martes, agosto 22, 2006

¿Son fiables las encuestas? ¡NO!

martes 22 de agosto de 2006
¿SON FIABLES LAS ENCUESTAS?: ¡NO!.
Félix Arbolí

E N la redacción de nuestra página, como habrán podido observar, hay actualmente un debate abierto a los lectores sobre la fiabilidad de las encuestas. No especifican qué tipo de encuestas, en qué medios se realizan y la finalidad que puedan tener. Tampoco lo hacen respecto al autor o autores de las mismas. Todos estos detalles son necesarios e ineludibles para poder contestar a la pregunta formulada por nuestra redacción. Opino yo. No es lo mismo contestar a una pregunta sobre la calidad o el sabor de determinado producto alimenticio, que sobre los resultados de un nuevo tratamiento, terapia o medicamento, respecto a una determinada enfermedad o dolencia. Tampoco se puede meter en el “mismo saco”, a las que se refieren a cuestiones y costumbres sexuales, con las que intentan estudiar o comprobar la mayor o menor incidencia de las normas y principios religiosos en una comunidad, ciudad o nación. Son asuntos diferentes que requieren planteamientos, encuestadores y encuestados distintos. Incluso escenarios adecuados al tema en cuestión. Resultaría totalmente diferente el resultado obtenido al preguntar sobre las prácticas religiosas en un barrio dominantemente musulmán y otro donde sus habituales fueran yonquis, prostitutas y marginados de la sociedad. Sin que ello quiera decir que estos individuos tengan que ser forzosamente ajenos a rezos y plegarias religiosas. Tampoco sería lógico y fiable realizar una consulta sobre costumbres y temas sexuales ciñéndonos exclusivamente a un determinado escenario, es decir, los que viven en el barrio de Chueca, los residentes de La Moraleja, o los componentes de un convento religioso y las prostitutas de la Casa de Campo. Incluso aquellos que, como decían antaño, “sienten ascos hasta de usarla en sus necesidades fisiológicas más perentorias” que, aunque parezca algo exagerado, “haylos”. He sido un encuestador casi nato. Las hice en varias ocasiones en la emisora de radio gaditana, “Radio Juventud”, cuando aún residía en el paraíso andaluz y mi primer trabajo en la prensa madrileña, como ya expliqué en otro artículo, fue una macro encuesta publicada en el diario Pueblo, donde intervenían más de ochenta personajes todos ellos muy destacados en sus respectivas facetas. Fue un auténtico maratón de trabajo y participación, que me sirvió de lanzamiento y entrada en el fascinante mundo de la prensa madrileña en los años sesenta. A partir de ésta, fueron muchas las que hice en el mismo diario y en otros medios de comunicación, varias de ellas encargos del director de la publicación, considerándome experto en la materia. ¿Te acuerdas Jesús Hermida las que me encargabas en nombre del director de “Gaceta Ilustrada” Suárez Caso, siendo tu redactor-jefe?. Siempre he considerado este tipo de consulta popular de enorme interés para conocer la opinión de un entorno social, cultural, geográfico o político; de los lectores de la publicación que la ha encargado; de una colectividad o cualquier otro grupo o conjunto cuyas preferencias y necesidades se precisen conocer, etc. En unión de mi compañero y amigo, tristemente desaparecido, Alfonso Martínez Garrido, ganador de un premio Nadal, por su obra “Entre el miedo y la esperanza” y magnífico profesional y ameno escritor, que desaprovechó el tren del éxito por sus locuras y extravagancias, realicé una serie de ellas, algunos de cuyos originales conservo, sobre el cine, el teatro, las costumbres, los inventos y una diversidad de temas que no viene al caso enumerar. Todas ellas concertadas de antemano o solicitadas ex profeso. Llegó a ser una de mis más reconocidas y frecuentes especialidades periodísticas. Hasta el extremo de que lo último que publiqué en la prensa nacional fue una encuesta en la revista “Blanco y Negro”, cuando se hallaba en sus mejores momentos y no figuraba aún como suplemento del “ABC” de los Lucas de Tena. Empecé mi carrera periodística con una encuesta enorme en el diario “Pueblo”, que causó auténtica sensación. Hasta el extremo de que Federico García Sanchíz, el charlista (como gustaba que le llamaran) y académico de la Real de la Lengua, me dedicó íntegra su columna en el diario “La Vanguardia” de Barcelona, refiriéndose a la misma. Otra encuesta en la revista “Blanco y Negro” de enorme prestigio literario y social, perteneciente a los Lucas de Tena, en sus mejores momentos, significó el colofón de mi carrera. Incluso tengo algunas sin publicar, que realicé al mismo tiempo que mi entrevista o reportaje cotidiano, para aprovechar al personaje en cuestión. Sus respuestas las guardaba esperando el momento y medio propicio de publicarlas. Algunas, como ya he especificado, quedaron inéditas. Incluso una sobre el humor en la que intervenían los desaparecidos e inolvidables amigos Cassen y Luis Sánchez Polack “Tip”, así como Máximo, Chumy Chúmez y otros personajes que gozaban entonces de enorme popularidad y hoy son recuerdos imborrables de un pasado y una amistad sincera, hasta que nos volvamos a encontrar y disfrutemos, ya para siempre, de su privilegiado ingenio y de su contagioso humor. ¿Son fiables las encuestas? Difícil pregunta y más aún la sincera respuesta. Yo que he sido un experto en el tema, lo digo sin vanidad, por simple especialidad y gustosa manera de trabajar, no creo en ellas. Su credibilidad, según mi apreciación, no llega al cincuenta por ciento de la realidad. Ello no significa que, como se suele decir, no haya reglas sin excepción y que ésta confirme a las otras. Si la encuesta se realiza por una entidad seria, especializada, pormenorizada, escrupulosa, honesta y eficaz, (demasiado arroz para el pollo), sus resultados serían fiables en un ochenta por ciento. No, no hay trampas, ni componendas. A saber, si usted va por la calle, lleva prisa porque llega tarde a una cita de trabajo o amorosa, tiene la mente obturada con el desarrollo de esa entrevista y su imprevisible resultado y un desconocido, con carpeta, folios y bolígrafo en ristre le detiene para preguntar sobre una cuestión que a usted le interesa tanto como averiguar el tiempo que tarda en germinar un rábano, lo más probable es que lo mande a “paseo” (en el sentido menos civilizado y honesto que pueda expresarse) y continúe su camino. Si en lugar de un desconocido, siendo usted varón, es una joven despampanante, con voz melosa e insinuante y con esa sonrisa que solo las mujeres saben utilizar para obtener los mayores beneficios, posiblemente olvide momentáneamente su cita y la prisa y se apreste a conversar con ese desconocido bombón que el azar ha puesto en su camino. Sus respuestas, son tan poco convincentes, tan inútiles, como las del que se largó sin contestar, ya que estarán influidas por la visión de ese conjunto anatómico y querrá quedar lo mejor posible ante ella, ofreciéndole una engañosa impresión sobre su auténtica personalidad y manera de ser, al objeto de poder motivarla y atraer su interés o atención. Responderá a su cuestionario de muy distinta forma a como lo haría en una situación normal, sin prisas, ni testigos. También cambian los resultados de las encuestas, según el escenario y los personajes elegidos, como indico al principio. No es lo mismo encuestar sobre los problemas de nuestro cotidiano vivir a un residente en Vallecas, Lavapiés, Chueca, Carabanchel, Usera, Serrano, La Moraleja y el Barrio de Salamanca. Cada uno de estos vecinos, por razones obvias, tienen distintos conceptos sobre el vivir de cada día y distintos problemas a los que enfrentarse, aunque ello no quiera decir que los de los barrios privilegiados, no los puedan tener en muchas ocasiones más graves e inquietantes que el que tiene como habitáculo una terriza chavola, aunque por motivos diferentes. Recuerdo que me encargaron una encuesta sobre universitarios. Aproveché a dos de mis hijos para realizarla. Repartieron los cuestionarios entre amigos, compañeros y conocidos, algunos de los cuales no tenían el más mínimo contacto con estudios superiores y se consiguió el muestreo necesario y solicitado. Lógicamente no era nada fiable, a mi modesto entender. Adolecía de varios y fundamentales errores. En primer lugar se hizo en una de las universidades madrileñas, en varias de sus especialidades, pero no se tocó para nada al resto, ni a los estudiantes de carreras que no entraban en el grupo de ciencias, ya que mis hijos eran de letras. Tampoco se tuvieron en cuenta lo que pensaban y opinaban sobre la cuestión el resto de los universitarios españoles, ajenos a este estudio, aunque fueron tan protagonistas e interesados como los que participaron. No considero tampoco suficiente y verosímil que la contestación de trescientas personas, suponga un tanto por ciento admisible para representar y orientar sobre el criterio de los restantes, miles, de universitarios españoles. Cuando leo las encuestas que se publican sobre la guerra civil, la dictadura de Franco y todas esas cuestiones tan en boga actualmente, me vienen a la memoria mis trabajos y sondeos y el de otros compañeros de prensa de la época, (éramos considerados los periodistas serios) y pongo en “solfa” lo que me quieren dar por válido y digno de tenerse en cuenta. ¿A quien le han preguntado?. ¿Dónde han realizado esa encuesta?. ¿Qué clase social, ideología política y sentido de la verdad y responsabilidad tenían los que la han contestado?. ¿Quién ha sido el que se ha enfrentado a ellos y ha conseguido que participaran?. ¿Por qué saben con esa exactitud los que son del PSOE, del PP, de IU y otras tendencias políticas?. ¿Es que los encuestados abren su intimidad política y religiosa al primer o primera que se le acerca y encima le machaca a preguntas un tanto comprometidas?. Yo les puedo asegurar que ahondar en esas cuestiones con el público de la calle es como intentar que en Madrid desaparezcan de una vez y por siempre los “gallardones” (perdón, quise decir socavones). Es como me decía un taxista días pasados: “No me explico lo de este país, hablo con toda clase de viajeros y resulta que ninguno ha votado a Zapatero, ni en el ayuntamiento a Gallardón. ¿Habrá sido el Espíritu Santo el que los ha puesto al frente de sus cargos?”. Si ese taxista hubiera ido realizando una encuesta, los resultados serían catastróficos para estos dos políticos, pero a la hora de la verdad, en la soledad de sus papeletas y ante las urnas, donde quise decir digo, ahora digo “diego”. Pues ese es mi pronóstico, mi idea y mi opinión sobre las encuestas. De lo que leas y compare, solo el treinta por ciento y me considero generoso en grado máximo. ¿Contesta esto a vuestra pregunta, mis queridos compañeros?.

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