viernes 1 de septiembre de 2006
La mamola de Pemán
Antonio Parra
L A mamola de Pemán como la oreja de Van Gog ha vuelto a temblar en este verano caliente de misiles deletéreos, de rugir de tanques y de malas palabras. Debajo de las ruinas lanzan los guerrilleros bazokas de fabricación casera. Unos atacan con el armamento más sofisticado salido de las cajas de guerras pentágonas y otros repelen la agresión con la navaja o con la honda de David que tumbó a Goliat. Guerra de fuego real, declaraciones y contradeclaraciones, la vida nacional erizada de micrófonos y de batallas. Claro, la barbilla de Pemán un tanto vacilante y quejada de parkinson me remite a aquellos XX años de paz y a aquel ABC de Luca DE Tena que yo compraba con la sisa de tres pesetas de la huelga que me daba mi madre para ir al cine. Pienso que aquellas tres pesetas fueron mi mejor inversión. Yo me hice lector empedernido con el Promotor de la Devoción que editaban unos franciscanos de Palencia, la primera revista que entró en casa; después vendrían Guión y Reconquista dos publicaciones militares que traía mi padre del cuartel y en las que escribía de cine Feliz Martialay. Sin embargo las “terceras” de ABC eran una palestra de plumas galanas, autores de lujo: Azorín, Pérez de Ayala, Fernández Almagro, Cela, Joaquín Calvo Sotelo y hasta Julio Camba al que alcancé a leer. Todos ellos eran una especie de elegancia personificada, de la buena prosa y de la ironía mayestática. Todo un friso de excelencias. Algún día me dije yo por entonces. ¿Seré capaz de enhebrar un artículo como González Ruano? Don César era una de las deidades máximas de aquel Olimpo de huecograbado. El rotativo de la calle de Serrano de entonces nada tiene que ver con el que por estas calendas dirige un tal Zarzalejos con sus obsesiones zionistas y con su hermanísima asidua de todas las tertulias con sus participios en “ao” de las siete calles, un indicio que a mí que soy asaz observador me ha puesto en autos de una conjura. El conflicto vasco, dédalo de esta España en carne viva, está siendo alentado por los enemigos de siempre, esas fuerzas oscuras invisibles e inaccesibles y como emanadas del infierno. Alguien mueve los hilos y organiza frenéticas coartadas, ensamblando urdimbre de medias verdades y de mentiras tremebundas que no nos quieren contar. El caso es mantener al pueblo oscuras y a la opinión pública entretenida con la boda de Rociíto o con las prisiones de trincones y de chorizos y los trampantojos del Julián es mi hombre y otras hierbas. Lo que quiero decir es que aquel periódico de don Torcuato albergue de la inteligencia y un si es no es liberal con algún poso de descreído fue la primera oposición al Régimen aunque sin alharacas. Porque todos por entonces considerábamos a la guerra civil una cuestión zanjada y se refrendaba a la paz y a la reconciliación, en prueba de ello, que el diario monárquico daba hospedaje a escritores republicanos y de toda laya como el susodicho Pérez de Ayala, Claudio Sánchez albornoz, Max Aub y otros del exilio. Aquel era un periodismo de altura con el coturno alto que nada tiene que ver con las prosas navajeras y perroneras que hoy se estilan cuando lo servil abre sus brazos. Nunca llegué a suponer yo que algún día pudiera firmar en ABC pero el sueño lo alcancé con un artículo sobre Arthur Koestler al que había hecho previemente cuando era corresponsal en Londres una entrevista enterándome de las interioridades de la guerra civil. El Sr. Koestler fue salvado de la muerte seguro por el jefe de Prensa de Franco, Luis Bolín, quien a su vez era un doble agente británico. Pero ya digo decir eso hoy no conviene a la agitación y propaganda de ciertos intereses creados que es a lo que ha llegado esta profesión bajo la égida de lo global. La prensa hoy basura más que nunca. Nada de extraño, pues, el que a lo largo de una encuesta entre los jóvenes se diga que el periodismo sea una de las profesiones menos valoradas. Ahora todos quieren ser médicos, enfermeros o funcionarios. Entonces aspirábamos a la gloria literaria y todos queríamos escribir un poco como don José María Pemán. Una especie de gran referente. Ahora al cabo de los años he vuelto sobre el autor que yo idealizaba. Había llenado mi habitación de números de ABC con su firma. Creo que llegué a tener seis años de su vida en artículos. Ya no cabían en los estantes hasta que un día haciendo limpieza mi madre me los tiró. Los enemigos mayores de la letra muerta son la humedad, la polilla, el paso del tiempo y las mujeres sobre todo las archiveras. Haciendo tría infausta de desmarridos papelotes. Todo eso es letra vacua no me empapeles. No me jodas. ¿Para qué? Buena gana. La palabra es vida que fenece. No nos pongamos tristes pero yo no me desprendo jamás de ningún documento ni de ningún libro por antiguo que sea. Viejo soy pero no canso pero a este afán de acaparar cosas inservibles también libros y artículos lo llaman la “enfermedad de Diógenes” pero les participo que punto a coleccionismo no me dio tan fuerte como a un hermano del pobre González Aboín el cual había reunido en su piso de Argüelles nada menos que cincuenta años de periódicos atrasados y de revistas de cine pues era cinéfilo. El casero protestó porque aparecieron grietas en las paredes y el muchacho hubo de deshacerse de tan valiosa hemeroteca. Valgan estos exordios para explicitar el por qué a mí me fascinó siempre la barbilla de Pemán que le rilaba algo a la vejez por más que su pluma conservase hasta el final su clarividencia y equilibrio. A veces hasta demasiada guasa. Lo recuerdo en aquellos tés del Palace displicente, diserto cansado y encantado y desencantado a la vez de la vida. Su recuerdo me devuelve la imagen del joven que fui: aquel anhelo y en mi aspiración a la tarea de escritor para la que me preparé de firme y le pegué duro en la vida. Si los resultados y en este juego nunca está dicha la última palabra porque al final y al freír será el reír no estuvieron a la altura de mi tesón eso ya no depende de mí sino de los hados. Nosotros lo hemos tenido más duro que la generación de Pemán que ganó una guerra y nosotros siendo hijos de los vencedores creo que la perdimos. Esa no es nuestra culpa. ¿No? Creo haber conocido la obra de este autor bastante bien. Por eso me parece que primer Pemán el del Divino Impaciente y el que escribía comedias reivindicando la figura del Cardenal Cisneros y el que narró la entrada en Madrid de los nacionales días de reconciliación nacional y de paz que pasaron pronto nada tiene que ver con aquel Séneca un tanto escéptico y decepcionado que escribía desde su retiro gaditano. El Pemán de Sevilla se parece poco al de Cádiz. Entre medias debió de haber una evolución. Escribía como un señor pero nunca dejó de ser un señorito y distante para con el resto de los mortales y un poco en plan de amo del cortijo. Su humor también me pareció discutible. Un poco cargado de mala leche pero le caía muy bien a las señoras y sus Terceras eran la comidilla de los ricos que discuten en petit comité. Habiendo sido el niño mimado del Régimen evolucionó hacia la critica del sistema que lo coronó poeta laureado o poco menos. Fue una de las primeras ratas en abandonar el barco. Se llevaba muy mal don José María con los falangistas. Todo debió de arrancar de sus diferendos con la familia Primo de Rivera. A pesar de ser paisano del dictador dijo pestes de su persona y luego tildó en un artículo a José Antonio como un señorito bravucón amante del champán francés y de las elegantes señoras (por lo menos en eso desmiente al malvado Ian Gibson que acusó de mariconería al fundador de Falange y por esta causa el que esto escribe en el Café Gijón estuvo a punto de darle entre las orejas al sabiondo historiógrafo irlandés o inglés o lo que fuera pues su madre no tiene la culpa de que él sea tan hideputa) y su hermano Miguel como buen nacido sacó la cara por él desafiándole a batirse. Un duelo entre el hermano del Eterno Ausente y el presidente de la RAE. Aquello fue un escándalo mayor en la España de los cincuenta. Gran escándalo. Hubo que echar tierra al asunto. Para ello Franco se valió de los buenos oficios del general Varela, Valerita, que para eso era paisano al que miró siempre don José María por encima del hombro pues el general era hijo de un chusquero pero Varelita todo lo que tenía de valiente lo tenía de simpático y chapucero. Fue en persona a recibir al escritor a la estación de Atocha que llegaba en el expreso de Andalucía de muy mal humor pero dispuesto a asumir las consecuencias de lo dicho por él en la conferencia y cuando ya los padrinos estaban nombrados y asignado el campo – duelo a primera sangre y a pistola- quedó abortada la situación. Y si no hubo avenencia porque al parecer el propio Caudillo templó gaitas por lo menos quedó suspendido el encuentro en el campo del honor. Secuelas quedaron. El escritor gaditano nunca fue muy bien quisto en FE pero corramos un tupido velo. Por chaquetero y por algo meapilas no sé si con razón. Lo cierto es que Pemán que había empezado su carrera literaria al halda del cardenal Herrera Oria y del grupo del Debate se convertiría en heraldo del aggiornamiento y un gran propagandista de las “excelencias” del Vaticano II. Con motivo del cuarto de siglo de su muerte se reivindica su figura y algunas obras de Pemán están siendo editadas. Resplandece su aticismo, sorprende su elegancia pero era un artista en el arte de escribir bonito sin decir nada. La consistencia ideológica ni el peso del pensamiento filosófico eran su fuerte. Se consideraba un vitalista. Un vividor. No sé si le cuadra el título de meapilas pero a la iglesia estuvo ligado durante bastante tiempo. Yo recuerdo cuando estaba con los jesuitas aquellas clases de retórica que nos daba el P. Penagos y que nos ponía los artículos de Pemán para estudiarlos como modelos. Sus imágenes sus tropaos superaban a veces en galanura a los del propio Cicerón. Yo creo que fue un niño mimado del franquismo que acabó convirtiéndose en enfant terrible pero muy influyente en la elaboración de una mente monárquica en Franco primero a favor de don Juan Y después de don Juan Carlos de quien se sentiría junto con Emilio Romero y acaso con más éxito que el arevalense en preceptor del príncipe. Era muy amigo del grupo de Estoril pero el fino gaditano sabía bien torear y templar gaitas cuando hubo que elegir entre el hijo y el nieto del rey que abdicó. Pedro Sainz Rodríguez otro gran intrigante fue uno de sus grandes amigos. Este verano he vuelto a releer “Mis almuerzos con gente importante”. Un clásico de la diplomacia de mantel, un Miura astifino era don José María Pemán. Comensal muy festivo y ameno. Conocía a todo quinqué con peso especifico y como no había parlamento entonces la política solía hacerse de forma más convivial e inteligente en los restoranes de cinco tenedores. En los figones la cólera del español sentado suele mitigarse y de la panza sale la danza. Pero es la tradición de nuestro Decimonono cuando la política solía hacerse en los cafés y en las chocolaterías. De grandes cenas están las sepulturas llenas y las merendolas son del pueblo. La aristocracia vuela por otros melindres. Y este es Pemán. Un álgido personaje con aire florentino. Sin embargo en su almuerzo con Calvo Sotelo el que fuera ministro de Hacienda de Primo Rivera calla una de las causas fueron a mi juicio de su asesinato y el desencadenante de la guerra civil: el enfrentamiento de éste con los poderosos trusts de hidrocarburos al negarse a ceder el monopolio de la CAMPSA. No se lo perdonaron. “Es la última vez que ese hombre habla en esta cámara”. La Pasionaria no hablaba por sí misma sino por boca de ganso azuzada por las fuerzas oscuras, los que conspiran en la sombra y muñendo guerras hacen cálculos de ganancia porque lo suyo fue siempre la alta finanza y la revolución mundial. Ese fue en definitiva, según me refiriera a mí el novelista Arthur Koestler en nuestra entrevista de Londres a la que aludo arriba, el origen del gran holocausto del 36, un conflicto que a los trazadores y dibujantes del gran diseño les sorprendió – acaso se les fue la mano- pues no pensaban que fuese a durar tanto ni a costar tantas vidas. Aquella guerra como todas tuvo pues un origen económico. Pemán sin embargo que fue uno de los que con su pluma y su palabra más contribuyó a la victoria se nos fue por las ramas; prefiere la anécdota, el chascarrillo fino, la original combinada con la levedad del ser. Escribe un poco con mordaza a cencerros tapados espolvoreando de anécdota su discurso. Siempre pienso que al margen de sus testimonios personales toda su novelística peca de light. Y de frase hecha. Cabe recordar que empezó como charlista y orador y su discurso era brillante. Buscando siempre el aplauso. Hoy sus columnas y Terceras de ABC vuelven a ver la luz en forma de libro pero en sus escritos es más importante que lo que Pemán dice lo que Pemán calla. Sus almuerzos con gente de fuste debieran titularse más que mis almuerzos mis silencios y alegorías con ellos. Ameno y escritor con tirón es un rato y ahí está una de las claves de su arte que debieran imitar algunos de sus tediosos émulos. Al periodismo español para ponernos a tono le harían ahora falta cuatro o cinco pemanes. Claro que esta gente ahora no interesa. Le pondrían en un aprieto a Nostramo. No se busca la excelencia y hoy cuanto más chabacano más triunfas. Eso sí; basta con tener un buen look
jueves, agosto 31, 2006
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