jueves, agosto 24, 2006

Una paradoje inaceptable

viernes 25 de agosto de 2006
LUIS POUSA
CELTAS SIN FILTRO
Una paradoja inaceptable
La ministra de Fomento estaba bien informada cuando manifestó, poco después de haberse producido, que el accidente de el Diurno en Villada se debía probablemente a un exceso de velocidad. El análisis de los datos registrados en la caja negra así lo confirma. A su vez, doña Magdalena Álvarez estuvo impecable al pedir respeto para el maquinista. ¿Por qué? Pues porque el exceso de velocidad podría no ser debido a un fallo del conductor, sino del sistema informático que facilita información a éste sobre las maniobras que ha de efectuar a partir de ese momento. La ministra no hizo interpretaciones que otros, sobre todos los periodistas, sí hicimos; por lo mismo no es justo ni razonable atribuirle a ella juicios de intenciones en los que evitó entrar.
Ya sé que la ministra Álvarez tiene mala prensa. Ya sé que, a veces, sus expresiones no son muy afortunadas. Ya sé que, por lo que parece y cuentan, tiene un genio de mil demonios... Y sospecho, además, que la señora no responde a la imagen tópica de mujer que una parte de la sociedad tiene establecida desde los tiempos bíblicos de Eva. Sin embargo, tengo para mí que a esta ministra le gusta hacer las cosas bien, y lo intenta con todas sus fuerzas, incluso a sabiendas de que casi nadie se lo reconocerá.
Desde luego, algunos intentos torticeros de hacer responsable del accidente ferroviario de Villada a la ministra de Fomento no resisten el juicioso contraste del sentido común. Pervierten la razón política, abonándola de infamia. Y desenfocan absurdamente el problema de fondo que a todos nos preocupa o debería preocuparnos: dado que el fallo humano siempre es posible, cabe plantearse qué otras medidas, además de las ya en uso, deberá tomar el sistema ferroviario español para reducir los riesgos de que esa misma situación se repita.
Todo eso es tanto como asumir que el problema no se resuelve simplemente determinando en quién recae la culpa, es tanto como asumir que lo importante es corregir acertadamente los errores detectados.
Hay otra cuestión, que está en la raíz misma del asunto, sobre la que se habla mucho y se reflexiona poco. Me refiero a la velocidad que pueden desarrollar las máquinas que hacen el recorrido del tren que une Galicia con Euskadi, más de 160 kilómetros por hora, y el tiempo real que el tren de marras invierte en cubrir ese recorrido.
Por supuesto, una cosa es la velocidad punta y otra la velocidad media, resultante ésta última de las distintas velocidades empleadas en el recorrido. Un recorrido con algunas complicaciones por los cambios del convoy en Ourense y Miranda del Ebro, y por la naturaleza del propio recorrido y los servicios que presta a los viajeros y a las estaciones del trayecto. En gran medida, la velocidad empleada en ir de Galicia a Euskadi, o viceversa, es la resultante de una función polinómica en la que entran en juego las variables apuntadas, aparte de otras más.
Los usuarios de Renfe tienen derecho a saber qué factores resuelven que el Diurno sea insufriblemente lento cuando puede desarrollar velocidades altas que, en ocasiones, son causa de accidentes. La dualidad de una lentitud exasperante y el peligro de sufrir una tragedia por exceso de velocidad conforman una paradoja inaceptable como oferta de un servicio (público) de viajeros.

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