sabado 12 de agosto de 2006
Una noche en el infierno
En tres frentes distintos, el fuego acechó Xende y Paradela durante toda la noche
TEXTO: JOSÉ MANUEL NIEVES FOTOS: JAIME GARCÍAXENDE (PONTEVEDRA).
Arde Galicia. Por los cuatro costados. Por culpa de cien fuegos que cada día se renuevan, se alimentan, crecen, se desplazan, se unen, destruyen... Arden los bosques de pinos y eucaliptos, y los matorrales que nadie desbrozó esta primavera, y el monte bajo, y los castaños centenarios, y los cultivos de los hombres, y hasta los patios y los jardines de sus casas. Arde Galicia ante la indignación de todos, por culpa de la locura de unos pocos y, también, por la desorganización de quienes deberían tenerlo todo organizado.
En medio, entre este tiempo seco que convierte las arboledas en bombas de relojería y la mano asesina de los pirómanos; entre el viento que alimenta las llamas y los varios organismos (demasiados) que intentan repartirse la faena; entre el fuego que no cesa de día ni de noche y la falta de medios para combatirlo, cientos de profesionales, apoyados por miles de voluntarios (otra vez, los voluntarios) intentan como pueden poner freno a la catástrofe. A menudo en solitario, sin refuerzos, o con medios que llegan cuando ya no se los necesita, estos hombres forman una auténtica legión de héroes anónimos que piden muy poco a cambio de su titánico esfuerzo.
Sin ellos, los efectos del fuego serían, si eso es posible, cien veces más devastadores de lo que son. Con uno de esos hombres, José de la Fuente, un agente forestal con doce años de experiencia en la lucha contra el fuego, ABC ha pasado una noche completa. Una noche en el infierno durante la que, prácticamente sin medios pero con la ayuda de numerosos voluntarios, este hombre consiguió ganarle la partida a un «lume» que arrasó una superficie de diez hectáreas y cuyos tres frentes, además, llegaron al borde mismo de las casas, amenazando a los pueblos de Xende, Paradela y Canceleira.
21:00Solicitando destino. José de la Fuente ya está preparado para comenzar su jornada. Oficialmente serán doce horas, aunque eso, claro, dependerá de la intensidad del fuego que le toque. En estos días aciagos, los agentes forestales a menudo se ven obligados a doblar, a permanecer en sus puestos durante diecisiete o dieciocho horas seguidas.
La emisora crepita sólo unos instantes: «Tienes que acercarte a Xende, en el concello de A Lama. Dispones de dos helicópteros, dos coches bomba, dos palas mecánicas, dos vigilantes del río Verdugo y un grupo indeterminado de voluntarios». Xende está a unos 30 km de Pontevedra, desde donde partimos esta noche. «Voy para allá».
22:00Primer contacto con el fuego. Lo primero que hay que hacer para enfrentarse a un fuego es determinar el perímetro del incendio, identificar los frentes y distinguir la cabeza de la cola. «Hay que conocer bien al enemigo», explica José, «y definir una estrategia. No hay que dejar que el fuego tenga la iniciativa. Hay que averiguar sus intenciones y anticiparse a él». Por eso, antes siquiera de acudir a donde están las llamas, recorremos durante media hora las carreteras y pistas de alrededor. El primer contacto, monte arriba, es con una pequeña lengua de fuego, de unos doscientos metros de longitud, que peina una ladera. «Por este lado, no parece demasiado peligroso. Está avanzando contra el viento y va muy lento», afirma José. «Hay un grupo de casas allí al fondo, así que volveremos después a ver cómo sigue». Arriba, en la cima, las llamas están, de momento, cortadas por una carretera. Al otro lado del asfalto, una gran arboleda cubre la ladera opuesta a la que se está quemando. Y al fondo, inesperado, otro punto de fuego. Si no se hace algo, toda la arboleda desaparecerá.
22:20 Dos nuevos frentes. Desde abajo, la cosa esta peor de lo que parecía. El fuego ya está en el arbolado y el foco de arriba está a punto de cruzar la carretera. Hasta ahora, no hemos visto a nadie. José tira de radio y solicita el envío de dos retenes, dos cuadrillas de seis hombres cada una. Le piden que espere. Seguimos avanzando, en paralelo al fuego, y a los pocos minutos, junto a la cuneta, aparece un coche bomba. Abajo, con la manguera, un grupo de voluntarios intenta abrir una brecha entre las llamas, para que la pala mecánica que espera a pocos metros pueda entrar y cortar el fuego, que se acerca ya a las primeras viviendas de Xende.
José se hace cargo de la situación. «Acabo de pedir un retén a Vilagarcía. Mientras llega, es urgente mandar un grupo arriba, a hacer un contra. Me voy a Paradela a ver que pasa allí». Un contra, o contrafuego, consiste en prender de forma controlada una zona para que las llamas, al llegar, lo encuentren ya todo quemado y pierdan fuerza.
A estas alturas de la noche y a pesar de su experiencia, José cree que podrá conseguir una tercera motobomba para enviarla monte arriba. Por los helicópteros, ni pregunta. Sabe bien que, como mucho, se habrán acercado a soltar una carga para irse después por donde habían venido.
22:35 No hay más medios. Vamos, pues, a Paradela. Allí, los vecinos se han apoderado del segundo coche bomba, y no tienen intención alguna de soltarlo. «Es que tenemos que cortar arriba. Aquí no hay peligro de momento». Nada que hacer. «Que se lleven la del Ayuntamiento», dice una señora en tono amenazador, «pero esta se queda aquí». El Ayuntamiento, en efecto, dispone de una autobomba, pero está inservible porque no tiene gasoil... «Para que vean el alcalde que tenemos», dice la señora, apoyada por un corro de murmullos de los vecinos. Varios de ellos han ido a buscar combustible, pero la gasolinera más cercana está a varios kilómetros y tardarán en volver. Un tiempo del que José no dispone.
El rompecabezas empieza a tener sentido. La valoración del agente forestal es que la situación es «muy grave» y con peligro para casas y personas. El fuego cubre ya más de diez hectáreas y tiene tres frentes bien diferenciados. En el orden de prioridades, lo primero es proteger la vida de los vecinos y sus propiedades. Después, si se puede, se salvará también el monte. No hay medios suficientes para para atender a todas las necesidades. En los dos frentes de «abajo», en Xende y Paradela, hay grupos de voluntarios trabajando. Pero arriba aún no hay nadie, y se ha levantado un aire del demonio que no hace más que avivar las llamas... A las once de la noche, José recibe las malas noticias por la radio: «No hay más medios. No podemos enviar retenes allí, ni disponemos de otra autobomba, se ha declarado un fuego en Poio y no hay nadie disponible. Tendrás que arreglarte con lo que tienes».
23:15 Decisiones drásticas. En estos momentos, el peor de los tres frentes es el de arriba. El peligro de que las llamas se extiendan ladera abajo por la arboleda es muy real, y supondría además que los dos pueblos quedarían rodeados por el fuego, haciendo muy difícil su defensa. Y sin cuadrillas, y sin otro coche bomba («qué menos que uno por frente») la cosa se vuelve peligrosa.
Volvemos hacia los voluntarios que trabajaban en Xende. Han conseguido su objetivo y ahora una pala mecánica entra para hacer un cortafuegos que detenga el avance de las llamas. José se une a ellos: «Vamos a hacerun contra arriba, con coche bomba o sin él. Lo siento, pero os voy a hacer quemar el monte. ¿Teneis todos mechero?» No todos tienen uno, así que José saca una bolsita del coche y se pone a repartir encendedores. Mecheros contra el fuego, quién lo iba a decir...
23:30Fuego contra el fuego. Por una vez, un golpe de suerte. Arriba, el fuego se ha ralentizado y no ha pasado aún al otro lado de la carretera. Suele suceder de noche, cuando el frescor y las temperaturas, más bajas, permiten a las plantas resistir un poco más de tiempo ante el mortal enemigo.
El grupo de voluntarios se reparte a lo largo de la cuneta, mirando hacia las llamas. Están separados por unos cinco metros entre ellos. «Prender y luego un paso atrás, de espaldas al fuego, todo el mundo mirando hacia el otro lado, por si una chispa salta y cruza...». La operación no dura más de cinco minutos. Al final, toda la zona queda carbonizada. «Cuando el lume llegue hasta aquí, no tendrá nada que comer».
De nuevo al coche. Ahora que esta zona está asegurada, José quiere buscar una entrada, más allá del flanco izquierdo del fuego, para meter la segunda pala de la que dispone y aislarlo definitivamente. Para eso, entramos sin contemplaciones en el el monte con su todo terreno. José rastrea la zona, estudia el viento y decide, después de unos veinte minutos, que ha encontrado el lugar adecuado para que entre la pala: «Lo cortaremos por aquí».
Sale la luna por detrás del monte incendiado. Es grande, roja y parece surgir del propio infierno, de entre el humo y las llamas de este monstruo ígneo que devora la tierra.
00:30 Cambio de planes. Volvemos al frente de abajo. Allí, después de la dura faena, los voluntarios, casi todos vecinos de la zona, se toman un descanso y aprovechan para beber agua y refrescos. Queda aún mucha noche por delante. Especialmente porque, para disgusto general, no han podido termiar la tarea. «El corte de pala ladera abajo no ha podido completarse. No hemos podido llegar hasta abajo, así que en ese punto, entre donde termina el corte y el río, el fuego tiene el paso libre».
01:30 Pueblo con sorpresa. El conductor de la pala que debía hacer el corte en el frente de arriba no ha empezado todavía. Mejor, porque a José se le acaba de ocurrir una nueva idea: «¿Y si mejor hacemos con la pala un corte transversal por la ladera? Luego la volvemos a subir y bajamos por el otro lado, dibujando una «V» que mantenga el fuego encerrado». El conductor de la pala reponde al agente forestal: «¿E que facemos con Canceleira...?» pregunta. Canceleira, en medio de la otra cara del monte, la primera que examinamos nada más llegar, es un pequeño pueblo deshabitado... Pero una mujer llega corriendo y desarma, e dos frases, la creencia: «¿Es usted José de la Fuente? Por favor, venga conmigo. En Canceleira las llamas están muy cerca de las casas...».
02:15 Argentina Perdiz. Argentina Perdiz ronda los ochenta años y desde hace cinco, «desde que se fue Antonio», es la única habitante que queda en Canceleira. Pero esta noche, el fuego ha hecho que, como antaño, las calles del pueblo rebosen de gente. Son propietarios, aunque no residentes, que han ido a velar por sus bienes. Vemos, desde abajo, las luces de la pala mecánica que empieza su trabajo, que tarda más de una hora en completar.Hay, por fin, un tiempo para el descanso y la charla en esta noche de fuego...
04:00 No ha terminado. Toca ir de vuelta a Xende, el eslabón más debil de la cadena. Como estaba previsto, una motobomba echa agua al lugar donde no pudo llegar la pala. La situación, aunque no es definitiva, permanece estable. No sucede lo mismo cuando la radio informa de problemas en el tercer frente, el de Paradela. Allí, la otra excavadora, que tenía que llegar hasta el pueblo y hacer un corte hacia arriba, no puede pasar porque no cabe entre las terrazas de las casas. Hay que ir, de nuevo, a hacer una contra.
La noche sigue avanzando y los hombres, todos voluntarios, están cansados en los tres frentes y empiezan a retirarse, a menudo sin una sola palabra de explicación. José hace un nuevo e inútil llamamiento por radio, para pedir con urgencia una cuadrilla. Son más de las cuatro y los vecinos no parecen estar ya por la labor...
04:30 Voluntarios improvisados. A estas alturas, entre José y nosotros casi no hacen falta las palabras. Nos mira y no ve a dos periodistas, sino a cuatro manos que pueden ayudar. Toca guardar cámaras y libretas de apuntes. Junto a los dos guardas del río, Jaime García, el fotógrafo de ABC , el propio José y quien escribe estas líneas, bajamos hacia el «hueco» para cerrarlo de la única forma posible: con más fuego. A pocos metros del frente en llamas, todos empezamos a quemar, con mecheros y ramas, la vegetación, formando un nuevo frente opuesto al del incendio, que sigue avanzando. Parece mentira. Basta con acercar el encendedor a los arbustos para que se prendan de una vez, con llamas altas y violentas que todo lo devoran. Con todo el trabajo que cuesta apagarlo, qué sencillo resulta provocar un incendio...
Una hora después, hemos terminado. Y nuestro muro de fuego ha cumplido con su misión, deteniendo el frente que avanzaba. Sin más medios, no se puede hacer otra cosa hasta el día siguiente. Quedan puntos que asegurar, y su supervisión llevará a José lo que queda de noche. «No podemos hacer mucho más. Mañana -nos dice, a modo de despedida- será otro día...».
viernes, agosto 11, 2006
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