lunes, junio 29, 2009

Ismael Medina, La conspiración contra España sigue su curso

lunes 29 de junio de 2009

La conspiración contra España sigue su curso

Ismael Medina

E L asesinato del inspector de la Policía Nacional Eduardo Puelles ha provocado las lógicas reacciones de condena, demostraciones de solidaridad en toda España, una multitudinaria manifestación de repulsa en Bilbao y la presencia de los políticos en las honras fúnebres con rostros compungidos. Y el timo gubernamental de que, pese a este nuevo crimen, el terrorismo nacional-marxista vascongado está más debilitado que nunca. Cantinela que venimos escuchando desde los lejanos tiempos del transacionismo democratizador, cuando presidentes del gobierno, vicepresidentes, ministros de Interior y de Defensa nos decían tras cada atentado que ETA estaba contra las cuerdas. Y llevamos algo más de mil doscientos muertos si se contabilizan los del Hotel Corona de Aragón y los del avión “Alambra de Granada” que también lo fueron del bandolerismo etarra.

Parecerá a algunos, pocos o muchos, que me deslizo por el tobogán del cinismo si escribo que son efímeras la resonancia y efectividad de las manifestaciones de repulsa, siempre encomiables y necesarias. Sería preciso que fueran persistentes, día tras día, arrastrando tras de sí crecidas adhesiones susceptibles de erradicar de las mentes el miedo a represalias terroristas y forzar a los poderes públicos a una presión implacable sobre cualesquiera espacios políticos o sociales en que los bandoleros se mueven como el pez en el agua. Una acción todavía inexistente y que condiciona seriamente la necesaria contundencia colateral de los logros policiales, debidos en buena medida a la colaboración de la Gendarmería y la Justicia francesas.

CPMTRA AL TERRORISMO NO CABEN DEBILIDADES NI ARREGLOS

ALECCIONABA Mao que para el triunfo de la revolución era indispensable que sus grupos de acción nadaran en las áreas rurales y en los centros urbanos como el pez en el agua. Para conseguirlo se valía de dos instrumentos con preferencia: disponer en la retaguardia enemiga de colaboradores que dieran cobertura logística y e ncubridora a sus terroristas; y que la violencia asesina de éstos, selectiva o indiscriminada, sembrara el miedo entre la población, bloqueara su reacción y consiguiera adeptos.

La estrategia revolucionaria de Mao se inspiraba en la diseñada por Lenín, la cual estructuraba en siete planos complementarios para dar cobertura a las bandas encargadas de atentados mortales destinados a quebrantar o destruir los que en el argot terrorista se denominan “circuitos vitales”.

Los servicios secretos occidentales, los Estados Mayores de los Ejércitos y los servicios policiales de la lucha contra el terrorismo conocen de sobra la estrategia revolucionaria, a la que no son ajenas las conexiones e interdependencia entre los las distintas facciones de este tipo de bandolerismo, agrupadas en la Internacional del Terror, creada en 1967 en La Habana, a iniciativa de la Unión Soviética y que contaba con la protección y asistencia logística de gobiernos comunistas y “progresistas”, entre ellos algunos musulmanes. A partir de su análisis se diseñó una eficaz estrategia contraterrorista que dio sus frutos y permitió su erradicación en las naciones europeas, salvo en España, hasta la irrupción del terrorismo islámico, amparado en el quintacolumnismo musulmán derivado de las corrientes inmigratorias de esa condición religiosa.

LA LECCIÓN OLVIDADA DE LA ANIQUILACIÓN DEL “MAQUIS”

La desaparición de la Unión Soviética y de sus Estados satélites forzó el traslado del centro de coordinación de Interterror a naciones islámicas y a Cuba en Hispanoamérica. La expansión de la versión neocomunistas del neobolivarismo, acaudillado por Chávez, ha hecho de Venezuela la plataforma del narcoterrorismo que tanta sangre ha derramado en aquel continente y en el que también el bandolerismo etarra encuentra protección y respaldo logístico.

España sostuvo una durísima lucha contra el bandolerismo conocido como “maquis”, denominación adoptada en Francia por el autodenominado Ejército Popular Republicano, organizado por los partidos comunistas español y francés, con financiación soviética, condescendencia del gobierno socialista galo y la inhibición de los gobiernos con vitola democrática. Su cuartel general, centro de reclutamiento y campo de entrenamiento se situaron en Toulouse y en su dirección figuraban La Pasionaria y Santiago Carrillo. Esos presuntos “liberadores” deberían apoyarse en las bandas criminales integradas por los residuos de las milicias socialcomunistas que se refugiaron en las montaña, muchos de cuyos miembros se distinguieron por su ferocidad durante las represiones en zona roja y en las que abundaban delincuentes y pistoleros a los que el Frente Popular abrió las puertas de las prisiones tras su triunfo en las elecciones de febrero del 36.

Días atrás recibí de un amigo la carta de uno de estos bandoleros que el nieto de un asesinado en zona roja había encontrado entre los papeles de una abuela a la hora del reparto de sus bienes. El bandolero, muy conocido por sus crímenes, le exigía la entrega de cien mil pesetas bajo la amenaza de que si no lo hacía secuestraría a su hijo, pues sabía por sus confidentes donde vivía y tenía entre éstos, desconocidos por la policía, los que podían hacerlo para llevarlo a su guarida. No diferían los métodos de aquella gentuza con los utilizados luego por el bandolerismo etarra. Es el motivo de que me apoye en ese documento.

La lucha contra aquel bandolerismo fue encomendada a la Guardia Civil, en estrecha colaboración con el Cuerpo Nacional de Policía en la grandes urbes y grupos voluntarios de paisanos, en tanto el Ejército impermeabilizaba la frontera con Francia. Murieron en el empeño numerosos guardias civiles y otros muchos enfermaron a causa de las penalidades que afrontaron las contrapartidas. Pero los bandidos, que lo eran, se quedaron sin el “agua” que Mao creía imprescindible. Si alguno de mis lectores quiere conocer lo que verdaderamente ocurrió, le recomiendo dos libros: “El maquis en España” y “El masques en sus documentos”, del teniente coronel de la Guardia CivilF. Aguado Sánchez (Ed. Sanmartín) Añadiré, si acaso, que, al toparse con la realidad, desertaron muchos de los exiliados enrolados en Francia bajo el engaño de que sería un paseo triunfal su irrupción en España. Uno de éstos era un contrapariente al que debo este tipo de información.

Pudo aplicarse parecida estrategia, adecuada a las circunstancias, para derrotar al bandolerismo etarra y dejarlo sin “agua”. Pero los democratizares tomaron el camino equivocado, a despecho de los informes de los especialistas españoles y extranjeros en la lucha contra el terrorismo. Ya por entonces demostraba la experiencia ajena que para derrotar al terrorismo son inexcusables tres exigencias cuando menos: llevar al ánimo de sus miembros la convicción de que van a morir; sembrar el pánico entre quienes les encubren, les ayudan o les prestan apoyo político; y promover entre la población afectada una total confianza en la acción del Estado y una viva y permanente actitud de repulsa, e incluso de denuncia.

LOS DEMOCRATIADORES CONVIRTIERON EN HÉROES A LOS ASESINOS

ERA de sobra conocido que ETA nació en el seno de las juventudes del PNV y, más en concreto, en la Universidad de Deusto. Asimismo que contaba en Vascongadas con el respaldo de sectores de los jesuitas, de otras órdenes religiosas y del clero, infestados por la llamada teología de la liberación y por el Movimiento Pax, radicado en Varsovia bajo la apariencia de un progresismo católico y dirigido por el KGB. Resultaba palmaria la imbricación entre nacionalismo vascongado y marxismo. Una mixtura que en Hispanoamérica derivó en la “teología de la violencia” y convirtió a no pocos sacerdotes y religiosos en “curas guerrilleros”. O, por usar una vieja nomenclatura española, en “curas trabucaires”.

Sucedía, no obstante, que la monarquía parlamentaria y la democracia partitocrática, resultado de la Ley de Reforma Política y de la aplicación de las Leyes Fundamentales, provenía del régimen de Franco, al igual tantos de sus promotores a derecha e izquierda. Conversos que se esforzaban por eludir el sambenito de franquistas y hacer méritos democráticos.

El primer gran error, cuyas trágicas consecuencias no tardarían en sobrevenir, fue la inclusión de los bandidos etarras encarcelados en la Ley de Amnistía bajo el protervo argumento de que habían luchado, aunque con exceso de pasión, por “la libertad y la democracia”. Fueron llevados a varios países en aviones militares y con una subvención de 200.000 pesetas por cabeza. De criminales pasaron a convertirse los etarras en héroes de la democracia. Una monstruosidad que seguimos pagando a precio de sangre.

Aquella Ley de Amnistía, tan alabada como un consenso interpartitocrático de conciliación y superación de la guerra civil, escondía también, sobre todo respecto de etarras y comunistas, la necesidad de archivar la instructoria del asesinato del almirante Carrero Blanco, presidente del gobierno, la cual estaba a punto de descubrir toda la trama del atentado, incluidos sus ocultos inductores.

Se desplegó simultáneamente una desaforada campaña vindicativa de los terroristas condenados a la pena de muerte y ajusticiados conforme a lo establecido por la ley, la cual tenía sus antecedentes, por cierto, en la leyes de Orden Público y de Vagos y Maleantes de la II República y en la de Justicia Militar, de finales del XIX, no derogada y también aplicada en el periodo republicano. Campaña que logró la abolición constitucional de la pena de muerte, si bien perduró en el ámbito militar hasta época relativamente próxima.

Aquella misma obsesión antifranquista, amén de presiones extranjeras, trajo consigo el restablecimiento inmediato de los antiguos Estatutos de Vascongadas y Cataluña, aún a sabiendas de que al hacerlo se prestaba amparo político y justificación ideológica a los terrorismos etarra y de Terra Llure. Completó el cuadro la introducción constitucional del término “nacionalidades”, extraído de la constitución soviética y nada inocente, amén del desvariado Titulo VIII que establecía un contradictorio y averiado Estado de las Autonomías.

AL TERRORISMO SE LE DIÓ FUELLE DESDE EL PODER DEL ESTADO

NO se hizo esperar la envalentonada arremetida terrorista. Se sintieron parte indisoluble de la democracia instaurada, nuevos “gudaris” destinados a conseguir por las armas la independencia vascongada reclamada por los partidos de la taifa, desde el PNV, teóricamente moderado, y contar con respaldo exterior, no sólo ideológico. Y convencidos, asimismo de la debilidad del Estado. No iban descaminados.

Los gobiernos de UCD, sobre todo durante el periodo de mando del teniente general Gutiérrez Mellado, sustrajeron al homenaje público las honras fúnebres de los miembros de los Ejércitos asesinados por los terroristas. Se temía que las manifestaciones públicas de repulsa y el acompañamiento multitudinario de los entierros, como sucedió en uno de los primeros, generaran reacciones más o menos virulentas contra el gobierno y que los estamentos militares, cuyo malestar crecía de continuo, se sintieran respaldados por la sociedad para desestabilizar al gobierno y ob ligarle a rectificar los términos pactados e impuestos del proceso “democratizador”, entre ellos las concesiones ocultas hechas a los nacionalismos vascongado y catalán de reconocimiento ulterior de su condición de naciones en el seno de un Estado federal.

La acción institucional del 23 de febrero de 1981 tenía como principal objetivo yugular aquel creciente malestar derivado de los continuos y mortales atentados del bandolerismo etarra, además de restar a las Fuerzas Armadas apoyo social. También favorecer el acceso al poder de los socialistas para consolidar la Corona. Es el motivo de que lo recuerde en este análisis.

No cesaron los atentados terroristas ni las exigencias nacionalistas de cumplimiento de lo pactado en el célebre “contubernio de Munich”, ratificado en los pasos iniciales del totalitarismo partitocrático y envuelto en la ambigüedad del texto constitucional. Felipe González se sintió asediado, tomó nota de la liquidación en Alemania de la Baader Meinhof, escuchó los consejos de los expertos en antiterrorismo del CESID, del Ejército, de la Policía e incluso del Mossad. Y decidió aplicar los métodos racionales para descabezar el bandolerismo etarra y dejarlo sin “agua”, aunque fuera parcialmente, ya que le sería difícil y comprometido eludir los compromisos políticos con el PNV. Pero en vez de valerse de servicios especializados, encomendó la tarea al ministerio de Interior y éste a sujetos de su confianza, pero no aptos para tan comprometido empeño. Así surgieron los GAL y sobrevino su fracaso.

Siempre he tenido la duda de si fue realmente el llamado periodismo de investigación el que destapó la chapuza de los GAL, casi en coincidencia con el estallido de los escándalos de corrupción de sobra conocidos y alguno de los cuales todavía colea en sede judicial. ¿O se provocaron para que el P(SOE) saliera de poder y se cumpliera la estrategia de la alternancia? Es muy posible que fuera éste el objetivo político. Pero también tuvo como consecuencia directa o indirecta el reforzamiento operativo del bandolerismo etarra y su condición de brazo armado, o “gudari”, del independentismo vascongado.

Aznar se empeñó desde el primer momento en una batalla frontal contra el terrorismo desde dos frentes: la resuelta acción de los cuerpos de Seguridad del Estado y el logro de la colaboración del gobierno francés para una acción coordinada. Pero su mayoría relativa en el primer gobierno le reclamaba el apoyo parlamentario del PNV, siempre valedor de todo aquello que coadyuvara a su sueño separatista. Y con CiU, harto más cerca del independentismo vascongado que los intereses de España. Aznar logró arrinconar al bandolerismo etarra. Pero no dejarlo sin “agua”. Tampoco avanzó en este terreno durante su segundo mandato de mayoría absoluta. Ha sido Aznar, por cierto, el único presidente del gobierno que, todavía jefe de la oposición conservadora, fue objeto de un atentado etarra. Y precisamente cuando ya se perfilaba como triunfador en las próximas elecciones generales.

La izquierda frentepopulista se amancebaba mientras tanto con los partidos nacionalistas, incluidos los más extremosos. Oteaba la posibilidad de suceder al PP en el poder una vez cumplidas las preceptivas dos legislaturas de su tenencia por el PP.

LA ABERRANTE CONNIVENCIA DE RODRÍGUEZ CON LA CONFABULACIÓN INDEPENDENTISTA

LLEGÓ la ocasión socialista con la matanza de los trenes de Atocha, de la que, a tenor de la sentencia del Tribunal de la Audiencia Nacional y posteriores revelaciones, queda sin conocerse a ciencia cierta quienes fueron los inductores políticos, los organizadores, los ejecutores, la verdadera composición de los explosivos o si el terrorismo etarra colaboró y en que términos.

Lo cierto es que Rodríguez se empeñó con fruición desde el primer momento en una precipitada aproximación concesiva a los nacionalismos periféricos, en eliminar de sus territorios los dirigentes socialistas opuestos a la colaboración con los separatismos, en sustituirlos por otros inclinados al compadreo, en amenguar la acción policial contra los bandoleros, en favorecer holgadas condiciones a los terroristas encarcelados, en proteger la libertad de acción de Ternera, en iniciar apresuradamente negociaciones de “paz” con el enemigo criminal y el político de cobertura, en valerse de la Fiscalía General del Estado y de un sector afín de la Magistratura para favorecer esa infamante proclividad. Y en devolver a los terroristas el escaso volumen de “agua” que los gobiernos de Aznar le habían sustraído, sino en acrecérsela.

Creo innecesario pormenorizar, por de sobra conocidas, todas esas aberrantes prácticas de gobierno. Pero sí subrayar unos mínimos datos que alertan sobre la persistencia de Rodríguez en alcanzar por otros sórdidos métodos los objetivos que se escondían bajo la imagen prefabricada de “pacificador”.

El actual presidente del gobierno en la taifa vascongada, Francisco López, sustituto al frente del PSV del eliminado Nicolás Redondo Terreros, se distinguió por su empeño en cogobernar de nuevo con el PNV y en disciplinado intermediario con los terroristas y batasunos para avanzar en esa suerte de nuevo “abrazo de Vergara” perseguido por Rodríguez. Entre López y Montilla existe la misma diferencia a efectos políticos que entre dos gemelos.

La famosa Ley de Memoria Histórica, con tan grande descaro y aparatosidad oficiadapor Baltasar Garzón en el ámbito judicial, ha servido para inflar aún más la sostenida campaña mediática y partidista de exaltación como héroes de la libertad y la democracia de los asesinos durante la guerra en zona roja, de los equivalentes del llamado “maquis” y de los dirigentes políticos del frentepopulismo que los incitaron o los consintieron. La mera lectura de los comunicados de ETA y de “Gara”, su órgano de prensa, evidencian que los terroristas y sus ramales políticos se apropian del mismo engaño.

SE PODRÍA ANIQUILAR A ETA, PERO EL GOBIERNO LO REHUSA

HEMOS asistido desde que el atentado de la T-4 dejó en evidencia el trampantojo de la paz a reiteradas detenciones de bandas terroristas, gracias por lo general a la colaboración de la Gendarmería y la Justicia francesas con la Guardia Civil y la Policía Nacional, fraguada en tiempos de Aznar. Pero resulta asaz sospecho que se produzcan casi siempre cuando el gobierno Rodríguez precisa desviar la atención de sus descomunales errores y desvaríos. Señal indudable de que si existiera un verdadera voluntad de terminar con ETA dispone el ministerio de Interior de información suficiente para asestar un golpe decisivo al entramado terrorista, a la guerrilla urbana de la que se nutre y al aparato político que lo ampara y le sirve de correa de transmisión.

La insólita sentencia del Tribunal Constitucional de otorgar legalidad a I.I. de Sastre, brazo indiscutible del terrorismo, para participar en las elecciones europeas está en la misma línea de que se valió la Fiscalía General del Estado, o más bien del Gobierno, amén del P(SOE), para que la batusana ANV participara en los comicios y los proetarras se apoderaran de municipios vitales para la existencia del bandolerismo secesionista. Tampoco se cierran “herrico tarbernas” y otros centros batasunos en que anidan confidentes, delatores y la chuma que convoca manifestaciones, exalta a los asesinos y ejectua actos de vandalismo. Señales inequívocas de que el gobierno Rodríguez persiste en una obsesiva estrategia de “paz” que equivale a traición a España.

Las elecciones autonómicas crearon al gobierno y al PSV una situación imprevista: mayoría relativa del PNV, reforzamiento del PSV y el PP como árbitro. Si el PSV cedía a su inclinación tradicional de coaligarse con el PNV, desfondaba el artificio antiterrorista de Rodríguez y sus compinches cuando ya estaban a la vuelta de la esquina las elecciones europeas. López no tenía otra escapatoria que ceder a las pragmáticas condiciones de Basagoiti, quien fue lo bastante inteligente para no integrarse en el nuevo equipo de gobierno. Pero conviene recordar que el interregno, y sabiéndose poseedor del sillón de Ajuria Enea, López y algún otro de su confianza hicieron al PNV guiños de “colaboración democrática”.

UN CRIMEN CON EFECTOS POLÍTICOS BIEN CALCULADOS

LA dirección del bandolerismo etarra, en constante renovación, salvo en su cúspide, ocupada por el siempre por el Ternera, sospechosamente impune y con provocadora libertad de movimiento pese a ser de sobra conocido donde habita, no eligió al azar como objetivo criminal al inspector de la Policía Nacional Eduardo Puelles, con un brillantísimo historial en la lucha contra el terrorismo. Lo llamativo y sorprendente es que un hombre tan marcado y asentado desde hacía largo tiempo en Arrigorriaga, feudo proetarra, no adoptara las mínimas precauciones defensivas, comunes a los efectivos policiales y a los amenazados por ETA. Ya han comenzado la especulaciones ¿Acaso Puelles conocía por sus mandos superiores que ETA se abstendría de atentar hasta que se dieran condiciones propicias para reanudar las conversaciones de “paz”?

El discurso fúnebre de López fue contundente. Cierto. También multitudinaria la manifestación de condena en Bilbao. Y asimismo unánime la repulsa en el parlamento de Vitoria. Un impulso entre los políticos forzado por la vigorosa reacción de la viuda de Puelles, la cual removió la emoción de los vascongados menos acobardados. El eco persiste en las plataformas mediáticas, aunque ahogado por otros temas de actualidad con el pasar de los días. Debemos atenernos a los hechos en adelante. Y dos de ellos deben servirnos de banco de pruebas. Se han registrado en los últimos días e inducen a la duda razonable sobre las intenciones de Rodríguez y de su subordinado López.

La primer la encontramos en las declaraciones a una emisora de televisión de dos miembros de la policía autonómica vascongada con sus rostros ocultos. Denunciaron que sus mandos superiores les habían prohibido durante todo el periodo de gobierno del PNV actuar contra ETA y adoptar una actitud pasiva en todo lo concerniente a su cobertura batasuna. Los medios controlados por el P(SOE) han puesto sordina a esta escandalosa confirmación de la connivencia entre el PNV, las restantes formaciones independentistas y el bandolerismo etarra.

La obligación del presidente de la taifa era iniciar una investigación encaminada a una radical depuración de las ramas podridas y requerir a la Justicia para que intervenga. Y actuar de inmediato, el deber de la Fiscalía. Pero en vez de ello se anunció la decisión del gobierno de que en adelante compartan información sobre el terrorismo la Guardia Civil, la Policía Nacional y la policía de la taifa, amén de con la Gendarmería francesa. Rodríguez y Rubalcaba han aprovechado el pretexto de que López controla la guardia petroriana del independentismo para meter al enemigo en casa y tenerlo informado. No cabe olvidar a este propósito que Garaicoechea ideó la Academia de su policía como centro de formación de mandos de un futuro ejército de “gudaris”.

Un segundo timbrazo de alerta lo encontramos en la decisión del socialismo navarro de adherirse a una doble moción de la proetarra ANV contra la alcaldesa de Pamplona, de Unión del Pueblo Navarro. Un comportamiento de este porte, que pone en evidencia la doblez socialista en sus tratos con el independentismo vascongado y sus pretensiones anexionista, parigual a la de sus correligionarios catalanes y gallegos, no puede atribuirse a un desmán oportunista del PSN para hacerse notar o en la esperanza de tocar poder, sea con quien sea y a costa de lo que sea. La disciplina impuesta por Rodríguez en el partido es inflexible. Nadie se mueve sin la aprobación de Ferraz, salvo a riesgo de perder la silla. Ni tan siquiera el charnego Montilla hace la guerra por su cuenta. Tiene asignado el papel de mosca cojonera para mantener el poder frente a CiU y ERC. Su confrontación con el “Estado español” es una cortina de humo encaminada a enmascarar como concesiones bajo presión y necesario consenso democrático la estrategia hacia un confederalismo dispersivo, o “nación de naciones”.

ES ILUSO CREER Q UE LÓPEZ YA NO ES LO QUE SIEMPRE FUÉ

Y en ese mismo juego está embarcado Francisco López en Vascongadas. Compondrá la figura de martillo de terroristas y de freno al independentismo mientras convenga a Rodríguez Pero mantendrá abiertos secretos pasadizos de entendimiento con el PNV y de negociación el bandolerismo hasta que llegue la ocasión de romper el pacto con Basagoiti forzado por los resultados electorales. Cumplirá con disciplina y fervor la misión que le fue encomendada por el farfullero ocupante de la Moncloa como lo hizo desde que sustituyó en la foto al defenestrado Nicolás Redondo de la que también desaparece Ramón Jáuregui, catapultado al inerte retiro del Parlamento Europeo.

Se agotará la parafernalia condenatoria por el asesinato del inspector Puelles, su nombre y su imagen caerán en el olvido mediático hasta que ocasionalmente convenga exhibirla, la enérgica voz de su viuda se incorporará a las de otras que no se resignan al silencio, seguirán teniendo patente de corso los batasunos de toda laya, cobrarán en la caja moncloaca la mordida política de su último crimen, la “kale borroka” no dejará de abastecer a ETA con nuevas levas de bandidos, Rubalcaba y Garzón los cazarán al acecho cada vez que convenga presumir de eficacia antiterrorista, Otegui no abandonará su función de portavoz consentido de ese sórdido mundo, se mantendrá a Ternera como enlace para las soterradas negociaciones de “paz” y López vestirá el disfraz obligado hasta que la conspiración se consuma. Salvo que la hagan reventar desde fuera o la ira de los hambrientos desde dentro. Es iluso y suicida esperar otra cosa.


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