la monarquía y la economía de mercado, aceptadas por los comunistas, que también preparaban nuevos estatutos para superar la prohibición de partidos “con dependencia internacional y propósitos totalitarios”.



Esta conducta de los “carrillistas” la interpretó el PCE (r)-GRAPO como sumisión inconcebible a la oligarquía capitalista y fascista, por lo que decidió dar una réplica más ejemplar a los asesinatos de Atocha: el día 28 asesinaba a tres policías armados y a un guardia civil, hiriendo de gravedad a tres más. Para entender al GRAPO debe recordarse que compartía con casi toda la oposición una visceral aversión al franquismo, tachado de régimen criminal que habría aplastado al pueblo con ayuda de Hitler y suprimido cualquier libertad, por lo que la gente, explotada y oprimida, solo ansiaba liberarse del yugo. Pero, a diferencia de la “oposición domesticada”, el GRAPO actuaba en consonancia con tales ideas, mientras que, a su juicio, los otros estarían doblegándose y colaborando con el cambio de fachada fascista, por cobardía, hipocresía o traición.



La sucesión de golpes y contragolpes en aquellos días llevó al extremo la crispación militar y el nerviosismo de los políticos –la población se mantuvo serena, aun si muy inquieta--; y la reforma estuvo cerca de irse a pique.



Si bien las acciones del GRAPO habían casi paralizado la vida política durante unas semanas, a lo largo de enero se reanudaron los contactos entre el gobierno y la Comisión de los nueve, para tratar los aspectos técnicos de la reforma, la legalización de los partidos y las normas electorales.



Con la Comisión intervino un nuevo y crucial factor político: Suárez, triunfador con un referéndum y una reforma diseñados por Torcuato Fernández Miranda, se sintió con bríos para sacudirse la tutela de este, y cambió de talante. Había interiorizado cierta jerga democrática, que usaría en abundancia luego, dando a entender que siempre había pensado así. Hasta entonces, la reforma venía plenamente del franquismo, a conciencia de que solo la debilidad de la oposición haría a esta integrarse en el proyecto democrático. Pero, comenta Jordi Pujol, miembro de la Comisión de los nueve: “Suárez nos dijo: Yo, señores, tengo el poder. Ustedes tienen legitimidad. De lo que se trata en estos momentos es de unir poder y legitimidad. Suárez no dijo que nosotros tuviésemos la legitimidad en exclusiva. Nos dio a entender que él también detentaba una parte de ella, además del poder. Pero dejó muy claro que, a pesar de ser ilegales y de que aún no nos hubiera elegido nadie, sí representábamos la legitimidad del futuro, la que venía”. Una técnica muy empleada por Suárez consistía en halagar la vanidad del contrario, pero ese halago terminaba comprometiéndole. El rumbo reformista iba a cambiar .



Siendo la formación intelectual y conocimiento histórico de Suárez menores que su ambición, su actitud traspasaba insensiblemente la legitimidad a unos partidos aún pequeños y que tendían a identificarse con la república o con el Frente Popular. Torcuato habría sido muy consciente del alcance de tal cesión o claudicación, pero no es probable que Suárez lo distinguiese bien. Luego, este procuraría ofrecer imagen un tanto de izquierda o centroizquierda, disimular el origen franquista suyo y de la democracia, identificar al franquismo con la extrema derecha y congraciarse con la oposición.



Comenzaba una tercera etapa del proceso reformista, tras las de Fraga y Torcuato, en rigor una tercera reforma que en gran medida invertía el éxito de los meses precedentes y daba mayor protagonismo a la oposición. Esta había debido resignarse a la iniciativa franquista, pero pronto iba a adoptar una actitud arrogante, aceptada por Suárez.



Gran noticia para todos ellos fue la liberación de Oriol y Villaescusa, a los dos meses del primer secuestro. El GRAPO había pensado secuestrar a Fraga, a fin de perturbar las elecciones previstas y demostrar de nuevo la impotencia del fascismo frente a unos revolucionarios audaces y clarividentes. La policía había fracasado una y otra vez, pero terminó por dar con el hilo que le permitió resolver el caso. Para evitar problemas en los controles policiales, el GRAPO robaba en unos lugares coches, y en otros documentaciones de vehículos de igual marca, y falsificaba carnés de identidad y matrículas. La policía llegó a relacionar las denuncias y buscó los coches por todo Madrid. Tras localizar alguno se produjo un tiroteo y las primeras detenciones, luego la detección del jefe del grupo de acción, Enrique Cerdán, y su detención. A partir de ahí, tirando de varios hilos, la policía consiguió liberar a Villaescusa y poco después a Oriol, irrumpiendo por sorpresa en los pisos donde estaban custodiados (Como en todo lo relacionado con este asunto, remito a mi libro De un tiempo y de un país).



La noticia acababa con una pesadilla para todos los comprometidos en la reforma, y desde ese momento pudieron proseguir las medidas previstas con mucho más desembarazo. El PCE(r)-GRAPO no quedó del todo desarticulado, pues parte de la dirección y diversas organizaciones locales siguieron en pie, y a partir de ellas el grupo iba a rehacerse en pocos meses. Pero ya todos sus dirigentes eran conocidos de la policía y nunca volvería a alcanzar el mismo nivel de operatividad.


http://blogs.libertaddigital.com/presente-y-pasado/

No hay comentarios: