jueves, julio 02, 2009

Felix Arbolí, El negro que quiso ser blanco y el santo que no subira a los altares

jueves 2 de julio de 2009

El negro que quiso ser blanco y el santo que no subirá a los altares

Félix Arbolí

A UNQUE siento un profundo respeto por los que ya no están entre nosotros, hay veces que me siento crispado con la distinta reacción humana ante la desaparición de personas que por unas u otras causas han destacado sobre el común de los mortales. Me refiero no sólo a aquellos que brillaron en las candilejas de escenarios y teatros y alegraron nuestra vista y nuestro oído con su arte inigualable, sino en especial a los que calladamente, con humildad y perseverancia, hicieron algo enormemente difícil y noble por ayudar a los seres más marginados y necesitados.

A veces el azar hace coincidir la muerte de dos celebridades muy distintas y se hace más patente la diferencia de trato, agasajos y elogios dedicados a ambos. Acabamos de perder a dos personas distintas en años, formas de vida, actividades, influencias y huellas: Vicente Ferrer y Michael Jackson.. Uno y otro muy difícil de reemplazar en sus respectivas esferas. Los carroñeros de la noticia se han dedicado casi en exclusiva a éste último y apenas se han acordado del abnegado misionero del amor. Han aprovechado el triste acontecimiento de la muerte del artista para machacarnos días y noches, en todos los programas y circunstancias, con sus canciones, méritos artísticos y la maravillosa introducción en sus bailes del “monwalk”, que dicen asimiló del célebre mimo francés Marcel Marceau. Sabemos del benjamín de los célebres “Jackson five” de los años sesenta más que de nuestra propia familia. Aunque aquel simpático y prodigioso pequeño de color que acompañado de su padre y tres de sus hermanos, tanto nos hizo gozar y sonreír a los que vivimos esa época, se convirtiera con el tiempo en una especie de Frankestein por la cantidad de operaciones y experimentos que tuvo que soportar para dejar de ser negro, sin llegar a ser blanco, sino un extravagante híbrido de color indefinido. Sin contar sus rarezas, escándalos de pederastia, fundados o no y manías al tener que ir a todas partes protegido por una pléyade de guardaespaldas que lo llevaban encerrado en una especie de burbuja, con mascarilla, quitasoles y demás. Ni el presidente USA suele ir tan aislado como iba este excéntrico personaje para impedir que le pudiera rozar esa multitud que daba la casualidad era la que lo jaleaba, adoraba y compraba todos sus discos y hoy lo lloran inconsolables. Hasta la prensa más seria se ha hecho eco de la noticia con grandes caracteres y destacados espacios, cual si se tratara de un personaje clave para la Humanidad. Yo admiraba y admiro al artista, he oído algunos de sus discos y videos, sobre todo el de “thriller”, (el más vendido en la historia de la música), y he gozado viendo esa peculiar forma de bailar y moverse inimitables. Dicen que ha vendido más 750 millones de discos en su vida y que debido a su repentina muerte se han multiplicado las ventas hasta agotarse las existencias en numerosos países y tiendas especializadas. El excéntrico cantante ha ingresado en el mundo de los mitos. Sus deudas millonarias quedarán compensadas y sus herederos recibirán importantes y continuas cantidades en el futuro, al igual que le pasó a los de Elvis Presley. De todas formas su famoso rancho “Neverland” valorando en dos mil millones de dólares era más que suficiente para pagar sus trampas y llevarse una buena tajada. Hay personas que como nuestro Cid continúan ganando batallas después de muerto y Michael fue el Campeador de la moderna música, el auténtico “rey del Pop”.

Dicen que su muerte fue debida a ese absurdo y exagerado cóctel de medicamentos entre ansiolíticos, analgésicos y narcóticos, que consumía diariamente. Hablan de ocho diferentes. Yo llevo diez años consumiendo once medicinas y pastillas diarias y no me ha pasado nada, todo lo contrario. Claro que tampoco he querido cambiar de color, andar por esos mundos con mascarillas y aislado del mundanal ruido y amenazar con tirar a uno de mis hijos por la ventana.

En el otro extremo, tenemos la muerte de Vicente Ferrer, el santo laico, como le llaman algunos, aunque yo creo que los santos lo son sin calificativos que los distingan y sin que medien canonizaciones eclesiásticas por medio, sólo en razón a sus actos, heroísmo, virtud, abnegación, generosidad y amor, mucho amor. Para mí, y para otros muchos es el santo del amor. Porque toda su vida ha sido un constante ejemplo y mensaje de la fuerza y grandeza del amor al prójimo, en especial del que sufre, pasa calamidades, tiene hambre y se encuentra abandonado en una sociedad que los ignora y desprecia. Han sido más de cincuenta años los que se ha entregado valientemente al trabajo y la ayuda desinteresada a los demás. Fue como jesuita y terminó como misionero seglar, casado y con tres hijos. El amor conyugal en su caso fue un poderoso aliciente para continuar la santa y difícil tarea que le había llevado a la India, porque marido y mujer bebían del mismo cáliz en su entrega total al necesitado y a llevar una vida dedicada a los más pobres. Puro espíritu evangélico y dulce semejanza con el Maestro que le había inspirado. ¿Qué más le daba a Dios que estuviera célibe o casado o que fuera sacerdote o un relicario del amor más puro y generoso?. ¿Acaso preguntó a sus discípulos cuando los eligió por su vida social y familiar?. Vicente formó una familia tocada por la gracia de Dios que se entregó a tan noble causa sin descanso.

Estuvo nominado para el Premio Nóbel de la Paz, obtuvo el Príncipe de Asturias de la Concordia en 1998, Personaje Destacado de la Historia del siglo XX por la UNESCO, etc, etc, pero no ha obtenido reconocimiento oficial alguno, ni panegírico en su muerte por parte de la Iglesia a la que nunca renunció y por cuya intercesión inició su gigantesca obra de apostolado. El que dejara a la Compañía de Jesús, no significa que no haya seguido fielmente el camino y las directrices emanadas del mismo Jesús, que para mi tiene mucha mayor importancia. Ni una simple frase de condolencia o elogio por parte de Rouco Varela o cualquier otro representante de nuestra Iglesia en homenaje a este catalán universal con motivo de su llorada muerte. Su obra social y misionera bien lo merecían, pues no tiene nada que envidiar a una Teresa de Calcuta de su misma talla y hasta con idéntica y magnífica misión: Cuarenta mil viviendas construidas; tres hospitales generales; centros para enfermos de Sida; catorce clínicas rurales; 1696 escuelas y centros de enseñanza para 158 mil alumnos; centros especiales para sordos y otros para discapacitados psíquicos; miles de pozos de agua para regadíos y consumo; miles de embalses; tres millones de árboles frutales, etc, etc,. ¿Qué le falta a este “santo súbito” para que se le reconozca oficial y eclesiásticamente una santidad más que demostrada?. ¿Ha sido más positiva acaso la labor de Monseñor Escrivá de Romaní, que tan rápidamente alcanzó tan alta distinción?.

Para este súper hombre no hubo glosas, ni histerismos, ni páginas dedicadas. Murió con la misma sencillez que le gustaba vivir, sin ruidos, ni agasajos. Sólo pretendía hacer el bien a todos los que acudían a Anantapur y solicitaban su ayuda. A ninguno le falló y todos se fueron con su problema solucionado y una sonrisa amable, pues como todos los limpios de corazón no tenía rincones oscuros en su alma. Su bondad, serenidad y tranquilidad de conciencia quedaban reflejadas en su permanente expresión de hombre bueno y elegido de Dios, aunque dejara el hábito religioso. Algunos que lo llevan cargados de cruces y oropeles no le llegarían ni a la suela del zapato.

¿A qué se debe esta ostensible frialdad oficial de la Iglesia hacia uno de los mayores santos de nuestros días?. ¿Qué ha dicho el Vaticano a su muerte?. ¿Por qué el silencio de nuestro Cardenal tan locuaz y ocurrente en incontables ocasiones?. ¿Era normal que a las ceremonias fúnebres de un español universalmente reconocido y admirado fuera como única autoridad representativa el Presidente del Congreso y la Portavoz del partido Popular?. ¿Nadie por parte de la Iglesia española ni por la Compañía de Jesús?. ¿Es que acaso haber realizado esa ingente labor fuera de la órbita estrictamente religiosa es suficiente para minimizarla e ignorarla?. Con todos mis respetos, me parece fatal el detalle y como católico y español, me siento defraudado y avergonzado con ese intolerable proceder. No es la Iglesia, son algunos de los que dicen representarla y no saben estar a la altura de las circunstancias, eludiendo los mandatos del mismo Cristo, que era Dios y se hizo el más sencillo de los hombres exclusivamente por amor, como en el caso que comentamos. Me duele tener que hablar así, pero más me ha dolido tener que reconocer tan evidente error.

Ha tenido más repercusión la muerte de un cantante que la de un gran hombre y benefactor de la Humanidad. Y en este caso no hubo multitudes histéricas y gritos alocados, sino una muchedumbre respetuosa y dolida que deseaba rendir su último testimonio de gratitud al santo que les liberó de la miseria y en muchas ocasiones de la muerte trágica y ruinosa. Los desheredados de la fortuna, que fueron los auténticos privilegiados al estar tan cerca de este excepcional personaje. ¿Qué debió sentir aquel que pudo cruzar su mirada con la del santo del amor?. Creo que después de esa milagrosa oportunidad no me hubiera importado morir porque mi alma quedaba liberada de todas sus culpas.

No es grata ninguna muerte y aunque no ocasionen el mismo impacto e idéntica emoción y tragedia, hay escalas de valores para considerarlas y sentirlas. En este caso la diferencia ha sido abismal y en proporción contraria a la calidad de vida y méritos contraídos. Y no tengo nada más que comentar.

http://www.vistazoalaprensa.com/firmas_art.asp?id=5252

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