martes 12 de mayo de 2009
Sobre los tipos de interés: cuando los cuentos chinos rozan el delito
Eduardo Arroyo (Elsemanaldigital.com)
D A la sensación de que la solución a esta crisis económica es mucho más simple de lo que parece si no fuera por unos economistas fracasados que se niegan a admitir su derrota.
Un amigo me ha pasado un artículo publicado en el digital económico Cotizalia.com que expone algunos puntos de interés relativos a la actual crisis económica. En el mencionado artículo, titulado Un mundo de oportunidades (8.5.2009), Jesús Banegas explica que "las dos principales razones de la actual crisis económica son: una excesiva emisión de dinero barato y una proliferación y expansión incontrolada de artificiosos e insustanciales productos financieros".
En la frase hay una confusión sutil, una confusión al fin y al cabo interesante porque da pié para discutir algunas pseudoargumentaciones que circulan por la Red. Y es que la emisión de dinero barato es esencialmente diferente de la expansión incontrolada de productos financieros: el dinero barato sirve para hacer pagos pero también para producir. La economía que crea riqueza y empleo necesita dinero barato y financiación abundante y sin ella se para. Por el contrario, los denominados "productos financieros" están ligados mayormente a la especulación, a ese dinero que obtiene sus beneficios de su circulación por encima de fronteras y que se multiplica sin producir absolutamente nada tangible más que otra suma mayor.
Por todo ello no deja de ser chocante que se culpe al "dinero barato" de la actual crisis. Éste dinero, nacido de una política de bajos tipos de interés en origen y de los créditos abundantes de los bancos, ha hecho posible el crecimiento de la economía mundial. Sin él nadie hubiera podido comprar absolutamente nada. Precisamente ese grifo, ahora cerrado, es el verdadero responsable de la crisis. Decir que la razón de los problemas radica en la abundancia de financiación –y decirlo precisamente ahora que esa financiación falta porque el mencionado grifo se ha cerrado- es como si se sangra a un individuo hasta el shock hipobolémico y luego se explica que su muerte se ha debido a la sangre que tenía cuando gozaba de buena salud.
Resulta bastante hipócrita aducir que la economía no estimula el consumo cuando Trichet está aproximando los tipos de interés del BCE casi al 1% y ocultar que igualmente Trichet presta dinero a unos bancos que se niegan por sistema a transmitir ese dinero barato a la generalidad de la población. De hecho, no es un secreto para nadie que los bancos han utilizado las ayudas de los gobiernos para recapitalizarse, dificultando a su vez la concesión de préstamos al cliente común que lo necesita. En el camino que conduce el dinero desde su origen –el BCE- hasta el hombre de la calle que tira de la economía real, Trichet no es más que el primer peldaño. Los bancos comerciales tienen en el funcionamiento de la economía una enorme responsabilidad social que el poder político debería de regular, llegado el caso de decidir entre las fabulosas ganancias de la banca y la necesidad de la gente trabajadora pero ¿quién le pone el cascabel al gato cuando la gerontocracia liberal se opone sin paliativos?
Un problema muy distinto es el asunto de hacia qué se oriente la producción: durante años España ha vivido por y para el sector inmobiliario. ¿Absurdo? Al fin y al cabo es también esa una decisión del libre mercado que, según tantos gurús, debe ser respetado cueste lo que cueste. Esa decisión, sin duda dentro de la lógica del absurdo propia de la economía capitalista, también podía haberse corregido desde el propio Estado, el cual, por desgracia, decidió inhibirse. Lamentablemente, por sistema se escamotea el razonamiento de que entre la planificación soviética y el capital irrestricto liberal hay muchas posiciones intermedias algunas de las cuales deben defenderse para que los humildes no sean sacrificados a la codicia de unos pocos.
Cada vez es más evidente que la solución es mucho más simple de lo que parece y que la arrogancia de unos economistas fracasados se niega a admitir lo simple del caso para salvar su petulancia. El remedio pasa forzosamente por arbitrar los mecanismos para que el dinero llegue a la gente en la medida en que la economía real lo necesita. Créese una banca pública o avale el Estado los créditos a las PYMES. Da absolutamente igual porque a la hora de defender el derecho del pueblo a vivir dignamente no debe haber dogmas ni ideologías obstruccionistas. Lo único que cuentan son soluciones eficaces y objetivos cumplidos. Lo demás son cuentos, y nos tememos que algunos lindan con el delito.
http://www.vistazoalaprensa.com/contraportada.asp
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