martes 13 de julio de 2010
Instrucciones para envolverse en la bandera de la nación que sí existe
Pascual Tamburri (Elsemanaldigital.com)
T RES décadas de despilfarro autonómico para esto: los españoles de todas las regiones se identifican con los símbolos de la nación y los ostentan incluso donde son políticamente molestos.
¿Saben quién ha ganado de verdad el Mundial? España. No, no, no hablo de fútbol ni de nuestra Selección Nacional: hablo del pueblo español, la nación, la comunidad popular. Porque, goles aparte, el hecho más significativo del verano no va a ser el previsible ridículo de Zapatero en un debate que ha quedado casi tan oculto como la patochada nacionalista de nuestro catalán de Córdoba.
Aquí lo importante es que un país entero se ha echado a la calle con el nombre de la nación y con sus símbolos comunes en las manos. Y esto es, aquí en especial, un cambio. En dirección contraria a la que han recorrido las instituciones, por cierto.
Uno. Este país se llama España. Durante décadas mencionar el nombre de España, y no digamos ya usar los colores de su bandera, era políticamente inviable, o al menos arriesgado. Ahora los políticos de todos los partidos –bueno, de todos los que no son abiertamente partidarios de la destrucción de España vías secesión- se llenan la boca del nombre antes nefando y se envuelven en la bandera antes sospechosa. Una interesante cura de humildad.
Dos. En Navarra, todo peor antes y todo mejor ahora. Navarra, sí. La provincia donde no hace mucho hasta en los actos políticos del centroderecha se controlaba, o directamente se prohibía, el acceso de jóvenes y mayores con banderas de España. Era inapropiado, uy. Tenían miedo, los pobres. En los actos de la izquierda, claro, ni se planteaba. Han hecho falta Puyol, Villa y Casillas, y la masa enfervorizada, para que nuestros políticos se coman sus palabras y sus hechos. Con patatitas. Ahora sería todavía más impresentable convocar un acto público y repartir banderas de la Comunidad cuando lo que la gente quería llevar era banderas de España, ¿verdad? Quiero encontrarme yo un día de estos, con colores rojigualdas en la ropa o en las declaraciones, a alguno de los autores o aplaudidores de la blandenguería cobardona de 2007.
Tres. Lo de las banderas viene de lejos. La Navarra oficial está a punto de celebrar el primer siglo de su milenaria bandera (este 16 de julio). ¿Pero cómo, no era medieval? Pues no señora, ni cadenas, ni esmeralda ni nada de todo eso que los maestros enseñan ahora en las escuelas, era todo una historieta romanticona reelaborada por los napartarras del anterior año diez. ¿Y es que Navarra no tenía bandera antes? Claro que sí, señora: la roja y gualda, la de la Armada de 1785, la que se convirtió en nacional con la guerra de Independencia, la de la División de Navarra. Pero a la Navarra oficial de 1910 le apetecía tener un símbolo vexilológico propio (y compartido con los vecinos anexionistas, además), las cobardías son hereditarias.
Y cuatro. Por mucho dinero y talento que se hayan gastado en este último siglo, la historia de los símbolos subespañoles es la historia de un costoso fracaso, y la historia de la rojigualda la de un triunfo sin esfuerzo. Jamás ningún Gobierno español ha empleado recursos en difundir y popularizar sus símbolos como lo han hecho durante décadas, a veces muchas, las subidentidades regionales y provinciales. No ha hecho falta. Es verdad que la nación no necesita símbolos exitosos para existir, pero ayuda bastante.
Cuando además el triunfo se produce en plenos Sanfermines y uno tiene la oportunidad de ver las caras de ¿estreñimiento o frigidez? que se les quedan a los de siempre, y a algunos de sus supuestos pero bien apesebrados enemigos de opereta, la satisfacción es completa. España es esa pareja de novietes que duermen esta mañana al sol de la Vuelta del Castillo arropados en la bandera. Y al que no le guste que...
http://www.vistazoalaprensa.com/contraportada.asp
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1 comentario:
Es curioso el titulo de este Blogg -Desde el Paredon- Recuerdo cuando era joven como contaban dos abuelos de OLite a donde llevaban en la ultima noche antes de ir a alguna cuneta sin nombre.
Eso si iban en paz de Dios despues de ser reconfortados por el famoso parroco padre Ona.
Si no sabes a donde iban pregunta por ahi. Yo no me lleve ninguna sorpresa
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