viernes 19 de junio de 2009
Crónica del desconcierto
Félix Arbolí
H AY veces que uno intenta marchar por el camino recto y en todas partes le salen curvas. El domingo pasado cedí mi asiento en el autobús a una señora mayor. Posiblemente fuera más joven que yo, aunque no lo aparentara. Nunca me ha gustado permanecer sentado, mientras veo que una señora viaja de pie. Es una costumbre que me inculcó mi madre desde pequeño y a pesar de los años transcurridos y los nuevos aires y estilos de vida que nos han llegado no he podido, ni lo pretendo, desterrarla de entre mis normas a seguir. Nada más levantarme y ceder mi asiento, una chica joven se levanta y me ofrece el suyo, aunque yo cortésmente declino la invitación. Tendría que estar muy achacoso o necesitado para permitir levantar a una mujer en mi propia comodidad. No es cuestión de sexo, sino de educación y principios.
Momentos más tarde, ya en el puesto de libros me encuentro a esa señora en animada charla con la mía, pues resulta que es una de sus más asiduas clientas y con la que mantiene una grata amistad. Al reconocerme le comenta gratamente sorprendida mi acción: “Tienes un marido que es todo un caballero. Iba sentado en el autobús y me ha cedido su asiento”. Mi mujer sonríe satisfecha y me mira con unos ojos que quieren transmitir orgullo por una acción que yo considero normal y rutinaria. No obstante, la señora me desconcierta cuando me agarra del brazo al despedirse y me aclara: “Como se nota que somos de izquierda. Todos los izquierdistas tenemos talante y somos muy dados a estos detalles; los otros serían incapaces…”. Y se marchó tan satisfecha…. .
Me quedé tan sorprendido y fuera de órbita que no supe reaccionar. Ignoraba de donde habría podido sacar esa señora su opinión sobre mi ideología política, si sólo había hablado con ella las palabras necesarias en el autobús y no creo que ceder un asiento en un transporte público sea un acto que defina políticamente a nadie. No me dio tiempo a contestarle, aunque tampoco creo que lo hubiera hecho para evitar enfrascarme en una desagradable diatriba ideológica con una señora que estaba agradeciendo y alabando mi gesto. Tendría que haberle preguntado por qué me consideraba de izquierda y haberle aclarado que eso del “talante” era una estratagema ideada por Zapatero, para engatusar a los más fáciles en dejarse comer el coco?. ¿Iba a explicarle que lo que ella llamaba talante, era simplemente una manera de ir por la vida educada y correctamente y que no se lo debía a la política, sino a las enseñanzas de mi madre?. Tampoco creí oportuno darle una ducha de agua fría si le contaba que ni mi madre, ni yo habíamos sido nunca de izquierda, aunque ello no me impida respetar a los que así se consideren. Mi madre, pobrecita, era más franquista que doña Carmen Polo y no por que anduviera metida en política, que era una de sus asignaturas pendientes, sino porque no olvidó nunca los desmanes del Frente Popular y las iglesias y conventos ardiendo de cuya barbarie decía nos había salvado Franco.
En el plano contrario, con motivo de las últimas elecciones, me llama un gran amigo muy querido y me dice sin más : “!Enhorabuena, han ganado los tuyos, gracias a que la izquierda no fue a votar!”. Realmente sorprendido le contesto: “ ¿No se por qué me llamas para decirme esto?. Ya sabes que no me gusta discutir por cuestiones políticas, ni conozco la ideología de los que se quedaron en casa y no se acercaron a las urnas?. Yo jamás te he llamado, ni te llamaré para alabar a ningún político de los que tú consideras míos o censurar a los que yo considero tuyos. Huyo de estas controversias que a nada bueno conducen”. No muy convencido y sin disimular mucho el disgusto ante los resultados, se larga por la tangente y pasamos a otras cuestiones menos importantes, pero también menos conflictivas. Opino que las palabras son como los dardos que una vez lanzados ya no se pueden detener y pueden causar graves e irreparables daños. Y no hay político español de los actuales que se merezca tanto.
Ahora resulta que me consideran de derecha a ultranza y enemigo declarado de todo lo que se oponga a esta ideología. Y ello es completamente falso, pues fanatismo no tengo ni en el terreno religioso. Creo y siempre lo he dicho que los extremismos no son nada buenos, vengan de donde vengan y que la mesura y el respeto deben presidir nuestras vidas y alentar nuestros actos. Tendríamos un mundo mejor y más solidarizado si abandonáramos la radicalización de nuestras posturas.
Tercer golpe bajo con una nueva llamada. Esta vez otra persona muy entrañable que me habla con entusiasmo y emoción de mi articulo “La carta que me llegó de Ultramar”, en Firmas Invitadas. Se lo agradezco y me complace que le haya gustado. A continuación y sin venir a cuento, en tono airado, que va enrabietándose por momentos, me dice “También he leído el otro artículo”. Se refería a mi Contraportada “Ha ganado la abstención y el aburrimiento europeísta”, que por lo visto no ha debido gustar a muchos, porque en cuanto hablo de algunos del PP y les meto caña en asuntos que no me parecen acertados y honestos y que están en la memoria de todos, me echan sin contemplación a los leones, aunque en el mismo lugar comente los errores del adversario. La retahíla que me echó, la bronca que me armó y el afán que puso en intentar adoctrinarme con sus reiterativos y desabridos comentarios fueron de solemnidad. Poco más o menos me hacía culpable de los males de España por no sacudir con la badana a la izquierda de una manera feroz y encima tener el mal gusto de atacar a algunos políticos de la derecha, que la realidad está demostrando no son hermanitas de la Caridad, ni seráficos arcángeles, aunque éstas sean cualidades poco aptas entre políticos. Es decir, para esta persona no tenía “talante”de derecha, sino el “espíritu diabólico” de la izquierda. Y yo sin darme cuenta. No puedo ser el protagonista de tantos cambios en tan corto espacio de tiempo. Me atacan por ambos bandos y ya no se donde meterme, ni qué medidas adoptar.
¿Puede algún buen samaritano ayudarme a salir de esta encrucijada en la que me encuentro?. Yo pretendo y deseo respetar a todos. Oír sus opiniones serenamente, sin iras ni insultos y aceptar lo que de bueno y positivo tiene cada uno y así ir marcando con las migas de las buenas intenciones y sabios consejos el camino que debo recorrer. No obstante, he comprobado que hay demasiados pájaros a mi alrededor que se afanan en hacer desaparecer esas señales de identidad y buen hacer y me dejan más perdido y desorientado que cuando inicié la marcha. Moriré cuando me llegue la hora, sin haberme enterado quién soy yo y cual es mi tendencia política tantas veces zarandeada.
http://www.vistazoalaprensa.com/firmas_art.asp?id=5236
viernes, junio 19, 2009
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