lunes 28 de agosto de 2006
Bravatas del BNG
De ebriedades varias
José Vilas Nogueira
Existe un instrumento infalible para acabar con los incendios: el "Estatuto de Nación". Ya saben, si los noticiarios informan de terribles incendios en cualquier parte del mundo, el corolario es obvio: esa parte del mundo no es una nación.
Sean Connery ha declarado que debe su buen aspecto al hecho de consumir regularmente wkisky de su natal Escocia. De modo parecido, el camillero vicejefe de la Junta de Galicia y gran jefe del Bloque Nacionalista Gallego ha de consumir orujo o aguardiente de uva. Pero el hombre debió pasarse más de tres copas, que se puso de un bravo que metía miedo. Hasta Torito Sentado, el gran jefe de la Junta, debió sentir un escalofrío. La cosa iba de una asamblea nacional del Bloque, con asistencia de los delegados de las distintas familias de tan valerosa tribu. El tema inicial, los incendios que quemaron la mitad de bosques y zarzales de Galicia.
En ardiente zarzal no apareció al moisés nacionalista un ángel de Jehová, sino un flamígero Rajoy (defecto de información, que el registrador ya come en la mano de Gallardón, melifluo postfranquista). Y, ¿qué dijo la zarza ardiente? ¿Diría que la Junta está ocupada por un gobierno incompetente, nepotista e irresponsable? No, cómo iba a decir eso. La zarza, ardiendo sin consumirse, dijo: "lo estáis haciendo tan bien, que estoy tan despechada que os voy a quemar los montes y hasta los cuernos".
Porque la zarza ardiente, el PP en general, los terroristas incendiarios, que todo es una y la misma cosa, no pueden soportar la sabia política del consejero del Medio Rural, que es de la tribu de Quintana. Una política tan sabia, que el común de los mortales no sabe en qué consiste, salvo en pedir certificados en gallego y proporcionar empleos a las gentes de la tribu. Pero la ignorancia no exime de la sujeción; la demanda.
¿Se van a cruzar de brazos los bloqueros? No. Existe un instrumento infalible para acabar con los incendios: el "Estatuto de Nación". Ya saben, si los noticiarios informan de terribles incendios en cualquier parte del mundo, el corolario es obvio: esa parte del mundo no es una nación o, siéndolo, no tiene estatuto de nación. Y ¿dónde reside la mirífica virtud de este colosal instrumento apagafuegos? Está claro: con un estatuto de nación tendríamos una policía de nación que apresaría a todos los incendiarios (y aun a algún transeúnte despistado). Con el suave gobierno del Bloque no habría bomberos, sino policías (el que no se quiera enterar, que no se queje después).
Además, el estatuto de nación sirve para otras cosas. La población de Galicia está muy dispersa. Todos los protonacionalistas y nacionalistas anteriores alardearon de este rasgo geodemográfico como muestra de nuestra indudable superioridad. Pero, claro, esta característica facilita el trabajo de los terroristas incendiarios. Es hora, pues, de revisar nuestras valoraciones. Con el estatuto de nación concentraremos a la población, por las buenas o por las malas. Se acabó la aldea y la casita aislada. Tendremos pueblos tan grandes y concentrados como el que más.
Otra ventaja del estatuto de nación, y es que empiezas y no acabas, panacea universal para cualquier achaque y compendio del arte del buen gobierno. Basta ya de que los españoles disfruten gratuitamente de nuestro verde. Si quieren verde que lo paguen. Con este estatuto, el Estado apoquinará como un coitado. Además, con un estatuto así, la Junta tendrá plena soberanía fiscal y podrá achicharrarnos con impuestos. Entre lo que le vamos a quitar al Estado y lo que le vamos a quitar a los ciudadanos tendremos muchísimo dinero para las cosas que verdaderamente importan: la policía, las cárceles para las gentes del PP, españolistas y derechistas varios, las obras de concentración forzosa de la población, la "normalización" exclusiva y excluyente del gallego, las subvenciones a novelistas, poetas y titiriteros patriotas y a plataformas cívicas nacionalsocialistas, la subvención a estructuras productivas propias del neolítico y un gran etcétera de nobles causas. Y todo, que es lo mejor, estatutario-nacional.
Una lágrima nada furtiva riega mi mejilla. No es el miedo; es la emoción. Viva Torito Sentado, viva el camillero vicejefe de la Junta y viva el aguardiente de orujo.José Vilas Nogueira es catedrático de Ciencia Política en la Universidad de Santiago de Compostela
Gentileza de LD
domingo, agosto 27, 2006
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