CARLOS LUIS RODRÍGUEZ
a bordo
Errores apolíticos
Don José Francisco Núñez aplica una lógica difícil de rebatir. Tras enumerar los fallos en los servicios de extinción, e incluso el desdén con que fueron tratados los miembros de las cuadrillas, concluye que el responsable de todo ello es el conselleiro, y le pide que lo deje.
Como ya habrá quien se esté preguntando cuál es el cargo que ocupa el susodicho en el PP, aclaremos antes de seguir que se trata de un sindicalista. Seguro que de una central amarilla, sospecharán algunos. Pues no; de la UGT. Pero ese apellido... seguro que revela parentesco con el líder de la oposición. Será un primo lejano que quiere echarle una mano al pariente. Tampoco. En fin, que los antecedentes del declarante están limpios: es trabajador, progresista, gallego, y pertenece a otra rama de los Nuñez.
Sin embargo, no reúne las cualidades para ser presidente, al menos de un Gobierno de coalición. Cuando uno está al frente de un bipartito, esas consideraciones que hace el juicioso responsable de la Federación de Servicios Públicos de la central son secundarias. Antes, es preciso valorar cantidad de factores e implicaciones, parecidos a los que llevaban a cierto político francés a definir el poder como la impotencia.
Casi al mismo tiempo que el ugetista pedía la marcha del conselleiro, Touriño desvinculaba lo sucedido de las decisiones políticas, aun admitiendo fallos y errores. Es curioso en primer lugar que ese somero dictamen se haga antes de que haya empezado esa auditoría interna que acaba de anunciar la Xunta. Ya sabemos el resultado, con lo cual ese autoexamen nace tan viciado como el Calcio italiano.
Después, esa doble afirmación de que hubo equivocaciones y no fueron políticas, obliga a pensar en una nueva trama, en una Xunta dentro de la Xunta compuesta por funcionarios que andan a su aire, toman decisiones a escondidas y manejan los asuntos sin que se entere el conselleiro. ¿No estará el señor Núñez implicado?
Admitamos su inocencia mientras no se le aplica el polígrafo, pero insistiendo en que no tiene madera de presidente. Cree el ugetista que el político que lo hace mal debe irse, y lo cree con la misma ingenuidad que tiene el párvulo convencido de que dos y dos son cuatro. La cuestión, estimado sindicalista, no es cómo lo hizo don Alfredo, sino quién lo mantiene, quién lo nombró y quién puede mandarlo al banquillo.
¿Touriño? ¿Quintana? ¿Paco Rodríguez? ¿Breogán? He ahí el intríngulis del problema. El conselleiro forma parte de un subgobierno, que a su vez es fruto del equilibrio de las tendencias nacionalistas, cuyo mantenimiento es crucial para que la próxima cumbre del BNG transcurra sin sobresaltos. Otra trama. Les resultará familiar a los que recuerden los malabarismos de Manuel Fraga en sus crisis de Gobierno.
Lo malo es que estas exquisiteces de alta política le importan poco a la gente. El ciudadano razona como Núñez, y se pregunta cuál es la función del político, si se lava las manos cuando algo sale mal, y deja que crucifiquen a sus subalternos, en el mismo monte a donde fueron a parar las otras tramas que han salido de la chistera.
Nuestro Núñez no sólo aplica una lógica difícil de rebatir; aporta también la fórmula para que la Xunta salga de la queimada con heridas leves. Es posible que el presidente Touriño haya sentido envidia del ugetista al enterarse de lo que dijo. Quién pudiera hablar con tanta libertad. Seguro que en la soledad de Monte Pío, soñará con ser de mayor como don José Francisco.
jueves, agosto 24, 2006
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