viernes 1 de septiembre de 2006
El fin de la foto de las Azores
José Meléndez
E L rumbo de la política exterior del Gobierno socialista se ha ganado a pulso en estos dos últimos años el calificativo de desastroso porque no se habían acumulado tantos errores desde los amargos años de la pérdida de las colonias, cuando España era una simple espectadora de la escena internacional a la que nadie tenía en cuenta. Desde que Rodríguez Zapatero tomase la decisión de “castigar” a Estados Unidos retirando las tropas españolas de Irak, el peso específico de España en el concierto internacional se va aligerando a un ritmo casi anoréxico. Se ha diluido la presencia y el respeto que los gobiernos de Felipe González y José María Aznar supieron ganarse en el seno de la Unión Europea, que ahora, ante el drama de la inmigración masiva, parece optar por la postura de que Zapatero se las arregle como pueda, puesto que él es quien desencadenó el problema; se han perdido aliados importantes y personajes como Evo Morales, el presidente de Senegal y el Rey de Marruecos toman el pelo al gobierno español, el primero allanando las oficinas de Repsol en Bolivia y persiguiendo judicialmente a sus directivos, el segundo riéndose de los acuerdos que pretendía el ministro Pérez Rubalcaba para frenar la inmigración, como han hecho “potencias” como Mauritania y Mali y el tercero dando plantón a Zapatero por problemas de agenda, sin olvidar el batacazo de la Constitución Europea, de la que Zapatero se erigió en paladín como quien se tira a la piscina antes de comprobar si tiene agua. Todas la explicaciones gubernamentales para consumo interno han estado concentradas en la foto de las Azores, una foto que para los socialistas se ha hecho tan famosa como la del vuelo de la falda de Marilyn Monroe y con la que han tratado y tratan de menospreciar la política internacional del gobierno de Aznar. Pero después de dos años esperando la llamada telefónica de George Bush y de aventurar tímidamente la Alianza de Civilizaciones como el ungüento amarillo para los males del mundo –y ahora le parece muy bien a Máximo Cajal, representante español en esta iniciativa, que Irán tenga su bomba nuclear- el gobierno español parece dispuesto a una rectificación de conducta repartiendo soldados por todos los lugares conflictivos del planeta. Ahora no importa que un helicóptero se estrelle en Afganistán y mueran diez y siete soldados en circunstancias no aclaradas, o que una patrulla española haya sido tiroteada en el Congo. Ahora se envía un batallón de Infantería de Marina al Líbano, sin que la plataforma “Nunca mais”, que se quedó afónica gritando contra la guerra de Irak, diga ni una sola palabra y sin que nadie ose decir que, por mucho que nuestros soldados se pongan bajo el manto de la ONU, la verdad cruda es que van a la guerra. La decisión se ha tomado como todas las que toma este gobierno: sin contar con nadie ni dar explicaciones. Solamente el trámite de comunicarlo al Parlamento, que todavía no se ha producido cuando escribo este artículo. La oposición del PP, que no se opone a esta clase de decisiones por coherencia y convencimiento de los deberes internacionales que ha de observar España, ha exigido, sin embargo, que el gobierno explique cómo se ha gestionado ese envío, cuantos soldados se verán envueltos en él y cuanto tiempo va a durar la misión. Mariano Rajoy ha señalado que un gobierno que pretende ser la quintaesencia del “pacifismo” ha enviado al exterior más tropas que nunca, a Bosnia, Kosovo, Afganistán, Congo, la región báltica y, ahora, el Líbano. La única contestación hasta ahora pertenece a ese pintoresco y capcioso (“cacioso”según su lenguaje) personaje que es Pepiño Blanco. Para Pepiño Blanco de todo lo que ocurre en España en estos dos últimos años de gestión socialista tiene la culpa el Partido Popular y quien critique esa gestión es un facha que tiene la foto de las Azores en la cabecera de la cama, una bandera de las barras y estrellas, otra de la Unión Jack y un bigote postizo, modelo Aznar naturalmente. Pepiño Blanco ha sentenciado textualmente: “este envío pone fin a la foto de las Azores, al tratarse de una misión dentro del marco de la ONU”. Y se ha quedado tan satisfecho. Pero no lo crean ustedes. La foto de las Azores no puede tener fin porque es el gran bagaje argumental de los socialistas, por muy feble que sea su condición dialéctica y por muy notable que resulte la falta de argumentos de mayor peso. Si a Zapatero le quitamos la foto de las Azores para defenderse en el Parlamento de los ataques de la oposición como final de una sarta de vaciedades no nos quedarán mas que los cabezazos tratando de reforzar sus palabras y los manotazos a compás de la frase con el pulgar y el índice unidos. Y no digamos a Pepiño Blanco, para quien la foto es la perla más preciada de su oratoria. No resultaría extraño que sea él quien la tenga en la cabecera de su cama.
jueves, agosto 31, 2006
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