miércoles, julio 01, 2009

Ladron de Guevara, La sentencia de Estrasburgo

jueves 2 de julio de 2009

La sentencia de Estrasburgo

Ernesto Ladrón de Guevara

A cualquier demócrata le debe suponer un enorme gozo la sentencia del Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo. Yo en particular doy botes de alegría por muchas razones como voy a argumentar a continuación.

Evidentemente la principal razón es que los batasunos en sus diferentes formas mutantes han recibido un golpe de gracia, así como el conjunto de la familia nacionalista que ha estado jugando a la geometría variable en las estrategias para imponer una idea totalitaria de país vascongado bajo el signo del independentismo. Aquel Acuerdo de Lizarra que se configuró para poner una barricada a las ansias de libertad de miles de vascos y excluir del juego político a los constitucionalistas –triste denominación a la luz del estado de prestación en el que ha quedado la Carta magna- ha recibido, de rebote, un mandoble mortal por si alguien tuviera alguna pretensión de resucitación del engendro. Por tanto, es, sin perjuicio de otras consideraciones –muchas- que se puedan hacer, un momento de gloria para todos aquellos que hemos trabajado con constancia y pertinaz empeño por la libertad, la democracia, la pluralidad y los reales derechos humanos en esta tierra que algunos queremos tanto –si cabe, tanto como a nuestra amada España-.

Pero hagamos algunas consideraciones, más allá de la valoración en el momento presente, de la trascendencia que tiene esa sentencia para dejar fuera de juego a quienes pretenden dejar sin efecto un principio fundamental para la cultura occidental en aras de la convivencia pacífica: el respeto a los derechos individuales, a la democracia entendida como el juego político libre, y a todas las expresiones en los que se plasma el ejercicio de las libertades.

Han pasado casi diez años desde que un grupo de ciudadanos vascos decidimos hacer algo más que contemplar los asesinatos y metabolizar el enojo ante la ocupación de la calle por fórmulas mafiosas de control político, cultural y social en la Vascongadas, allá por los confines temporales del ominoso siglo pasado. Es hora, aunque pueda parecer pretencioso, o incluso jactancia, el hacer un poco de historia próxima para conocer cómo Europa cambió las formas de percibir los fenómenos totalitarios de carácter secesionista, y las dificultades para avanzar en los mínimos democráticos en territorios comprendidos por Estados miembros como España.

No habíamos, casi, iniciado el nuevo siglo en el que nos encontramos cuando una representación de diez personas, entre las que cito a Vidal de Nicolás, como presidente del Foro Ermua, Agustín Ibarrola, Iñaki Ezkerra, Rubén Múgica, y otros, acudimos a las instituciones europeas a llevar un manifiesto de diez páginas, en el que, básicamente se decía lo mismo que hoy reconoce en su fundamentación jurídica la Sentencia del alto Tribunal de Derechos Humanos europeo. Recuerdo que estuvimos con el Comisario de Derechos Humanos, con la Comisión parlamentaria de Derechos Humanos, con la Comisión de Peticiones del Parlamento Europeo, con la Presidente de dicho parlamento y con el Presidente del Tribunal de Derechos Humanos del mismo ámbito. Todos ellos quedaron impresionados por la crudeza y rotundidad de lo expresado en nuestro documento, nos sometieron a múltiples preguntas y manifestaron su voluntad de contribuir a la preservación de aquellos elementos básicos que dan carta de garantía para asegurar una ciudadanía compartida, sin la cual la pertenencia a la Comunidad europea perdía su sentido. Preguntamos –recuerdo- cómo podíamos obtener la protección de dicho Tribunal, y recuerdo que se nos dijo que no se podía hacer nada si previamente no se hacía el recorrido completo por las diferentes instancias jurisdiccionales de la justicia en el ámbito del Estado miembro, y que las posibilidades eran muy dificultosas sin culminar todo el proceso en el ámbito judicial español. En ese sentido recibimos un relativo baño de realidad con un cierto pesimismo.

Pero mira por donde son nuestros enemigos los que nos han hecho el trabajo. Son ellos los que se han metido en la boca del lobo solitos, los que se han ahogado en los ámbitos de la justicia, sin que –como por desgracia ha sucedido en nuestro País- hayan surtido efecto sus argucias y trampas leguleyas de las que dan muestras de maestría los abogados batasunos.

Abrimos las puertas de Europa a una nueva forma de ver las cosas del mal llamado “conflicto vasco”, por eso el recibimiento al que nos sometieron al volver fue de antología del disparate y para atarse los machos. Recuerdo que encontré al llegar a casa a mi mujer llorando, y recuerdo sus palabras: -He visto en televisión las declaraciones de los nacionalistas y van a matar a alguien de los nuestros. Así fue: asesinaron a nuestro querido compañero del Foro José Luis López de Lacalle, pero, además todos nosotros tuvimos que soportar lo que ahora se llama “violencia de persecución”. Recuerdo el apedreamiento de la casa de Agustín de Ibarrola, aparte de las agresiones a su obra, etc. Lo mío no lo cuento para que nadie piense que hago uso de la posibilidad que me ofrece Vistazo a la Prensa y hacer victimismo personal. Pero fue durísimo. Me remito a la hemeroteca de aquellas fechas.
Recibimos un brutal linchamiento de nuestro propio sector que se empezaba a llamar constitucionalista, incluidos sus medios de comunicación, salvo honrosas excepciones. Incluso gentes que luego se pusieron al frente del movimiento como Rosa Díez, Savater y otros nos intentaron dejar en evidencia, sin ofrecernos su apoyo, rompiendo el movimiento cívico y estigmatizándonos. Hoy mirándolo con perspectiva me entra una irónica sonrisa pero es uno de mis mayores orgullos puesto que luego ellos se pusieron al frente de “la manifestación”.

Aquello fue tremendo. Nos quedamos literalmente solos aunque luego todo el mundo se enganchó a nuestra posición. Aquello fue un verdadero bautismo de fuego que nos curó para siempre. Nos dejaron solos ante el abismo.

Pero he de señalar que, aparte del mundo nacionalista que era lo previsible, hubo otros protagonistas que afilaron sus dotes retóricas o sus armas políticas contra nosotros. Por ejemplo padecimos las diatribas de representantes significados del Partido Socialista que llegaron a decir que no había ningún representante, digno de considerar, del mundo de la izquierda en aquella embajada cosa que no se podía sostener simplemente revisando la biografía de aquellas personas en aquel momento. O que no era de recibo sacar los trapos sucios fuera de las fronteras de nuestra tierra, es decir al ámbito comunitario. Y, por cierto, no sólo nuestra embajada no fue recibida por la parte socialista del Parlamento Europeo –aunque es correcto afirmar que hubo algún digno representante de IU que no tenía nada que compartir con la deriva posterior de ese partido- sino que nos consta que hubo alguna maniobra para dificultar un pronunciamiento explícito de la Presidenta del Parlamento Europeo.

Sin embargo, lo que son las cosas, hoy se puede decir, con orgullo por lo que a mí respecta, que aquella representación institucional de ciudadanos vascos que luchaban por la dignidad de sus compatriotas, surtió efecto, y hoy tenemos una resolución judicial digna de figurar en los anales del amparo jurídico en defensa de los principios más elementales del Derecho Natural y de sus derivaciones hacia la protección de los ciudadanos en esta Sociedad Occidental para alejarnos de latitudes que siembran dudas sobre el futuro de la humanidad.

El tiempo da la razón al que la tiene.

http://www.vistazoalaprensa.com/firmas_art.asp?id=5253

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