viernes 1 de mayo de 2009
La mujer una víctima histórica
Félix Arboli
R EPASANDO la Historia vemos que la mujer no ha sido una criatura privilegiada, respecto al hombre. Menos mal que ha llegado nuestra Bibiana Aido y al estilo cidiano sobre la “Babieca” de su ministerio de la “Igual-da”, que no da igual, se ha dispuesto a emprender una dura batalla contra los errores y maldades históricos para hacer de la mujer la reina del universo. Una lucha que dado el objetivo cuenta con todo mi apoyo y consideración. A sus pies siempre, mi paisana y ministra.
Yo siempre he oído decir que detrás de un gran hombre, siempre hay una mujer en la sombra. Algo que comparto plenamente, aunque no comprenda por qué siendo ella el motor de ese éxito, ha de permanecer en el anonimato. Y también añadiría que si el hombre es soltero su éxito se deberá a la influencia materna durante su infancia. Soy un convencido de que no hay hombre capaz de haber alcanzado la cima de sus ambiciones o sueños, si no ha tenido a una mujer acompañándole y animándole en la empresa. Los ejemplos serían tan numerosos como convincentes. A mi entender el hombre es una marioneta del destino cuyos hilos mueve hábilmente la fémina que le ha tocado o elegido como compañera. Dicen algunos graciosos, que no tienen maldita gracia y hablan por despecho, que “la mujer es un animal de largo pelo y corta inteligencia”, sin darse cuenta que con pelo corto o larga melena, que ahora lo llevan de ambas formas unas y otros, la mujer posee mayor perspectiva, habilidad e inteligencia que el hombre.
Hay matrimonios donde la influencia femenina se hace más notable. En unos casos por debilidad de él y en otros por el excesivo carácter de ella. Todo matrimonio es una conjunción y acoplamiento de caracteres cuyo resultado se traduce en la buena o mala marcha del mismo. Normalmente la mujer del político, hombre cuya vida transcurre mayormente de cara a la galería, tiene gran importancia no ya sólo en el momento de su elección para el cargo al que aspira, sino para mantenerlo en el candelero y la popularidad durante su mandato. Por esta causa los más avezados suelen ir acompañados de sus esposas a los actos públicos y cuidan con especial interés su vestuario, sonrisa e incluso encantos físicos para que cause inmejorable impresión entre el público. Una mujer adusta, extravagante y poco agraciada, de poco puede servir al marido para acaparar votos. Napoleón y Josefina, Isabel y Fernando,- los Reyes Católicos- el matrimonio Curie, don Juan Carlos y doña Sofía, etc., son parejas donde la mujer brilla con luz propia y hasta le ha dado luminosidad a la vida del esposo. En el caso del presidente de Francia, Sarkozy, su esposa Carla Bruni, es una mujer de esbelta figura, encantadora sonrisa y madura belleza que lógicamente debe ir dando encanto e interés donde quiera que vaya la pareja. Con su presencia el político galo tiene asegurada una primera sonrisa de cortés admiración. Y eso, aunque parezca poco, es mucho. Pero no quiere decir que la ex top- model italiana y cantante desempeñe el papel de “mujer florón”, tan típica de los años en que las esposas parecían muñecas de porcelana. Todo lo contrario, hoy la mujer aparte de su belleza, distinción y exquisitas maneras, aporta inteligencia, conocimiento de idiomas, preparación para abordar toda clase de temas que puedan presentárseles y hasta cierto coqueteo discreto y milimetrado, para que su anfitrión perciba su presencia y la valore positivamente. Hay mujeres de políticos que han preferido permanecer eclipsadas en cuantos actos oficiales se han celebrado, como el caso de Carmen Romero, en su etapa de esposa de Felipe González, que parecía tener fobia a los viajes y entrevistas oficiales. O las que mantienen un positivo termino medio como el caso de la de Rodríguez Zapatero, Sonsoles, que aparte de acompañar a su marido en actos que considera convenientes y lógicos, continua con su vida familiar y sus actividades como soprano en la coral, para no romper del todo con su habitual manera de ser y vivir. En el caso de Rajoy, pocos han podido conocer a su mujer. Sus razones las desconozco, aunque estimo que tanto ocultamiento no es buena medicina para un político que aspira alcanzar la máxima popularidad.
No obstante lo dicho anteriormente, el hombre se ha empeñado a lo largo de la Historia en minimizar la importancia y trascendencia de la mujer no sólo en su propia vida, sino en la de toda la Humanidad. Zaratustra el filósofo persa del siglo VII a de C, decía: “ La mujer debe adorar al hombre como a un dios. Cada mañana debe arrodillarse nueve veces consecutivas a los pies del marido y con los brazos cruzados preguntarle, ¿ Señor, ¿qué desea que haga?. .Desde que he conocido su imbecilidad se ha convertido para mí en un cretino redomado, cuyo nombre no merece haber pasado a la posteridad. Yo veo a mi mujer haciéndome esta pantomima acabada de levantar y me separo, alegando pérdida de su razón. Pero no crean que fue el único. En las Leyes de Manu, (libro sagrado de la India), se especifica que “Aunque la conducta del marido sea censurable, aunque éste se de a otros amores, la mujer virtuosa debe reverenciarlo como a un dios”. Otros retrasados mentales. Es decir, vía libre al hombre para sus calaveradas. No fueron más moderados los babilónicos que en el famoso Código de Hamurabí, considerado de inspiración divina, decretaban que “Cuando una mujer tenga una conducta desordenada y deje de cumplir con sus obligaciones del hogar, el marido puede someterla, esclavizarla y servirse de ella para pagar a sus acreedores y él, mientras tanto, contraer nuevo matrimonio”. Posiblemente éste tipo de leyes haya sido el origen de los proxenetas y de los carnudos consentidos. La Biblia incluso, nos habla de que la mujer salió de la costilla del hombre, cuando sin la mujer no hubiera podido existir hombre alguno. No me explico como este Libro tiene carácter de revelación divina.
¿Hubo alguien en aquellos tiempos que se ocupó de dignificar a la mujer y hacerle interpretar su magnífico y necesario papel en el ámbito familiar y social? Me temo que no. Según el Corán, los hombres son superiores a las mujeres, porque Alá les otorgó la primacía sobre ellas y dio a los varones el doble de lo que dio a las mujeres. Si no les obedecen pueden castigarlas, abandonarlas en sus lechos e incluso golpearlas…No se le legó al hombre mayor calamidad que la mujer”.. Ignoro, ya que no me lo he leído, si en este libro sagrado se trata siempre así a la mujer. Sin comentarios.
No se libran de este criterio los cristianos, ya que según San Pablo, “Las mujeres que estén calladas en la iglesia, porque no les está permitido hablar, si quieran ser instruidas sobre algún punto, pregunten en casa a sus maridos” Me da la impresión que aquí nuestro Saulo se pasó varios pueblos al tratar de esta forma a la mujer. Creo que hay bastante machismo en estas recomendaciones. Menos mal que nuestra Bibiana Aido no debe ser buena lectora de los Evangelios, si no, encontraría motivos para prohibirlos y condenarlos en su famoso ministerio de la “Igual-dá”, que no es “Igual” y su empeño en feminizar hasta lo que es privativo del varón. ¡Manda huevas!. . .
Hasta nuestro amigo Aristóteles, otro filósofo que posiblemente ya estuviera algo achacoso, manifestaba que “la mujer es un hombre inferior”. ¿Se puede decir mayor barbaridad?. En ese caso yo debo ser un homosexual empedernido, pues me gustan a rabiar “esos hombres inferiores”. Y no puedo olvidar a Enrique VIII, fundador de la Iglesia Anglicana, que tampoco fue un gran defensor de la mujer, a pesar de su insaciable libido, ya que se casó con seis, previos cortes de cabezas de las ya usadas. Para éste monarca las decapitaciones de sus esposas le proporcionaban nuevas noches de placer con otra candidata al tálamo y al inevitable y posterior cadalso. La mujer sólo significaba para este sádico inglés ese bombón que apetecemos y que una vez abierto el envoltorio y saciado el deseo, tiramos a la basura, aunque en su caso, eran cabezas las que caían en la cesta del verdugo para que pudiera estrenar esa noche un nuevo colchón. La Constitución inglesa, del siglo XVIII, determina que “Todas las mujeres que sedujeran y llevaran al matrimonio a los súbditos de Su Majestad, -como si ellas no lo fueran-, mediante el uso de perfumes, pinturas, dientes postizos, -curiosa advertencia para esa época-, pelucas y rellenos en caderas y pechos, incurrirán en delito de brujería y el casamiento quedaría automáticamente anulado”. ¡Cuantas brujas deben andar circulando por esas calles, platós de televisión y fiestas sociales!.
Hace unos días, escribía sobre el amor con motivo del “Día Internacional del Libro” y la tradición catalana de regalar una rosa a la mujer en esa fecha como tributo de admiración. De los más de quinientos artículos que llevo publicados en estas páginas, me atrevo a asegurar que el mayor porcentaje de ellos tienen como tema el amor y la mujer. Porque desde que tuve mi primeras experiencias con ellas y pude apreciar sus inigualables sensaciones, se convirtieron en una auténtica y maravillosa obsesión para mi. La mujer, siempre lo he dicho y lo he creído es el regalo más bonito y necesario que Dios ha dado al mundo, a pesar de tantas aberraciones históricas intentando convertirlas en un simple pasatiempo y capricho del hombre. Una equivocación que va más allá de la razón y la lógica, porque sin la mujer, sin la hembra de cualquier especie, la Humanidad no hubiera existido y el hombre vagaría en esas desconocidas dimensiones de la nada. Hasta el mismo Dios hubo de recurrir a la mujer, para poder realizar su gran obra redentora. Sin María, su Madre, no hubiera sido creíble y lógico el nacimiento de Cristo como hombre. .
A veces creo que me he equivocado de época y soy una especie a extinguir, viendo al hombre actual y su extraño proceder, como si estuviera próxima una quinta glaciación y su propio exterminio al minimizar conceptos y valores que deberían tener su máximo respeto. Yo pase lo que pase, moriré feliz admirando y amando a la mujer.
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viernes, mayo 01, 2009
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