viernes 29 de mayo de 2009
Totalitarismo a toda pastilla
Ismael Medina
B ASTA que el más imbécil o trapisondista enarbole la bandera retórica de la democracia para que se acallen las voces críticas, temerosas de que los inquisidores del nuevo desorden les coloquen el sambenito de reaccionarios, retrógrados y franquistas. Y si se les ve la trasera de su irresponsabilidad, memez o aprovechamiento ilícito, se justifican con la apelación a inevitable inmadurez de una joven democracia. Todo menos asumir la responsabilidad de sus propios desvaríos. La culpa será siempre del bando contrario. Y si no cuela, de Bush, la guerra de Irak , Franco, los Reyes Católicos y hasta de don Pelayo por haber hecho imposible durante siglos la Alianza de Civilizaciones.
La ficción de democracia en la que braceamos como náufragos asidos a un astillón coloreado con ajada purpurina pasó ya el Rubicón de la treintena. Y los regímenes, al igual que las personas, son tan hueros como un nuevo pasado largamente de fecha si en ese tiempo no han madurado. Están aquejados de insanable infantilismo. Una suerte de paranoia que les induce a encubrir sus deficiencias y patrañas con burdas mentiras que terminan por creer verdades absolutas. De ahí a la arbitrariedad totalitaria solo hay un paso. Y ese paso, el cual se dio a raíz del emplaste constitucional, se ha convertido en zancada desde 2004.
Acerca del proceso persistente de degradación democrática en el mundo, harto más acusado en España, he escrito con reiteración. Lo que conduce a proponer una cuestión al parecer contradictoria en términos conceptuales: ¿Puede ser totalitaria una democracia?
El totalitarismo se caracteriza, según notorios cultivadores de la Ciencia Política (si es que la política como arte de lo posible o como juego de poderes puede considerarse una ciencia) por una serie de factores de comportamiento de los que enumero los más relevantes: supremacía del Estado y su utilización como instrumento partidista; apropiación de las instituciones básicas del Estado de Derecho; propensión irrefrenable al dogmatismo; incitación del sentimiento en demérito de la razón; excitación del fanatismo; sometimiento y subordinación gregaria de los intelectuales y de cualesquiera actividades culturales; manipulación de las mentes; populismo desaforado; conversión de los oponentes en enemigo a batir a toda costa; utilización de los sindicatos como marionetas del poder político; apropiación directa o encubierta de los medios de comunicación.
Considero afirmativa a la pregunta que planteaba la proyección de esos elementos definitorios del totalitarismo a la realidad actual de la forma democrática que unos llaman de “bipartidismo imperfecto” y otros de “equilibrio catastrófico” entre las fuerzas sociales y políticas del capitalismo. Y no creo que me desmientan los asiduos a Vistazo a la Prensa.
Advierto de antemano sobre la falacia de considerar como única y válida forma democrática la surgida de las revoluciones norteamericana y francesa, hechura ambas del iluminismo. Es ya aburridamente tópica la irónica argucia dialéctica de Churchill de que la democracia es el menos malo de los sistemas políticos. Al no adjetivarla podrían hacerla suya las democracias populares de signo marxista, la democracia corporativa mussoliniana, la democracia nacional obrera del III Reich, la democracia orgánica que defendió el liberalista Salvador de Madariaga y Franco hizo suya, la democracia presidencialista norteamericana, la democracia bolivariana del chabacano neomarxista Chávez, la teocrática iraní , la socialcapitalista china y tantas otras. Comparecen en todas ellas, con mayor o menor énfasis, los factores que he sintetizado de un buen número de tratadistas.
Lo que, a mi parecer, importa realmente de unas u otras formas del desvío histórico de las democracias hacia el totalitarismo son dos cuestiones básicas y obviamente imbricadas: si su gestión, guiada por el servicio al bien común, favorece un efectivo desarrollo económico, social y cultural; y si a su frente hay un estadista o un político más o menos de alubión.
La apelación a los grados de libertad en unas u otras formas de democracia también está aquejada de subjetivismo y equivocidad. Las opciones de libertad de personas y comunidades son múltiples, como asimismo las graduaciones en su posibilidad objetiva de ejercicio. Y siempre en confrontación con la seguridad.
Libertad y seguridad son vasos comunicantes cuyo armonioso equilibrio ha sido siempre de problemática consecución y de notoria fragilidad. Es de sobra conocido que a mayor libertad, menos seguridad. Y viceversa. Fenómeno éste que siempre ha excitado reacciones contra los excesos de libertad cuando derivan en desorden o anarquía; y contra los de seguridad cuando ésta asfixias la libertad.
Las dos últimas semanas han sido prolíficas en desmanes totalitarios de toda laya, culminadas con la chulería de Rodríguez de acudir en avión militar a un mitin electoral del partido en Asturias, después que saltara a los medios esa misma y procaz utilización para lo mismo en Sevilla. Tan persuadido está de su impunidad que se pasa cualquier prevención ética y legal por el arco de triunfo sin perder su estúpida sonrisa. Su entorno cipayo aplaude su chulería. Y Rubalcaba, al justificarlo cínicamente como exigido por la seguridad que debe rodear al jefe del Ejecutivo, olvida que cuando Merkel y Sarkozy, por ejemplo, se valen de aviones militares para similares fines u otros particulares, sus partidos pagan al Estado el importe de los gastos ocasionados. También lo hizo Aznar. Pero no determinados poncios socialistas en tiempos de Felipe González.
La chulería de Rodríguez atufa de totalitarismo. Se sabe a cubierto por un poder judicial que Felipe González se encargó de subordinar por ley a las arbitrariedades del poder político. Acaba de confirmarlo el Tribunal Constitucional al rectificar la sentencia del Tribunal Supremo que prohibía la candidatura de la nueva y ocasional marca etarra para participar en las elecciones europeas. El alambicado e insostenible contenido jurídico de la sentencia solo puede tener justificación política: Rodríguez y el P(SOE) no han abandonado su ya conocida proclividad a un pacto de paz con el terrorismo y su cobertura política nacionalista. Necesitan dejar una puerta abierta para cuando López reniegue del pacto con el PP, al que le obligaron los resultados electorales, y retorne al amancebamiento con el PNV.
Falté a la cita la semana pasada y he y vuelto con retraso a ponerme frente al ordenador por motivos personales que no vienen al caso puesto que el periodista es testigo de lo que sucede en su entorno y debe celar su intimidad. Apremiado por el tiempo eludo abordar, uno por uno, los hechos concretos que no sólo confirman el anclaje totalitario del actual gobierno y el P(SOE), sino también la baja estofa de sus miembros y la irremediable memez de tantos de ellos. Pero considero como demostración de la realidad de un Estado de rehecho la insólita sentencia del Tribunal Constitucional a que me refería.
Bien es cierto que el Tribunal Constitucional ya tiró por la borda su prestigio con aquella lejana sentencia que dio validez al expolio de Rumasa para beneficio de una banca en graves dificultades y de la corrupción que presidió el reparto de sus empresas entre la clientela socialista. Y alguna que otra posterior. No es insólito, por lo demás, que tales inclinaciones y desvíos totalitarios se registre en su más aguda expresión bajo gobiernos socialistas. Sigue viva en su entraña su originaria genética marxista, la cual sem reactiva, incluso en términos paranoicos, cuando su frente se sitúa, o sitúan fuerzas ocultas, un atrabiliario sujeto de tan menguada talento como Rodríguez.
http://www.vistazoalaprensa.com/firmas_art.asp?id=5216
viernes, mayo 29, 2009
Pablo Sebastian, Chulería y ventaja electoral
viernes 29 de mayo de 2009
Chulería y ventaja electoral
Pablo Sebastián
Haciendo bueno el dicho popular de "si no quieres caldo, toma dos tazas", el presidente Zapatero ha vuelto a utilizar un avión tipo Falcon de las Fuerzas Aéreas españolas para asistir a un mitin electoral en Asturias, después de haber hecho lo mismo el pasado fin de semana en Sevilla. Lo que, además de una indecente chulería, constituye una flagrante ventaja electoral que la Junta Electoral Central debería prohibir, o extender al resto de los líderes de los partidos que participan en las elecciones europeas para facilitar esta gratuita ubicuidad electoral que se paga con los fondos del Estado en menoscabo de los partidos con menos medios económicos, con lo que se aumenta la diferencia, de mayor a menor, que ya prima al primer partido nacional en ayudas directas de fondos electorales y acceso a los medios públicos de comunicación. Por ejemplo, ¿qué piensan en IU de todo esto?
Naturalmente, y como es habitual en ellos, el diario El Mundo ha apoyado a Zapatero y a la vicepresidenta De la Vega -sus protegidos habituales- ante este flagrante abuso político y electoral, empeñado como está el diario en la derrota de Mariano Rajoy, sumándose así al gigantesco aparato mediático del que disfrutan el Gobierno y el PSOE en un proceso electoral que tendrá lecturas y consecuencias políticas nacionales. No en vano no sólo están en juego los diputados del Parlamento Europeo, sino la opinión de muchos ciudadanos sobre la actuación de Zapatero y de su Gobierno sobre la crisis económica, así como sobre el PP y líder del primer partido de la oposición, Rajoy.
La chulería de Zapatero constituye, además, un gesto de ostentación y de abuso de poder, impropio de un político que se dice de izquierda y paladín de los pobres y desamparados. Y todo ello con los faltos argumentos de la seguridad del presidente, que se puede garantizar igualmente si el PSOE alquila un avión o si Zapatero viaja en coche. Ostentación en plena crisis económica que da una idea del deterioro político y económico que se vive en España en los últimos meses. Y que, por otra parte, revela que Zapatero está desesperadamente implicado en la campaña electoral porque por ahora no le salen las cuentas para conseguir movilizar a su electorado, tal y como lo revelan las encuestas.
Para contrarrestar estos abusos del presidente, el PSOE se ha hecho eco del uso irregular y desproporcionado de coches oficiales de la Generalitat de Valencia, pero el caso no es en nada comparable. Para empezar porque el presidente del Gobierno es el primer cargo político del Estado que debería dar ejemplo y además utiliza un avión oficial en plena campaña electoral, con clara ventaja sobre el resto de sus adversarios y líderes de los partidos que participan en estas elecciones. Estamos ante otro dato, por anecdótico que ello le parezca a algunos, sobre el famoso y falso talante de Zapatero, y cabe esperar que los ciudadanos se lo tengan en cuenta a la hora de votar.
http://www.estrelladigital.es/ED/diario/153101.asp
Chulería y ventaja electoral
Pablo Sebastián
Haciendo bueno el dicho popular de "si no quieres caldo, toma dos tazas", el presidente Zapatero ha vuelto a utilizar un avión tipo Falcon de las Fuerzas Aéreas españolas para asistir a un mitin electoral en Asturias, después de haber hecho lo mismo el pasado fin de semana en Sevilla. Lo que, además de una indecente chulería, constituye una flagrante ventaja electoral que la Junta Electoral Central debería prohibir, o extender al resto de los líderes de los partidos que participan en las elecciones europeas para facilitar esta gratuita ubicuidad electoral que se paga con los fondos del Estado en menoscabo de los partidos con menos medios económicos, con lo que se aumenta la diferencia, de mayor a menor, que ya prima al primer partido nacional en ayudas directas de fondos electorales y acceso a los medios públicos de comunicación. Por ejemplo, ¿qué piensan en IU de todo esto?
Naturalmente, y como es habitual en ellos, el diario El Mundo ha apoyado a Zapatero y a la vicepresidenta De la Vega -sus protegidos habituales- ante este flagrante abuso político y electoral, empeñado como está el diario en la derrota de Mariano Rajoy, sumándose así al gigantesco aparato mediático del que disfrutan el Gobierno y el PSOE en un proceso electoral que tendrá lecturas y consecuencias políticas nacionales. No en vano no sólo están en juego los diputados del Parlamento Europeo, sino la opinión de muchos ciudadanos sobre la actuación de Zapatero y de su Gobierno sobre la crisis económica, así como sobre el PP y líder del primer partido de la oposición, Rajoy.
La chulería de Zapatero constituye, además, un gesto de ostentación y de abuso de poder, impropio de un político que se dice de izquierda y paladín de los pobres y desamparados. Y todo ello con los faltos argumentos de la seguridad del presidente, que se puede garantizar igualmente si el PSOE alquila un avión o si Zapatero viaja en coche. Ostentación en plena crisis económica que da una idea del deterioro político y económico que se vive en España en los últimos meses. Y que, por otra parte, revela que Zapatero está desesperadamente implicado en la campaña electoral porque por ahora no le salen las cuentas para conseguir movilizar a su electorado, tal y como lo revelan las encuestas.
Para contrarrestar estos abusos del presidente, el PSOE se ha hecho eco del uso irregular y desproporcionado de coches oficiales de la Generalitat de Valencia, pero el caso no es en nada comparable. Para empezar porque el presidente del Gobierno es el primer cargo político del Estado que debería dar ejemplo y además utiliza un avión oficial en plena campaña electoral, con clara ventaja sobre el resto de sus adversarios y líderes de los partidos que participan en estas elecciones. Estamos ante otro dato, por anecdótico que ello le parezca a algunos, sobre el famoso y falso talante de Zapatero, y cabe esperar que los ciudadanos se lo tengan en cuenta a la hora de votar.
http://www.estrelladigital.es/ED/diario/153101.asp
Cesar Alonso, La izquierda ¿sigue siendo la izquierda?
La izquierda ¿sigue siendo la izquierda?
CÉSAR ALONSO DE LOS RÍOS
Viernes, 29-05-09
Si no hubiesen muerto hace años Alfonso Carlos Comín o Pepe Aumente ¿habrían entrado también en el juego de considerar a Chaves de izquierdas y aceptable el sistema corrupto que este ha creado en Andlucía? Me pregunto, por tanto, si esta degradación habría sido inevitable para aquellos que uno estimó en tan alto grado.
Por lo que recuerdo, Jaime Gil de Biedma comenzó a sentirse descolocado ante las pretensiones lingüísticas de las huestes de Pujol pero confió en que la izquierda no llegaría a expulsar el castellano de la enseñanza. ¿Comprendería hoy las posiciones cobardes de José María Castellet? ¿Qué diría del independentismo de X. Rubert de Ventós?
Pienso que María Aurélia Capmany no habría podido entender que una ministra de izquierdas, como Bibiana Aído, hubiera comparado una «operación de tetas» con el aborto a las veintidós semanas de embarazo, por parte de una muchacha de 16 años y sin permiso de los padres. Ella y feministas como Montse Roig denunciaron la idea de la mujer/objeto y la la publicidad basada en recursos sexuales...
Por supuesto, Luis Martín-Santos no habría soportado a jueces de la catadura inmoral de Garzón ni las campañas de Zapatero que disimulan su revanchismo con la disculpa de la memoria colectiva. El propio psiquiatra y novelista tuvo que reconciliarse con su padre, perseguidor de los que él iba a elegir como compañeros de partido cuando ingresó en el PSOE en 1956.
Me resisto a creer que «esta» izquierda del nepotismo, la negación de la nación, el aborto libre y el odio basado en una particular versión de la Historia sea la misma en la que creyeron Aumente, Comín, Roig, Capmany, Biedma, Martín-Santos... Al menos yo tengo derecho a salvarlos de la degradación ya que, en definitiva, no han tenido arte ni parte.
http://www.abc.es/20090529/opinion-firmas/izquierda-sigue-siendo-izquierda-20090529.html
CÉSAR ALONSO DE LOS RÍOS
Viernes, 29-05-09
Si no hubiesen muerto hace años Alfonso Carlos Comín o Pepe Aumente ¿habrían entrado también en el juego de considerar a Chaves de izquierdas y aceptable el sistema corrupto que este ha creado en Andlucía? Me pregunto, por tanto, si esta degradación habría sido inevitable para aquellos que uno estimó en tan alto grado.
Por lo que recuerdo, Jaime Gil de Biedma comenzó a sentirse descolocado ante las pretensiones lingüísticas de las huestes de Pujol pero confió en que la izquierda no llegaría a expulsar el castellano de la enseñanza. ¿Comprendería hoy las posiciones cobardes de José María Castellet? ¿Qué diría del independentismo de X. Rubert de Ventós?
Pienso que María Aurélia Capmany no habría podido entender que una ministra de izquierdas, como Bibiana Aído, hubiera comparado una «operación de tetas» con el aborto a las veintidós semanas de embarazo, por parte de una muchacha de 16 años y sin permiso de los padres. Ella y feministas como Montse Roig denunciaron la idea de la mujer/objeto y la la publicidad basada en recursos sexuales...
Por supuesto, Luis Martín-Santos no habría soportado a jueces de la catadura inmoral de Garzón ni las campañas de Zapatero que disimulan su revanchismo con la disculpa de la memoria colectiva. El propio psiquiatra y novelista tuvo que reconciliarse con su padre, perseguidor de los que él iba a elegir como compañeros de partido cuando ingresó en el PSOE en 1956.
Me resisto a creer que «esta» izquierda del nepotismo, la negación de la nación, el aborto libre y el odio basado en una particular versión de la Historia sea la misma en la que creyeron Aumente, Comín, Roig, Capmany, Biedma, Martín-Santos... Al menos yo tengo derecho a salvarlos de la degradación ya que, en definitiva, no han tenido arte ni parte.
http://www.abc.es/20090529/opinion-firmas/izquierda-sigue-siendo-izquierda-20090529.html
Al PSOE se le tuerce la campaña
Al PSOE se le tuerce la campaña
Viernes, 29-05-09
LA campaña electoral no está discurriendo como desearían los dirigentes del PSOE. La imagen de este partido se está asociando por días a mensajes negativos, que no hacen sino trasladar a la campaña la situación general de confusión y parálisis en la que se encuentra el Gobierno. Buena muestra de este estado de coma político fue la suspensión del pleno del Congreso de los Diputados previsto para ayer, porque el Ejecutivo no tiene remitidos a la Cámara nuevos proyectos de ley o normas de rango similar. En plena crisis económica, la ausencia de iniciativas legislativas es el síntoma más objetivo de la falta de un gobierno con verdadera fuerza política. A mayor abundamiento, el brote de gripe A en las dependencias militares de Hoyo de Manzanares ha puesto en evidencia la descoordinación entre Sanidad y Defensa y la falta control de la Vicepresidencia Primera sobre la sincronización de los departamentos ministeriales. La polémica reavivada ayer mismo sobre el uso por Rodríguez Zapatero de un avión militar para actos partidistas -lo que nunca hizo José María Aznar- y las dudas más que razonables sobre la ilicitud ética y jurídica de la actuación de Manuel Chaves en la concesión de ayudas a la empresa en la que trabaja su hija, están tiñendo de oscuro la imagen electoral del PSOE. El proceso penal contra Baltasar Garzón añade un reflujo de opinión contra el aprovechamiento político que hicieron los socialistas de algunas decisiones de este juez.
Es evidente que, además, el ambiente social no acompaña a los socialistas. La crisis ha hecho más exigentes y desconfiados a los ciudadanos frente a manipulaciones propagandísticas. Cuando la situación económica era favorable, resultaba fácil cargar contra la derecha. Ahora, el desprestigio de la izquierda como gobernante parece estar variando el sentido de la percepción de los electores, algo que se refleja incluso en el grado de conocimiento y de valoración de los cabeza de lista al Parlamento europeo. Mayor Oreja es mucho más conocido que Juan Fernando López Aguilar y algunos sondeos lo sitúan por delante en valoración popular, rompiendo así la tendencia que lastra a los candidatos del PP y pese a la contumacia socialista en presentar al ex ministro del Interior como representante de la derecha dura y extrema. No era difícil prever que la imagen pública de Jaime Mayor Oreja seguiría vinculada a grandes logros en la lucha contra ETA y a una forma muy serena de hacer política. Los socialistas no han intuido correctamente el cambio de ciclo y hasta sus guiones para los vídeos de campaña siguen anclados en 2004, aparte de generar efectos en contra por describir una Europa ultra y hostil, que ofende la imagen de nuestros socios europeos.
También es probable que el PSOE se esté resintiendo de la falta de perfil político en algunas de sus más recientes incorporaciones, tanto a la dirección del partido como al Gobierno, lo que no ha impedido que asuman importantes responsabilidades, quizá excesivas para sus méritos previos. Aun así, el PP no debe dar por ganadas estas elecciones, porque el PSOE también es una marca política sólida, asentada en una amplia organización. Pero Zapatero va a necesitar algo más que vivir de las rentas de su partido para ganar el 7-J.
http://www.abc.es/20090529/opinion-firmas/psoe-tuerce-campana-20090529.html
Viernes, 29-05-09
LA campaña electoral no está discurriendo como desearían los dirigentes del PSOE. La imagen de este partido se está asociando por días a mensajes negativos, que no hacen sino trasladar a la campaña la situación general de confusión y parálisis en la que se encuentra el Gobierno. Buena muestra de este estado de coma político fue la suspensión del pleno del Congreso de los Diputados previsto para ayer, porque el Ejecutivo no tiene remitidos a la Cámara nuevos proyectos de ley o normas de rango similar. En plena crisis económica, la ausencia de iniciativas legislativas es el síntoma más objetivo de la falta de un gobierno con verdadera fuerza política. A mayor abundamiento, el brote de gripe A en las dependencias militares de Hoyo de Manzanares ha puesto en evidencia la descoordinación entre Sanidad y Defensa y la falta control de la Vicepresidencia Primera sobre la sincronización de los departamentos ministeriales. La polémica reavivada ayer mismo sobre el uso por Rodríguez Zapatero de un avión militar para actos partidistas -lo que nunca hizo José María Aznar- y las dudas más que razonables sobre la ilicitud ética y jurídica de la actuación de Manuel Chaves en la concesión de ayudas a la empresa en la que trabaja su hija, están tiñendo de oscuro la imagen electoral del PSOE. El proceso penal contra Baltasar Garzón añade un reflujo de opinión contra el aprovechamiento político que hicieron los socialistas de algunas decisiones de este juez.
Es evidente que, además, el ambiente social no acompaña a los socialistas. La crisis ha hecho más exigentes y desconfiados a los ciudadanos frente a manipulaciones propagandísticas. Cuando la situación económica era favorable, resultaba fácil cargar contra la derecha. Ahora, el desprestigio de la izquierda como gobernante parece estar variando el sentido de la percepción de los electores, algo que se refleja incluso en el grado de conocimiento y de valoración de los cabeza de lista al Parlamento europeo. Mayor Oreja es mucho más conocido que Juan Fernando López Aguilar y algunos sondeos lo sitúan por delante en valoración popular, rompiendo así la tendencia que lastra a los candidatos del PP y pese a la contumacia socialista en presentar al ex ministro del Interior como representante de la derecha dura y extrema. No era difícil prever que la imagen pública de Jaime Mayor Oreja seguiría vinculada a grandes logros en la lucha contra ETA y a una forma muy serena de hacer política. Los socialistas no han intuido correctamente el cambio de ciclo y hasta sus guiones para los vídeos de campaña siguen anclados en 2004, aparte de generar efectos en contra por describir una Europa ultra y hostil, que ofende la imagen de nuestros socios europeos.
También es probable que el PSOE se esté resintiendo de la falta de perfil político en algunas de sus más recientes incorporaciones, tanto a la dirección del partido como al Gobierno, lo que no ha impedido que asuman importantes responsabilidades, quizá excesivas para sus méritos previos. Aun así, el PP no debe dar por ganadas estas elecciones, porque el PSOE también es una marca política sólida, asentada en una amplia organización. Pero Zapatero va a necesitar algo más que vivir de las rentas de su partido para ganar el 7-J.
http://www.abc.es/20090529/opinion-firmas/psoe-tuerce-campana-20090529.html
jueves, mayo 28, 2009
Conciencia o memoria históricas
Conciencia o memoria históricas
LUIS SUÁREZ FERNÁNDEZ de la Real Academia de la Historia
Viernes, 29-05-09
Durante siglos la cultura europea se ha mantenido fiel a los principios que arrancan de Herodoto y culminan en Polibio. La Historia (geschichte, en alemán) en cuanto forma del saber que se refiere a la presencia del ser humano en el tiempo es una especie de maestra de la vida. Aunque parte siempre de una muy especial preocupación por los problemas del presente en que vive el historiador, trata de remontarse a fin de descubrir cómo las cosas fueron o llegaron a ser. De este modo se va construyendo una conciencia, que tiene en cuenta todos los datos, buenos y malos, sin formular juicios, tratando de aprender tanto de los aciertos como de los errores que hayan podido cometerse. La conciencia no califica ni valora con prevención: aprende. De este modo es posible ir construyendo el futuro desde una experiencia firme, fundando sobre este patrimonio el progreso. Por ejemplo así hemos aprendido a prevenir y superar crisis como la del 29, mientras tratamos de evitar recaídas en el totalitarismo, si bien no siempre se consigue.
Pero los historiadores que operaron en el siglo XX desde el materialismo dialéctico han tratado de sustituir esa conciencia por una «memoria» construida «desde sus bases» ya que parten del principio de que la concepción «más valedera y que ofrece mayores perspectivas, es la que reposa sobre la teoría marxista-leninista de la evolución». La memoria trata de hacer una selección, apartando lo que, a su juicio, no conduce a esta forma única de progreso que es el materialismo. De este modo puede disponerse de una especie de programa al que es necesario sujetarse para conseguir la meta. Se llega de este modo a una praxis, casi dogmática, que sobrevive incluso al fracaso de las estructuras políticas que se han ensayado. Tras la disolución de la Unión Soviética, esa memoria histórica selectiva, que reduce el saber a los medios, modos y relaciones de producción, convertidos en leyes, ha conseguido sobrevivir.
Una exposición muy elaborada y clara de lo que debe entenderse por memoria histórica, nos fue expuesta y entregada a los asistentes al XI Congreso Internacional de Historia celebrado en Estocolmo el año 1960 por uno de los más prestigiosos historiadores soviéticos el polaco Jerzy Kulczyzki, y confirmada en Moscú diez años más tarde. Comenzó afirmando, tras dejar claramente asentado que la no existencia de Dios es verdad científicamente demostrable, que el materialismo económico es el único método capaz de proyectar luz sobre el suceder, creando de este modo una memoria histórica indefectible, sin la cual no es posible lograr el progreso de la sociedad. La Humanidad, dentro de esa «memoria», tiene que ser considerada como único campo histórico inteligible, compuesta además, por la suma de individuos. De este modo ninguna significación puede atribuirse a las divisiones establecidas por los historiadores entre las distintas culturas -las cuales no pasan de ser una especie de longa manus de que se valen los Estados para afirmar su poder- concepto en el cual debe incluirse también la religión. Las Edades antigua, media, moderna y contemporánea son meramente convencionales y han sido establecidas por los historiadores para su comodidad. En la educación de los futuros ciudadanos sólo importan los tiempos próximos o los espacios locales. Único es, también, el mecanismo que rige la evolución de esa Humanidad, aunque apreciamos diferencias en lo exterior y en la velocidad: dicho mecanismo está señalado, como ya advertimos, por esos tres elementos, fuerzas, medios y modos de producción. El juego combinatorio de estos tres factores es el que determina el progreso humano, que puede ser, desde luego retrasado o impedido. Por eso es imprescindible formular una «memoria histórica»: hay que eliminar todo aquello que pudiera ser obstáculo hacia la meta que marca el materialismo dialéctico.
De esta forma la interpretación marxiana de la Historia ha llevado a conclusiones singulares y equívocas. El feudalismo aparece calificado en muchos de nuestros libros de texto como «un modo de producción». Pero la sociedad feudal no era eso: sus modos y medios de producción eran una supervivencia atenuada del sistema romano. Lo que caracteriza al feudo es el vasallaje, que se da únicamente en Europa y que es un contrato entre dos personas mediante el juramento. Pero no se puede prestar un juramento válido si no se es libre. De este modo en la medida en que el vasallaje se fue extendiendo a un número creciente de súbditos, se estaba ampliando la condición de libertad. Cuando el caballero Ivanhoe otorga a Wanba la condición de escudero, entrando en vasallaje, le estaba dando la libertad. Y explota su alegría en la mente de sir Walter Scott. Un día llegó, en la Inglaterra del siglo XIII -antes ya se había producido esto en el reino de León- en que la condición vasallática fue reconocida a todos los súbditos del Rey. El documento que reguló este cambio fue llamado Carta Magna. Es curioso: cuando ahora nos referimos a la Constitución que garantiza las libertades de los ciudadanos, la llamamos orgullosamente Carta Magna. Tal vez, en aplicación de la memoria histórica deberíamos prescindir de dicho título.
Se nos invita, por consiguiente, desde instancias situadas a muy alto nivel, a renunciar a la conciencia histórica y asumir en su lugar la memoria. Los historiadores deberíamos abandonar el método que la experiencia ha venido aconsejando, en línea con Ranke, exponiendo los hechos «wie es eigentlich gewessen», como sucedieron en realidad, a fin de conocer, más allá de nuestros gustos y preferencias, todo lo sucedido en tiempo pasado, a fin de aprender, como corresponde a la persona humana, de todos sus actos asumiendo la responsabilidad de las consecuencias que de ellos se derivaron: Una selección previa que condena una parte de estos actos al olvido o, todavía más grave, a la descalificación, no puede ser correctamente calificada de memoria histórica; es en todo caso, memoria política. No es difícil preveer que de aquí no van a salir avances sino anquilosamiento.
Cada generación recibe de las anteriores un patrimonio. Con independencia de que le guste o no, es la herencia que se le entrega y desde ella, está obligada a trabajar, como hace la persona individual concreta con los bienes recibidos. Hay un gran riesgo en el aferrarse al pasado, pero es mucho mayor cuando se pretende destruirlo como si no hubiera existido. En 1871 Jacobo Burckhardt uno de los mejores historiadores que ha existido, hizo una seria advertencia: veía un oscuro futuro asomándose y acertó.
Recuerdo que en 1971, en el XIII Congreso Internacional, estábamos reunidos muchos historiadores de todos los países en la gran Sala del Soviet Supremo de Moscú. El discurso inaugural fue pronunciado por Zhukov y repartido en textos de diversas lenguas: insistió en estos dos puntos, como un cálido homenaje a Lenin: hay «un proceso intensivo de liberación nacional de la opresión colonial y un rápido crecimiento del movimiento progresista internacional con los objetivos de paz, democracia y socialismo». No tendrían que pasar muchos años para que la momia de Lenin fuera arrinconada y su revolución soslayada.
Necesitamos una conciencia histórica firme, y más aun en estos años en que cumplimos los dos siglos desde que se derrumbó en las calles madrileñas el sueño de Napoleón. Pero sin hacer juicios de valor. Procurando aprender, ya que muchas cosas de Bonaparte fueron aprovechables y muchas otras pudieron haberse evitado desde una experiencia. No olvidemos que se iniciaba, dentro y fuera, una serie de guerras, cada una más cruel que las anteriores y que esta amenaza, en forma distinta, sigue pesando sobre nuestras cabezas. La Historia es la experiencia colectiva de la Humanidad, sin colores ni distingos. Porque progresar no consiste en acumular bienes materiales sino en crecer: ser más.
http://www.abc.es/20090529/opinion-tercera/conciencia-memoria-historicas-20090529.html
LUIS SUÁREZ FERNÁNDEZ de la Real Academia de la Historia
Viernes, 29-05-09
Durante siglos la cultura europea se ha mantenido fiel a los principios que arrancan de Herodoto y culminan en Polibio. La Historia (geschichte, en alemán) en cuanto forma del saber que se refiere a la presencia del ser humano en el tiempo es una especie de maestra de la vida. Aunque parte siempre de una muy especial preocupación por los problemas del presente en que vive el historiador, trata de remontarse a fin de descubrir cómo las cosas fueron o llegaron a ser. De este modo se va construyendo una conciencia, que tiene en cuenta todos los datos, buenos y malos, sin formular juicios, tratando de aprender tanto de los aciertos como de los errores que hayan podido cometerse. La conciencia no califica ni valora con prevención: aprende. De este modo es posible ir construyendo el futuro desde una experiencia firme, fundando sobre este patrimonio el progreso. Por ejemplo así hemos aprendido a prevenir y superar crisis como la del 29, mientras tratamos de evitar recaídas en el totalitarismo, si bien no siempre se consigue.
Pero los historiadores que operaron en el siglo XX desde el materialismo dialéctico han tratado de sustituir esa conciencia por una «memoria» construida «desde sus bases» ya que parten del principio de que la concepción «más valedera y que ofrece mayores perspectivas, es la que reposa sobre la teoría marxista-leninista de la evolución». La memoria trata de hacer una selección, apartando lo que, a su juicio, no conduce a esta forma única de progreso que es el materialismo. De este modo puede disponerse de una especie de programa al que es necesario sujetarse para conseguir la meta. Se llega de este modo a una praxis, casi dogmática, que sobrevive incluso al fracaso de las estructuras políticas que se han ensayado. Tras la disolución de la Unión Soviética, esa memoria histórica selectiva, que reduce el saber a los medios, modos y relaciones de producción, convertidos en leyes, ha conseguido sobrevivir.
Una exposición muy elaborada y clara de lo que debe entenderse por memoria histórica, nos fue expuesta y entregada a los asistentes al XI Congreso Internacional de Historia celebrado en Estocolmo el año 1960 por uno de los más prestigiosos historiadores soviéticos el polaco Jerzy Kulczyzki, y confirmada en Moscú diez años más tarde. Comenzó afirmando, tras dejar claramente asentado que la no existencia de Dios es verdad científicamente demostrable, que el materialismo económico es el único método capaz de proyectar luz sobre el suceder, creando de este modo una memoria histórica indefectible, sin la cual no es posible lograr el progreso de la sociedad. La Humanidad, dentro de esa «memoria», tiene que ser considerada como único campo histórico inteligible, compuesta además, por la suma de individuos. De este modo ninguna significación puede atribuirse a las divisiones establecidas por los historiadores entre las distintas culturas -las cuales no pasan de ser una especie de longa manus de que se valen los Estados para afirmar su poder- concepto en el cual debe incluirse también la religión. Las Edades antigua, media, moderna y contemporánea son meramente convencionales y han sido establecidas por los historiadores para su comodidad. En la educación de los futuros ciudadanos sólo importan los tiempos próximos o los espacios locales. Único es, también, el mecanismo que rige la evolución de esa Humanidad, aunque apreciamos diferencias en lo exterior y en la velocidad: dicho mecanismo está señalado, como ya advertimos, por esos tres elementos, fuerzas, medios y modos de producción. El juego combinatorio de estos tres factores es el que determina el progreso humano, que puede ser, desde luego retrasado o impedido. Por eso es imprescindible formular una «memoria histórica»: hay que eliminar todo aquello que pudiera ser obstáculo hacia la meta que marca el materialismo dialéctico.
De esta forma la interpretación marxiana de la Historia ha llevado a conclusiones singulares y equívocas. El feudalismo aparece calificado en muchos de nuestros libros de texto como «un modo de producción». Pero la sociedad feudal no era eso: sus modos y medios de producción eran una supervivencia atenuada del sistema romano. Lo que caracteriza al feudo es el vasallaje, que se da únicamente en Europa y que es un contrato entre dos personas mediante el juramento. Pero no se puede prestar un juramento válido si no se es libre. De este modo en la medida en que el vasallaje se fue extendiendo a un número creciente de súbditos, se estaba ampliando la condición de libertad. Cuando el caballero Ivanhoe otorga a Wanba la condición de escudero, entrando en vasallaje, le estaba dando la libertad. Y explota su alegría en la mente de sir Walter Scott. Un día llegó, en la Inglaterra del siglo XIII -antes ya se había producido esto en el reino de León- en que la condición vasallática fue reconocida a todos los súbditos del Rey. El documento que reguló este cambio fue llamado Carta Magna. Es curioso: cuando ahora nos referimos a la Constitución que garantiza las libertades de los ciudadanos, la llamamos orgullosamente Carta Magna. Tal vez, en aplicación de la memoria histórica deberíamos prescindir de dicho título.
Se nos invita, por consiguiente, desde instancias situadas a muy alto nivel, a renunciar a la conciencia histórica y asumir en su lugar la memoria. Los historiadores deberíamos abandonar el método que la experiencia ha venido aconsejando, en línea con Ranke, exponiendo los hechos «wie es eigentlich gewessen», como sucedieron en realidad, a fin de conocer, más allá de nuestros gustos y preferencias, todo lo sucedido en tiempo pasado, a fin de aprender, como corresponde a la persona humana, de todos sus actos asumiendo la responsabilidad de las consecuencias que de ellos se derivaron: Una selección previa que condena una parte de estos actos al olvido o, todavía más grave, a la descalificación, no puede ser correctamente calificada de memoria histórica; es en todo caso, memoria política. No es difícil preveer que de aquí no van a salir avances sino anquilosamiento.
Cada generación recibe de las anteriores un patrimonio. Con independencia de que le guste o no, es la herencia que se le entrega y desde ella, está obligada a trabajar, como hace la persona individual concreta con los bienes recibidos. Hay un gran riesgo en el aferrarse al pasado, pero es mucho mayor cuando se pretende destruirlo como si no hubiera existido. En 1871 Jacobo Burckhardt uno de los mejores historiadores que ha existido, hizo una seria advertencia: veía un oscuro futuro asomándose y acertó.
Recuerdo que en 1971, en el XIII Congreso Internacional, estábamos reunidos muchos historiadores de todos los países en la gran Sala del Soviet Supremo de Moscú. El discurso inaugural fue pronunciado por Zhukov y repartido en textos de diversas lenguas: insistió en estos dos puntos, como un cálido homenaje a Lenin: hay «un proceso intensivo de liberación nacional de la opresión colonial y un rápido crecimiento del movimiento progresista internacional con los objetivos de paz, democracia y socialismo». No tendrían que pasar muchos años para que la momia de Lenin fuera arrinconada y su revolución soslayada.
Necesitamos una conciencia histórica firme, y más aun en estos años en que cumplimos los dos siglos desde que se derrumbó en las calles madrileñas el sueño de Napoleón. Pero sin hacer juicios de valor. Procurando aprender, ya que muchas cosas de Bonaparte fueron aprovechables y muchas otras pudieron haberse evitado desde una experiencia. No olvidemos que se iniciaba, dentro y fuera, una serie de guerras, cada una más cruel que las anteriores y que esta amenaza, en forma distinta, sigue pesando sobre nuestras cabezas. La Historia es la experiencia colectiva de la Humanidad, sin colores ni distingos. Porque progresar no consiste en acumular bienes materiales sino en crecer: ser más.
http://www.abc.es/20090529/opinion-tercera/conciencia-memoria-historicas-20090529.html
Emilio Campmany, Justicia de izquierdas
viernes 29 de mayo de 2009
Garzón
Justicia de izquierdas
Emilio Campmany
Esto es lo que viene: transformación de la sociedad empleando como instrumento jueces obedientes de los que poder prescindir cuando ya no sean útiles acusándoles precisamente de hacer lo que previamente se les ha pedido que hagan.
En los ambientes de derecha (o de centro-derecha, para los lilas) ha provocado gran alborozo, casi embriaguez, la noticia de que el Tribunal Supremo se propone empitonar a Garzón por un supuesto delito de prevaricación cometido cuando investigaba delitos obviamente prescritos y amnistiados al haber sido cometidos durante la Guerra Civil. A mí, en cambio, me huele a chamusquina. No puede ser casualidad que esto haya ocurrido a los pocos días de haber acordado el PSOE y el PP poner tasa a la jurisdicción universal de nuestros tribunales.
Me pasa lo mismo con la decisión del Tribunal Constitucional que ha tirado abajo la sentencia del Supremo que prohibía la lista etarra para estas elecciones europeas. Y encima, la decisión ha sido adoptada por unanimidad. Decididamente sospechoso.
Mientras tanto, en Estados Unidos, Obama designa a una hispana, Sonia Sotomayor, para ocupar en el Tribunal Supremo de aquel país la vacante dejada por la dimisión de David Souter. Fijarse en el origen hispano de la designada como prueba del espíritu revolucionario de Obama es una superficialidad sólo al alcance de El País. Bush nombró a Alberto Gonzales fiscal general del Estado y la gente de Prisa no vio en ello nada revolucionario.
Importa más investigar qué opiniones tiene Obama acerca de la justicia. En su libro La audacia de la esperanza, que hace falta ser cursi, se lee: "Últimamente, sin embargo, estoy de acuerdo con la visión que el juez Breyer tiene de la Constitución, esto es, que no se trata de un documento estático, sino vivo y debe ser interpretado en el contexto de un mundo cambiante". Esta frase resume a la perfección el programa de la izquierda occidental respecto de la justicia. Renuncian a cambiar las leyes, especialmente las constituciones, cuando se trata de reformas que los ciudadanos podrían rechazar. En su lugar pretenden que "sus" jueces lean las leyes vigentes torciendo su sentido bajo el pretexto de estar haciendo una "interpretación actualizada" de ellas. Esto es lo que Obama espera de Sonia Sotomayor y esto es lo que sobresale en su designación, no que sea de origen hispano.
En España, pasa lo mismo. Dice la Constitución: "El hombre y la mujer tienen derecho a contraer matrimonio". Siempre dice "los españoles tienen derecho" y nunca emplea la expresión "el hombre y la mujer" salvo para otorgarles el derecho a contraer matrimonio. Y, sin embargo, el Constitucional, para hacerle la pelota al Gobierno, dice que no hay en la Constitución ningún obstáculo a los matrimonios entre personas del mismo sexo a pesar de que, si así fuera, diría "los españoles (y no el hombre y la mujer) tienen derecho a contraer matrimonio". ¿Por qué no reformaron la Constitución para que ésta permita abiertamente los matrimonios de homosexuales? Pues porque reformar la Constitución es una lata. Entre otras cosas, habría que someter la reforma a referéndum si lo solicita la décima parte de los diputados o de los senadores.
Esto es lo que viene: transformación de la sociedad empleando como instrumento jueces obedientes de los que poder prescindir cuando ya no sean útiles acusándoles precisamente de hacer lo que previamente se les ha pedido que hagan. Los que hoy se dan con los talones en el trasero para acudir en socorro del Gobierno deberían fijarse en como pelan las barbas de Garzón para ir poniendo las propias a remojar.
http://www.libertaddigital.com/opinion/emilio-campmany/justicia-de-izquierdas-49384/
Garzón
Justicia de izquierdas
Emilio Campmany
Esto es lo que viene: transformación de la sociedad empleando como instrumento jueces obedientes de los que poder prescindir cuando ya no sean útiles acusándoles precisamente de hacer lo que previamente se les ha pedido que hagan.
En los ambientes de derecha (o de centro-derecha, para los lilas) ha provocado gran alborozo, casi embriaguez, la noticia de que el Tribunal Supremo se propone empitonar a Garzón por un supuesto delito de prevaricación cometido cuando investigaba delitos obviamente prescritos y amnistiados al haber sido cometidos durante la Guerra Civil. A mí, en cambio, me huele a chamusquina. No puede ser casualidad que esto haya ocurrido a los pocos días de haber acordado el PSOE y el PP poner tasa a la jurisdicción universal de nuestros tribunales.
Me pasa lo mismo con la decisión del Tribunal Constitucional que ha tirado abajo la sentencia del Supremo que prohibía la lista etarra para estas elecciones europeas. Y encima, la decisión ha sido adoptada por unanimidad. Decididamente sospechoso.
Mientras tanto, en Estados Unidos, Obama designa a una hispana, Sonia Sotomayor, para ocupar en el Tribunal Supremo de aquel país la vacante dejada por la dimisión de David Souter. Fijarse en el origen hispano de la designada como prueba del espíritu revolucionario de Obama es una superficialidad sólo al alcance de El País. Bush nombró a Alberto Gonzales fiscal general del Estado y la gente de Prisa no vio en ello nada revolucionario.
Importa más investigar qué opiniones tiene Obama acerca de la justicia. En su libro La audacia de la esperanza, que hace falta ser cursi, se lee: "Últimamente, sin embargo, estoy de acuerdo con la visión que el juez Breyer tiene de la Constitución, esto es, que no se trata de un documento estático, sino vivo y debe ser interpretado en el contexto de un mundo cambiante". Esta frase resume a la perfección el programa de la izquierda occidental respecto de la justicia. Renuncian a cambiar las leyes, especialmente las constituciones, cuando se trata de reformas que los ciudadanos podrían rechazar. En su lugar pretenden que "sus" jueces lean las leyes vigentes torciendo su sentido bajo el pretexto de estar haciendo una "interpretación actualizada" de ellas. Esto es lo que Obama espera de Sonia Sotomayor y esto es lo que sobresale en su designación, no que sea de origen hispano.
En España, pasa lo mismo. Dice la Constitución: "El hombre y la mujer tienen derecho a contraer matrimonio". Siempre dice "los españoles tienen derecho" y nunca emplea la expresión "el hombre y la mujer" salvo para otorgarles el derecho a contraer matrimonio. Y, sin embargo, el Constitucional, para hacerle la pelota al Gobierno, dice que no hay en la Constitución ningún obstáculo a los matrimonios entre personas del mismo sexo a pesar de que, si así fuera, diría "los españoles (y no el hombre y la mujer) tienen derecho a contraer matrimonio". ¿Por qué no reformaron la Constitución para que ésta permita abiertamente los matrimonios de homosexuales? Pues porque reformar la Constitución es una lata. Entre otras cosas, habría que someter la reforma a referéndum si lo solicita la décima parte de los diputados o de los senadores.
Esto es lo que viene: transformación de la sociedad empleando como instrumento jueces obedientes de los que poder prescindir cuando ya no sean útiles acusándoles precisamente de hacer lo que previamente se les ha pedido que hagan. Los que hoy se dan con los talones en el trasero para acudir en socorro del Gobierno deberían fijarse en como pelan las barbas de Garzón para ir poniendo las propias a remojar.
http://www.libertaddigital.com/opinion/emilio-campmany/justicia-de-izquierdas-49384/
Por fin, contra Garzon
29-V-2009
Por fin, contra Garzón
EDITORIAL
En vista de indicios tan claros, resulta comprensible que el Supremo haya adoptado por unanimidad la decisión de admitir a trámite la querella de Manos Limpias e imputar al juez Garzón. Otra cosa es que llegue a sentarlo en el banquillo.
Los desmanes del juez campeador han sido muchos y, desde luego, no es su causa general contra el franquismo el más grave, aunque sí quizá el más claramente punible. Y es que la prevaricación, dictar una resolución injusta a sabiendas, es un delito que sin duda se comete mucho más de lo que se condena, porque es especialmente difícil de probar. Especialmente cuando no está acompañado del cohecho, es decir, cuando no existe prueba alguna en dinero contante y sonante. Y es que, a falta de otros indicios, sería necesaria la telepatía para averiguar si la equivocación se cometió a sabiendas o fue simplemente eso, un error.
Ha existido, no obstante, una excepción en la jurisprudencia española. Hubo un juez al que se condenó por prevaricación sin que existiera ninguna prueba en su contra sino tan sólo, como dijera el ejemplar voto discrepante de Pablo Manuel Cachón a la decisión del Tribunal Constitucional de denegarle el amparo, una "convicción provisional y anticipada sobre la existencia del delito imputado y la culpabilidad del recurrente".
Fueron dos jueces los que, violando todas las garantías procesales y el derecho a un tribunal imparcial, condenaron a Javier Gómez de Liaño. Uno de ellos, García Ancos, acaba de declarar que "no le gusta mucho" la imputación por prevaricación a Baltasar Garzón", que estas investigaciones son "muy delicadas" y que a los jueces "hay que respetarlos más". Palabras todas ellas que podrían resultar comprensibles en cualquier otro magistrado, pero que en el caso de García Ancos demuestran hasta qué punto algunos jueces consideran que la justicia no debe ser ciega, sino que ha de mirar muy bien a quién se aplica.
El caso de Baltasar Garzón, como todos los de prevaricación sin cohecho, parecería en principio sumamente difícil de probar. No basta tener la plena convicción de que el juez estrella sabía perfectamente lo que hacía; hay que demostrarlo. Es decir, hay que probar que Garzón era totalmente consciente de que sus actuaciones eran ilegales porque los delitos habían prescrito; porque las leyes penales no son retroactivas y no pueden aplicarse a hechos ocurridos antes de su promulgación; porque no puede abrirse un proceso penal contra personas fallecidas –suponemos que nadie pretenderá que nos creamos que Garzón no sabía que Franco ya murió–; porque en sus actuaciones se estaba saltando a la torera la Ley de Amnistía, etc.
Pese a que parece de sentido común que, efectivamente, Garzón sabía de sobra todo esto, el juez podría alegar simplemente ignorancia. En tal caso, el CGPJ tendría que decidir si es posible mantener en un tribunal tan importante a alguien que desconoce el ABC de su profesión. Pero es que incluso esa defensa resulta débil. Al fin y al cabo, el propio Garzón empleó alguno de estos argumentos en su propio auto de inhibición, como es el hecho de que sí, Franco había muerto hace más de treinta años.
En vista de indicios tan claros, resulta comprensible que el Supremo haya adoptado por unanimidad la decisión de admitir a trámite la querella de Manos Limpias e imputar al juez Garzón. Otra cosa es que llegue a sentarlo en el banquillo. En cualquier caso, el CGPJ debería suspender cautelarmente al juez mientras tanto. Ojalá sea así, y su sustituto sea más diligente a la hora de investigar asuntos como el del chivatazo.
http://www.libertaddigital.com/opinion/editorial/por-fin-contra-garzon-49394/
Por fin, contra Garzón
EDITORIAL
En vista de indicios tan claros, resulta comprensible que el Supremo haya adoptado por unanimidad la decisión de admitir a trámite la querella de Manos Limpias e imputar al juez Garzón. Otra cosa es que llegue a sentarlo en el banquillo.
Los desmanes del juez campeador han sido muchos y, desde luego, no es su causa general contra el franquismo el más grave, aunque sí quizá el más claramente punible. Y es que la prevaricación, dictar una resolución injusta a sabiendas, es un delito que sin duda se comete mucho más de lo que se condena, porque es especialmente difícil de probar. Especialmente cuando no está acompañado del cohecho, es decir, cuando no existe prueba alguna en dinero contante y sonante. Y es que, a falta de otros indicios, sería necesaria la telepatía para averiguar si la equivocación se cometió a sabiendas o fue simplemente eso, un error.
Ha existido, no obstante, una excepción en la jurisprudencia española. Hubo un juez al que se condenó por prevaricación sin que existiera ninguna prueba en su contra sino tan sólo, como dijera el ejemplar voto discrepante de Pablo Manuel Cachón a la decisión del Tribunal Constitucional de denegarle el amparo, una "convicción provisional y anticipada sobre la existencia del delito imputado y la culpabilidad del recurrente".
Fueron dos jueces los que, violando todas las garantías procesales y el derecho a un tribunal imparcial, condenaron a Javier Gómez de Liaño. Uno de ellos, García Ancos, acaba de declarar que "no le gusta mucho" la imputación por prevaricación a Baltasar Garzón", que estas investigaciones son "muy delicadas" y que a los jueces "hay que respetarlos más". Palabras todas ellas que podrían resultar comprensibles en cualquier otro magistrado, pero que en el caso de García Ancos demuestran hasta qué punto algunos jueces consideran que la justicia no debe ser ciega, sino que ha de mirar muy bien a quién se aplica.
El caso de Baltasar Garzón, como todos los de prevaricación sin cohecho, parecería en principio sumamente difícil de probar. No basta tener la plena convicción de que el juez estrella sabía perfectamente lo que hacía; hay que demostrarlo. Es decir, hay que probar que Garzón era totalmente consciente de que sus actuaciones eran ilegales porque los delitos habían prescrito; porque las leyes penales no son retroactivas y no pueden aplicarse a hechos ocurridos antes de su promulgación; porque no puede abrirse un proceso penal contra personas fallecidas –suponemos que nadie pretenderá que nos creamos que Garzón no sabía que Franco ya murió–; porque en sus actuaciones se estaba saltando a la torera la Ley de Amnistía, etc.
Pese a que parece de sentido común que, efectivamente, Garzón sabía de sobra todo esto, el juez podría alegar simplemente ignorancia. En tal caso, el CGPJ tendría que decidir si es posible mantener en un tribunal tan importante a alguien que desconoce el ABC de su profesión. Pero es que incluso esa defensa resulta débil. Al fin y al cabo, el propio Garzón empleó alguno de estos argumentos en su propio auto de inhibición, como es el hecho de que sí, Franco había muerto hace más de treinta años.
En vista de indicios tan claros, resulta comprensible que el Supremo haya adoptado por unanimidad la decisión de admitir a trámite la querella de Manos Limpias e imputar al juez Garzón. Otra cosa es que llegue a sentarlo en el banquillo. En cualquier caso, el CGPJ debería suspender cautelarmente al juez mientras tanto. Ojalá sea así, y su sustituto sea más diligente a la hora de investigar asuntos como el del chivatazo.
http://www.libertaddigital.com/opinion/editorial/por-fin-contra-garzon-49394/
lunes, mayo 25, 2009
Ladron de Guevara, Nuevo descubrimiento cientifico
lunes 25 de mayo de 20009
Nuevo descubrimiento científico
Ernesto Ladrón de Guevara
S Í, como lo leen. Bibiana Aído, ministra para la igualdad, ha descubierto una nueva evidencia científica. El hallazgo es que el feto de trece semanas, o sea de tres meses y una semana, “es un ser vivo, pero no un ser humano”. Si embargo no ha aclarado el árbol filogenético al que pertenece un feto de mujer, porque, si no es un ser humano pero es un ser vivo, será otra cosa, digo yo. ¿Qué será… una rana? ¿Una ameba? ¿Un patito? ¿Algo será?, vamos… digo yo. Vaya dilema. Les veo a los investigadores del CESIC indagando sobre la naturaleza biológica del feto, que sin pertenecer a la especie humana es un ser vivo. ¡Vaya lío en el que nos ha metido, señora ministra!
Estas cosas pasan por querernos distraer de las cosas contingentes, de las preocupaciones cotidianas. Empiezan con lo del aborto libre entre adolescentes al margen del control de sus progenitores (A y B) y siguen con la píldora postcoital para las mismas sin control médico. El asunto es que las jóvenes dieciseisañeras hagan con su cuerpo lo que les plazca y de paso desviarnos la atención del paro, de la marcha ruinosa de la economía, y otras zarandajas que pertenecen a lo prosaico.
Si ustedes creen como yo mismo que es una aberración que sus hijas o nietas aborten o tomen píldoras sin supervisión médica es que son o unos “carcas” de campeonato o unos acientíficos. Sí, como lo oyen, perdón: leen. Hay que estar en la pomada. Hay que ponerse de moda… que están un poco pasados… Ustedes pueden tener una hija de dieciséis años o una nieta y ser responsables de su custodia, pues es una menor de edad. Serán responsables civiles subsidiarios aquellos profesores o profesoras a los que se les escape de las manos la chiquilla pudiéndole ocurrir incidentalmente algo bajo su tutela profesional. Sin embargo, la niña podrá irse a una clínica a abortar haciendo uso de su libre albedrío, o podrá tomar píldoras sin asistencia de profesional competente en la materia. Y yo me pregunto, simplemente por preguntar pues uno es algo ignorante en estas cosas “científicas”: ¿y si la chica tiene una complicación y el aborto deriva hacia lo imprevisible, quién es el responsable? ¿El médico? ¿La clínica? ¿El ministerio de Sanidad? ¿Bibiana Aido? ¿El sursum corda? ¿O el vecino del quinto que igual es el padre de la criatura? Son preguntas por preguntar, simplemente. ¿Y quién paga al psicólogo para esta adolescente cuando tenga pleno control sobre sus actos y responsabilidad sobre las consecuencias y se dé cuenta de la barbaridad que ha cometido?
A mí me parece que Zapatero eligió a doña Bibiana para distraernos en los momentos de conturbación, entre partido y partido de fútbol. En época de los romanos se entretenía a los ídem con pan y circo, así no dedicaban su atención a las maldades del Imperio. Pan de momento tenemos, aunque no sé por cuánto tiempo, y circo que no falte.
http://www.vistazoalaprensa.com/firmas_art.asp?id=5200
Nuevo descubrimiento científico
Ernesto Ladrón de Guevara
S Í, como lo leen. Bibiana Aído, ministra para la igualdad, ha descubierto una nueva evidencia científica. El hallazgo es que el feto de trece semanas, o sea de tres meses y una semana, “es un ser vivo, pero no un ser humano”. Si embargo no ha aclarado el árbol filogenético al que pertenece un feto de mujer, porque, si no es un ser humano pero es un ser vivo, será otra cosa, digo yo. ¿Qué será… una rana? ¿Una ameba? ¿Un patito? ¿Algo será?, vamos… digo yo. Vaya dilema. Les veo a los investigadores del CESIC indagando sobre la naturaleza biológica del feto, que sin pertenecer a la especie humana es un ser vivo. ¡Vaya lío en el que nos ha metido, señora ministra!
Estas cosas pasan por querernos distraer de las cosas contingentes, de las preocupaciones cotidianas. Empiezan con lo del aborto libre entre adolescentes al margen del control de sus progenitores (A y B) y siguen con la píldora postcoital para las mismas sin control médico. El asunto es que las jóvenes dieciseisañeras hagan con su cuerpo lo que les plazca y de paso desviarnos la atención del paro, de la marcha ruinosa de la economía, y otras zarandajas que pertenecen a lo prosaico.
Si ustedes creen como yo mismo que es una aberración que sus hijas o nietas aborten o tomen píldoras sin supervisión médica es que son o unos “carcas” de campeonato o unos acientíficos. Sí, como lo oyen, perdón: leen. Hay que estar en la pomada. Hay que ponerse de moda… que están un poco pasados… Ustedes pueden tener una hija de dieciséis años o una nieta y ser responsables de su custodia, pues es una menor de edad. Serán responsables civiles subsidiarios aquellos profesores o profesoras a los que se les escape de las manos la chiquilla pudiéndole ocurrir incidentalmente algo bajo su tutela profesional. Sin embargo, la niña podrá irse a una clínica a abortar haciendo uso de su libre albedrío, o podrá tomar píldoras sin asistencia de profesional competente en la materia. Y yo me pregunto, simplemente por preguntar pues uno es algo ignorante en estas cosas “científicas”: ¿y si la chica tiene una complicación y el aborto deriva hacia lo imprevisible, quién es el responsable? ¿El médico? ¿La clínica? ¿El ministerio de Sanidad? ¿Bibiana Aido? ¿El sursum corda? ¿O el vecino del quinto que igual es el padre de la criatura? Son preguntas por preguntar, simplemente. ¿Y quién paga al psicólogo para esta adolescente cuando tenga pleno control sobre sus actos y responsabilidad sobre las consecuencias y se dé cuenta de la barbaridad que ha cometido?
A mí me parece que Zapatero eligió a doña Bibiana para distraernos en los momentos de conturbación, entre partido y partido de fútbol. En época de los romanos se entretenía a los ídem con pan y circo, así no dedicaban su atención a las maldades del Imperio. Pan de momento tenemos, aunque no sé por cuánto tiempo, y circo que no falte.
http://www.vistazoalaprensa.com/firmas_art.asp?id=5200
Carlos Herrera, La absurda antipatia administrativo a una lengua
lunes 25 de mayo de 2009
LA ABSURDA ANTIPATÍA ADMINISTRATIVA A UNA LENGUA
Algunas autoridades autonómicas despliegan una extraña ojeriza contra el idioma castellano que resulta, como poco, de difícil explicación. Como si el idioma fuese, por sí solo, culpable de alguno de los males que supuestamente han pasado en su imaginario personal, en determinadas comunidades autónomas se ha desplegado concienzudamente un estado oficial de antipatía administrativa por el idioma común. La reciente Ley de Educación aprobada en Cataluña corrobora lo antedicho. La política educativa del Gobierno balear, más o menos por el estilo. El desalojado Gobierno gallego anterior a la victoria de Núñez Feijoó, tres cuartos de lo mismo. Siempre con el PSOE de por medio, por cierto. El mismo PSOE, en cambio –mediante un pacto con el PP, evidentemente–, es el que en la Comunidad Autónoma Vasca ha equilibrado el ansia exterminadora del PNV y sus mariachis y ha garantizado una enseñanza en equilibrio. En las calles de Barcelona, Palma o Santiago se habla castellano con absoluta normalidad, se alterna esta lengua con la que se considera propia –todas ellas muy similares– y se crea un espacio común de convivencia que la ciudadanía desarrolla con perfecta normalidad desde hace tantos años como existe el habla. ¿Por qué ese empeño, pues, en estigmatizar el uso de una lengua que es propia desde el momento que es usada por, al menos, la mitad de la población?
La lectura de las principales disposiciones de la ley catalana sorprende por su contumacia en disponer del catalán en todos los ámbitos de la vida estudiantil. Resulta esperanzador tan sólo que la enseñanza del castellano sea impartida en castellano, que a punto estuvieron de evitarlo; el inglés, parece, tendrá el mismo o mayor número de horas a la semana. Las autoridades catalanas entienden que los niños llegan al colegio con el castellano aprendido de casa: «Eso ya lo hablas con tu papá, nene, que es de Badajoz y así lo aprendes tranquilamente». En la escuela se vigilará que todo, absolutamente todo, sea en catalán. Comprensible que se pretenda que el uso del catalán, de considerarse tan mayoritario como único en un futuro, se corresponda con un dominio absoluto por parte de los hombres y las mujeres del mañana, pero ¿hasta el punto de inculcar al alumnado una especie de menosprecio institucional por una lengua que tendrán que utilizar con más frecuencia de la deseable para las autoridades? ¿O creen de verdad que lo que espera dentro de cien años es una arcadia aparte en la que catalanes y baleares no tengan que relacionarse en absoluto con el resto de los españoles? ¿Tal vez esperan que sus negocios con los aragoneses se realicen en inglés?
Batallar contra el castellano es una labor absurda: guste más o menos, su salud y vigor social están en expansión. Se entienden prioridades idiomáticas, incluso el uso vehicular de una lengua por encima de la otra –castellano, gallego y catalán son tan semejantes que pasar de una a otra no debe suponer ningún sacrificio lingüístico–, pero inculcar ojerizas normativas sólo lleva a sus impulsores al ridículo. La gente, lo admita con más o menos disgusto, hablará lo que quiera, aunque el uso de un idioma concreto sea imprescindible para relacionarse con la Administración. Y lo hará por muchos comisarios que le pongan sobre el hombro. Sólo que no dotarán a varias generaciones de ciudadanos de un arma estratégica de primer orden: hablar castellano tan sumamente bien como hablan gallego, vasco o catalán. Los jóvenes que viven en esas comunidades deben hablar esos idiomas a la perfección –no encontrarán en este articulista a alguien que crea menor el conocimiento de esas lenguas, antes al contrario–, pero no es bueno que vayan a conocer el castellano a través de Gran Hermano o de Operación Triunfo. Los odios a los idiomas se pagan muy caros a largo plazo. Díganmelo a mí, que no sé escribir bien el catalán debido a que, en mi edad de escuela, también lo aprendí en la calle.
http://www.xlsemanal.com/web/firma.php?id_edicion=4187&id_firma=8813
LA ABSURDA ANTIPATÍA ADMINISTRATIVA A UNA LENGUA
Algunas autoridades autonómicas despliegan una extraña ojeriza contra el idioma castellano que resulta, como poco, de difícil explicación. Como si el idioma fuese, por sí solo, culpable de alguno de los males que supuestamente han pasado en su imaginario personal, en determinadas comunidades autónomas se ha desplegado concienzudamente un estado oficial de antipatía administrativa por el idioma común. La reciente Ley de Educación aprobada en Cataluña corrobora lo antedicho. La política educativa del Gobierno balear, más o menos por el estilo. El desalojado Gobierno gallego anterior a la victoria de Núñez Feijoó, tres cuartos de lo mismo. Siempre con el PSOE de por medio, por cierto. El mismo PSOE, en cambio –mediante un pacto con el PP, evidentemente–, es el que en la Comunidad Autónoma Vasca ha equilibrado el ansia exterminadora del PNV y sus mariachis y ha garantizado una enseñanza en equilibrio. En las calles de Barcelona, Palma o Santiago se habla castellano con absoluta normalidad, se alterna esta lengua con la que se considera propia –todas ellas muy similares– y se crea un espacio común de convivencia que la ciudadanía desarrolla con perfecta normalidad desde hace tantos años como existe el habla. ¿Por qué ese empeño, pues, en estigmatizar el uso de una lengua que es propia desde el momento que es usada por, al menos, la mitad de la población?
La lectura de las principales disposiciones de la ley catalana sorprende por su contumacia en disponer del catalán en todos los ámbitos de la vida estudiantil. Resulta esperanzador tan sólo que la enseñanza del castellano sea impartida en castellano, que a punto estuvieron de evitarlo; el inglés, parece, tendrá el mismo o mayor número de horas a la semana. Las autoridades catalanas entienden que los niños llegan al colegio con el castellano aprendido de casa: «Eso ya lo hablas con tu papá, nene, que es de Badajoz y así lo aprendes tranquilamente». En la escuela se vigilará que todo, absolutamente todo, sea en catalán. Comprensible que se pretenda que el uso del catalán, de considerarse tan mayoritario como único en un futuro, se corresponda con un dominio absoluto por parte de los hombres y las mujeres del mañana, pero ¿hasta el punto de inculcar al alumnado una especie de menosprecio institucional por una lengua que tendrán que utilizar con más frecuencia de la deseable para las autoridades? ¿O creen de verdad que lo que espera dentro de cien años es una arcadia aparte en la que catalanes y baleares no tengan que relacionarse en absoluto con el resto de los españoles? ¿Tal vez esperan que sus negocios con los aragoneses se realicen en inglés?
Batallar contra el castellano es una labor absurda: guste más o menos, su salud y vigor social están en expansión. Se entienden prioridades idiomáticas, incluso el uso vehicular de una lengua por encima de la otra –castellano, gallego y catalán son tan semejantes que pasar de una a otra no debe suponer ningún sacrificio lingüístico–, pero inculcar ojerizas normativas sólo lleva a sus impulsores al ridículo. La gente, lo admita con más o menos disgusto, hablará lo que quiera, aunque el uso de un idioma concreto sea imprescindible para relacionarse con la Administración. Y lo hará por muchos comisarios que le pongan sobre el hombro. Sólo que no dotarán a varias generaciones de ciudadanos de un arma estratégica de primer orden: hablar castellano tan sumamente bien como hablan gallego, vasco o catalán. Los jóvenes que viven en esas comunidades deben hablar esos idiomas a la perfección –no encontrarán en este articulista a alguien que crea menor el conocimiento de esas lenguas, antes al contrario–, pero no es bueno que vayan a conocer el castellano a través de Gran Hermano o de Operación Triunfo. Los odios a los idiomas se pagan muy caros a largo plazo. Díganmelo a mí, que no sé escribir bien el catalán debido a que, en mi edad de escuela, también lo aprendí en la calle.
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Manuel de Prada, Hinchada retorica
lunes 25 de mayo de 2009
HINCHADA RETÓRICA
Ando leyendo en estos días un libro hermoso y terrible, Los cuadernos de Rusia, que es un diario de campaña de Dionisio Ridruejo en el que narra su experiencia en la División Azul. El libro, que tiene algo de crónica de una desilusión, está preñado de estampas de una belleza sangrante, meditaciones traspasadas de un dolor escueto y poemas escritos a vuelapluma, añorantes de un cielo donde no impere la muerte. También intercala Ridruejo, aquí y allá, observaciones vivísimas, como la que hace, mientras los divisionarios españoles avanzan hacia el frente ruso, a propósito de unos periódicos españoles atrasados: «Los tomo con ilusión y los leo con extrañeza: ante todo, esta retórica nuestra es demasiado hinchada y manifiesta, al menos para ser leída aquí. Nuestros ideales, aquí, se hacen mucho más sencillos e, incluso, un tanto tenues: están anegados, aunque hondamente ciertos, en nuestro presente elemental de soldados que están en sus pequeñas cosas, en sus primarias alegrías y necesidades. Luego me extraña también el comercio normal de los intereses y las preocupaciones de la vida política, de la vida literaria, de la vida de sociedad: elogios civiles, condecoraciones, críticas, teorías, polémicas. Todo es lejano y como de otro mundo abandonado sin mucha nostalgia. Aunque es el mundo mío y bien lo sé».
¿Quién no ha experimentado alguna vez esta misma impresión de desasimiento o lejanía, de música cuyos compases conocemos bien pero que, oídos con la debida distancia, nos suena a fanfarria ampulosa? Esa «hinchada retórica» de la que nos habla Ridruejo, ¿acaso no es la misma que sigue lastrando nuestra vida pública, tal como nos la describe la prensa? Puedo imaginarme la sensación de hastío y fatiga que en el soldado enviado en misión militar a tal o cual paraje extramuros del atlas provocará la lectura de los periódicos donde se detallan las disputas de nuestros políticos, a propósito de la duración o la pertinencia de tal misión. Puedo imaginarme la exasperación del misionero, inmerso en los océanos de miseria que anegan continentes enteros, cuando lee los parlamentos y arengas que se sueltan en los organismos internacionales presuntamente creados para combatir tal miseria. Y puedo hacerlo porque yo mismo –¿y quién no?– he llegado a experimentar algo parecido cuando, poniendo tierra de por medio, me asomo a los afanes que ocupan portadas en los diarios y abren los noticieros televisivos.
Suele ocurrirme cada vez que viajo fuera de España. Durante unos días, ocupado en mis asuntos o entregado a la observación de paisajes y de gentes, permanezco desconectado de lo que está sucediendo por estos pagos. Y, de repente, al pasar por un kiosco donde venden periódicos españoles, sucumbo a la tentación de comprarlos y echarles un vistazo. La primera impresión que me golpea es de ‘suspensión temporal’: han transcurrido diez o quince días desde que abandonamos nuestro país, pero los asuntos que siguen enconando la vida nacional siguen siendo los mismos: idénticas las trifulcas de nuestros politiquillos, idénticas las diatribas de nuestros analistas, idénticas la estulticia y la pompa de quienes debieran mostrar algo más de inteligencia y humildad. ¿Idénticas? No del todo. Porque todo ese pandemónium de vanidades y estridencias, mientras participábamos de su confusión cotidiana –aunque sólo fuera por proximidad física–, nos parecía el pan nuestro de cada día, incluso llegaba a atraparnos en su telaraña viscosa, provocando en nosotros una suerte de asquerosa complicidad; y, casi sin darnos cuenta, pasábamos a formar parte del embrollo, reproducíamos a pequeña escala –entre nuestros familiares y amigos, entre los compañeros de la oficina– las mismas trifulcas en las que se enfangan nuestros politiquillos, las mismas diatribas en las que se enzarzan nuestros analistas. Pero, contempladas desde la atalaya de la distancia, esas mismas trifulcas y diatribas se nos antojan ‘hinchada retórica’, pataleos de chiquilines rabiosos, aspavientos de charlatanes. Y sentimos entonces que todo ese zurriburri ni siquiera nos roza; sentimos el desapego grimoso que en nosotros provoca la cháchara ajena a nuestras primarias alegrías y necesidades. Es apenas un lapso de lucidez, porque sabemos que ese mundo que se nos antoja ridículo es el nuestro; pero esa conciencia de ridiculez no nos abandonará ya nunca. Y, aunque luego, de regreso al hogar, volvamos a participar del encono que lastra la vida nacional, sabemos –irremediable, dolorosamente– que estamos participando de una farsa.
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HINCHADA RETÓRICA
Ando leyendo en estos días un libro hermoso y terrible, Los cuadernos de Rusia, que es un diario de campaña de Dionisio Ridruejo en el que narra su experiencia en la División Azul. El libro, que tiene algo de crónica de una desilusión, está preñado de estampas de una belleza sangrante, meditaciones traspasadas de un dolor escueto y poemas escritos a vuelapluma, añorantes de un cielo donde no impere la muerte. También intercala Ridruejo, aquí y allá, observaciones vivísimas, como la que hace, mientras los divisionarios españoles avanzan hacia el frente ruso, a propósito de unos periódicos españoles atrasados: «Los tomo con ilusión y los leo con extrañeza: ante todo, esta retórica nuestra es demasiado hinchada y manifiesta, al menos para ser leída aquí. Nuestros ideales, aquí, se hacen mucho más sencillos e, incluso, un tanto tenues: están anegados, aunque hondamente ciertos, en nuestro presente elemental de soldados que están en sus pequeñas cosas, en sus primarias alegrías y necesidades. Luego me extraña también el comercio normal de los intereses y las preocupaciones de la vida política, de la vida literaria, de la vida de sociedad: elogios civiles, condecoraciones, críticas, teorías, polémicas. Todo es lejano y como de otro mundo abandonado sin mucha nostalgia. Aunque es el mundo mío y bien lo sé».
¿Quién no ha experimentado alguna vez esta misma impresión de desasimiento o lejanía, de música cuyos compases conocemos bien pero que, oídos con la debida distancia, nos suena a fanfarria ampulosa? Esa «hinchada retórica» de la que nos habla Ridruejo, ¿acaso no es la misma que sigue lastrando nuestra vida pública, tal como nos la describe la prensa? Puedo imaginarme la sensación de hastío y fatiga que en el soldado enviado en misión militar a tal o cual paraje extramuros del atlas provocará la lectura de los periódicos donde se detallan las disputas de nuestros políticos, a propósito de la duración o la pertinencia de tal misión. Puedo imaginarme la exasperación del misionero, inmerso en los océanos de miseria que anegan continentes enteros, cuando lee los parlamentos y arengas que se sueltan en los organismos internacionales presuntamente creados para combatir tal miseria. Y puedo hacerlo porque yo mismo –¿y quién no?– he llegado a experimentar algo parecido cuando, poniendo tierra de por medio, me asomo a los afanes que ocupan portadas en los diarios y abren los noticieros televisivos.
Suele ocurrirme cada vez que viajo fuera de España. Durante unos días, ocupado en mis asuntos o entregado a la observación de paisajes y de gentes, permanezco desconectado de lo que está sucediendo por estos pagos. Y, de repente, al pasar por un kiosco donde venden periódicos españoles, sucumbo a la tentación de comprarlos y echarles un vistazo. La primera impresión que me golpea es de ‘suspensión temporal’: han transcurrido diez o quince días desde que abandonamos nuestro país, pero los asuntos que siguen enconando la vida nacional siguen siendo los mismos: idénticas las trifulcas de nuestros politiquillos, idénticas las diatribas de nuestros analistas, idénticas la estulticia y la pompa de quienes debieran mostrar algo más de inteligencia y humildad. ¿Idénticas? No del todo. Porque todo ese pandemónium de vanidades y estridencias, mientras participábamos de su confusión cotidiana –aunque sólo fuera por proximidad física–, nos parecía el pan nuestro de cada día, incluso llegaba a atraparnos en su telaraña viscosa, provocando en nosotros una suerte de asquerosa complicidad; y, casi sin darnos cuenta, pasábamos a formar parte del embrollo, reproducíamos a pequeña escala –entre nuestros familiares y amigos, entre los compañeros de la oficina– las mismas trifulcas en las que se enfangan nuestros politiquillos, las mismas diatribas en las que se enzarzan nuestros analistas. Pero, contempladas desde la atalaya de la distancia, esas mismas trifulcas y diatribas se nos antojan ‘hinchada retórica’, pataleos de chiquilines rabiosos, aspavientos de charlatanes. Y sentimos entonces que todo ese zurriburri ni siquiera nos roza; sentimos el desapego grimoso que en nosotros provoca la cháchara ajena a nuestras primarias alegrías y necesidades. Es apenas un lapso de lucidez, porque sabemos que ese mundo que se nos antoja ridículo es el nuestro; pero esa conciencia de ridiculez no nos abandonará ya nunca. Y, aunque luego, de regreso al hogar, volvamos a participar del encono que lastra la vida nacional, sabemos –irremediable, dolorosamente– que estamos participando de una farsa.
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Perez Reverte, Pienselo dos (o tres) veces
lunes 25 de mayo de 2009
PIÉNSELO DOS (O TRES) VECES
Permítame un consejo, caballero. Si se tropieza con un fulano que le está dando una felpa a su legítima, o sucedáneo, piénselo dos veces, incluso tres, antes de meterse en jardines. Estoy de acuerdo en que esas cosas no deben tolerarse. Admito, además, que no permiten reflexión previa, pues actúa el piloto automático. Todo depende de la casta y virtud de cada cual. En principio, ante tales situaciones se es un mierdecilla o un tío decente. Ésa es la teoría ética. Pero estamos en España. Si defiende a señoras maltratadas, sepa a qué se expone. Una juez de Vigo nos lo recordó hace unas semanas, calzándole 3 meses de cárcel y 15.550 euros de multa a un joven de allí. Éste había cometido la ingenuidad de impedir que un pavo maltratase a su pareja. Le afeó la conducta y recibió un cabezazo. Entonces se lio la pajarraca, y el defensor de la moza le dio al otro una patada en la cara, rompiéndole la mandíbula.
Lo instructivo no es que el juicio se haya celebrado tres años después, ni que la defendida –como es frecuente– defendiera al que le zumbaba, en plan soy de mi Paco y puede darme hasta con la hebilla, si quiere. La lección cívica del asunto reside en que la juez, aun admitiendo que la defensa fue oportuna y que el primer leñazo lo sacudió el maltratador, empitonó al defensor de doncellas pese a que la sentencia reconocía que su reacción inicial «fue legítima», que el otro le dio el cabezazo «con ánimo de menoscabar su integridad física» y que el joven largó la patada «para repeler la agresión y evitar que continuase». Pese a lo cual, la juez estimó que la patada en el careto fue, sin embargo, «un exceso defensivo que no puede estar ya justificado por una notoria desproporción en el mismo». Dicho en cristiano, que el joven tenía que haberse defendido, pero menos. Con la puntita nada más. Dando unas pocas bofetadas con la mano abierta, o con unos calculados puñetacitos en el hombro. Una pelea civilizada, vamos. Políticamente correcta. De esa manera, el otro, acojonado, habría dejado de darle cabezazos. Seguro.
Me va a perdonar la juez de Vigo. De tribunales sabrá mucho, pero de peleas no tiene ni puta idea. Tampoco es que yo sea un experto. Me apresuro a matizarlo, por si acaso. Siempre fui –lo juro por el cetro de Ottokar– un cruce de osito Mimosín, Bambi y conejillo Tambor. Más o menos. Pero cualquiera que haya visto atizarse de verdad a dos tíos –la calle no es el cine– sabe que cada cual se las arregla como puede, y una vez metido en faena no anda calculando con qué da y dónde lo hace. La defensa con manos desnudas sólo es excesiva o desproporcionada si te ensañas cuando ya tienes al otro en el suelo. Mientras, se pelea para tumbarlo, con la sangre caliente y con la pericia y el coraje disponibles, procurando dejar fuera de combate a un adversario que, mientras colee, se revolverá contra ti. Y eso es lo que hay que evitar: que colee. Hasta ahí es razonable. Cuando se esparrama de tú a tú, con dos jambos dándose estiba, la desproporción viene si uno de ellos echa mano de herramientas que desequilibran la cosa, como un objeto contundente o una navaja empalmada. E incluso en tales casos lo desproporcionado es relativo. No es igual vérselas con uno de tu misma edad y calibre, que ser un tirilla de sesenta kilos delante de un animal de dos metros de largo por uno de ancho, o tener que zafarse de cuatro o cinco que te están breando o te van a brear. Ahí, a veces hay que echar mano a algo: una silla, una botella. En cualquier caso, y con permiso de la juez de Vigo, del Código Civil y del Código Da Vinci, lo aconsejable siempre es madrugar. Ser rápido, brutal y eficaz en la medida de las posibilidades que ofrezca tu forma física y tu propio cuerpo. Tu edad y tu destreza. Quien pelea lo hace para ganar, no para que lo inflen, si puede evitarlo. Si no, lo mejor es no meterse. Así que ya me dirán ustedes, en ese contexto, si va a andar uno calculando dónde pega la patada, si el golpe lo da con el puño o con la palma, si la fuerza que aplicas al leñazo que consigues colocarle al otro para menoscabar su integridad física es proporcionada, o si vulnera el artículo 33, apartado 48 bis, de la ley integral de Hostias Callejeras.
Resumiendo: cuando ayudas a una mujer, asumes una posible pelea. Y, de igual a igual, ésta no hay forma de ganarla si no es rompiéndole la cara al otro. Así que en Vigo han hecho mal tercio a las maltratadas y a los pardillos que aún las defienden. La letra de la Ley es imperfecta, y el sentido común de quienes juzgan debe templar sus errores y lagunas. Puesto que a ningún maltratador se lo disuade con palabras o una simple bofetada, la sentencia de Vigo sitúa el problema en un punto imposible. O te dejas machacar y pierdes la pelea, como el profesor Neira, o te buscas la ruina si la ganas. Hagas lo que hagas te la endiñan, y sólo aplauden si entras en coma. Eso es un disparate. Uno más de esta absurda Justicia nuestra, que siempre privilegia al canalla sobre las personas decentes. Quizás algunos jueces deberían darse una vuelta por la calle. Por la vida.
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PIÉNSELO DOS (O TRES) VECES
Permítame un consejo, caballero. Si se tropieza con un fulano que le está dando una felpa a su legítima, o sucedáneo, piénselo dos veces, incluso tres, antes de meterse en jardines. Estoy de acuerdo en que esas cosas no deben tolerarse. Admito, además, que no permiten reflexión previa, pues actúa el piloto automático. Todo depende de la casta y virtud de cada cual. En principio, ante tales situaciones se es un mierdecilla o un tío decente. Ésa es la teoría ética. Pero estamos en España. Si defiende a señoras maltratadas, sepa a qué se expone. Una juez de Vigo nos lo recordó hace unas semanas, calzándole 3 meses de cárcel y 15.550 euros de multa a un joven de allí. Éste había cometido la ingenuidad de impedir que un pavo maltratase a su pareja. Le afeó la conducta y recibió un cabezazo. Entonces se lio la pajarraca, y el defensor de la moza le dio al otro una patada en la cara, rompiéndole la mandíbula.
Lo instructivo no es que el juicio se haya celebrado tres años después, ni que la defendida –como es frecuente– defendiera al que le zumbaba, en plan soy de mi Paco y puede darme hasta con la hebilla, si quiere. La lección cívica del asunto reside en que la juez, aun admitiendo que la defensa fue oportuna y que el primer leñazo lo sacudió el maltratador, empitonó al defensor de doncellas pese a que la sentencia reconocía que su reacción inicial «fue legítima», que el otro le dio el cabezazo «con ánimo de menoscabar su integridad física» y que el joven largó la patada «para repeler la agresión y evitar que continuase». Pese a lo cual, la juez estimó que la patada en el careto fue, sin embargo, «un exceso defensivo que no puede estar ya justificado por una notoria desproporción en el mismo». Dicho en cristiano, que el joven tenía que haberse defendido, pero menos. Con la puntita nada más. Dando unas pocas bofetadas con la mano abierta, o con unos calculados puñetacitos en el hombro. Una pelea civilizada, vamos. Políticamente correcta. De esa manera, el otro, acojonado, habría dejado de darle cabezazos. Seguro.
Me va a perdonar la juez de Vigo. De tribunales sabrá mucho, pero de peleas no tiene ni puta idea. Tampoco es que yo sea un experto. Me apresuro a matizarlo, por si acaso. Siempre fui –lo juro por el cetro de Ottokar– un cruce de osito Mimosín, Bambi y conejillo Tambor. Más o menos. Pero cualquiera que haya visto atizarse de verdad a dos tíos –la calle no es el cine– sabe que cada cual se las arregla como puede, y una vez metido en faena no anda calculando con qué da y dónde lo hace. La defensa con manos desnudas sólo es excesiva o desproporcionada si te ensañas cuando ya tienes al otro en el suelo. Mientras, se pelea para tumbarlo, con la sangre caliente y con la pericia y el coraje disponibles, procurando dejar fuera de combate a un adversario que, mientras colee, se revolverá contra ti. Y eso es lo que hay que evitar: que colee. Hasta ahí es razonable. Cuando se esparrama de tú a tú, con dos jambos dándose estiba, la desproporción viene si uno de ellos echa mano de herramientas que desequilibran la cosa, como un objeto contundente o una navaja empalmada. E incluso en tales casos lo desproporcionado es relativo. No es igual vérselas con uno de tu misma edad y calibre, que ser un tirilla de sesenta kilos delante de un animal de dos metros de largo por uno de ancho, o tener que zafarse de cuatro o cinco que te están breando o te van a brear. Ahí, a veces hay que echar mano a algo: una silla, una botella. En cualquier caso, y con permiso de la juez de Vigo, del Código Civil y del Código Da Vinci, lo aconsejable siempre es madrugar. Ser rápido, brutal y eficaz en la medida de las posibilidades que ofrezca tu forma física y tu propio cuerpo. Tu edad y tu destreza. Quien pelea lo hace para ganar, no para que lo inflen, si puede evitarlo. Si no, lo mejor es no meterse. Así que ya me dirán ustedes, en ese contexto, si va a andar uno calculando dónde pega la patada, si el golpe lo da con el puño o con la palma, si la fuerza que aplicas al leñazo que consigues colocarle al otro para menoscabar su integridad física es proporcionada, o si vulnera el artículo 33, apartado 48 bis, de la ley integral de Hostias Callejeras.
Resumiendo: cuando ayudas a una mujer, asumes una posible pelea. Y, de igual a igual, ésta no hay forma de ganarla si no es rompiéndole la cara al otro. Así que en Vigo han hecho mal tercio a las maltratadas y a los pardillos que aún las defienden. La letra de la Ley es imperfecta, y el sentido común de quienes juzgan debe templar sus errores y lagunas. Puesto que a ningún maltratador se lo disuade con palabras o una simple bofetada, la sentencia de Vigo sitúa el problema en un punto imposible. O te dejas machacar y pierdes la pelea, como el profesor Neira, o te buscas la ruina si la ganas. Hagas lo que hagas te la endiñan, y sólo aplauden si entras en coma. Eso es un disparate. Uno más de esta absurda Justicia nuestra, que siempre privilegia al canalla sobre las personas decentes. Quizás algunos jueces deberían darse una vuelta por la calle. Por la vida.
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domingo, mayo 24, 2009
La memoria histórica y la transición
La memoria histórica y la transición
RICARDO GARCÍA CÁRCEL Universidad Autónoma de Barcelona
Lunes, 25-05-09
UNO de los estigmas, en los últimos años, asignados a la transición política española de la dictadura a la democracia y reiterados hasta el tópico, ha sido el del presunto pacto de silencio u olvido que la transición institucionalizó y que estaría generado por los miedos de una izquierda débil y alicorta en sus expectativas y de una derecha, presuntamente torticera, que quiso reproducirse en el poder pagando los menores costes posibles. En el marco del miedo escénico, de unos a las amenazas que representaban los restos del régimen agónico, de otros, al radicalismo nacionalista o al conflicto social, habría habido un acuerdo para la desmemoria de la historia reciente, un convenio lampedusista salpicado de prudencia y autocontroles a la hora de mirar atrás. El síndrome de la mujer de Lot. La idea del presunto pacto del olvido ya ha sido cuestionada desde distintos sectores ideológicos, por Alvarez Tardío, Stanley Payne o Santos Juliá. No pretendo, aquí y ahora, deshojar la margarita del recuerdo/olvido, ni debatir acerca de lo que se olvidó, sino precisar lo que se recordó, penetrar, en definitiva, en la memoria histórica que se elaboró en los años de la transición política española, la memoria de los hijos de los ganadores y perdedores de la guerra civil.
Una primera cuestión se impone. 1975 no supuso una cesura en el desarrollo de la historiografía española. Desde fines de los años sesenta y primeros setenta había habido cambios notables en la historiografía española. La historia social y económica, ya en su vertiente marxista más o menos escolástica (la influencia de Vilar o Tuñón de Lara fue fundamental) o en su vertiente de la escuela francesa de los Annales, estaba plenamente institucionalizada antes de 1975. El propio estudio de la guerra civil, desde una óptica no franquista, se inició pronto. La bandera de la reconciliación había sido enarbolada por la derecha y por la izquierda desde hacía mucho tiempo. De hecho, en el patético discurso de Azaña «Paz, piedad y perdón» de julio de 1938 está contenido buena parte del ideario reconciliatorio que haría suyo la Transición. Carlos Seco, hijo de un militar fusilado por Franco, al empezar la guerra, por lealtad a la República, escribió ya en 1961 un pionero análisis de la República y la Guerra Civil, que después se institucionalizará a través de su aporte sintético a la célebre Introducción a la Historia de España de la Editorial Teide. En esa temprana historiografía sobre la guerra civil no sólo encontramos antes de la muerte de Franco la abundante producción de Ricardo de la Cierva, vinculado al Servicio de Estudios de la Guerra de España del Ministerio de Información y Turismo de Fraga. En 1973 publicó Ramón Tamames, entonces miembro del Partido Comunista de España, el último volumen de la Historia de España de Alianza-Alfaguara. También antes de la muerte de Franco se rompió el malditismo que se había creado en torno al siglo XIX. El papel de Artola o Jover enterrando el presunto fatalismo del siglo XIX, fue fundamental. Si Julián Marías defendió la «vegetación del páramo» de 1940 a 1955 (muerte de Ortega) el páramo historiográfico en los años setenta ya no existía.
Y llegó la transición. El debate que se planteó, de entrada, fue el del valor y los límites de la historia. La historia como ejemplo a seguir o la historia como lastre a olvidar. No era una cuestión nueva. En las Cortes de Cádiz se había discutido acerca de si convenía fundamentar el proyecto de futuro en el pasado remoto -opción Jovellanos o Martínez Marina- o hacer borrón y cuenta nueva apoyándose en el «deber ser» -opción Flórez Estrada. Más adelante, a lo largo del siglo XIX se habían enfrentado fueristas y liberales, los primeros aferrándose a la fuerza de la tradición; los segundos, profundamente escépticos a una memoria que llevaba a cuestas demasiadas falsificaciones e invenciones. Balfour ha estudiado en los debates parlamentarios previos a la aprobación de la Constitución de 1978, las reservas y prevenciones que suscitaba la historia larga a Manuel Fraga: «es muy difícil saber en qué momento hay que empezar a echarse, digamos, a andar, porque algunos (el origen) lo pondrían en el asesinato de Prim y otros, quizás, en el destronamiento de Wamba». Preocupaba más la memoria histórica larga nacional incluso, que la herencia histórica reciente de la guerra civil.
La transición, en cualquier caso, rompió las inhibiciones previas y supuso un auténtico «boom» de historias de España, por primera vez, escritas con sensibilidad regionalista. La memoria histórica de España producida en la transición política buscó la revisión de las claves de lo que Stanley Payne ha llamado «el Gran Relato» del franquismo. Prosperó frente a la memoria épica de la Reconquista, del Imperio, del nacionalcatolicismo, columnas históricas en que se apoyó el franquismo, una memoria alternativa que evocaba a los perdedores. Se desató la pasión por los centenarios. 1978, el centenario del nacimiento de la Inquisición; 1988, el de la muerte de Carlos III; 1992, el de tantos hitos vinculados a 1492. Memoria voluntariamente discreta (uso del concepto de «encuentro» sustituyendo el de «descubrimiento» de América), un punto melancólica, que rememora pero que no celebra, que busca la lección del pasado para no repetir errores. Obsesionaba la idea del fracaso histórico, como el gran reto a superar. Se insertó la historia de España en el tránsito del feudalismo al capitalismo, a través del estudio de las peculiaridades del la revolución burguesa española. Los referentes históricos más presentes fueron el reformismo borbónico de Carlos III y la Restauración canovista, periodos de pactos estratégicos en tiempo de postguerra. Pero el gran objetivo de la memoria en la transición fue la superación de las dos míticas Españas. La transición no pactó el consenso de las dos Españas en el olvido, sino en el aprendizaje de la lección histórica: nunca más. Los dos grandes temas sobre los que se incidió, buscando enterrar el sectarismo fueron: la Inquisición y la guerra civil. El Santo Oficio como presunto punto de partida del foso histórico entre las dos Españas, la guerra civil como la gran prueba de la terrible continuidad de ese foso de separación.
Ambos hitos se insertaron en la historia cainita de nuestro país y se intentó digerir su impacto trágico, a partir de la desdramatización cuantitativa, devaluando las cifras tradicionalmente manejadas del número de procesados por la Inquisición (un máximo de 100.000) y de muertos en la guerra (unos 350.000 en total, 200.000 en las represiones, 150.000 en campaña). Ni Llorente ni Gironella. La guerra civil se diagnosticó como una locura trágica colectiva, especialmente dramática, más incluso que por sus muertos, porque pudo ser evitada, contra las tesis del fatalismo insuperable. Se relativizó el papel de las ayudas o insolidaridades internacionales, para inscribir la responsabilidad en el ejercicio autocrítico colectivo.
Acabó aquella transición y con ella la memoria con la que se construyó la transición, una memoria que estuvo siempre en guardia para evitar la repetibilidad de la historia reciente. La enfermedad de Alzheimer tristemente ha hecho añicos -en grados dispares de desarrollo-, la memoria de tres de los políticos que mayor protagonismo tuvieron en España desde el fin de la dictadura de Franco. Adolfo Suárez, el piloto de la transición, que procediendo del franquismo, supo conducir la nave del tránsito político en aguas procelosas. Jordi Solé Tura, uno de los artífices de la Constitución que, desde su formación originariamente comunista, participó en el cuestionamiento revisionista del estalinismo hasta convertirse en ministro de cultura de Felipe González. Pasqual Maragall, el catalán que soñó con españolizar Cataluña como alcalde de los Juegos Olímpicos de Barcelona y catalanizar España, como presidente de la Generalitat. Tres políticos que lucharon contra el peso de la historia para abrir futuros diferentes. Memorias rotas todas ellas por la enfermedad del olvido, por cansancio y por desgaste. Memorias astilladas como triste metáfora del olvido en el que hoy han caído los valores de aquella transición.
http://www.abc.es/20090525/opinion-tercera/memoria-historica-transicion-20090525.html
RICARDO GARCÍA CÁRCEL Universidad Autónoma de Barcelona
Lunes, 25-05-09
UNO de los estigmas, en los últimos años, asignados a la transición política española de la dictadura a la democracia y reiterados hasta el tópico, ha sido el del presunto pacto de silencio u olvido que la transición institucionalizó y que estaría generado por los miedos de una izquierda débil y alicorta en sus expectativas y de una derecha, presuntamente torticera, que quiso reproducirse en el poder pagando los menores costes posibles. En el marco del miedo escénico, de unos a las amenazas que representaban los restos del régimen agónico, de otros, al radicalismo nacionalista o al conflicto social, habría habido un acuerdo para la desmemoria de la historia reciente, un convenio lampedusista salpicado de prudencia y autocontroles a la hora de mirar atrás. El síndrome de la mujer de Lot. La idea del presunto pacto del olvido ya ha sido cuestionada desde distintos sectores ideológicos, por Alvarez Tardío, Stanley Payne o Santos Juliá. No pretendo, aquí y ahora, deshojar la margarita del recuerdo/olvido, ni debatir acerca de lo que se olvidó, sino precisar lo que se recordó, penetrar, en definitiva, en la memoria histórica que se elaboró en los años de la transición política española, la memoria de los hijos de los ganadores y perdedores de la guerra civil.
Una primera cuestión se impone. 1975 no supuso una cesura en el desarrollo de la historiografía española. Desde fines de los años sesenta y primeros setenta había habido cambios notables en la historiografía española. La historia social y económica, ya en su vertiente marxista más o menos escolástica (la influencia de Vilar o Tuñón de Lara fue fundamental) o en su vertiente de la escuela francesa de los Annales, estaba plenamente institucionalizada antes de 1975. El propio estudio de la guerra civil, desde una óptica no franquista, se inició pronto. La bandera de la reconciliación había sido enarbolada por la derecha y por la izquierda desde hacía mucho tiempo. De hecho, en el patético discurso de Azaña «Paz, piedad y perdón» de julio de 1938 está contenido buena parte del ideario reconciliatorio que haría suyo la Transición. Carlos Seco, hijo de un militar fusilado por Franco, al empezar la guerra, por lealtad a la República, escribió ya en 1961 un pionero análisis de la República y la Guerra Civil, que después se institucionalizará a través de su aporte sintético a la célebre Introducción a la Historia de España de la Editorial Teide. En esa temprana historiografía sobre la guerra civil no sólo encontramos antes de la muerte de Franco la abundante producción de Ricardo de la Cierva, vinculado al Servicio de Estudios de la Guerra de España del Ministerio de Información y Turismo de Fraga. En 1973 publicó Ramón Tamames, entonces miembro del Partido Comunista de España, el último volumen de la Historia de España de Alianza-Alfaguara. También antes de la muerte de Franco se rompió el malditismo que se había creado en torno al siglo XIX. El papel de Artola o Jover enterrando el presunto fatalismo del siglo XIX, fue fundamental. Si Julián Marías defendió la «vegetación del páramo» de 1940 a 1955 (muerte de Ortega) el páramo historiográfico en los años setenta ya no existía.
Y llegó la transición. El debate que se planteó, de entrada, fue el del valor y los límites de la historia. La historia como ejemplo a seguir o la historia como lastre a olvidar. No era una cuestión nueva. En las Cortes de Cádiz se había discutido acerca de si convenía fundamentar el proyecto de futuro en el pasado remoto -opción Jovellanos o Martínez Marina- o hacer borrón y cuenta nueva apoyándose en el «deber ser» -opción Flórez Estrada. Más adelante, a lo largo del siglo XIX se habían enfrentado fueristas y liberales, los primeros aferrándose a la fuerza de la tradición; los segundos, profundamente escépticos a una memoria que llevaba a cuestas demasiadas falsificaciones e invenciones. Balfour ha estudiado en los debates parlamentarios previos a la aprobación de la Constitución de 1978, las reservas y prevenciones que suscitaba la historia larga a Manuel Fraga: «es muy difícil saber en qué momento hay que empezar a echarse, digamos, a andar, porque algunos (el origen) lo pondrían en el asesinato de Prim y otros, quizás, en el destronamiento de Wamba». Preocupaba más la memoria histórica larga nacional incluso, que la herencia histórica reciente de la guerra civil.
La transición, en cualquier caso, rompió las inhibiciones previas y supuso un auténtico «boom» de historias de España, por primera vez, escritas con sensibilidad regionalista. La memoria histórica de España producida en la transición política buscó la revisión de las claves de lo que Stanley Payne ha llamado «el Gran Relato» del franquismo. Prosperó frente a la memoria épica de la Reconquista, del Imperio, del nacionalcatolicismo, columnas históricas en que se apoyó el franquismo, una memoria alternativa que evocaba a los perdedores. Se desató la pasión por los centenarios. 1978, el centenario del nacimiento de la Inquisición; 1988, el de la muerte de Carlos III; 1992, el de tantos hitos vinculados a 1492. Memoria voluntariamente discreta (uso del concepto de «encuentro» sustituyendo el de «descubrimiento» de América), un punto melancólica, que rememora pero que no celebra, que busca la lección del pasado para no repetir errores. Obsesionaba la idea del fracaso histórico, como el gran reto a superar. Se insertó la historia de España en el tránsito del feudalismo al capitalismo, a través del estudio de las peculiaridades del la revolución burguesa española. Los referentes históricos más presentes fueron el reformismo borbónico de Carlos III y la Restauración canovista, periodos de pactos estratégicos en tiempo de postguerra. Pero el gran objetivo de la memoria en la transición fue la superación de las dos míticas Españas. La transición no pactó el consenso de las dos Españas en el olvido, sino en el aprendizaje de la lección histórica: nunca más. Los dos grandes temas sobre los que se incidió, buscando enterrar el sectarismo fueron: la Inquisición y la guerra civil. El Santo Oficio como presunto punto de partida del foso histórico entre las dos Españas, la guerra civil como la gran prueba de la terrible continuidad de ese foso de separación.
Ambos hitos se insertaron en la historia cainita de nuestro país y se intentó digerir su impacto trágico, a partir de la desdramatización cuantitativa, devaluando las cifras tradicionalmente manejadas del número de procesados por la Inquisición (un máximo de 100.000) y de muertos en la guerra (unos 350.000 en total, 200.000 en las represiones, 150.000 en campaña). Ni Llorente ni Gironella. La guerra civil se diagnosticó como una locura trágica colectiva, especialmente dramática, más incluso que por sus muertos, porque pudo ser evitada, contra las tesis del fatalismo insuperable. Se relativizó el papel de las ayudas o insolidaridades internacionales, para inscribir la responsabilidad en el ejercicio autocrítico colectivo.
Acabó aquella transición y con ella la memoria con la que se construyó la transición, una memoria que estuvo siempre en guardia para evitar la repetibilidad de la historia reciente. La enfermedad de Alzheimer tristemente ha hecho añicos -en grados dispares de desarrollo-, la memoria de tres de los políticos que mayor protagonismo tuvieron en España desde el fin de la dictadura de Franco. Adolfo Suárez, el piloto de la transición, que procediendo del franquismo, supo conducir la nave del tránsito político en aguas procelosas. Jordi Solé Tura, uno de los artífices de la Constitución que, desde su formación originariamente comunista, participó en el cuestionamiento revisionista del estalinismo hasta convertirse en ministro de cultura de Felipe González. Pasqual Maragall, el catalán que soñó con españolizar Cataluña como alcalde de los Juegos Olímpicos de Barcelona y catalanizar España, como presidente de la Generalitat. Tres políticos que lucharon contra el peso de la historia para abrir futuros diferentes. Memorias rotas todas ellas por la enfermedad del olvido, por cansancio y por desgaste. Memorias astilladas como triste metáfora del olvido en el que hoy han caído los valores de aquella transición.
http://www.abc.es/20090525/opinion-tercera/memoria-historica-transicion-20090525.html
Los brotes verdes del servilismo
25-V-2009
Los brotes verdes del servilismo
EDITORIAL
No sólo no están apareciendo los primeros brotes verdes en la economía sino que, si el PSOE prosigue con este despropósito planificador, nunca llegarán a salir. Lo único que ofrecen los socialistas es pobreza y servilismo.
No caben demasiadas dudas de que el Ejecutivo de Zapatero ha ido dando peligrosos bandazos en su política económica. Hemos pasado en apenas un año del negacionismo más estrecho de la crisis a la urgente necesidad de reestructurar por decreto toda la economía. Es decir, hemos pasado de jurar que la economía estaba en perfecto estado a reconocer que ha colapsado y que es imprescindible reconvertirla de inmediato.
El problema no es ya la incapacidad e inutilidad del Gobierno que tales contradicciones dejan entrever; en realidad, el mayor problema es que si bien existe una contradicción interna entre ambas proposiciones, ellas no entran en contradicción con la estrategia política del PSOE, a saber, conservar e incrementar su poder.
En efecto, negar la crisis económica era la pose necesaria para ganar las elecciones generales de 2008. Admitir, como criticaba el PP, que España se encontraba al borde de una recesión de proporciones desconocidas era reconocer que Zapatero no había hecho nada durante la legislatura anterior para evitarla y que, por tanto, era corresponsable –como ciertamente lo era– de la catástrofe hacia la que nos dirigíamos; es decir, la mentira les sirvió para conservar el poder político.
En cambio, repetir continuamente que la economía española debe reestructurarse para recuperar un mínimo bienestar material es la postura adecuada para justificar hoy un incremento del intervencionismo y de las competencias del Gobierno. Dado que es urgente un "cambio de modelo" se asume que el único agente capaz de implementarlo es el Estado; en otras palabras, el dramatismo les sirve de base para ampliar el poder político.
Sin embargo, si bien es verdad que España necesita realizar ajustes en su estructura productiva, no es cierto que necesite cualquier tipo de ajustes. La idea de que lo importante es el cambio y no el tipo de cambio les sirve para justificar las mayores estupideces; pero si además Zapatero está ideológicamente obsesionado con que este cambio se oriente por imperativo legal hacia el ecologismo subvencionado y hacia la preponderancia de los sindicatos en la vida social, las estupideces se convierten en estupideces peligrosas para nuestra libertad y nuestra prosperidad.
Y es que, por un lado, querer cambiar la economía por ley es un objetivo abocado al fracaso, tal y como ilustran las economías socialistas en su expresión más extrema o tal y como lo plasma, a menor escala, la propia Andalucía en la que Zapatero ha prometido implantar sus primeras ocurrencias dirigistas.
Pocos sistemas, si es que hay alguno, serán tan empobrecedores como el socialismo y precisamente socialismo es lo que nos está vendiendo el presidente del Gobierno. Sus apuestas personales, como la inversión en energías renovables, sólo han logrado encarecer la electricidad y restar competitividad a nuestro tejido industrial; no deja de resultar inquietante que lo único que sepa y quiera ofrecer a estas alturas sean fracasos garantizados. En medio de una crisis no parece que sea lo más recomendable debilitar aun mas la economía.
El cambio de modelo que necesita España debe venir por parte de la propia sociedad: empresarios, capitalistas y trabajadores deben recolocarse en aquellas actividades que ofrezcan unos mayores márgenes de beneficio (producir lo más urgentemente necesitado al menor coste posible), un proceso que, si pretende tener éxito, en ningún caso puede estar dirigido por la Administración.
Por otro lado, la pretensión de cambiar por ley el "modelo productivo" de España también implica riesgos considerables para la libertad. El poder cuasi absoluto que requiere tal objetivo constituye el caldo de cultivo perfecto para la corrupción y para que sean los propios socialistas quienes controlen los centros de decisión de este país. Sólo faltaría que el PSOE pudiera nombrar a dedo a los empresarios españoles y, por tanto, decidir quiénes pueden trabajar y en qué pueden hacerlo. De ahí a una completa dependencia de los ciudadanos de la clemencia socialista (y, por tanto, a una total sumisión) hay sólo un paso.
En definitiva, no sólo no están apareciendo los primeros brotes verdes en la economía sino que, si el PSOE prosigue con este despropósito planificador, nunca llegarán a salir. Lo único que ofrecen los socialistas es pobreza y servilismo.
http://www.libertaddigital.com/opinion/editorial/los-brotes-verdes-del-servilismo-49335/
Los brotes verdes del servilismo
EDITORIAL
No sólo no están apareciendo los primeros brotes verdes en la economía sino que, si el PSOE prosigue con este despropósito planificador, nunca llegarán a salir. Lo único que ofrecen los socialistas es pobreza y servilismo.
No caben demasiadas dudas de que el Ejecutivo de Zapatero ha ido dando peligrosos bandazos en su política económica. Hemos pasado en apenas un año del negacionismo más estrecho de la crisis a la urgente necesidad de reestructurar por decreto toda la economía. Es decir, hemos pasado de jurar que la economía estaba en perfecto estado a reconocer que ha colapsado y que es imprescindible reconvertirla de inmediato.
El problema no es ya la incapacidad e inutilidad del Gobierno que tales contradicciones dejan entrever; en realidad, el mayor problema es que si bien existe una contradicción interna entre ambas proposiciones, ellas no entran en contradicción con la estrategia política del PSOE, a saber, conservar e incrementar su poder.
En efecto, negar la crisis económica era la pose necesaria para ganar las elecciones generales de 2008. Admitir, como criticaba el PP, que España se encontraba al borde de una recesión de proporciones desconocidas era reconocer que Zapatero no había hecho nada durante la legislatura anterior para evitarla y que, por tanto, era corresponsable –como ciertamente lo era– de la catástrofe hacia la que nos dirigíamos; es decir, la mentira les sirvió para conservar el poder político.
En cambio, repetir continuamente que la economía española debe reestructurarse para recuperar un mínimo bienestar material es la postura adecuada para justificar hoy un incremento del intervencionismo y de las competencias del Gobierno. Dado que es urgente un "cambio de modelo" se asume que el único agente capaz de implementarlo es el Estado; en otras palabras, el dramatismo les sirve de base para ampliar el poder político.
Sin embargo, si bien es verdad que España necesita realizar ajustes en su estructura productiva, no es cierto que necesite cualquier tipo de ajustes. La idea de que lo importante es el cambio y no el tipo de cambio les sirve para justificar las mayores estupideces; pero si además Zapatero está ideológicamente obsesionado con que este cambio se oriente por imperativo legal hacia el ecologismo subvencionado y hacia la preponderancia de los sindicatos en la vida social, las estupideces se convierten en estupideces peligrosas para nuestra libertad y nuestra prosperidad.
Y es que, por un lado, querer cambiar la economía por ley es un objetivo abocado al fracaso, tal y como ilustran las economías socialistas en su expresión más extrema o tal y como lo plasma, a menor escala, la propia Andalucía en la que Zapatero ha prometido implantar sus primeras ocurrencias dirigistas.
Pocos sistemas, si es que hay alguno, serán tan empobrecedores como el socialismo y precisamente socialismo es lo que nos está vendiendo el presidente del Gobierno. Sus apuestas personales, como la inversión en energías renovables, sólo han logrado encarecer la electricidad y restar competitividad a nuestro tejido industrial; no deja de resultar inquietante que lo único que sepa y quiera ofrecer a estas alturas sean fracasos garantizados. En medio de una crisis no parece que sea lo más recomendable debilitar aun mas la economía.
El cambio de modelo que necesita España debe venir por parte de la propia sociedad: empresarios, capitalistas y trabajadores deben recolocarse en aquellas actividades que ofrezcan unos mayores márgenes de beneficio (producir lo más urgentemente necesitado al menor coste posible), un proceso que, si pretende tener éxito, en ningún caso puede estar dirigido por la Administración.
Por otro lado, la pretensión de cambiar por ley el "modelo productivo" de España también implica riesgos considerables para la libertad. El poder cuasi absoluto que requiere tal objetivo constituye el caldo de cultivo perfecto para la corrupción y para que sean los propios socialistas quienes controlen los centros de decisión de este país. Sólo faltaría que el PSOE pudiera nombrar a dedo a los empresarios españoles y, por tanto, decidir quiénes pueden trabajar y en qué pueden hacerlo. De ahí a una completa dependencia de los ciudadanos de la clemencia socialista (y, por tanto, a una total sumisión) hay sólo un paso.
En definitiva, no sólo no están apareciendo los primeros brotes verdes en la economía sino que, si el PSOE prosigue con este despropósito planificador, nunca llegarán a salir. Lo único que ofrecen los socialistas es pobreza y servilismo.
http://www.libertaddigital.com/opinion/editorial/los-brotes-verdes-del-servilismo-49335/
viernes, mayo 22, 2009
Juan Urrutia, Es la guerra, otra vez
viernes 22 de mayo de 2009
Es la guerra, otra vez
Juan Urrutia
A H, qué tiempos los de la Guerra Fría: soviéticos con abrigos negros que ocultaban pistolas y cápsulas de cianuro, norteamericanos escondiendo microfilmes en falsas muelas del juicio, películas de Michael Caine… Todos aquellos nostálgicos de los contubernios, los espías y los sombreros elegantes disfrutarán con la crónica de la actualidad política, la cosa está que arde.
Se da el caso de que parte de la Policía Autónoma Vasca (varios altísimos y no tan altísimos mandos), velando cual madre primorosa por el bien de sus ciudadanos, ha orquestado un complot de los buenos, de los de verdad, qué gozada de conspiración. Previendo su prematura jubilación, también denominada patada en el pompis, los jefazos de la Ertzaintza, que fueron elegidos por lo bien que sabían llevar la boina, llamaron a treinta subordinados, y a la vez mandamases, para exponerles el plan. Éste constaba de tres partes muy diferenciadas, pasen y vean: en primer lugar estaba el espionaje gordo y malicioso: habían pensado informar al PNV, mediante la creación de un grupúsculo de espías ponzoñosos, de todo lo referente al ámbito de lo que, por motivos obvios, ya no es de su incumbencia. El segundo punto es de lo más original, seguimos con el espionaje, pero éste para obtener información privilegiada que el partido jeltzale pudiera usar contra Patxi López. Para finalizar, ya visto el talante demócrata de nuestros protagonistas, veamos ahora su lado más amoroso y cordial, con los delincuentes, claro, porque la idea, para dejar la gestión socialista por los suelos en materia de seguridad y lucha antiterrorista, era hacer las cosas condenadamente mal. Es decir, dejar al ciudadano en las garras de maleantes de todo tipo y especie para propiciar quejas y ceños fruncidos. Sobra decir que esas personas, cuyo oficio es (por poco tiempo) el de proteger al incauto transeúnte, pierden el derecho a denominarse policías por anteponer sus turbios intereses al bienestar de éste; sería un insulto para aquellos que arriesgan el pellejo por el prójimo cobrando la mitad de lo que gana un ertzaina. Es vox populi que los funcionarios vascos, se salvan dos o tres, están fuertemente ideologizados o fingen estarlo, todos los esfuerzos del PNV en los últimos treinta años han ido encaminados a crear una “nación vasca” en la que todos se sientan parte de un todo, de un ente abstracto que funda la individualidad en una masa de almas descafeinadas y fáciles de dirigir. Afecta lo dicho desde la enseñanza, pilar básico de este siniestro plan, hasta el último de los hogares vascos.
Tristemente, los peneuvistas y compañía, hicieron un gran trabajo adoctrinando a la infancia de ayer, que es la sociedad de hoy. Por eso el mal llamado “conflicto vasco”, que no es otra cosa que odio fundamentado en mentiras beneficiosas para el nacionalismo más pudiente, tiene una difícil solución a medio plazo, imposible a corto y segura cuando el tiempo nos haya enterrado a todos bajo un ramillete de nardos. Con esto quiero decir que serán las futuras generaciones las que olviden la inquina del nacionalismo totalitario hacia cualquier forma de pensamiento disidente. Por el momento veremos que nos depara el nuevo Gobierno vasco, la carencia de este fanatismo algo habrá de notarse en su gestión.
http://www.vistazoalaprensa.com/firmas_art.asp?id=5204
Es la guerra, otra vez
Juan Urrutia
A H, qué tiempos los de la Guerra Fría: soviéticos con abrigos negros que ocultaban pistolas y cápsulas de cianuro, norteamericanos escondiendo microfilmes en falsas muelas del juicio, películas de Michael Caine… Todos aquellos nostálgicos de los contubernios, los espías y los sombreros elegantes disfrutarán con la crónica de la actualidad política, la cosa está que arde.
Se da el caso de que parte de la Policía Autónoma Vasca (varios altísimos y no tan altísimos mandos), velando cual madre primorosa por el bien de sus ciudadanos, ha orquestado un complot de los buenos, de los de verdad, qué gozada de conspiración. Previendo su prematura jubilación, también denominada patada en el pompis, los jefazos de la Ertzaintza, que fueron elegidos por lo bien que sabían llevar la boina, llamaron a treinta subordinados, y a la vez mandamases, para exponerles el plan. Éste constaba de tres partes muy diferenciadas, pasen y vean: en primer lugar estaba el espionaje gordo y malicioso: habían pensado informar al PNV, mediante la creación de un grupúsculo de espías ponzoñosos, de todo lo referente al ámbito de lo que, por motivos obvios, ya no es de su incumbencia. El segundo punto es de lo más original, seguimos con el espionaje, pero éste para obtener información privilegiada que el partido jeltzale pudiera usar contra Patxi López. Para finalizar, ya visto el talante demócrata de nuestros protagonistas, veamos ahora su lado más amoroso y cordial, con los delincuentes, claro, porque la idea, para dejar la gestión socialista por los suelos en materia de seguridad y lucha antiterrorista, era hacer las cosas condenadamente mal. Es decir, dejar al ciudadano en las garras de maleantes de todo tipo y especie para propiciar quejas y ceños fruncidos. Sobra decir que esas personas, cuyo oficio es (por poco tiempo) el de proteger al incauto transeúnte, pierden el derecho a denominarse policías por anteponer sus turbios intereses al bienestar de éste; sería un insulto para aquellos que arriesgan el pellejo por el prójimo cobrando la mitad de lo que gana un ertzaina. Es vox populi que los funcionarios vascos, se salvan dos o tres, están fuertemente ideologizados o fingen estarlo, todos los esfuerzos del PNV en los últimos treinta años han ido encaminados a crear una “nación vasca” en la que todos se sientan parte de un todo, de un ente abstracto que funda la individualidad en una masa de almas descafeinadas y fáciles de dirigir. Afecta lo dicho desde la enseñanza, pilar básico de este siniestro plan, hasta el último de los hogares vascos.
Tristemente, los peneuvistas y compañía, hicieron un gran trabajo adoctrinando a la infancia de ayer, que es la sociedad de hoy. Por eso el mal llamado “conflicto vasco”, que no es otra cosa que odio fundamentado en mentiras beneficiosas para el nacionalismo más pudiente, tiene una difícil solución a medio plazo, imposible a corto y segura cuando el tiempo nos haya enterrado a todos bajo un ramillete de nardos. Con esto quiero decir que serán las futuras generaciones las que olviden la inquina del nacionalismo totalitario hacia cualquier forma de pensamiento disidente. Por el momento veremos que nos depara el nuevo Gobierno vasco, la carencia de este fanatismo algo habrá de notarse en su gestión.
http://www.vistazoalaprensa.com/firmas_art.asp?id=5204
Carlos Herrera, El Sastre de ETA
El Sastre de ETA
CARLOS HERRERA
Viernes, 22-05-09
ME cuesta olvidarme. Corría el año 83. Tal vez el 84. Lo he buscado en el archivo digital de «El País» pero no consta. En mi memoria, sí, que por lo visto es mejor. Alfonso Sastre, matón por aquél entonces -en el sentido más literal de la palabra- del «abertzalismo» vasco, dedicó una tribuna del «diario independiente de la mañana» a Luis del Olmo, que ya por entonces se distinguía por ser el periodista de radio que de forma más inequívoca se enfrentaba al terrorismo de ETA y a toda la chusma que adornaba aquel movimiento que mataba cerca de ciento cincuenta personas al año. No era el único, evidentemente, pero sí el que disponía de un altavoz más potente. El artículo era una suerte de simpleza argumental muy en la línea de la obra de un sujeto como Sastre: censuraba a Del Olmo y le sometía a la crítica argumental habitual que utilizaba el entorno etarra para con aquéllos que no se sometían al silencio cobardón tan de la época. Antonio Rúa, que no me dejará mentir, se plantó ante Luis y le conminó a que no contestara ni una sola palabra. Le dio al leonés un argumento definitivo: «Ya sabes lo que quiere decir que este tío te dedique un artículo, que estás en las listas». Lo que le advertía su número dos se hizo realidad unos años más tarde: quisieron matar a Luis unas siete veces.
Hoy, el mismo canalla que escribió aquel panfleto encabeza una candidatura en la que se agazapa, una vez más, la ETA. La misma ETA que mató a doce personas en el atentado de la cafetería de la calle del Correo de Madrid y cuyos pormenores se urdieron en la vivienda que este individuo compartía con su mujer, Genoveva Forest, ya fallecida y colaboradora de la banda. La misma ETA que asesinó al presidente del Gobierno, Carrero Blanco, tras una osadísima operación que nació tras una reunión en el mismo domicilio y de la que fue autora intelectual la susodicha escritora, esa que cuando falleció mereció los honores de una subespecie de intelectuales y agitadores que, en buena medida, están reflejados en la lista al Parlamento Europeo a la que el Tribunal Supremo ha bloqueado el paso. Momentáneamente. El Constitucional tiene, al parecer, la última palabra. Esperemos que haga su trabajo. Ángeles Maestro, una pájara de la peor especie que en su tiempo pastó en los predios de Izquierda Unida y que se ha caracterizado por visualizar los peores tics de la extrema izquierda, forma parte de la candidatura y evidencia la intencionalidad del paquete cuando se niega a condenar a ETA con la peregrina excusa de que «no viene a cuento». Sastre, el cabeza de lista, entró en coqueteos con el mundo adjunto de ETA y de Batasuna tantos años atrás como se tiene constancia de su militancia política. A nadie va a engañar ahora. Es un dramaturgo mediocre y un muy eficaz banderín de enganche para un mundo en el que cada día proliferan más las caricaturas. Algo parecido le ocurrió al tonto de Bergamín -salvando las distancias- cuando descubrió desde Madrid que existía un mundo ficticio en el que reivindicar escenarios ficticios llenos de sangre y odio. Sangre y odios nada ficticios, por cierto. Que a estas alturas sujetos como los mentados, con la conciencia llena de sangre inocente, quieran establecer una plataforma supuestamente libertaria, luchadora por principios primitivamente nobles, resulta del todo punto intragable. La sociedad tiene derecho a defenderse, mediante la Justicia y la Ley, de pretensiones abyectas. Tras esa plataforma se esconden los de siempre, los que han aplaudido el pasado de Sastre y su familia, los que justifican la violencia, los que creen que la muerte de los clientes de la cafetería Rolando resultó «inevitable». Bloquear su paso no es limitar ninguna libertad: es sencillamente combatir decentemente por ella.
http://www.abc.es/20090522/opinion-firmas/sastre-20090522.html
CARLOS HERRERA
Viernes, 22-05-09
ME cuesta olvidarme. Corría el año 83. Tal vez el 84. Lo he buscado en el archivo digital de «El País» pero no consta. En mi memoria, sí, que por lo visto es mejor. Alfonso Sastre, matón por aquél entonces -en el sentido más literal de la palabra- del «abertzalismo» vasco, dedicó una tribuna del «diario independiente de la mañana» a Luis del Olmo, que ya por entonces se distinguía por ser el periodista de radio que de forma más inequívoca se enfrentaba al terrorismo de ETA y a toda la chusma que adornaba aquel movimiento que mataba cerca de ciento cincuenta personas al año. No era el único, evidentemente, pero sí el que disponía de un altavoz más potente. El artículo era una suerte de simpleza argumental muy en la línea de la obra de un sujeto como Sastre: censuraba a Del Olmo y le sometía a la crítica argumental habitual que utilizaba el entorno etarra para con aquéllos que no se sometían al silencio cobardón tan de la época. Antonio Rúa, que no me dejará mentir, se plantó ante Luis y le conminó a que no contestara ni una sola palabra. Le dio al leonés un argumento definitivo: «Ya sabes lo que quiere decir que este tío te dedique un artículo, que estás en las listas». Lo que le advertía su número dos se hizo realidad unos años más tarde: quisieron matar a Luis unas siete veces.
Hoy, el mismo canalla que escribió aquel panfleto encabeza una candidatura en la que se agazapa, una vez más, la ETA. La misma ETA que mató a doce personas en el atentado de la cafetería de la calle del Correo de Madrid y cuyos pormenores se urdieron en la vivienda que este individuo compartía con su mujer, Genoveva Forest, ya fallecida y colaboradora de la banda. La misma ETA que asesinó al presidente del Gobierno, Carrero Blanco, tras una osadísima operación que nació tras una reunión en el mismo domicilio y de la que fue autora intelectual la susodicha escritora, esa que cuando falleció mereció los honores de una subespecie de intelectuales y agitadores que, en buena medida, están reflejados en la lista al Parlamento Europeo a la que el Tribunal Supremo ha bloqueado el paso. Momentáneamente. El Constitucional tiene, al parecer, la última palabra. Esperemos que haga su trabajo. Ángeles Maestro, una pájara de la peor especie que en su tiempo pastó en los predios de Izquierda Unida y que se ha caracterizado por visualizar los peores tics de la extrema izquierda, forma parte de la candidatura y evidencia la intencionalidad del paquete cuando se niega a condenar a ETA con la peregrina excusa de que «no viene a cuento». Sastre, el cabeza de lista, entró en coqueteos con el mundo adjunto de ETA y de Batasuna tantos años atrás como se tiene constancia de su militancia política. A nadie va a engañar ahora. Es un dramaturgo mediocre y un muy eficaz banderín de enganche para un mundo en el que cada día proliferan más las caricaturas. Algo parecido le ocurrió al tonto de Bergamín -salvando las distancias- cuando descubrió desde Madrid que existía un mundo ficticio en el que reivindicar escenarios ficticios llenos de sangre y odio. Sangre y odios nada ficticios, por cierto. Que a estas alturas sujetos como los mentados, con la conciencia llena de sangre inocente, quieran establecer una plataforma supuestamente libertaria, luchadora por principios primitivamente nobles, resulta del todo punto intragable. La sociedad tiene derecho a defenderse, mediante la Justicia y la Ley, de pretensiones abyectas. Tras esa plataforma se esconden los de siempre, los que han aplaudido el pasado de Sastre y su familia, los que justifican la violencia, los que creen que la muerte de los clientes de la cafetería Rolando resultó «inevitable». Bloquear su paso no es limitar ninguna libertad: es sencillamente combatir decentemente por ella.
http://www.abc.es/20090522/opinion-firmas/sastre-20090522.html
Alvaro Delgado Gal, ¿Fin de ciclo?
¿Fin de ciclo?
ÁLVARO DELGADO-GAL
Viernes, 22-05-09
Gana terreno la idea de que estamos llegando a un fin de ciclo. El debate penoso sobre el Estado de la Nación, y la pitada del miércoles 13 en Mestalla, han acentuado ese sentimiento. Las rectificaciones a que se vio obligado el PSOE durante las votaciones del 19, y el juego de alianzas cruzadas, agravan, y simultáneamente añaden un tono de comicidad, al desbarajuste fabuloso que vive el país. Me centraré antes de nada en el pugilato parlamentario del 12 de mayo. El mensaje estrella del presidente, a saber, el endurecimiento de las condiciones para obtener una desgravación por la compra de un piso, ocupó mucho a tertulianos y columnistas a lo largo de la semana pasada. To no effect, que dirían los anglos: el asunto ha quedado, como otros muchos, en «veremos» y «según». Vayamos a lo que no es anécdota: se hizo muy difícil evitar la impresión de que Zapatero no ha entendido todavía que existe una crisis de proporciones inusitadas. Esto, en cierto modo, no es sorprendente. Si no me engaña la memoria, Zapatero se avino a pronunciar por primera vez la palabra nefanda a finales de septiembre o comienzos de octubre del 2008, en un plató de televisión. Esto significa que fue el último español en advertir el fenómeno, quitando a los que no leen los periódicos, carecen de responsabilidades, y viven del aire. No es raro por tanto que no haya terminado de caerse del guindo, del que continúa suspendido por un pie, o quizá una pierna. La composición de lugar que en este momento se hace el presidente parece apoyarse en tres supuestos. Los tres son erróneos.
Uno: Zapatero identifica la crisis con un accidente exógeno, ocurrido en los Estados Unidos. Cuando el accidente cese, y llegue la recuperación internacional -de aquí a unos meses o un año-, España se recuperará también. Dos: soportamos treinta puntos menos de deuda pública que la media de los países situados en la zona euro. El Gobierno podrá permitirse por consiguiente déficits generosos durante el tiempo que considere oportuno. Tres: la crisis se combatirá cambiando, entre otras cosas, el modelo productivo. Zapatero no dijo exactamente esto. Pero habló sin tregua, en una exposición monopolizada por cómo superar la crisis, de revolucionar la productividad española. O hablaba por hablar, o ha establecido una relación causa/efecto entre esa revolución, y el vencimiento de nuestros agobios presentes. Ello permite inferir que, según el presidente, el modelo podría reconstruirse en un plazo muy corto.
Es claro que estas premisas no forman un todo coherente. Si lo que más urge en orden a combatir la crisis, es cambiar el modelo productivo, es rigurosamente inconcebible que la crisis tenga por origen un accidente exógeno y pasajero. Lo que ocurrirá, es que el accidente ha desencadenado un proceso cuya virulencia no es ajena a determinadas minusvalías estructurales y endógenas. Como, por desgracia, es el caso. Dado que Zapatero está lejos de ser un lerdo, hay que concluir que no ha dedicado dos minutos a estudiar en serio el problema. Resulta también alarmante que el presidente parezca pensar que el nuevo modelo productivo, o como le gusta decir a él, un modelo sostenible, pueda suscitarse de la nada creando un fondo ad hoc. La mudanza la verán, si se dan los pasos que hay que dar, los españoles de la siguiente generación. Hasta que cuaje el invento, habremos de conformarnos con hacer un uso más eficiente y racional de lo que ya tenemos. La tercera premisa no mejora a las otras dos. No es lo mismo una deuda pública como la francesa cuando, en vez de Francia, se es España; no es lo mismo llegar a tal o cual nivel de deuda pública a lo largo de muchos años, que de un repelón en los pocos que nos separan de las elecciones; y no es lo mismo la deuda pública en una sazón de bonanza, que en una coyuntura como la actual, en que estamos expuestos a recalificaciones a la baja o a que no quiera comprar nadie los papeles que subaste el Banco de España. Pero todo esto, en el fondo, le trae al fresco a Zapatero. Zapatero está pensando en otra cosa. ¿Cuál?
La política, en la muy precisa acepción que el concepto usufructúa para el presidente. Basta aplicar la clave política, para que las piezas se recoloquen y lo que era un caos, adquiera congruencia y sentido. Deuda significa gasto a discreción, mientras el cuerpo aguante. La idea es tener a los españoles apaciguados, hasta que la situación se restablezca por sí sola y se puedan convocar las elecciones con garantías. El ingreso de Campa, un economista ortodoxo, en el ministerio de Elena Salgado, es enteramente irrelevante. El presidente ni quiere, ni puede a estas alturas, desmentir su compromiso con la defensa a ultranza de un orden de cosas que era llevadero cuando el país crecía, pero que lo será mucho menos a medida que vaya menguando -repárese en su alocución del domingo 17 en Albacete-. Los actores, force de frappe de la antigua clase universal marxista en esta era postmoderna, le cuestan al Gobierno unos cuantos, no muchos, millones de euros. Los sindicatos, empatados ya con los actores -¿dónde se ha visto que, mientras sube el desempleo como la espuma, los representantes de los trabajadores arremetan contra la oposición?-, van a costar muchísimo más, en especie y, sobre todo, por su resistencia feroz a todo intento serio de regenerar la economía. Por concluir: la creación de fondos para una economía sostenible, se traducirá en dinero con que generar clientelas, pagar adhesiones, y mandar.
Era la coyuntura propicia para que Rajoy se luciera. El líder de la oposición, sin embargo, se limitó a señalar con el índice un librito azul, donde estaba dicho todo lo que hay que decir. Los españoles que desearan conocer la doctrina del PP se vieron remitidos a la autoridad de un texto que el jefe popular no se consideró en la obligación de desvelar. Es obvio que el PP ha articulado su estrategia en dos tramos. Primero, no soltar prenda, no vaya a espantarse un solo voto potencial. Segundo, esperar a que la violencia de la crisis haga inevitables medidas impopulares pero necesarias: reforma del mercado laboral, moderación de los salarios, etc... Cuando el PP gane, si gana, lo ineludible de las medidas le eximirá de la responsabilidad de haberlas aplicado. Me atrevo a insinuar que, de un partido con iniciativa, uno espera ligeramente más.
En la noche del 13, a debate vencido, en los preámbulos de la final de Copa, el himno nacional fue multitudinariamente pitado en Mestalla por los hinchas del F.C.Barcelona y del Athletic de Bilbao. Al día siguiente, un tertuliano afectado de ecolalia comentó que la culpa la teníamos todos, porque España, la España una, no había aprendido aún a ser plural. Esto suena un tanto raro después de un Estatut confederal que ha destrozado la Constitución, de que el castellano se persiga de oficio en Cataluña, y de que, cosa respetabilísima por otro lado, el presidente, mitad leonés y mitad vallisoletano, se declare entusiasta del Barça. Indaga uno nuevos arbitrios, registra el interior de la chistera, y la encuentra absolutamente limpia. Ni un conejo, ni siquiera un gazapo. De ahí la sensación de cansancio, de infinitas recombinaciones que nos mantienen surtos en el mismo punto, mientras el paisaje se transforma y las dificultades se agravan. Los potenciales de una democracia son inmensos. No los estamos aprovechando como Dios manda.
http://www.abc.es/20090522/opinion-tercera/ciclo-20090522.html
ÁLVARO DELGADO-GAL
Viernes, 22-05-09
Gana terreno la idea de que estamos llegando a un fin de ciclo. El debate penoso sobre el Estado de la Nación, y la pitada del miércoles 13 en Mestalla, han acentuado ese sentimiento. Las rectificaciones a que se vio obligado el PSOE durante las votaciones del 19, y el juego de alianzas cruzadas, agravan, y simultáneamente añaden un tono de comicidad, al desbarajuste fabuloso que vive el país. Me centraré antes de nada en el pugilato parlamentario del 12 de mayo. El mensaje estrella del presidente, a saber, el endurecimiento de las condiciones para obtener una desgravación por la compra de un piso, ocupó mucho a tertulianos y columnistas a lo largo de la semana pasada. To no effect, que dirían los anglos: el asunto ha quedado, como otros muchos, en «veremos» y «según». Vayamos a lo que no es anécdota: se hizo muy difícil evitar la impresión de que Zapatero no ha entendido todavía que existe una crisis de proporciones inusitadas. Esto, en cierto modo, no es sorprendente. Si no me engaña la memoria, Zapatero se avino a pronunciar por primera vez la palabra nefanda a finales de septiembre o comienzos de octubre del 2008, en un plató de televisión. Esto significa que fue el último español en advertir el fenómeno, quitando a los que no leen los periódicos, carecen de responsabilidades, y viven del aire. No es raro por tanto que no haya terminado de caerse del guindo, del que continúa suspendido por un pie, o quizá una pierna. La composición de lugar que en este momento se hace el presidente parece apoyarse en tres supuestos. Los tres son erróneos.
Uno: Zapatero identifica la crisis con un accidente exógeno, ocurrido en los Estados Unidos. Cuando el accidente cese, y llegue la recuperación internacional -de aquí a unos meses o un año-, España se recuperará también. Dos: soportamos treinta puntos menos de deuda pública que la media de los países situados en la zona euro. El Gobierno podrá permitirse por consiguiente déficits generosos durante el tiempo que considere oportuno. Tres: la crisis se combatirá cambiando, entre otras cosas, el modelo productivo. Zapatero no dijo exactamente esto. Pero habló sin tregua, en una exposición monopolizada por cómo superar la crisis, de revolucionar la productividad española. O hablaba por hablar, o ha establecido una relación causa/efecto entre esa revolución, y el vencimiento de nuestros agobios presentes. Ello permite inferir que, según el presidente, el modelo podría reconstruirse en un plazo muy corto.
Es claro que estas premisas no forman un todo coherente. Si lo que más urge en orden a combatir la crisis, es cambiar el modelo productivo, es rigurosamente inconcebible que la crisis tenga por origen un accidente exógeno y pasajero. Lo que ocurrirá, es que el accidente ha desencadenado un proceso cuya virulencia no es ajena a determinadas minusvalías estructurales y endógenas. Como, por desgracia, es el caso. Dado que Zapatero está lejos de ser un lerdo, hay que concluir que no ha dedicado dos minutos a estudiar en serio el problema. Resulta también alarmante que el presidente parezca pensar que el nuevo modelo productivo, o como le gusta decir a él, un modelo sostenible, pueda suscitarse de la nada creando un fondo ad hoc. La mudanza la verán, si se dan los pasos que hay que dar, los españoles de la siguiente generación. Hasta que cuaje el invento, habremos de conformarnos con hacer un uso más eficiente y racional de lo que ya tenemos. La tercera premisa no mejora a las otras dos. No es lo mismo una deuda pública como la francesa cuando, en vez de Francia, se es España; no es lo mismo llegar a tal o cual nivel de deuda pública a lo largo de muchos años, que de un repelón en los pocos que nos separan de las elecciones; y no es lo mismo la deuda pública en una sazón de bonanza, que en una coyuntura como la actual, en que estamos expuestos a recalificaciones a la baja o a que no quiera comprar nadie los papeles que subaste el Banco de España. Pero todo esto, en el fondo, le trae al fresco a Zapatero. Zapatero está pensando en otra cosa. ¿Cuál?
La política, en la muy precisa acepción que el concepto usufructúa para el presidente. Basta aplicar la clave política, para que las piezas se recoloquen y lo que era un caos, adquiera congruencia y sentido. Deuda significa gasto a discreción, mientras el cuerpo aguante. La idea es tener a los españoles apaciguados, hasta que la situación se restablezca por sí sola y se puedan convocar las elecciones con garantías. El ingreso de Campa, un economista ortodoxo, en el ministerio de Elena Salgado, es enteramente irrelevante. El presidente ni quiere, ni puede a estas alturas, desmentir su compromiso con la defensa a ultranza de un orden de cosas que era llevadero cuando el país crecía, pero que lo será mucho menos a medida que vaya menguando -repárese en su alocución del domingo 17 en Albacete-. Los actores, force de frappe de la antigua clase universal marxista en esta era postmoderna, le cuestan al Gobierno unos cuantos, no muchos, millones de euros. Los sindicatos, empatados ya con los actores -¿dónde se ha visto que, mientras sube el desempleo como la espuma, los representantes de los trabajadores arremetan contra la oposición?-, van a costar muchísimo más, en especie y, sobre todo, por su resistencia feroz a todo intento serio de regenerar la economía. Por concluir: la creación de fondos para una economía sostenible, se traducirá en dinero con que generar clientelas, pagar adhesiones, y mandar.
Era la coyuntura propicia para que Rajoy se luciera. El líder de la oposición, sin embargo, se limitó a señalar con el índice un librito azul, donde estaba dicho todo lo que hay que decir. Los españoles que desearan conocer la doctrina del PP se vieron remitidos a la autoridad de un texto que el jefe popular no se consideró en la obligación de desvelar. Es obvio que el PP ha articulado su estrategia en dos tramos. Primero, no soltar prenda, no vaya a espantarse un solo voto potencial. Segundo, esperar a que la violencia de la crisis haga inevitables medidas impopulares pero necesarias: reforma del mercado laboral, moderación de los salarios, etc... Cuando el PP gane, si gana, lo ineludible de las medidas le eximirá de la responsabilidad de haberlas aplicado. Me atrevo a insinuar que, de un partido con iniciativa, uno espera ligeramente más.
En la noche del 13, a debate vencido, en los preámbulos de la final de Copa, el himno nacional fue multitudinariamente pitado en Mestalla por los hinchas del F.C.Barcelona y del Athletic de Bilbao. Al día siguiente, un tertuliano afectado de ecolalia comentó que la culpa la teníamos todos, porque España, la España una, no había aprendido aún a ser plural. Esto suena un tanto raro después de un Estatut confederal que ha destrozado la Constitución, de que el castellano se persiga de oficio en Cataluña, y de que, cosa respetabilísima por otro lado, el presidente, mitad leonés y mitad vallisoletano, se declare entusiasta del Barça. Indaga uno nuevos arbitrios, registra el interior de la chistera, y la encuentra absolutamente limpia. Ni un conejo, ni siquiera un gazapo. De ahí la sensación de cansancio, de infinitas recombinaciones que nos mantienen surtos en el mismo punto, mientras el paisaje se transforma y las dificultades se agravan. Los potenciales de una democracia son inmensos. No los estamos aprovechando como Dios manda.
http://www.abc.es/20090522/opinion-tercera/ciclo-20090522.html
Unas elecciones de dóberman
22-V-2009
Unas elecciones de dóberman
EDITORIAL
La respuesta del PP al vídeo del PSOE no ha estado a la altura. Han querido dejar claro que ellos no van a descalificar a sus adversarios y que van a basar su campaña en sus propuestas. Pero, ¿qué propuestas?
Acaba de comenzar oficialmente la campaña de las elecciones europeas. Unos comicios que, una vez más, no hablarán de lo que deberían. Precisamente esta semana el Grupo de Estudios Estratégicos (GEES) ha publicado un duro informe contra la decadencia de Europa. En él se desgranan los problemas a los que se enfrentan todas las sociedades europeas, problemas que, tomados aisladamente, parecen perfecta y hasta fácilmente solucionables, pero que en conjunto se refuerzan unos a otros y muestran un panorama aterrador del futuro de nuestro continente.
Europa debe escoger. Puede continuar instalada en el relativismo, en el todo vale. Puede continuar poniendo una red de protección a todo tipo de conductas sin importar si son buenas o malas, fomentando una libertad sin su necesario complemento, la responsabilidad. Puede enfrentarse con la intolerancia del islamismo que está incubando en sus fronteras, y que ya ha expresado su odio a Occidente y su intención de acabar con nuestras libertades en múltiples ocasiones, y no sólo con atentados. O puede comenzar a huir de este modelo, que nos ha hecho separarnos de otras sociedades occidentales más sanas, como Estados Unidos o Israel, y ha fomentado de hecho el odio a quienes se han limitado a continuar siendo lo que nosotros mismos éramos hace cincuenta años.
Sin embargo, este debate estará completamente ausente en la campaña. Es precisamente ese pensamiento débil que está en la raíz de los peores problemas de Europa lo que convertiría una discusión en estos términos en algo absurdo para algunos y herético para otros. Por otra parte, el diseño institucional de la Unión Europea convierte al único órgano cuyos miembros pueden elegir los europeos en el de menor peso a la hora de tomar decisiones. Así, ausentes de estas elecciones tanto el debate sobre los problemas europeos como cualquier posibilidad de optar por una solución con nuestro voto, resulta casi natural que la campaña se centre en España y sus resultados se terminen interpretando en clave nacional.
Ha sido el PSOE quien ha abierto la veda con un vídeo electoral que poco tiene que envidiar a aquel dóberman que sacó Felipe González en 1996 para aterrar a los votantes con el viejo cuento de que viene la derecha comeniños. Un vídeo con el que pretende tapar su propio radicalismo inventándose otro de signo contrario al que poder criticar a placer. Un vídeo cuyo eslogan, después de mostrar a sus caricaturas, termina diciendo que el problema "no es lo que piensan, sino lo que van a votar", con lo que dejan claro que, efectivamente, lo que le importa a los socialistas no son las ideas, sino el poder.
La respuesta del PP no ha estado a la altura. Han querido dejar claro que ellos no van a descalificar a sus adversarios y que van a basar su campaña en sus propuestas. Pero, ¿qué propuestas? El Partido Popular no se ha atrevido siquiera a mojarse en aquello en que han decidido dedicar toda su labor de oposición: la crisis económica. Permanece empeñado en criticar al Gobierno sin ofrecer una alternativa real. Pareciera que sólo Esperanza Aguirre, con sus rebajas de impuestos, es capaz de recordar a los electores que hay otra forma de hacer las cosas. Desgraciadamente, Génova se limita a proponer medidas que no suponen un cambio de verdad. La razón es el miedo arriolista a movilizar al electorado de izquierdas. Pero corre el riesgo de no ser capaz de ilusionar al propio o, incluso, de llevarlo a otras opciones como UPyD, que no tiene ningún problema en defender muchas de las posiciones tradicionales de la derecha social.
Así pues, el panorama de estas elecciones, sin debate realmente europeo y con una contienda nacional de muy bajo nivel, parece anticipar que la participación volverá a ser ridículamente baja. Serán unos comicios cuya única motivación va a ser enviar un mensaje, ya sea contra Zapatero o contra Rajoy. A eso se reduce ese sueño de la construcción europea.
http://www.libertaddigital.com/opinion/editorial/unas-elecciones-de-doberman-49291/
Unas elecciones de dóberman
EDITORIAL
La respuesta del PP al vídeo del PSOE no ha estado a la altura. Han querido dejar claro que ellos no van a descalificar a sus adversarios y que van a basar su campaña en sus propuestas. Pero, ¿qué propuestas?
Acaba de comenzar oficialmente la campaña de las elecciones europeas. Unos comicios que, una vez más, no hablarán de lo que deberían. Precisamente esta semana el Grupo de Estudios Estratégicos (GEES) ha publicado un duro informe contra la decadencia de Europa. En él se desgranan los problemas a los que se enfrentan todas las sociedades europeas, problemas que, tomados aisladamente, parecen perfecta y hasta fácilmente solucionables, pero que en conjunto se refuerzan unos a otros y muestran un panorama aterrador del futuro de nuestro continente.
Europa debe escoger. Puede continuar instalada en el relativismo, en el todo vale. Puede continuar poniendo una red de protección a todo tipo de conductas sin importar si son buenas o malas, fomentando una libertad sin su necesario complemento, la responsabilidad. Puede enfrentarse con la intolerancia del islamismo que está incubando en sus fronteras, y que ya ha expresado su odio a Occidente y su intención de acabar con nuestras libertades en múltiples ocasiones, y no sólo con atentados. O puede comenzar a huir de este modelo, que nos ha hecho separarnos de otras sociedades occidentales más sanas, como Estados Unidos o Israel, y ha fomentado de hecho el odio a quienes se han limitado a continuar siendo lo que nosotros mismos éramos hace cincuenta años.
Sin embargo, este debate estará completamente ausente en la campaña. Es precisamente ese pensamiento débil que está en la raíz de los peores problemas de Europa lo que convertiría una discusión en estos términos en algo absurdo para algunos y herético para otros. Por otra parte, el diseño institucional de la Unión Europea convierte al único órgano cuyos miembros pueden elegir los europeos en el de menor peso a la hora de tomar decisiones. Así, ausentes de estas elecciones tanto el debate sobre los problemas europeos como cualquier posibilidad de optar por una solución con nuestro voto, resulta casi natural que la campaña se centre en España y sus resultados se terminen interpretando en clave nacional.
Ha sido el PSOE quien ha abierto la veda con un vídeo electoral que poco tiene que envidiar a aquel dóberman que sacó Felipe González en 1996 para aterrar a los votantes con el viejo cuento de que viene la derecha comeniños. Un vídeo con el que pretende tapar su propio radicalismo inventándose otro de signo contrario al que poder criticar a placer. Un vídeo cuyo eslogan, después de mostrar a sus caricaturas, termina diciendo que el problema "no es lo que piensan, sino lo que van a votar", con lo que dejan claro que, efectivamente, lo que le importa a los socialistas no son las ideas, sino el poder.
La respuesta del PP no ha estado a la altura. Han querido dejar claro que ellos no van a descalificar a sus adversarios y que van a basar su campaña en sus propuestas. Pero, ¿qué propuestas? El Partido Popular no se ha atrevido siquiera a mojarse en aquello en que han decidido dedicar toda su labor de oposición: la crisis económica. Permanece empeñado en criticar al Gobierno sin ofrecer una alternativa real. Pareciera que sólo Esperanza Aguirre, con sus rebajas de impuestos, es capaz de recordar a los electores que hay otra forma de hacer las cosas. Desgraciadamente, Génova se limita a proponer medidas que no suponen un cambio de verdad. La razón es el miedo arriolista a movilizar al electorado de izquierdas. Pero corre el riesgo de no ser capaz de ilusionar al propio o, incluso, de llevarlo a otras opciones como UPyD, que no tiene ningún problema en defender muchas de las posiciones tradicionales de la derecha social.
Así pues, el panorama de estas elecciones, sin debate realmente europeo y con una contienda nacional de muy bajo nivel, parece anticipar que la participación volverá a ser ridículamente baja. Serán unos comicios cuya única motivación va a ser enviar un mensaje, ya sea contra Zapatero o contra Rajoy. A eso se reduce ese sueño de la construcción europea.
http://www.libertaddigital.com/opinion/editorial/unas-elecciones-de-doberman-49291/
miércoles, mayo 20, 2009
Hermann Tertsch, Los bichos y el sexo
Los bichos y el sexo
HERMANN TERTSCH
Miércoles, 20-05-09
MONTECASSINO
La ministra de Igualdad, Bibiana Aído, y la secretaria de Organización del PSOE, Leyre Pajín, son dos personajes con una sola virtud. Su falta de sofisticación en el pensamiento y su lógica de lucha por la imposición que es la supervivencia frente a enemigos internos y externos las hace perfectamente incapaces siquiera de simular cierta empatía con mundos que se hallen fuera de sus estrechos cuchitriles mentales. Esto es resultado del embrutecimiento lógico de quienes han recibido toda su formación cultural y sentimental en una cueva de la subcultura ideologizada. Me refiero a esos nidos de adoctrinamiento socialista en los que, como camadas de hurones, aprenden a atacar a todo animal extraño pero también se despedazan entre sí en su lucha por el favor de sus mayores. Nuestras heroínas están pletóricas con su ley del aborto. Y hartas de noñerías. Aído ha proclamado que el feto de trece semanas no es un ser humano. En realidad podía haber dicho veinticuatro o treinta. Asegura que puede tratarse de un «ser vivo» pero que la ciencia no avala el carácter humano del mismo. En fin, la doctora en ciencias considera que hasta la semana que decreta el Consejo de Ministros, las mujeres se pasean con un bicho en la tripa. Quien se atreva a discutirlo es un facha o un acólito de Rouco. La otra estrella de la elegancia socialista en palabra y presencia, Leire Pajín, dice que el aborto «permita disfrutar de la sexualidad de forma segura». Gracias a los socialistas y su aborto vamos a saber por primera vez lo que es disfrutar con el sexo.
http://www.abc.es/20090520/opinion-firmas/bichos-sexo-20090520.html
HERMANN TERTSCH
Miércoles, 20-05-09
MONTECASSINO
La ministra de Igualdad, Bibiana Aído, y la secretaria de Organización del PSOE, Leyre Pajín, son dos personajes con una sola virtud. Su falta de sofisticación en el pensamiento y su lógica de lucha por la imposición que es la supervivencia frente a enemigos internos y externos las hace perfectamente incapaces siquiera de simular cierta empatía con mundos que se hallen fuera de sus estrechos cuchitriles mentales. Esto es resultado del embrutecimiento lógico de quienes han recibido toda su formación cultural y sentimental en una cueva de la subcultura ideologizada. Me refiero a esos nidos de adoctrinamiento socialista en los que, como camadas de hurones, aprenden a atacar a todo animal extraño pero también se despedazan entre sí en su lucha por el favor de sus mayores. Nuestras heroínas están pletóricas con su ley del aborto. Y hartas de noñerías. Aído ha proclamado que el feto de trece semanas no es un ser humano. En realidad podía haber dicho veinticuatro o treinta. Asegura que puede tratarse de un «ser vivo» pero que la ciencia no avala el carácter humano del mismo. En fin, la doctora en ciencias considera que hasta la semana que decreta el Consejo de Ministros, las mujeres se pasean con un bicho en la tripa. Quien se atreva a discutirlo es un facha o un acólito de Rouco. La otra estrella de la elegancia socialista en palabra y presencia, Leire Pajín, dice que el aborto «permita disfrutar de la sexualidad de forma segura». Gracias a los socialistas y su aborto vamos a saber por primera vez lo que es disfrutar con el sexo.
http://www.abc.es/20090520/opinion-firmas/bichos-sexo-20090520.html
martes, mayo 19, 2009
Otra vez dolor de España
Otra vez dolor de España
MANUEL RAMÍREZ Catedrático de Derecho Político
Miércoles, 20-05-09
Es probable que sea en una de las afirmaciones del siempre maestro Ortega donde mejor encontremos la ubicación de lo que a continuación sigue y el título anuncia. Nos advierte así con la conocida estética de sus mensajes: «El español que pretenda huir de las preocupaciones nacionales será hecho prisionero de ellas diez veces al día, y acabará por comprender que para un hombre nacido entre el Bidasoa y Gibraltar es España el problema primario, plenario y perentorio». Y concluye con esta suerte de sentencia para la posteridad: «España es un dolor enorme, profundo, difuso». La utilización de tres palabras que comienzan con la letra p la encontramos también en otro famoso discurso de otro gran amante de la estética oratoria, llamado Manuel Azaña. Y mucho más reciente es ese juicio que, en forma de diálogo con su mujer, utiliza el personaje de una conocida novela de Camilo José Cela con el fondo de nuestra última guerra civil: «España es un hermoso país que salió mal, ya sé que esto no se puede decir, pero, ¡qué quieres!, a los españoles casi ni nos quedan ánimos para vivir, los españoles tenemos que hacer enormes esfuerzos y también tenemos que gastar muchas energías para evitar que nos maten los otros españoles». Sí, las manifestaciones de ese dolor plenario por España y sus circunstancias han aparecido en no pocos momentos de nuestra historia política. A veces nos han dolido sus pésimos gobernantes. A veces por nuestro trágico 98, y corren ríos de lágrimas, posiblemente por no saber asumir lo que a otros muchos países ocurre (Marichal hace tiempo que sostuvo que el final de la guerra en Vietnam constituía «el 98» de los EEUU: una gran potencia vencida con humillación por un pequeño país). A veces por el sufrimiento de diversas guerras civiles entre hermanos. Y, posiblemente en su origen, por la comprobación de nuestro desfase y de estar ausente en buena parte de los decisivos acontecimientos europeos, comenzando por la Revolución Industrial. Larra lloró hasta su voluntario final por una España que no parecía tener remedio. Unamuno lo hizo por nuestro gran defecto de andar siempre mirándonos el «ombligo» con Isabel y Fernando. Indalecio Prieto sufrió en el destierro su dolor por haber participado en el sangriento octubre de 1934, mientras acudía puntualmente al aeropuerto para conocer de los pasajeros noticias de su añorada España. Y José Antonio Primo de Rivera confesaba querer a una Patria que no le gustaba y le causaba su trágico dolor. Sí. Es posible que nuestra historia de bandazos sea igualmente la historia, más o menos manifiesta y más o menos sangrante, de un casi permanente dolor por causa de lo que los regeneracionistas dieron en llamar «los males de la Patria».
En mi intento de encontrar una vía comprensiva de nuestra historia política y constitucional, divulgué hace tiempo su andadura como «historia de las ocasiones perdidas». Es decir, el recuento de las tres grandes ocasiones o de los tres grandes momentos en que nuestro país ha perdido el subirse al tren de la modernidad, de las libertades y, sobre todo, de establecer y consolidar un gran consenso político y social desde el que avanzar. Sin añoranza de revoluciones pendientes. Sin idas y venidas repletas de odios y venganzas. Sin la incapacidad de asumir el pasado y su utilización como arma arrojadiza en la contienda política posterior. Sin el manejo y hasta manipulación de ese pasado para convertirlo en lo que mejor convenga a los posteriores intereses.
Y sigo pensando que nuestro país ha tenido tres ocasiones en que ese tranquilo caminar se aprovechara y, sin embargo, han sido perdidas o desperdiciadas. Como mejor se quiera expresar. La primera, claro está, 1812. La labor de las Cortes de Cádiz y el gran fruto de «la Pepa», que es, sin duda, la primera aportación al mundo europeo que en su liberalismo encuentra la vía para oponerse a los absolutismos existentes. Sin olvidar el flujo en toda la América hispana. La ocasión termina con el regreso de Fernando VII y la abolición de lo hecho. Con todo «la vuelta a 1812» estuvo constante en todo el pensamiento liberal del siglo XIX. La segunda ocasión, la Revolución burguesa de 1868 y la Constitución del año siguiente. Desembocada en nuestra primera República de corte federal, el experimento acaba en el desastre del cantonalismo y en la entrada de Pavía en las Cortes. Y en fin, la innegable ilusión de un 14 de abril de 1931, con una segunda República que difícilmente se sostiene entre dicho año y 1936 y que sufre el espanto final de una Guerra Civil con tres años de duración.
En 1978, producido el milagro de la transición y al aprobarse la Constitución vigente, entramos en la cuarta ocasión. Y lo hacemos con todo tipo de alharaca. Como siempre. Se anuncia como ocasión de consenso. Para todos y para siempre. Volvíamos a pregonar «la lección que dábamos al mundo». Un tránsito sin sangre y una Constitución que no se imponía y que, por ello, estaba llamada a la vigencia eterna. Con una Monarquía impulsora del proceso hacia la democracia y que quería mirar al futuro y, sobre todo, ser la Monarquía de todos. De los antaño vencedores y de los antaño vencidos. La ilusión parecía imperar ante esta cuarta ocasión.
Han pasado más de treinta años. Resulta, por ende, plenamente legítima la pregunta. Y entiendo que bastante justificada la respuesta. Creo que tras tanta ilusión inicial, con no pocos matices por medio, lo que hoy predomina es justamente lo contrario: la desilusión. Me temo que estemos perdiendo esta cuarta ocasión, si es que no la hemos desperdiciado ya. Si la función esencial de toda Constitución reside en el logro de la integración social, parece claro que ésta no se ha conseguido. El sentimiento y el espíritu constitucional no existen en el conjunto de la ciudadanía. Como era previsible, nadie habla de «nacionalidades»: se ha dado el anticonstitucional salto de hablar directamente de «naciones». En realidad, el aquelarre es grandioso. Una España pionera en la conquista de la unidad nacional conoce a estas alturas todas las posibilidades en el juego político: nación de naciones, federalismo imperfecto, tendencia federalizante, etc. La hegemonía constitucional en la regulación de los partidos ha terminado en un conjunto de fuerzas plenas de codazos luchadores por la permanencia en el sillón. Sin democracia interna. Con el lamentable sistema de «cuotas» a la hora de elegir a quienes sea. Con el absoluto imperio de la disciplina de voto que ha privado al Parlamento de su natural condición de «locus» para el encuentro de la verdad política. Y con las listas electorales que se imponen. Y todo ello en una clara situación de partitocracia que rompe sin escrúpulo cualquier asomo de división de poderes. Una clase política harto mediocre por la sencilla razón de que nace en una sociedad que lo es con creces. Un sistema educativo lamentable y con mil cambios. Una Universidad desprestigiada en las valoraciones europeas y falleciente desde la L.R.U. En suma, y lo que nos parece más importante, estamos rompiendo el ámbito propio del principio democrático por negarse a compartir con otros (meritocracia, antigüedad, disciplina, autoridad, etc.) igualmente válidos en cualquier democracia consolidada. La pancorrupción y la ausencia de cultura cívica creo que conducen, por demás, a la triste consecuencia: ¡otra ocasión perdida! Sin ninguna esperanza en un Estado harto debilitado por la permanente cesión de sus competencias a Comunidades que nada saben de la solidaridad y con diecisiete Parlamentos que alimentar.
http://www.abc.es/20090520/opinion-tercera/otra-dolor-espana-20090520.html
MANUEL RAMÍREZ Catedrático de Derecho Político
Miércoles, 20-05-09
Es probable que sea en una de las afirmaciones del siempre maestro Ortega donde mejor encontremos la ubicación de lo que a continuación sigue y el título anuncia. Nos advierte así con la conocida estética de sus mensajes: «El español que pretenda huir de las preocupaciones nacionales será hecho prisionero de ellas diez veces al día, y acabará por comprender que para un hombre nacido entre el Bidasoa y Gibraltar es España el problema primario, plenario y perentorio». Y concluye con esta suerte de sentencia para la posteridad: «España es un dolor enorme, profundo, difuso». La utilización de tres palabras que comienzan con la letra p la encontramos también en otro famoso discurso de otro gran amante de la estética oratoria, llamado Manuel Azaña. Y mucho más reciente es ese juicio que, en forma de diálogo con su mujer, utiliza el personaje de una conocida novela de Camilo José Cela con el fondo de nuestra última guerra civil: «España es un hermoso país que salió mal, ya sé que esto no se puede decir, pero, ¡qué quieres!, a los españoles casi ni nos quedan ánimos para vivir, los españoles tenemos que hacer enormes esfuerzos y también tenemos que gastar muchas energías para evitar que nos maten los otros españoles». Sí, las manifestaciones de ese dolor plenario por España y sus circunstancias han aparecido en no pocos momentos de nuestra historia política. A veces nos han dolido sus pésimos gobernantes. A veces por nuestro trágico 98, y corren ríos de lágrimas, posiblemente por no saber asumir lo que a otros muchos países ocurre (Marichal hace tiempo que sostuvo que el final de la guerra en Vietnam constituía «el 98» de los EEUU: una gran potencia vencida con humillación por un pequeño país). A veces por el sufrimiento de diversas guerras civiles entre hermanos. Y, posiblemente en su origen, por la comprobación de nuestro desfase y de estar ausente en buena parte de los decisivos acontecimientos europeos, comenzando por la Revolución Industrial. Larra lloró hasta su voluntario final por una España que no parecía tener remedio. Unamuno lo hizo por nuestro gran defecto de andar siempre mirándonos el «ombligo» con Isabel y Fernando. Indalecio Prieto sufrió en el destierro su dolor por haber participado en el sangriento octubre de 1934, mientras acudía puntualmente al aeropuerto para conocer de los pasajeros noticias de su añorada España. Y José Antonio Primo de Rivera confesaba querer a una Patria que no le gustaba y le causaba su trágico dolor. Sí. Es posible que nuestra historia de bandazos sea igualmente la historia, más o menos manifiesta y más o menos sangrante, de un casi permanente dolor por causa de lo que los regeneracionistas dieron en llamar «los males de la Patria».
En mi intento de encontrar una vía comprensiva de nuestra historia política y constitucional, divulgué hace tiempo su andadura como «historia de las ocasiones perdidas». Es decir, el recuento de las tres grandes ocasiones o de los tres grandes momentos en que nuestro país ha perdido el subirse al tren de la modernidad, de las libertades y, sobre todo, de establecer y consolidar un gran consenso político y social desde el que avanzar. Sin añoranza de revoluciones pendientes. Sin idas y venidas repletas de odios y venganzas. Sin la incapacidad de asumir el pasado y su utilización como arma arrojadiza en la contienda política posterior. Sin el manejo y hasta manipulación de ese pasado para convertirlo en lo que mejor convenga a los posteriores intereses.
Y sigo pensando que nuestro país ha tenido tres ocasiones en que ese tranquilo caminar se aprovechara y, sin embargo, han sido perdidas o desperdiciadas. Como mejor se quiera expresar. La primera, claro está, 1812. La labor de las Cortes de Cádiz y el gran fruto de «la Pepa», que es, sin duda, la primera aportación al mundo europeo que en su liberalismo encuentra la vía para oponerse a los absolutismos existentes. Sin olvidar el flujo en toda la América hispana. La ocasión termina con el regreso de Fernando VII y la abolición de lo hecho. Con todo «la vuelta a 1812» estuvo constante en todo el pensamiento liberal del siglo XIX. La segunda ocasión, la Revolución burguesa de 1868 y la Constitución del año siguiente. Desembocada en nuestra primera República de corte federal, el experimento acaba en el desastre del cantonalismo y en la entrada de Pavía en las Cortes. Y en fin, la innegable ilusión de un 14 de abril de 1931, con una segunda República que difícilmente se sostiene entre dicho año y 1936 y que sufre el espanto final de una Guerra Civil con tres años de duración.
En 1978, producido el milagro de la transición y al aprobarse la Constitución vigente, entramos en la cuarta ocasión. Y lo hacemos con todo tipo de alharaca. Como siempre. Se anuncia como ocasión de consenso. Para todos y para siempre. Volvíamos a pregonar «la lección que dábamos al mundo». Un tránsito sin sangre y una Constitución que no se imponía y que, por ello, estaba llamada a la vigencia eterna. Con una Monarquía impulsora del proceso hacia la democracia y que quería mirar al futuro y, sobre todo, ser la Monarquía de todos. De los antaño vencedores y de los antaño vencidos. La ilusión parecía imperar ante esta cuarta ocasión.
Han pasado más de treinta años. Resulta, por ende, plenamente legítima la pregunta. Y entiendo que bastante justificada la respuesta. Creo que tras tanta ilusión inicial, con no pocos matices por medio, lo que hoy predomina es justamente lo contrario: la desilusión. Me temo que estemos perdiendo esta cuarta ocasión, si es que no la hemos desperdiciado ya. Si la función esencial de toda Constitución reside en el logro de la integración social, parece claro que ésta no se ha conseguido. El sentimiento y el espíritu constitucional no existen en el conjunto de la ciudadanía. Como era previsible, nadie habla de «nacionalidades»: se ha dado el anticonstitucional salto de hablar directamente de «naciones». En realidad, el aquelarre es grandioso. Una España pionera en la conquista de la unidad nacional conoce a estas alturas todas las posibilidades en el juego político: nación de naciones, federalismo imperfecto, tendencia federalizante, etc. La hegemonía constitucional en la regulación de los partidos ha terminado en un conjunto de fuerzas plenas de codazos luchadores por la permanencia en el sillón. Sin democracia interna. Con el lamentable sistema de «cuotas» a la hora de elegir a quienes sea. Con el absoluto imperio de la disciplina de voto que ha privado al Parlamento de su natural condición de «locus» para el encuentro de la verdad política. Y con las listas electorales que se imponen. Y todo ello en una clara situación de partitocracia que rompe sin escrúpulo cualquier asomo de división de poderes. Una clase política harto mediocre por la sencilla razón de que nace en una sociedad que lo es con creces. Un sistema educativo lamentable y con mil cambios. Una Universidad desprestigiada en las valoraciones europeas y falleciente desde la L.R.U. En suma, y lo que nos parece más importante, estamos rompiendo el ámbito propio del principio democrático por negarse a compartir con otros (meritocracia, antigüedad, disciplina, autoridad, etc.) igualmente válidos en cualquier democracia consolidada. La pancorrupción y la ausencia de cultura cívica creo que conducen, por demás, a la triste consecuencia: ¡otra ocasión perdida! Sin ninguna esperanza en un Estado harto debilitado por la permanente cesión de sus competencias a Comunidades que nada saben de la solidaridad y con diecisiete Parlamentos que alimentar.
http://www.abc.es/20090520/opinion-tercera/otra-dolor-espana-20090520.html
Pio MoaLa educación, Franco y Elvira Lindo
miercoles 20 de mayo de 2009
Degradación
La educación, Franco y Elvira Lindo
Pío Moa
El PSOE es, aunque mucha gente quiera ignorarlo, un partido de tradición antidemocrática, cerril, corrupto, guerracivilista, ex marxista sin llegar a ser nada distinto, e intelectualmente irrisorio.
Se queja Elvira Lindo, y con razón, de la ínfima calidad de la enseñanza actual y de la excusa que buscan sus promotores en el franquismo:
¿Soy yo sola la que siente un cansancio infinito cuando en una conversación, por ejemplo, sobre la educación en España, intuye ese instante en que nuestro interlocutor se siente impelido a informarnos de que existió el franquismo y hubo curas, monjas y hostias y una sofocante educación religiosa y tirones de orejas, humillaciones gimnásticas y reyes visigodos y que, aunque entiende que la enseñanza no está en sus mejores momentos, considera que siempre es mejor el desmadre actual que el autoritarismo de antaño?
Está claro que los individuos que orientan (es un decir) la enseñanza en España desde hace muchos años se escudan casi siempre en el franquismo para justificar el daño que están haciendo a los niños y jóvenes. Daño deliberado, porque después de tantos años de experiencia no es posible creer que esa gente siga realmente convencida de sus memeces ideológicas.
Debemos recordar que la enseñanza de la democracia ha sido organizada e ideologizada principalmente por el PSOE, ya que el PP no cambió nada de ella. Y el PSOE es, aunque mucha gente quiera ignorarlo, un partido de tradición antidemocrática, cerril, corrupto, guerracivilista, ex marxista sin llegar a ser nada distinto, e intelectualmente irrisorio. Idiotas con ideas, como decía no recuerdo quién de Álvarez de Vayo, otro socialista de libro. Conociendo al carpintero entendemos sus muebles.
Su mala fe ya se revela a plena luz en su justificación con la enseñanza franquista, de la que trazan una caricatura burda y embustera. Eso de "curas, monjas y hostias y una sofocante educación religiosa y tirones de orejas, humillaciones gimnásticas y reyes visigodos" no pasa de ser un cuentecillo muy propio de un partido semejante. Yo conocí esa enseñanza en un colegio de Maristas y luego en el Instituto Santa Irene de Vigo, y aunque hace años echaba pestes de ambos, en especial de los primeros –pese a percibir muy bien el bajón en el nivel en el Instituto–, la experiencia me ha hecho ver que, sin ser una maravilla, aquella enseñanza superaba bastante a la de hoy en sentido moral, desde luego, y también académico. Y ahora vemos cómo los colegios religiosos consiguen mejores resultados con mucho menos dispendio de medios que los llamados públicos... ¡A pesar de que la ideología progre infecta también a los primeros!
La enseñanza es la inversión fundamental de un país. Casualmente, la evolución de España sigue muy bien este dato: en los siglos XVI y XVII, nuestro país era el que tenía proporcionalmente más estudiantes superiores de Europa, con centros prestigiosos como la universidad de Salamanca o la de Alcalá de Henares, y seguramente ello tuvo bastante que ver con la hegemonía española. Desde el siglo XVIII la extensión y calidad de la enseñanza superior descendió, y más todavía en el XIX y parte del XX, cuando España se arrastraba penosamente a la cola de la Europa centro-occidental. Con el franquismo la enseñanza mejoró de modo notable, y con los socialistas se ha ampliado en cantidad y descendido en calidad: en vez de apreciar y apoyarse en los logros anteriores, los han negado groseramente para fundamentar sus ideíllas pedagógicas de fondo totalitario.
http://www.libertaddigital.com/opinion/pio-moa/la-educacion-franco-y-elvira-lindo-49243/
Degradación
La educación, Franco y Elvira Lindo
Pío Moa
El PSOE es, aunque mucha gente quiera ignorarlo, un partido de tradición antidemocrática, cerril, corrupto, guerracivilista, ex marxista sin llegar a ser nada distinto, e intelectualmente irrisorio.
Se queja Elvira Lindo, y con razón, de la ínfima calidad de la enseñanza actual y de la excusa que buscan sus promotores en el franquismo:
¿Soy yo sola la que siente un cansancio infinito cuando en una conversación, por ejemplo, sobre la educación en España, intuye ese instante en que nuestro interlocutor se siente impelido a informarnos de que existió el franquismo y hubo curas, monjas y hostias y una sofocante educación religiosa y tirones de orejas, humillaciones gimnásticas y reyes visigodos y que, aunque entiende que la enseñanza no está en sus mejores momentos, considera que siempre es mejor el desmadre actual que el autoritarismo de antaño?
Está claro que los individuos que orientan (es un decir) la enseñanza en España desde hace muchos años se escudan casi siempre en el franquismo para justificar el daño que están haciendo a los niños y jóvenes. Daño deliberado, porque después de tantos años de experiencia no es posible creer que esa gente siga realmente convencida de sus memeces ideológicas.
Debemos recordar que la enseñanza de la democracia ha sido organizada e ideologizada principalmente por el PSOE, ya que el PP no cambió nada de ella. Y el PSOE es, aunque mucha gente quiera ignorarlo, un partido de tradición antidemocrática, cerril, corrupto, guerracivilista, ex marxista sin llegar a ser nada distinto, e intelectualmente irrisorio. Idiotas con ideas, como decía no recuerdo quién de Álvarez de Vayo, otro socialista de libro. Conociendo al carpintero entendemos sus muebles.
Su mala fe ya se revela a plena luz en su justificación con la enseñanza franquista, de la que trazan una caricatura burda y embustera. Eso de "curas, monjas y hostias y una sofocante educación religiosa y tirones de orejas, humillaciones gimnásticas y reyes visigodos" no pasa de ser un cuentecillo muy propio de un partido semejante. Yo conocí esa enseñanza en un colegio de Maristas y luego en el Instituto Santa Irene de Vigo, y aunque hace años echaba pestes de ambos, en especial de los primeros –pese a percibir muy bien el bajón en el nivel en el Instituto–, la experiencia me ha hecho ver que, sin ser una maravilla, aquella enseñanza superaba bastante a la de hoy en sentido moral, desde luego, y también académico. Y ahora vemos cómo los colegios religiosos consiguen mejores resultados con mucho menos dispendio de medios que los llamados públicos... ¡A pesar de que la ideología progre infecta también a los primeros!
La enseñanza es la inversión fundamental de un país. Casualmente, la evolución de España sigue muy bien este dato: en los siglos XVI y XVII, nuestro país era el que tenía proporcionalmente más estudiantes superiores de Europa, con centros prestigiosos como la universidad de Salamanca o la de Alcalá de Henares, y seguramente ello tuvo bastante que ver con la hegemonía española. Desde el siglo XVIII la extensión y calidad de la enseñanza superior descendió, y más todavía en el XIX y parte del XX, cuando España se arrastraba penosamente a la cola de la Europa centro-occidental. Con el franquismo la enseñanza mejoró de modo notable, y con los socialistas se ha ampliado en cantidad y descendido en calidad: en vez de apreciar y apoyarse en los logros anteriores, los han negado groseramente para fundamentar sus ideíllas pedagógicas de fondo totalitario.
http://www.libertaddigital.com/opinion/pio-moa/la-educacion-franco-y-elvira-lindo-49243/
Aprobadas y reducidas a la nada
20-V-2009
Aprobadas y reducidas a la nada
EDITORIAL
Lo cierto es que el Gobierno ha tenido que reducir a la nada sus propuestas para sacarlas adelante, mientras que el PP no ha podido romper el "cordón sanitario", aun con proposiciones tan ambigüas y escasamente comprometidas como las que ha planteado.
La semana pasada ya advertimos que la mayoría de las propuestas "estrella" que Zapatero presentó durante el pasado Debate sobre el estado de la Nación no eran más que humo destinado distraer a los adversarios y encubrir la absoluta incapacidad del Gobierno para coger el toro de la crisis por los cuernos. El humo, sin embargo, suele tardar poco en disiparse; tan poco como lo que han tardado esas medidas en quedar diluidas para poder ser aprobadas, aunque sea por la mínima, por el pleno del Congreso.
Así, la propuesta anunciada por Zapatero de suprimir las deducciones por compra de vivienda a partir de 2011 para las rentas superiores a 24.000 euros brutos anuales, ya no se cuantifica. Si a eso sumamos el hecho de que esta propuesta ya se estrelló desde el primer momento contra la opinión pública, que acertadamente la percibió contra un empobrecedor ataque contra las clases medias, ya nos podemos cuestionar si finalmente entrará en vigor, aunque sea de manera diluida, a un año de las próximas elecciones generales de 2012.
Así mismo, tampoco se concreta el porcentaje y el tiempo durante el cual estará en vigor la rebaja del impuesto de sociedades para las pymes, rebaja que Zapatero originalmente había planteado en un porcentaje de tan solo cinco puntos, sólo durante tres ejercicios, sólo para las empresas de menos de 25 trabajadores y un volumen de ventas inferior a 5 millones de euros y sólo a aquellas que a 31 de diciembre de 2009 mantengan o mejoren su plantilla media de 2008.
A ello hay que añadir la indefinición absoluta en la que han quedado sumidas ideas como las ayudas para la compra de automóviles o el plan para dotar de un ordenador portátil a todos los alumnos a partir de quinto curso de primaria este mismo año, medida esta última que ni siquiera ha sido finalmente presentada. Al igual que las anteriores, todas estas propuestas han quedado sumidas en un estéril y mínimo denominador común, a la espera de que el Gobierno renegocie sus rasgos en los respectivos proyectos de ley en la Cámara.
Prueba de que al Gobierno únicamente le preocupaba la posibilidad de quedarse solo en el Congreso, es que el lunes por la noche llegó a pactar una enmienda con CiU que abría la puerta a la reforma laboral, pacto que finalmente el Ejecutivo ha deshecho ante las amenazas de IU de retirarle su apoyo en todo lo demás.
El PSOE, no obstante, no ha podido evitar que la cámara avalara algunas proposiciones abiertamente críticas con el Gobierno, como dos del PNV referidas a la falta de transparencia y la incapacidad legislativa del Gobierno, que han recibido el apoyo mayoritario del Congreso.
Algunos dirán que, en clave política, el PSOE, aunque sea por la mínima y a costa de diluirlas en lo esencial, ha conseguido, al menos, evitar su soledad y sacar adelante casi todas sus proposiciones, mientras que el PP sólo ha conseguido ver aprobadas dos de las 15 propuestas presentadas. Por mucho que la propaganda socialista trate de explotar este hecho, lo cierto, sin embargo, sigue siendo que el Gobierno ha tenido que reducir a la nada sus medidas para sacarlas adelante. Ahora bien, no es menos cierto que el PP no ha podido romper el "cordón sanitario", aun con proposiciones tan ambigüas y escasamente comprometidas como las que ha planteado.
En lugar de tratar inútilmente de no causar recelos entre los nacionalistas, el PP debería haber planteado sin complejos una batería de reformas claras que supusieran una verdadera alternativa al Gobierno de Zapatero. Y ése es el drama del PP: que por la compañía diluye o incluso abandona sus principios, y para colmo se queda sin compañía y sin principios.
http://www.libertaddigital.com/opinion/editorial/aprobadas-y-reducidas-a-la-nada-49263/
Aprobadas y reducidas a la nada
EDITORIAL
Lo cierto es que el Gobierno ha tenido que reducir a la nada sus propuestas para sacarlas adelante, mientras que el PP no ha podido romper el "cordón sanitario", aun con proposiciones tan ambigüas y escasamente comprometidas como las que ha planteado.
La semana pasada ya advertimos que la mayoría de las propuestas "estrella" que Zapatero presentó durante el pasado Debate sobre el estado de la Nación no eran más que humo destinado distraer a los adversarios y encubrir la absoluta incapacidad del Gobierno para coger el toro de la crisis por los cuernos. El humo, sin embargo, suele tardar poco en disiparse; tan poco como lo que han tardado esas medidas en quedar diluidas para poder ser aprobadas, aunque sea por la mínima, por el pleno del Congreso.
Así, la propuesta anunciada por Zapatero de suprimir las deducciones por compra de vivienda a partir de 2011 para las rentas superiores a 24.000 euros brutos anuales, ya no se cuantifica. Si a eso sumamos el hecho de que esta propuesta ya se estrelló desde el primer momento contra la opinión pública, que acertadamente la percibió contra un empobrecedor ataque contra las clases medias, ya nos podemos cuestionar si finalmente entrará en vigor, aunque sea de manera diluida, a un año de las próximas elecciones generales de 2012.
Así mismo, tampoco se concreta el porcentaje y el tiempo durante el cual estará en vigor la rebaja del impuesto de sociedades para las pymes, rebaja que Zapatero originalmente había planteado en un porcentaje de tan solo cinco puntos, sólo durante tres ejercicios, sólo para las empresas de menos de 25 trabajadores y un volumen de ventas inferior a 5 millones de euros y sólo a aquellas que a 31 de diciembre de 2009 mantengan o mejoren su plantilla media de 2008.
A ello hay que añadir la indefinición absoluta en la que han quedado sumidas ideas como las ayudas para la compra de automóviles o el plan para dotar de un ordenador portátil a todos los alumnos a partir de quinto curso de primaria este mismo año, medida esta última que ni siquiera ha sido finalmente presentada. Al igual que las anteriores, todas estas propuestas han quedado sumidas en un estéril y mínimo denominador común, a la espera de que el Gobierno renegocie sus rasgos en los respectivos proyectos de ley en la Cámara.
Prueba de que al Gobierno únicamente le preocupaba la posibilidad de quedarse solo en el Congreso, es que el lunes por la noche llegó a pactar una enmienda con CiU que abría la puerta a la reforma laboral, pacto que finalmente el Ejecutivo ha deshecho ante las amenazas de IU de retirarle su apoyo en todo lo demás.
El PSOE, no obstante, no ha podido evitar que la cámara avalara algunas proposiciones abiertamente críticas con el Gobierno, como dos del PNV referidas a la falta de transparencia y la incapacidad legislativa del Gobierno, que han recibido el apoyo mayoritario del Congreso.
Algunos dirán que, en clave política, el PSOE, aunque sea por la mínima y a costa de diluirlas en lo esencial, ha conseguido, al menos, evitar su soledad y sacar adelante casi todas sus proposiciones, mientras que el PP sólo ha conseguido ver aprobadas dos de las 15 propuestas presentadas. Por mucho que la propaganda socialista trate de explotar este hecho, lo cierto, sin embargo, sigue siendo que el Gobierno ha tenido que reducir a la nada sus medidas para sacarlas adelante. Ahora bien, no es menos cierto que el PP no ha podido romper el "cordón sanitario", aun con proposiciones tan ambigüas y escasamente comprometidas como las que ha planteado.
En lugar de tratar inútilmente de no causar recelos entre los nacionalistas, el PP debería haber planteado sin complejos una batería de reformas claras que supusieran una verdadera alternativa al Gobierno de Zapatero. Y ése es el drama del PP: que por la compañía diluye o incluso abandona sus principios, y para colmo se queda sin compañía y sin principios.
http://www.libertaddigital.com/opinion/editorial/aprobadas-y-reducidas-a-la-nada-49263/
lunes, mayo 18, 2009
German Yanke, Patriotismo y disculpas
lunes 18 de mayo de 2009
Patriotismo y disculpas
Germán Yanke
Es evidente que el Gobierno y el PP tienen una idea muy distinta de cuál debe ser la estrategia para enfrentarse a la crisis económica. Ambos se empeñan tanto en subrayarlo que incluso algunas coincidencias, al menos teóricas, sobre el cambio de modelo, la necesaria competitividad y la ortodoxia financiera quedan totalmente arrumbadas en el debate y la búsqueda de soluciones. Si para el PP, el presidente Rodríguez Zapatero se ha convertido, según una fórmula a la que acude a menudo la derecha, en "parte del problema", el PSOE insiste, con una retórica reciente pero que se repite hasta la saciedad, en que las críticas a su gestión son actuaciones "antipatrióticas". Estamos en el inicio de una nueva campaña electoral ?con una importancia simbólica sensible en la batalla entre los dos grandes partidos- y no parece que la negociación y el acuerdo puedan hacerse un hueco en un ambiente de reproches y descalificaciones.
No parece posible el necesario acuerdo entre PSOE y PP. Necesario no porque las soluciones políticas sean meramente técnicas (es decir, desideologizadas, sin posibilidad de que sobre ellas haya un debate político), sino porque, sin renunciar a la discrepancia, sí debería haber un entendimiento elemental sobre el diagnóstico y la parte elemental de la farmacopea que aporte un mínimo de confianza en los agentes económicos. Tampoco parece posible, como se vio en el último debate sobre el estado de la nación, que el acuerdo se establezca entre el Gobierno y otros grupos minoritarios, aunque algunos puedan estar más próximos ideológicamente al PSOE, para dotar a las medidas de una cierta estabilidad parlamentaria. En este escenario, y sin querer obviar la responsabilidad de todos, se diría que es mayor la del Gobierno, tanto porque le corresponde la iniciativa y el impulso a la negociación, como porque no es capaz de establecer el consenso -serio, global, estable- con nadie.
Las palabras del presidente Rodríguez Zapatero este fin de semana, más allá de la insistencia en los tópicos de la discusión actual, parecen confirmar que el PSOE no quiere reflexionar ni sobre su soledad parlamentaria ni sobre la necesidad de rectificar y negociar para que el rumbo sea distinto en el futuro próximo. Lo que de ningún modo se quiere tratar con los representantes de los ciudadanos en el Congreso se pretende hablar, al menos como recurso retórico de urgencia, con empresarios y sindicatos, organizaciones que, además de discrepar radicalmente, son más sensibles a intereses determinados que a la más amplia representatividad que podría suponer el acuerdo con otros partidos. Da por ello la impresión de que se trata de una disculpa. Si se toma como ejemplo la reforma laboral -aunque podrían valer otros-, la parálisis del Gobierno ha tenido varias fases. Primero, el absurdo: no es necesaria. Luego, la demagogia: no se va a aceptar el despido libre, que ninguna formación política proponía. Más tarde, la disculpa: hay que negociar el modelo no con los diputados, sino con empresarios y sindicatos, y como estos últimos no quieren...
Patriotismo por tanto y todos con el presidente. A veces, el patriotismo, como antes solía decir la izquierda con razón, es el ropaje con el que, sin ningún éxito, se quiere ocultar la desnudez intelectual.
http://www.estrelladigital.es/ED/diario/144936.asp
Patriotismo y disculpas
Germán Yanke
Es evidente que el Gobierno y el PP tienen una idea muy distinta de cuál debe ser la estrategia para enfrentarse a la crisis económica. Ambos se empeñan tanto en subrayarlo que incluso algunas coincidencias, al menos teóricas, sobre el cambio de modelo, la necesaria competitividad y la ortodoxia financiera quedan totalmente arrumbadas en el debate y la búsqueda de soluciones. Si para el PP, el presidente Rodríguez Zapatero se ha convertido, según una fórmula a la que acude a menudo la derecha, en "parte del problema", el PSOE insiste, con una retórica reciente pero que se repite hasta la saciedad, en que las críticas a su gestión son actuaciones "antipatrióticas". Estamos en el inicio de una nueva campaña electoral ?con una importancia simbólica sensible en la batalla entre los dos grandes partidos- y no parece que la negociación y el acuerdo puedan hacerse un hueco en un ambiente de reproches y descalificaciones.
No parece posible el necesario acuerdo entre PSOE y PP. Necesario no porque las soluciones políticas sean meramente técnicas (es decir, desideologizadas, sin posibilidad de que sobre ellas haya un debate político), sino porque, sin renunciar a la discrepancia, sí debería haber un entendimiento elemental sobre el diagnóstico y la parte elemental de la farmacopea que aporte un mínimo de confianza en los agentes económicos. Tampoco parece posible, como se vio en el último debate sobre el estado de la nación, que el acuerdo se establezca entre el Gobierno y otros grupos minoritarios, aunque algunos puedan estar más próximos ideológicamente al PSOE, para dotar a las medidas de una cierta estabilidad parlamentaria. En este escenario, y sin querer obviar la responsabilidad de todos, se diría que es mayor la del Gobierno, tanto porque le corresponde la iniciativa y el impulso a la negociación, como porque no es capaz de establecer el consenso -serio, global, estable- con nadie.
Las palabras del presidente Rodríguez Zapatero este fin de semana, más allá de la insistencia en los tópicos de la discusión actual, parecen confirmar que el PSOE no quiere reflexionar ni sobre su soledad parlamentaria ni sobre la necesidad de rectificar y negociar para que el rumbo sea distinto en el futuro próximo. Lo que de ningún modo se quiere tratar con los representantes de los ciudadanos en el Congreso se pretende hablar, al menos como recurso retórico de urgencia, con empresarios y sindicatos, organizaciones que, además de discrepar radicalmente, son más sensibles a intereses determinados que a la más amplia representatividad que podría suponer el acuerdo con otros partidos. Da por ello la impresión de que se trata de una disculpa. Si se toma como ejemplo la reforma laboral -aunque podrían valer otros-, la parálisis del Gobierno ha tenido varias fases. Primero, el absurdo: no es necesaria. Luego, la demagogia: no se va a aceptar el despido libre, que ninguna formación política proponía. Más tarde, la disculpa: hay que negociar el modelo no con los diputados, sino con empresarios y sindicatos, y como estos últimos no quieren...
Patriotismo por tanto y todos con el presidente. A veces, el patriotismo, como antes solía decir la izquierda con razón, es el ropaje con el que, sin ningún éxito, se quiere ocultar la desnudez intelectual.
http://www.estrelladigital.es/ED/diario/144936.asp
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