viernes, junio 05, 2009

Juan Urrutia, Politiqueos

viernes 5 de junio de 2009
Politiqueos

Juan Urrutia

A LGUNAS cosas nos pasan inadvertidas por evidentes. Un ejemplo muy claro es el hecho irrefutable de que un piano no tiene nada que ver con un sifón, otro, que los más corruptos de los políticos ingleses poseen mayor honradez que nuestros más rectos estadistas. Ah, demagogia vil y chocarrera, no, no se trata de eso, lo que sucede es que el pueblo inglés exige a sus dirigentes que firmen raudos dimisiones y renuncias a poco que se hayan gastado unas decenas de maravedíes del erario público en material pornográfico.

Sin embargo, por razones varias y misteriosas, los españoles permanecemos impertérritos ante el vapuleo constante, la burla y la mentira de nuestros Gobiernos. Y es que tenemos una tendencia suicida al dogma de fe en lo que a política se refiere. Nos hagan lo que nos hagan, nada tiene importancia si quienes fustigan nuestras espaldas, látigo de siete colas en ristre, o acuchillan nuestras carteras haciendo uso del popular sable, son los designados por la providencia para guiarnos en la lucha contra el mal. Creemos ciegamente a quienes consideramos ministros de una fuerza superior debido a la maestría con que se hacen el nudo de la corbata. No nos engañemos, jamás hicieron tal nudo, sus lacayos y asesores se encargaron de ello. Dicha actitud, causada en parte por el encanto de lo que creímos maravilloso cual adolescentes enamorados, o lo que es peor, lo seguimos creyendo, ha forjado una clase política acostumbrada a que se le exija poco y se le perdone casi todo. Llegados a esta parte del artículo ya debería haber comenzado a tomar partido, criticar más a unos que a otros o, para no mojarme, decir que todos los políticos son iguales. Faltaría a la verdad si aseverase semejante cosa: no todos están cortados por el mismo patrón, no todos son patanes ebrios de poder, pero aquellos que merecen la pena normalmente no progresan porque la rectitud y la posesión de valores son pecados que se pagan caros en el ámbito político. A menudo se nos exige participación, votos, canciones regionales los domingos al amanecer y banderines de colores. Imposible, hemos perdido la ilusión porque nos han defraudado demasiadas veces. A pesar de ello siempre habrá sectores incondicionales de rosas, gaviotas u otras especies de nuestra fauna y flora. Hace tiempo que dejé de votar a un partido, siempre voto contra algún grupo pero jamás a favor de otro. Así pues, tiendo a basar tan trascendental decisión en lo que considero menos nefasto para mi país, en el color de las corbatas de los candidatos (si no hacen juego con los calcetines desecho ipso-facto a tamaños degenerados y degeneradas) o bien lanzo una moneda al aire.

Llega el momento de la despedida, me vence el sopor tras cuatrocientas sesenta y nueve palabras, contando ésta, hablando sobre un tema que tanto aburre a pesar de su importancia. Qué tiempos aquellos en que durante las sesiones del Congreso la gente se insultaba con gracia, ahora sólo saben decir “usted es malo”, a lo que se suele responder con un “y usted lo fue más”. Como si los errores de la oposición justificasen los del Gobierno y viceversa. Qué triste legión de majaderos.

http://www.vistazoalaprensa.com/firmas_art.asp?id=5220

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