viernes 19 de junio de 2009
El espía patatero
Miguel Ángel García Brera
S I no fuéramos muchos los que pensamos que el presidente del Gobierno de España tiene la nariz más larga que la de Pinocho, estaríamos en la calle manifestándonos contra la injusta promesa de que la Autonomía catalana tendrá más dinero del Estado que la media. Pero ¿quién se ha creído que es este señorito para determinar una política de discriminaciones territoriales sin más ni más? Se quejan los socialistas por si ha habido – lo que no está probado - algún presidente autonómico que ha aceptado el regalo de unos trajes, sin mediar contraprestación alguna, y llega este presidente culé a Barcelona, recibe gratis un balón y se emboba con el esférico entre las manos, dispuesto aparentemente a agradecer la atención con promesas, ofensivas para el resto de España, que la verdad es que no le ha regalado balón alguno y tampoco tantos votos como los catalanes. Como he anticipado, de no ser porque tenemos reiteradas pruebas de que en el caso de ZP está claro que una cosa es prometer y otra dar trigo, España ardería hoy en protestas. Ayer mismo, en el Parlamento, ZP se olvidó, con sus correligionarios, de su palabra de endurecer las penas a los pederastas, hecha a los padres de Mary Luz, que deben estar hoy que trinan.
Incluso quienes, por ser españoles, nos sentimos catalanes también, y no nos agrada tener que protestar por la promesa envenenada del leonés, al menos sí tenemos necesidad de pedir que no se siga tomando el pelo a Cataluña, pues ya estuvo bien con aquello de que el Estatuto que aprobara el Parlamento catalán sería el aprobado por el Congreso – sin perjuicio de que nunca debió decirse tal barbaridad jurídica- y , ni fue así, ni sabemos a dónde va a ir a parar el asunto, en manos de un Tribunal Constitucional que, por la causa que sea, es más lento que los trenes de mercancías de los años cincuenta. Bien es verdad que con ocasión del Estatuto nadie le regaló un balón al presidente y el hecho de recibirlo ahora y manosearlo, con una risilla alegre de hospiciano el día de Reyes, durante su periplo por la T1 del Prat, algo le motivará para salir de mejor modo de su injusta promesa de discriminación pecuniaria. Veremos por dónde tira Rodríguez Zapatero para salir indemne de este regalo de la pelotita, que ha aceptado y disfrutado a toda cámara. Pelotas tendrá que echarle, desde luego. Claro que lo del balón es muy goloso y si no que se lo pregunten a Cristiano Ronaldo.
Mientras tanto, el Circo sigue adueñándose de España, pues solamente con filosofía circense cabe analizar el asunto de un director de la Seguridad Nacional al que se achacan algunas actividades incompatibles con su servicio, pero no dejan de tener gracia, aunque sea negra. Si es verdad lo publicado – creo que nada se ha probado todavía – el jerarca almacenaba la cosecha de patatas de un pariente en la sede del Centro Nacional de Inteligencia y luego las vendía, no sé si a sus amigos favoreciéndoles en el precio sin competencia o a cualquiera como haría un simple patatero. El Jefe de la Seguridad Nacional, según lo publicado, disponía de sus “espías” para que, con gafas de buceo, le dejaran impoluta la piscina, que eso sí que mola, pues yo llevo ya tres años sin disfrutar de la mía, porque ponerla a punto me resulta más caro que pasar una semana en la mejor playa de España, que, como es sabido, se llama El Sardinero. Como no sé dónde el hombre guardaba las patatas en un Centro de mobiliario y acceso tan sofisticado, como supongo será el que dirige, quizá en invierno se almacenaba el tubérculo en la piscina y, claro, sin gafas de buceo, a ver quién la deja a punto para ofrecer un baño a los invitados. Seguramente confundido con lo que es su obligación, espiar, parece que lo hacía con una empleada del hogar de la que sospechaba un amigo, no sé qué, pero nada que tuviera que ver con la seguridad nacional. Como el Jefe del CNI parece aficionado a la caza y pesca, más allá de la de espías, terroristas y demás enemigos del Estado – que es su obligación – también disponía –y sigo sin creérmela hasta que un juez no compruebe lo que se está publicando estos días - de los frigoríficos oficiales para colgar los venados y otras piezas que el hombre mataba o pescaba, eso sí, escoltado por gentes de su departamento, cuya nómina pagamos los españoles en una afán lógico de sentirnos protegidos; pero, sinceramente, no contra los venados, los peces espadas u otros animalitos semejantes. No me digan, lectores, amigos, que no es chusco un país que dispone de un director de la seguridad metido a patatero, haciendo de la limpieza de la tina una astracanada propia de un divo de la canción popular cuando se aloja en un hotel, y espiando a la criada de un amigo, como un voyeur de telenovela, sin limitarse a hacerlo con quienes pudieran resultar peligrosos para el orden y la convivencia nacional.
En fin, Miquelarena, ¡qué país!
http://www.vistazoalaprensa.com/firmas_art.asp?id=5242
viernes, junio 19, 2009
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