jueves 30 de junio de 2011
ESPAÑA
Quiénes hicieron grande a la ETA
Por Pío Moa
La ETA es seguramente el grupo terrorista más influyente de Europa, capaz de condicionar la política de un país entero y pesar sobre las principales decisiones políticas, incluso sobre la propia elaboración constitucional, pues los artículos referentes a las nacionalidades y al progresivo vaciamiento del poder central provienen, directa o indirectamente, de la acción etarra.
Concretamente, la UCD trató de satisfacer al máximo a los nacionalistas regionales de Vascongadas y Cataluña, a fin de elevarlos como alternativa frente a la ETA y quitar a esta argumentos. Parecía necesario reforzar a aquellos partidos, que salían del franquismo sin fuerza porque nunca le habían hecho oposición real, de igual modo que se creía preciso convertir a un PSOE irrisorio en la gran alternativa al PCE, cuya fuerza se exageraba mucho por falta de perspectiva histórica, como había de verse. Como ni nacionalistas ni socialistas habían hecho más que una oposición de sainete a la dictadura, había que relanzar sus partidos, y a ello se aplicaron poderosas fuerzas nacionales e internacionales, y medios de masas. A los cuales podía hacerse la misma observación de Ortega a Einstein cuando este se dedicaba a crear opinión favorable al Frente Popular:
Usufructúa una ignorancia radical sobre lo que ha pasado en España ahora, hace siglos y siempre.
Aquellos políticos, periodistas e intelectuales trataban a socialistas y nacionalistas de acuerdo con lo que ellos desearían que fuesen y con perfecta ignorancia de la historia y los presupuestos ideológicos de tales formaciones. Incluso llegaron a pensar algunos que los nacionalismos de derecha en Cataluña y Vascongadas harían innecesaria la presencia de una derecha nacional en esas regiones. A la ignorancia se sumaba una ausencia de pensamiento político más allá de tópicos como el de europeizarnos u homologarnos, un antifranquismo descerebrado que justificaba cualquier mentira sobre el pasado y el presente, y maniobras más o menos picarescas, que engendraron una democracia de baja calidad y en progresiva degradación, si exceptuamos, parcialmente, el período de Aznar. Quizá esta ignorancia y distorsión del pasado es lo que da a la política española, desde hace mucho tiempo, ese peculiar tinte de vaciedad, vuelo corraleño y corrupción intelectual. Un país solo puede progresar apoyándose ante todo en su experiencia y el conocimiento de sus condiciones, y esto no ocurre.
Veamos este dato significativo: el PSOE emerge del franquismo con un programa casi idéntico al de la ETA: socialismo y autodeterminación, palabra esta última que es solo un eufemismo para la secesión. Puede alegarse que su socialismo era de pandereta, como toda la ideología del PSOE, y es verdad; pero ello no lo hace menos peligroso, como ha demostrado la historia, y en cualquier caso nunca ha sido un partido democrático. Y puede decirse que en realidad no deseaba la secesión de Cataluña o las Vascongadas, y también es verdad, pero ello no le impedía impulsarla con su palabrería. En política, las palabras tienen casi siempre consecuencias, y difícilmente pueden ser buenas las consecuencias de las propuestas frívolas, antidemocráticas e ignaras.
La coincidencia del PSOE con la ETA no es fortuita. Procede de un hecho histórico crucial y casi nunca expuesto por los analistas e historiadores: hasta 1968, la ETA era un grupúsculo más, aislado, cuya propaganda expresaba las más acerbas acusaciones a la sociedad vasca, que no hacía caso a sus chifladuras; pero en el año citado la banda empezó a asesinar deliberadamente, y de pronto cobró importancia extraordinaria. Y no la cobró por el mero hecho de sus atentados, sino porque a partir de entonces, y precisamente por haber asesinado, se volcaron en su favor las fuerzas más poderosas, justificando a los criminales totalitarios como heroicos patriotas vascos, luchadores por la libertad, etc. Fuerzas como los grupos antifranquistas casi en pleno, comunistas y no comunistas, una parte importante del clero vasco y del resto de la Iglesia española en proceso de radicalización, y los gobiernos argelino, castrista y francés, este último muy especialmente. Entre todos hicieron grande a la ETA. Piénsese en las movilizaciones internacionales –gubernamentales, políticas y sindicales–, violentas y no violentas, especialmente en 1970 y 1975, a favor de los autores de los asesinatos y con perfecto olvido de las víctimas. Para entenderlo debe recordarse que nada remotamente parecido se movía en Europa por las víctimas del totalitarismo en los países del Este.
En Una historia chocante y en La Transición de cristal he expuesto estos hechos, asombrosos tanto por sí mismos como por la casi nula atención que han recibido. Y reveladores, más aún que el episodio Solzhenitsin, de la inconsistencia ideológica de la oposición a Franco, tanto la interna como la internacional, autopresentadas como democráticas. Las oleadas de simpatía por la banda terrorista no solo popularizaron a la ETA en las Vascongadas y –en menor medida– en toda España, sino que crearon unas afinidades básicas, por no decir complicidades, entre el grupo terrorista y el resto de la oposición, afinidades que pervivirían largo tiempo, manifiestas en la solución política, revivida hoy como franca colaboración por el actual gobierno.
La ETA, en suma, no se ha hecho a sí misma, sino que la han hecho, como poder influyente, muchas otras fuerzas nacionales e internacionales. Y siempre encontramos en la raíz de evoluciones tan chocantes el antifranquismo, verdadera enfermedad intelectual y política que sirve para justificar cualquier cosa.
Pinche aquí para acceder al blog de PÍO MOA.
http://historia.libertaddigital.com/quienes-hicieron-grande-a-la-eta-1276239161.html
jueves, junio 30, 2011
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