lunes, julio 05, 2010

Ismael Medina, El gran circo del encubrimiento, la crispación, el gregarismo y el desastre

martes 6 de julio de 2010

El gran circo del encubrimiento, la crispación, el gregarismo y el desastre

Ismael Medina

N O existían ordenadores en aquellos lejanos tiempos y los corresponsales acreditados en Roma debíamos llevar nuestras crónicas desde la sede de Stampa Estera a la cercana Radio Stampa para que los transmitieran por teletipo. El día relacionado con lo que contaré la selección de Italia había perdido un encuentro crucial, creo que del campeonato mundial. Nadie se ocupaba de los teclados cuando accedí a la sala de teletipos junto a Pepe Salas Guirior. Discutían acaloradamente como si les fuera en ello la vida o el puesto de trabajo. Pepe, un malagueño irónico, además de excelente poeta y escritor, se dirigió al jefe del servicio, un romano de planta clásica, y le dijo con socarronería: “Más bien parece que han perdido ustedes una guerra”. La respuesta nos dejó atónitos, pese que ya habíamos penetrado no poco en la peculiar mentalidad de los italianos: “Una guerra se pierde y luego se arregla. Pero si se pierde un partido de fútbol es irremediable por que no se llega a la final”.

Ha desempolvado de la memoria aquel distante recuerdo la eliminación de la “squadra azzurra”, campeona del mundo en la anterior edición. Hasta los filiados a la secesionista Liga Norte sienten como propia la que consideran una vergüenza nacional. Retórica luctuosa también en el parlamento. Echan llamas los titulares condenatorios en los periódicos, incluso aquéllos, ya casi ninguno, que tuvieron a gala la ponderación.

La eliminación del equipo francés ha herido en lo más profundo al chauvinismo galo. Los escandalosos comportamientos de algunos jugadores y la vulgaridad desplegada sobre la hierba compusieron una patética imagen de descomposición. Tan herida se ha visto la “grandeur” tras la que todavía se refugia una nación en declive, que el presidente de la Republica llamó al Eliseo a los tenidos como responsables del desaguisado. El revés futbolístico que debía ser anecdótico en términos políticos, se ha convertido en cuestión de Estado.

LOS FALSOS HÉROES DEL CIRCO FUTBOLERO

TAMBIÉN se desató en España un tremenda presión mediática a raíz de la derrota de nuestra selección nacional ante la helvética. Hasta los más sesudos columnistas y habituales de las tertulias de radio y televisión se sumaron a la decepción de las masas seducidas por el gran circo balompédico. Menos mal que se ganó el segundo encuentro, aunque la victoria, menos rotunda de lo esperado, suscitó críticas y recelos. Y asimismo el tercero, aunque tampoco dejó satisfechos a los críticos. Cuando se publique esta crónica ya se conocerá el resultado de la disputa con Portugal. Habrá estallido de euforia si se ha ganado. Y una oleada de reconvenciones y de generalizada decepción si se ha perdido. Hay quien desearía esto último en la presunción de que, faltos ya de esa droga, no enfrentaríamos a la cruda realidad en que manoteamos.

A tenor de lo que se lee, se escucha de las emisoras de radio o se ve en las pantallas, resulta evidente que el gigantesco negocio del fútbol se ha convertido en una suerte de descarga colectiva de adrenalina, hábilmente dirigida, merced a la cual encuentran desahogo en lugar equivocado el desencanto político y las muchas adversidades que atosigan a la sociedad.

Un viejo y fraternal amigo me proponía hace unos días este título sugestivo para encabezar una de mis crónicas: “Anatomía de la crispación”. Cuestión tentadora, sin duda. Pero confieso que no sé por donde abordarla. La crispación existe y son múltiples los focos de promoción, no sólo en nuestro caso el gobierno Rodríguez y sus palafreneros del PSOE. También los nacionalismos periféricos, el progresismo que se dice intelectual, los grupos radicales de izquierda cada vez más violentos, el islamismo rampante, una creciente inseguridad pública, amplios sectores de la juventud encanallados, la ruptura de principios de autoridad en cualesquiera ámbitos… Y además, una brutal recesión económica con cerca de cinco millones de parados, millones de españoles por debajo del umbral de la pobreza y unas medidas de ajuste impuestas desde el exterior, además de confusas, ambiguas e incoherentes, que cargan su peso sobre unas clases medias en trance progresivo de proletarización.

Se dan todos los supuestos para una encrespada rebeldía social. Pero el fracaso de la reciente huelga de funcionarios, convocada por las centrales sindicales como tanteo para una de carácter general, nos sitúa ante la evidencia de un clima social de conformismo o pasividad, apenas roto por manifestaciones esporádicas contra abusos concretos como pueda ser el aborto. Lo que me propone la duda de si seguir la propuesta de mi amigo o hacerlo sobre la anatomía del gregarismo.

LA ESTRATEGIA DE LA SUPLANTACIÓN

ESPAÑA se llena de banderas nacionales con el escudo oficial, sin él o la silueta del toro cuando juega nuestra bien pagada selección de fútbol. Un clamor, reflejo de lo que ocurre con los equipos de cualesquiera de las divisiones, que cada vez deriva más en atuendos carnavalescos. Y en nada infrecuentes enfrentamientos y estallidos de violencia. Un fenómeno de crispado gregarismo que se extiende por todo el mundo en que la contienda balompédica se ha convertido en remedo del tópico pan y circo de la antigua Roma. Pero que me importa sobre todo en lo que afecta a nuestro solar.

Algunos han sugerido que subyace un difuso y arraigado sentimiento patriótico en ese enardecido tremolar futbolero de banderas nacionales. Triste cosa es, sin embargo, que esa supuesta y ocasional convulsión patriótica no comparezca frente a realidades de gran calado que afectan al futuro de España y a su supervivencia como entidad histórica, política y cultural. También, es obvio, que como Estado soberano.

Resulta inquietante y hasta esperpéntico que la conciencia nacional se haya reducido a ese estrecho y circunstancial espacio del espectáculo balompédico y algún otro en que descuellan españoles aunque sea bajo etiquetas que nos son ajenas. Unos y otros jugadores profesionales se nos aparecen como los antiguos gladiadores. Sólo que aquéllos se enfrentaban a la alternativa de morir o recuperar la libertad para solaz de unas masas gregarias que, según los tiempos, adornaban con su rugir las victorias del César o soslayaban los excesos, engaños y torpezas del poder de que eran víctimas.

Los actuales gladiadores son utilizados desde el poder con parejos fines a los de hace tantos siglos. Sólo que no se juegan la vida, sino una suculenta bolsa y el añadido de privilegios fiscales. Son la ficción publicitaria, consumista y postmoderna del héroe. Existen héroes de verdad. Los que se juegan la vida en la lucha contra el terrorismo, en lejanas empresas militares que nos vienen impuestas o en defensa de valores civiles de viejo arraigo. Pero todos estos son hurtados a la exaltación popular y se les esconde como si fueran unos apestados que comprometen la turbia estabilidad de un sistema al que llaman democracia.

Al sistema le viene muy bien la sobrecarga de fútbol y otros espectáculos deportivos en los medios. La multiplicación de las competiciones apenas si deja un día sin que una masa ávida de escapar de la realidad se deje atrapar por el televisor, la radio o el periodismo en papel que les proporcionan el pasto. Un periodismo agresivo que contribuye decisivamente a provocar la crispación que luego estalla dentro y fuera de los recintos a los que llaman estadios aunque no sea polivalentes en términos deportivos. Oculta esa otra crispación de fondo que ha provocado y mantiene, aunque encauzada hacia colisiones y fracturas individualizadas y grupales de la convivencia, en una suerte de todos contra todos en cualesquiera ámbitos. Incluso en el seno familiar cuya destrucción se persigue con ahínco.

EL DRAMA VITAL DE LOS OCTOGENARIOS CON MEMORIA

LOS octogenarios, y más si lo somos avanzados, tenemos la memoria saturada de recuerdos. Desde la instauración revolucionaria de la II República al periodo actual de república coronada. Sabemos que la memoria personal no puede elevarse a categoría histórica. Pero aunque pueda tacharse de limitada y subjetiva, esa memoria personal si adquiere valor como referencia. Sobre todo si acertamos a desnudarla de lo accesorio y quedarnos con el tuétano de lo que aconteció y acontece. Y esa es la parte dramática de tan larga experiencia acumulada: que de alguna manera volvemos a vivir en lo fundamental lo que ya vivimos.

Me solivianta cada vez más el tópico machadiano, tan manoseado, de las dos Españas que han de helarnos el corazón. Los pueblos se parten cuando carecen de una empresa tentadora a realizar en común, que aleccionaba Ortega y Gasset. Le sucedió al nuestro cuando asomó las orejas el espectro de la decadencia de un gigantesco empeño universal que la leyenda negra nos ha negado y ha hecho suya nuestra necia progresía intelectual, desde la ilustrada de antaño a la desislustrada actual. Pero el fenómeno se repite en otras naciones que dejaron de ser hegemónicas si trasladamos a ellas pareja argumentación. ¿O acaso no derivó la segunda guerra mundial en guerras civiles en el interior de los países europeos que la combatieron? Confrontaciones generalmente sangrientas entre los dos frentes deterministas aliados, el totalitarismo liberalista y totalitarismo el marxista, a los que sirvieron de chivo expiatorio quienes en un momento u otro del conflicto se alinearon con los igualmente totalitarios socialismos nacionales que el III Reich encabezaba.

Uno de mis lectores, siempre muy atento a los recovecos del NOM, me llamaba la atención tiempo atrás sobre el libro “Nuevas mentiras para lo viejo”, del antiguo agente de KGB Anatolly Gollitsyn. Versión contraria a la del Padre Fox, para quien asistimos a la conversión democrática del comunismo internacional. Gollitsyn sostiene que todo el proceso mundialista en que estamos enredados responde a una estrategia diseñada por el KGB, de la que formaba parte la “perestroika” de Gorbachov. No en vano Putin, como tantos otros actuales demócratas rusos, y la mayoría de los nuevos multimillonarios, provienen del KGB y de las estructuras de mando del PCUS. Aceptada esta tesis, habríamos de convenir en que la operación dirigida en los sesenta por Bezmenov sería en buena medida su vanguardia. Pero puede abordarse el análisis desde otra perspectiva en la que más de una vez incidí.

LOS DOS BRAZOS OPERATIVOS DE UNA MISMA ESTRATEGIA MUNDIALISTA

NO se trata sólo de la común ideología determinista, o de relativismo materialista, del liberalismo capitalista y del capitalismo de Estado marxista. Uno y otro tuvieron su origen en la Orden de los Iluminados. Dos brazos de marcada condición sionista llamados a degradar y absorber a las naciones para luego abrazarse bajo el común paraguas del NOM y propiciar el golpe definitivo de la instauración del Gobierno Mundial.

Retorno en este punto a mis recuerdos. La llegada de la República rompió en furor anticatólico, traducido en profanación y quema de templos. La constitución institucionalizó un radical laicismo compartido por el socialismo y la masonería con muy fuerte penetración en aquél y en otros partidos de izquierda. El crucifico fue exiliado de los centros de enseñanza y de cualesquiera otros oficiales. Se suprimieron los desfiles procesionales de Semana Santa y otras manifestaciones religiosas públicas de arraigada tradición, aunque el gobierno hubo de dar marcha atrás ante la consistente reacción social. Se exaltaba el amor libre como una gran conquista revolucionaria frente a la familia tradicional. Los ricos eran condenados al exterminio. Se alentaban los separatismos para avanzar hacia la forma federal de Estado que fracasó con la I República. Se amenazaba de muerte a los políticos que osaran oponerse al asalto revolucionario del poder por la izquierda. Borrar cualesquiera huellas de la Dictadura de Primo de Rivera, incluidas sus positivas aportaciones al desarrollo económico y social, se convirtió en una obsesiva primacía política. Se fomentó el odio del proletariado hacia las consideradas genéricamente clases burguesas. También el Ejército era presentado como un poder represor y enemigo del pueblo. Un cuadro de agreste crispación que presagiaba lo que habría de sobrevenir en el 34 y en el 36. Y arreciaban mientras tanto los efectos de la crisis financiera mundial sobre una economía nacional en ruina. Se obturaban las necesarias acciones encaminadas a repararla con la consecuencia, entre otras muchas, de la huida de capitales y del recelo de posibles inversores extranjeros a jugarse los cuartos en España.

El cuadro anterior nos sitúa ante la evidencia de que, si dejamos a un lado las formas extremas de la crispación, los fenómenos de fondo son hoy los mismos de entonces. Pero con una variante que no puede pasarse por alto. El proceso descrito era asumido por el socialdomunismo en seguimiento de los dictados de la Unión Soviética, aunque también por otros partidos de izquierda que se decían democráticos y hasta liberalistas, así como por la intelectualidad progresista. También era panteísta el III Reich a causa de su ideología socialista.

¿Y los regímenes democráticos de genética anglosajona y bajo la guía de poderosos grupos financieros sionistas? La inminencia de la segunda guerra mundial, asumida por todos y de la que nuestra guerra se convirtió en prolegómeno, exigía fortalecer la moral y el espíritu patriótico de sus pueblos. Resulta expresivo al respecto un repaso a la cinematografía norteamericana de aquel periodo. La maquinaria de la poderosa industria con sede en Hollywood se entregó por entero a esa tarea, la cual se mantuvo hasta luego de terminada la contienda y en los primeros años de la “guerra fría”. Pero no tardaron en cambiarse las tornas.

Una vez sometida Europa y trasladado al Pacífico el eje geoestratégico mundial, el liberalismo capitalista retornó con fuerza a sus orígenes relativistas y materialistas, lo mismo en orden a la destrucción de los valores morales cristianos que a la estrategia de expansión financiera del mundialismo. La ONU, recreación de la fenecida Sociedad de Naciones, y la Declaración Universal de Derechos Humanos se convirtieron en instrumento y coartada del Nuevo Orden Mundial. Y la democracia partitocrática en el falaz ungüento mágico capaz de curar los males de las naciones destinadas a entrar en la jaula del NOM.

No insistiré en el tema de la destrucción de los valores patrióticos, históricos, morales y culturales que dieron textura singular y soberana a las naciones con largo recorrido y cuya destrucción como Estados-Nación se persigue. Lo he tratado con insistencia. Pero sí creo oportuna una mínima y esquemática referencia a la utilización de los ciclos económicos para uncirlos al yugo mundialista.

LOS CICLOS ECONÓMICOS COMO INSTRUMENTO DE PODER DEL NOM

EL NOM se vale generalmente de gobiernos corruptos, con preferencia izquierdistas, para quebrantar la economía de las naciones y generar situaciones de crispación interna. Luego se provocan cambios en el poder a los que se ofrece ayuda financiera para que remonten sus sistemas dañados, sea a través del FMI, del Banco Mundial o de grandes grupos financieros. La consecuencia es un endeudamiento que la privatización de los bienes públicos no alcanza amortizar. La inestabilidad social provocada por la regresión se aprovecha para una nueva asunción del poder por una izquierda demagógica y dócil que, además de avanzar en la destrucción de los valores morales y en la descomposición del Estado, ahonda en su hundimiento económico y lleva su deuda externa a límites extremos y difícilmente asumibles. Pero al amparo de la nueva recesión cíclica mundial se ofrecen a esos gobiernos nuevos préstamos que acarrean imposiciones correctoras que acentúan la proletarización de sus clases medias y un mayor empobrecimiento de las que ya lo eran. La desembocadura de cada ciclo recesivo fue siempre la misma: unos pocos grupos financieros mundialistas, los que manejas los hilos invisibles del NOM, acrecen su poder y se apoderan de las economías aviesamente destruidas. Una y otra vez se repite con monotonía la historia bíblica de José y Egipto.

La disputa entre Obama y Merkel sobre las medidas a adoptar, reaparecida en la reunión del G-20, no es de forma sino de fondo. Obama, servidor de la conspiración mundialista, aboga por el incremento de las ayudas financieras. La presidente del gobierno alemán defiende severas medidas de contención y recorte del gasto público adventicio para reactivar la economía nacional y garantizar su capacidad productiva y competitiva, aún consciente de la campaña de impopularidad a que se ve sometida. Practica una política de Estado y no de partido que desagradda al NOM. Lo contrario que hace el gobierno Rodríguez en la aplicación peculiar de las restricciones que se le demandan desde Europa. Su modelo y guía es Obama. Pero de poco le valdrá. Estamos condenados.

EL CLUB DE BILDEBERG CONDENA A ESPAÑA

EL Club de Bilderberg debatió en su reciente sesión de Sitges el futuro de la Unión Europea y del euro. Según declaraciones de Daniel Estulin en la presentación de su libro “Conspiración Octopus”, los reunidos decidieron que “para salvarse los países más fuertes de la UE tienen que sacrificar a los más débiles. Por eso se habló de una Europa de dos niveles, expulsando de las Unión Europea a los Estados más débiles o mantenerlos fuera hasta que sus economías se recuperen”. Esos Estados son España, Grecia, Italia y Portugal. Respecto a la intervención de Rodríguez en la ceremonia inaugural dice Estulin que “sólo habló de generalidades. Dio un discurso muy parecido al que suele brindar en León o Andalucía ante simpatizantes de su partido. Decepcionó a los miembros de Bilderberg y le despacharon como al jefe de una tribu africana”. No cabe desconocer que en la reunión de Sitges estuvieron David Rockefeller, cabeza visible y portavoz del círculo interior de la Orden de los Iluminados, junto a otros caracterizados personajes del mundialismo financiero.

Me veo forzado a cerrar esta crónica cuando todavía no se ha jugado el encuentro de fútbol entre las selecciones de España y Portugal. Sea favorable o contrario el resultado, la orgía mediática instrumentada en su torno servirá para difuminar, siquiera sea transitoriamente, la polémica derivada del pastelero fallo del Tribunal Constitucional sobre el Estatuto de Cataluña. Acaso no sea casual la fecha elegida para hacerlo público. La Fernández de la Vega se apresuró a proclamar que la sentencia es una derrota para el PP. A primera vista y sin conocer el texto íntegro de la sentencia, de exigido y riguroso análisis, puede afirmarse que es España la que pierde. El TC ha abierto en canal el cerdo federalista. El gobierno de Valencia se ha apresurado a exigir la reforma de su Estatuto en iguales condiciones que el catalán. Y le seguirán otras taifas. Ninguna , o casi ninguna, se resignará a ser menos. Lo del café para todos de tiempos de Suárez hizo escuela.

http://www.vistazoalaprensa.com/firmas_art.asp?id=5746

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