5-V-2009
El sesgado universalismo de la justicia española
EDITORIAL
Este es el universalismo de la justicia española. Un universalismo caprichoso que responde más a criterios ideológicos que jurídicos y que no le hace ningún bien a la justicia, ni a la diplomacia, ni a España.
"¿Quiénes somos nosotros para arreglar la casa ajena cuando tenemos que arreglar tanto en casa propia?". Podría elaborarse más el planteamiento de Carlos Dívar, presidente del Tribunal Supremo, pero no exponerse de un modo tan claro y contundente como lo hizo este lunes en una declaración pública. Es en la fuerza de lo obvio donde radica su originalidad. Asistimos en España a una crisis judicial de primer orden, cuyo síntoma más visible es el malestar general con el estado de la justicia, mientras algunos jueces se empeñan en abrir peregrinas causas que poco o nada tienen que ver con la jurisdicción española, que es la que a ellos les compete.
La jurisdicción universal, un concepto jurídico muy reciente y bastante desconocido, podría resultar razonable siempre y cuando afectase a los intereses de súbditos españoles en el extranjero que, como bien ha indicado Dívar, no hayan sido suficientemente protegidos más allá de nuestras fronteras. Pero de ahí a convertir la jurisdicción universal en una suerte de salvoconducto para incoar causas internacionales y con cualquier pretexto hay un trecho considerable. Demasiados puntos negros tiene la justicia en España como para que sus administradores se dediquen a ir de justicieros por medio mundo.
Baltasar Garzón, el eterno juez estrella cuya ansía de notoriedad es sobradamente conocida dentro y fuera de España, es quizá el representante más distinguido de esta justicia universal ejercida desde un juzgado de Madrid. Pero no es el único ni el más sangrante. Otro juez de la Audiencia Nacional, Fernando Andreu, ha emprendido una campaña judicial contra el ejército de Israel por un bombardeo selectivo de éste sobre la casa de un líder de Hamas en un barrio de Gaza allá por el año 2002. De nada ha servido que el propio fiscal de la Audiencia haya pedido que se archive la causa por considerar que España no puede actuar como una "tercera instancia penal" en el caso. Andreu sigue en sus trece provocando incluso un conflicto diplomático con el Gobierno israelí.
Andreu, ocupado en arreglar en casa ajena descuidando el lamentable estado de la propia, se escuda tras el Convenio de Ginebra para juzgar un asunto que ni va ni viene con la justicia española. Y no sólo eso, todo el caso del ataque a Gaza apesta a las consignas clásicas de la izquierda antisemita. La causa, nacida de la denuncia de una ONG palestina, involucra actualmente a siete militares israelíes incluido el ex ministro de Defensa Benjamin Ben-Eliezer, pero en origen incluía al entonces primer ministro Ariel Sharón, objetivo predilecto de la última hornada de judeofobia. Contrasta además el celo de Andreu en investigar al ejército israelí cuando ni él ni ningún otro juez se han preocupado nunca de escrutar las acciones de Hamas dentro de su territorio que no son, precisamente, muy respetuosas con los derechos humanos.
Podría decirse lo mismo de Garzón y sus incursiones internacionales en las que jamás ha iniciado proceso alguno contra dictadores socialistas, con o sin españoles de por medio. Este, según parece, es el universalismo de la justicia española. Un universalismo caprichoso que responde más a criterios ideológicos que jurídicos y que no le hace ningún bien a la justicia, ni a la diplomacia, ni a España.
http://www.libertaddigital.com/opinion/editorial/el-sesgado-universalismo-de-la-justicia-espanola-49015/
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Más sobre la Justicia...
15-05-09 VISTO PARA SENTENCIA EL JUICIO A RAFAEL JIMÉNEZ DE PARGA, ALFREDO SÁENZ ABAD Y OTROS,
Y LA PRESENTACIÓN DEL LIBRO DE VICTOR SAURA “LA CATALUNYA MES FOSCA”.
Rafael del Barco Carreras
Un día intenso. Me temí que la anunciada variación de conclusiones provisionales del fiscal liquidara el juicio. Lo sucedido el 2008 con Gran Tibidabo (Port Aventura), que los pactos entre la fiscalía y las partes acabaron con lo que soñé un repaso y hasta bendición a mi “Barcelona, 30 años de corrupción”. Pero no, la Fiscalía mantenía la acusación, aunque rebajada de los nueve años iniciales a tres años y medio de cárcel para Rafael Jiménez de Parga, Alfredo Sáenz Abad y Miguel Ángel Calama, y retiraba la acusación a José Ángel Merodio.
Seis horas de fiscal, dos abogados acusadores, y cinco defensores. Terrible. Los dieciséis oyentes se convirtieron en los seis habituales después de oídos los cargos. Extorsión, denuncias falsas y estafa procesal.
Se juzgaba a mis “abogados” y a la “banca” en el “todo vale”. Y la idea de que yo fui la primera víctima del conjunto, que cobrando de Javier de la Rosa, sustituyeron culpables, me martilleó toda la mañana. Si durante el juicio me sentí un espectador, he de confesar que las defensas me alteraron. El argumento de que las falsedades en la denuncia eran simples errores de los que Rafael Jiménez de Parga pedía disculpas, o de que en definitiva los culpables eran los denunciantes porque estafaron al banco, me enervó.
El abogado de Merodio le dio la vuelta al calcetín, el juez Pascual Estevill con su actuación alteró la querella del banco reclamando 639 millones a los ahora acusadores, acabando sobreseída. Perjudicó, pues, al Banco, los acusados ahora. Cortando y pegando a su gusto del libro, Estevill y "El Clan de los Mentirosos" de Félix Martínez, su tono crecía. Pretender quince años después, decía, que tanto Rafael Jiménez de Parga como los banqueros pagaran por los delitos del ex juez, que no reconoció en las declaraciones al presente juicio, y que entonces no solo nadie suponía sino que “todo el mundo” alababa sus actuaciones contra la gran burguesía catalana, acentuaba con exagerado énfasis, era un disparate.
Con excelente oratoria obviaron años de relación del juez y abogado, las oscuras conexiones del propio Banesto y su filial Banco Nogués (dijo el abogado) real procedencia de los créditos renovados año tras año no reconocidos por los ahora acusadores, y mucho menos avalados, y lo peor, docenas de extorsionados que conocí en la cárcel, el “lo sabía toda Barcelona” confesado por el abogado Juan Piqué Vidal (condenado en el juicio del 2004 del que derivaba éste) y sobretodo el fatídico domingo en que o pagaban 50 millones para el bolsillo del juez y supuestamente de Rafael Jiménez de Parga, o no salían de la cárcel.
Cuando a las siete y media de la tarde acudía a la presentación del libro “La Catalunya mes fosca” de Victor Saura aun me hervía la cabeza. Un bálsamo el ambiente de entusiastas y merecidos aplausos al autor y presentador, derivados a las víctimas y a mí en concreto. Paseo de Gracia, Librería Els Jardinets, frente al edificio del Banco Comercial Transatlántico, antes de la Guerra Mundial Alemán Transatlántico, y ahora absorbido por su propietario de siempre el Deustche Bank, donde me iniciara de empleado de banca por los 50. La primera vez que un gran conjunto de desconocidos reprobaba la versión esparcida y condenatoria en que me convirtieron en un réprobo, y con falsedades me encarcelaron y condenaron.
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