lunes 26 de julio de 2009
El museo desaparecido
Paso a menudo junto al antiguo museo del Ejército, cerca de la Real Academia Española, y cada vez siento la misma desolación al ver sus puertas cerradas. Uno de los más espectaculares museos de historia de España que conocí ya no existe. Kaputt. Me lo robaron. Le debo el favor definitivo al ex presidente Aznar, al ex ministro Trillo y al Pepé, entonces en el gobierno. Pasándose por el arrogante forro todas las protestas y argumentos razonables, esos individuos echaron el cierre al recinto para trasladar su contenido al Alcázar de Toledo. Les hacía más ilusión tenerlo allí todo junto, supongo. Alcázar, militares, ejército. Las hordas rojas. Etcétera. Dando, de paso, nuevos argumentos a los imbéciles que sostienen que en España la memoria es de derechas, y que la historia militar se la inventó el franquismo. Hay que joderse.
En fin. Con lo del museo me alegro por los toledanos, que así lo tienen a mano. Mejor para el turismo local. Pero a mucha otra gente nos queda lejos, y Madrid ya no tiene museo del Ejército. Ésa es la fetén. En cuanto a lo que haya ocurrido con los riquísimos fondos que el viejo lugar contenía, lo comentaré con ustedes cuando inauguren el nuevo. Y lo vea despacio. Aunque, como devoto del museo antiguo –ese concepto romántico y abigarrado, donde cabía todo–, barrunto que la puesta al día, moderna, luminosa y tal, se cobrará daños colaterales. Mucha misión humanitaria y poca guerra, ya me entienden. Paz por un tubo. Como si tres mil años de historia, con los españoles dándole cebollazos a los de afuera, o dándoselos entre sí, pudieran borrarse con buenas intenciones.
Y no sólo eso. Me cuentan que los textos que acompañarán a las piezas, cuando hacen alusión a España como esfuerzo común de una nación –imaginen si ahí debería haber unos cuantos–, están siendo mirados con lupa, a fin de no ofender sensibilidades ni doctrinas pacíficas al uso. Toda referencia a hechos que contradigan la diversidad plurinacional y plurimorfa de este pluriputiferio nuestro se camufla o adoba de modo conveniente. O se intenta. Como la Guerra de Sucesión y Felipe V, por ejemplo, por algunos de cuyos aspectos pasaremos de puntillas. O la actuación de los voluntarios catalanes y vascos que combatieron bajo las órdenes del general Prim en la guerra de Marruecos. Delicadísimo asunto ese, por cierto. Guerra colonial donde las haya, muy políticamente incorrecta. Y con moros, además. Por no hablar del desembarco de Alhucemas, cuando la dictadura de Primo de Rivera. Y de la Legión y Melilla, comandantes incluidos –tengo curiosidad por ver cómo se resuelve eso–. Y de la Guerra Civil, con toda una España republicana buena y solidaria frente a unos pocos nacionales malos y peinados con gomina. Etcétera.
Pero la cosa no queda sólo en Toledo. O no va a quedar. Ahí está el caso escandaloso del Museo Naval de San Fernando, Cádiz, cuyas nuevas instalaciones han costado tres millones de euros; y que, cuando todo estaba listo para trasladar el museo viejo al lugar adecuado, digno de la antigua isla de San Carlos y de su historia, el ministerio de Defensa lo ha puesto patas arriba, instalando en el nuevo recinto, como si no hubiera otras instalaciones militares cerca, a la infantería de Marina, y dejando la colección en donde estaba. Pero aún puede ser peor. Tal es el caso de ciertas ideas, o tentaciones, sobre una renovación del Museo Naval de Madrid, afortunadamente aplazadas. Y digo afortunadamente porque una cosa es reformar y actualizar, y otra aprovechar el barullo para descafeinar el asunto, adecuándolo a la doctrina de turno. Me aterra pensar en lo que ese magnífico museo podría convertirse, una vez pasado por la criba de lo políticamente correcto. Por el titular de telediario y la foto en primera página. Hay quien opina, en Defensa, que el Museo Naval tiene demasiado contenido bélico y conviene rebajarle un poco el nivel, dando más relieve a las exploraciones y a los avances científicos que tanto debieron a los marinos ilustrados y cartógrafos españoles. En eso estoy de acuerdo, pues sólo los nombres de Jorge Juan y Antonio de Ulloa o la expedición de Malaspina merecerían espacios monográficos. Pero también es cierto que la historia naval española está llena de hechos de armas –el mar era un continuo batallar– y eso no hay pacifismos mal entendidos ni buen rollito que lo borren. Conociendo el ganado, temo que una actualización de ese bellísimo museo terminaría alterando conceptos históricos fundamentales para adecuarlos al canon oficial de esta España Que Nunca Existió, en la que tanto golfo y tanto imbécil medran a sus anchas. Dense una vuelta por el desaparecido museo militar de Montjuic –futuro museo de la Paz– o por el naval de las Atarazanas de Barcelona, moderno y muy bien concebido en lo formal. Lean despacio los textos en este último, comprueben lo que hay y lo que falta. Verán a qué me refiero.
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lunes, julio 27, 2009
domingo, julio 26, 2009
Perez Reverte, Esa gentuza
ESA GENTUZA
Paso a menudo por la carrera de San Jerónimo, caminando por la acera opuesta a las Cortes, y a veces coincido con la salida de los diputados del Congreso. Hay coches oficiales con sus conductores y escoltas, periodistas dando los últimos canutazos junto a la verja, y un tropel de individuos de ambos sexos, encorbatados ellos y peripuestas ellas, saliendo del recinto con los aires que pueden ustedes imaginar. No identifico a casi ninguno, y apenas veo los telediarios; pero al pájaro se le conoce por la cagada. Van pavoneándose graves, importantes, seguros de su papel en los destinos de España, camino del coche o del restaurante donde seguirán trazando líneas maestras de la política nacional y periférica. No pocos salen arrogantes y sobrados como estrellas de la tele, con trajes a medida, zapatos caros y maneras afectadas de nuevos ricos. Oportunistas advenedizos que cada mañana se miran al espejo para comprobar que están despiertos y celebrar su buena suerte. Diputados, nada menos. Sin tener, algunos, el bachillerato. Ni haber trabajado en su vida. Desconociendo lo que es madrugar para fichar a las nueve de la mañana, o buscar curro fuera de la protección del partido político al que se afiliaron sabiamente desde jovencitos. Sin miedo a la cola del paro. Sin escrúpulos y sin vergüenza. Y en cada ocasión, cuando me cruzo con ese desfile insultante, con ese espectáculo de prepotencia absurda, experimento un intenso desagrado; un malestar íntimo, hecho de indignación y desprecio. No es un acto reflexivo, como digo. Sólo visceral. Desprovisto de razón. Un estallido de cólera interior. Las ganas de acercarme a cualquiera de ellos y ciscarme en su puta madre.
Sé que esto es excesivo. Que siempre hay justos en Sodoma. Gente honrada. Políticos decentes cuya existencia es necesaria. No digo que no. Pero hablo hoy de sentimientos, no de razones. De impulsos. Yo no elijo cómo me siento. Cómo me salta el automático. Algo debe de ocurrir, sin embargo, cuando a un ciudadano de 57 años y en uso correcto de sus facultades mentales, con la vida resuelta, cultura adecuada, inteligencia media y conocimiento amplio y razonable del mundo, se le sube la pólvora al campanario mientras asiste al desfile de los diputados españoles saliendo de las Cortes. Cuando la náusea y la cólera son tan intensas. Eso me preocupa, por supuesto. Sigo caminando carrera de San Jerónimo abajo, y me pregunto qué está pasando. Hasta qué punto los años, la vida que llevé en otro tiempo, los libros que he leído, el panorama actual, me hacen ver las cosas de modo tan siniestro. Tan agresivo y pesimista. Por qué creo ver sólo gentuza cuando los miro, pese a saber que entre ellos hay gente perfectamente honorable. Por qué, de admirar y respetar a quienes ocuparon esos mismos escaños hace veinte o treinta años, he pasado a despreciar de este modo a sus mediocres reyezuelos sucesores. Por qué unas cuantas docenas de analfabetos irresponsables y pagados de sí mismos, sin distinción de partido ni ideología, pueden amargarme en un instante, de este modo, la tarde, el día, el país y la vida.
Quizá porque los conozco, concluyo. No uno por uno, claro, sino a la tropa. La casta general. Los he visto durante años, aquí y afuera. Estuve en los bosques de cruces de madera, en los callejones sin salida a donde llevan sus irresponsabilidades, sus corruptelas, sus ambiciones. Su incultura atroz y su falta de escrúpulos. Conozco las consecuencias. Y sé cómo lo hacen ahora, adaptándose a su tiempo y su momento. Lo sabe cualquiera que se fije. Que lea y mire. Algún día, si tengo la cabeza lo bastante fría, les detallaré a ustedes cómo se lo montan. Cómo y dónde comen y a costa de quién. Cómo se reparten las dietas, los privilegios y los coches oficiales. Cómo organizan entre ellos, en comisiones y visitas institucionales que a nadie importan una mierda, descarados e inútiles viajes turísticos que pagan los contribuyentes. Cómo se han trajinado –ahí no hay discrepancias ideológicas– el privilegio de cobrar la máxima pensión pública de jubilación tras sólo 7 años en el escaño, frente a los 35 de trabajo honrado que necesita un ciudadano común. Cómo quienes llegan a ministros tendrán, al jubilarse, sólidas pensiones compatibles con cualquier trabajo público o privado, pensiones vitalicias cuando lleguen a la edad de jubilación forzosa, e indemnizaciones mensuales del 100% de su salario al cesar en el cargo, cobradas completas y sin hacer cola en ventanillas, desde el primer día.
De cualquier modo, por hoy es suficiente. Y se acaba la página. Tenía ganas de echar la pota, eso es todo. De desahogarme dándole a la tecla, y es lo que he hecho. Otro día seré más coherente. Más razonable y objetivo. Quizás. Ahora, por lo menos, mientras camino por la carrera de San Jerónimo, algunos sabrán lo que tengo en la cabeza cuando me cruzo con ellos.
http://xlsemanal.finanzas.com/web/firma.php?id_firma=9091&id_edicion=4307
Paso a menudo por la carrera de San Jerónimo, caminando por la acera opuesta a las Cortes, y a veces coincido con la salida de los diputados del Congreso. Hay coches oficiales con sus conductores y escoltas, periodistas dando los últimos canutazos junto a la verja, y un tropel de individuos de ambos sexos, encorbatados ellos y peripuestas ellas, saliendo del recinto con los aires que pueden ustedes imaginar. No identifico a casi ninguno, y apenas veo los telediarios; pero al pájaro se le conoce por la cagada. Van pavoneándose graves, importantes, seguros de su papel en los destinos de España, camino del coche o del restaurante donde seguirán trazando líneas maestras de la política nacional y periférica. No pocos salen arrogantes y sobrados como estrellas de la tele, con trajes a medida, zapatos caros y maneras afectadas de nuevos ricos. Oportunistas advenedizos que cada mañana se miran al espejo para comprobar que están despiertos y celebrar su buena suerte. Diputados, nada menos. Sin tener, algunos, el bachillerato. Ni haber trabajado en su vida. Desconociendo lo que es madrugar para fichar a las nueve de la mañana, o buscar curro fuera de la protección del partido político al que se afiliaron sabiamente desde jovencitos. Sin miedo a la cola del paro. Sin escrúpulos y sin vergüenza. Y en cada ocasión, cuando me cruzo con ese desfile insultante, con ese espectáculo de prepotencia absurda, experimento un intenso desagrado; un malestar íntimo, hecho de indignación y desprecio. No es un acto reflexivo, como digo. Sólo visceral. Desprovisto de razón. Un estallido de cólera interior. Las ganas de acercarme a cualquiera de ellos y ciscarme en su puta madre.
Sé que esto es excesivo. Que siempre hay justos en Sodoma. Gente honrada. Políticos decentes cuya existencia es necesaria. No digo que no. Pero hablo hoy de sentimientos, no de razones. De impulsos. Yo no elijo cómo me siento. Cómo me salta el automático. Algo debe de ocurrir, sin embargo, cuando a un ciudadano de 57 años y en uso correcto de sus facultades mentales, con la vida resuelta, cultura adecuada, inteligencia media y conocimiento amplio y razonable del mundo, se le sube la pólvora al campanario mientras asiste al desfile de los diputados españoles saliendo de las Cortes. Cuando la náusea y la cólera son tan intensas. Eso me preocupa, por supuesto. Sigo caminando carrera de San Jerónimo abajo, y me pregunto qué está pasando. Hasta qué punto los años, la vida que llevé en otro tiempo, los libros que he leído, el panorama actual, me hacen ver las cosas de modo tan siniestro. Tan agresivo y pesimista. Por qué creo ver sólo gentuza cuando los miro, pese a saber que entre ellos hay gente perfectamente honorable. Por qué, de admirar y respetar a quienes ocuparon esos mismos escaños hace veinte o treinta años, he pasado a despreciar de este modo a sus mediocres reyezuelos sucesores. Por qué unas cuantas docenas de analfabetos irresponsables y pagados de sí mismos, sin distinción de partido ni ideología, pueden amargarme en un instante, de este modo, la tarde, el día, el país y la vida.
Quizá porque los conozco, concluyo. No uno por uno, claro, sino a la tropa. La casta general. Los he visto durante años, aquí y afuera. Estuve en los bosques de cruces de madera, en los callejones sin salida a donde llevan sus irresponsabilidades, sus corruptelas, sus ambiciones. Su incultura atroz y su falta de escrúpulos. Conozco las consecuencias. Y sé cómo lo hacen ahora, adaptándose a su tiempo y su momento. Lo sabe cualquiera que se fije. Que lea y mire. Algún día, si tengo la cabeza lo bastante fría, les detallaré a ustedes cómo se lo montan. Cómo y dónde comen y a costa de quién. Cómo se reparten las dietas, los privilegios y los coches oficiales. Cómo organizan entre ellos, en comisiones y visitas institucionales que a nadie importan una mierda, descarados e inútiles viajes turísticos que pagan los contribuyentes. Cómo se han trajinado –ahí no hay discrepancias ideológicas– el privilegio de cobrar la máxima pensión pública de jubilación tras sólo 7 años en el escaño, frente a los 35 de trabajo honrado que necesita un ciudadano común. Cómo quienes llegan a ministros tendrán, al jubilarse, sólidas pensiones compatibles con cualquier trabajo público o privado, pensiones vitalicias cuando lleguen a la edad de jubilación forzosa, e indemnizaciones mensuales del 100% de su salario al cesar en el cargo, cobradas completas y sin hacer cola en ventanillas, desde el primer día.
De cualquier modo, por hoy es suficiente. Y se acaba la página. Tenía ganas de echar la pota, eso es todo. De desahogarme dándole a la tecla, y es lo que he hecho. Otro día seré más coherente. Más razonable y objetivo. Quizás. Ahora, por lo menos, mientras camino por la carrera de San Jerónimo, algunos sabrán lo que tengo en la cabeza cuando me cruzo con ellos.
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domingo, julio 12, 2009
Pio Moa, La union con Portugal-curas martires "vascos"
La unión con Portugal / curas mártires "vascos"
12 de Julio de 2009 - 07:54:28 - Pío Moa
(Sugiero a los amables lectores que divulguen cuanto puedan estos textos y pasen al blog las críticas fundadas que reciban).
****Blog, ayer, manuelp, 16. Cuando Alcazarquivir, el poderío turco distaba mucho de estar quebrado, aunque ya no tenía la antigua moral de victoria ni tripulaciones tan expertas. Después de Lepanto aún había sido capaz de tomar Túnez y alargarse hacia Marruecos, es decir, hacia España. Pero no podían concentrarse como antes en el Mediterráneo, cuando tenían serios problemas con Persia.****Id, 23: Fuller sigue la versión tradicional y más difundida, pero muy improbable: de haber aplastado a los turcos, las naves venecianas habrían acudido inmediatamente en socorro del centro de la flota, que estaba en situación apurada, pero no lo hicieron. Quienes acudieron fueron las galeras de Bazán y Cardona, decidiendo el combate. Además, Uluch escapó justo por detrás de los venecianos que, si estuvieran libres y vencedores, lo hubiera detenido o destruido. Por otra parte, en las naves de Venecia luchaban 4.000 españoles. Un buen estudio en J. Dumont: Lepanto, la historia oculta)
----------------------------------------------------------
La batalla de Alcazarquivir, fue una de las más trascendentales del siglo XVI. Se la llamó “De los tres reyes”, por el insólito caso de que murieron allí los tres reyes contendientes: el portugués Sebastián, con solo 24 años, su protegido Abu Abdala Mohamed II, y el contrario Abd El Malik. Sus consecuencias fueron igualmente triples: en Marruecos los vencedores no se sintieron capaces de hostigar en serio a España y volvieron sus energías hacia el sur sahariano; en el Magreb, Constantinopla encontró un tapón difícil de superar entre los propios musulmanes, y fue poco a poco abandonando la guerra contra España, para frustración de los franceses, ingleses y calvinistas (aunque esto, claro, no podía apreciarse entonces como a posteriori, y Felipe II apenas podía permitirse bajar la guardia); y Portugal quedó al poco sin rey ni sucesor, lo que abrió una situación nueva en la península.
Sebastián no se había unido a la Santa Liga de Lepanto, pese a que las Cortes le incitaban a hacerlo, y reforzó los lazos con Inglaterra y Francia. Pero aspiraba a extender la hegemonía portuguesa por Marruecos, donde Portugal poseía varias ciudades costeras, hostigadas por los saadíes. Vio la ocasión cuando el sultán Mohamed le pidió ayuda para recuperar el trono que le había quitado su tío Malik, y encontró para ello tanto el apoyo de la nobleza como de la oligarquía comerciante, que esperaba beneficiarse de los productos marroquíes. Felipe II, tío de Sebastián, le desaconsejó la aventura, pero ante la decisión de su sobrino contribuyó a ella con algunas tropas y barcos. Participaron también ingleses, alemanes y sobre todo italianos, así como la flor y nata de la nobleza lusa y un número de moros adictos a Mohamed. La empresa, como había temido Felipe, terminó en un completo desastre. Sucedió a Sebastián su tío abuelo Enrique el Cardenal, pero murió a los dos años, dejando en el país una crisis sucesoria. Entre los aspirantes al reino estaban como candidatos con mayores probabilidades Felipe II y Antonio, ambos nietos del rey portugués Miguel I. Pero Antonio, abad del rico priorato de Crato, era hijo bastardo, lo que mermaba sus posibilidades. Durante el breve reinado de Enrique el Cardenal, Antonio había intrigado contra él para hacerse con el poder, y a su muerte se proclamó rey por su cuenta, el 24 de julio, y trató de crear un movimiento popular antiespañol como el que había llevado en 1385 a la batalla de Aljubarrota. Ante ello, Felipe dio orden al Duque de Alba de entrar en el país vecino con un ejército, y al granadino Álvaro de Bazán, que había decidido la batalla de Lepanto, de contribuir por mar. Alba apenas encontró oposición hasta la localidad de Alcántara, cerca de Lisboa, donde Antonio se le enfrentó, un mes después de haberse proclamado rey, con un ejército superior en número y potencia artillera, pero que fue desbaratado por los experimentados tercios. Tres semanas después Felipe fue nombrado rey de Portugal, reconocido en abril del año siguiente por las Cortes de Tomar.
Antonio huyó a las Azores con las joyas de la corona, y luego a Francia, donde Catalina de Médicis, que desempeñaba un papel político esencial bajo su hijo el rey Enrique III, le protegió como instrumento contra Felipe II y a cambio de la promesa de Antonio de ceder a Francia la colonia portuguesa de Brasil. En 1582, Enrique III mandó a las Azores, aún no ocupadas por Felipe, una expedición de 60 naves con fuerzas de desembarco francesas e inglesas, con idea de interceptar a la flota de Indias. El intento era muy peligroso para España, porque el dominio hostil de las Azores podía interrumpir o causar grandes daños al tráfico con América, y servir de base a la conquista de Portugal. Pero los agentes al servicio de Felipe II informaron a este, la flota de Indias pasó muy al norte de las islas y, en cambio, fue enviada allí una escuadra española de 28 naves, al mando de Bazán. Esta salió al paso de la enemiga y la derrotó por completo el 27 de julio, junto a la isla Terceira. Los vencidos fueron tratados como piratas, siguiendo el consejo hipócrita de Enrique III, que no quiso reconocerlos oficialmente pese a haberlos patrocinado, y decapitados o ahorcados más de un centenar de ellos. Antonio de Crato logró huir en una nave francesa fugitiva, y algo después marchó a Inglaterra, protegido por Isabel I.
En principio, la unión de España y Portugal completaba por fin el ideal reconquistador inspirado por la monarquía hispano-gótica, y además conjuntaba un imperio inmenso, extendido por todos los continentes habitados (aun si por eso mismo muy vulnerable y difícil de manejar). Sin embargo los siglos no habían pasado en vano, y un verdadero proceso de unidad solo podía ser muy largo y difícil. Consciente de ello, Felipe respetó las instituciones y usos del país y extremó la prudencia en el trato. Se instituyó un Consejo de Portugal y el cargo de virrey, y hubo intentos de hacer navegable el Tajo para permitir el transporte de los cereales castellanos a Portugal, escaso de ellos. Los puestos administrativos y políticos en Portugal correspondieron a portugueses y su imperio siguió siendo administrado desde Lisboa. Se tomaban muchas decisiones importantes en Madrid, pero venían preparadas por los organismos lusos y se buscaba siempre evitar roces. La unión no tuvo nada que ver con, por ejemplo, la de Inglaterra con Gales o Irlanda. Pero Portugal no solo llevaba varios siglos de independencia, con actitudes anticastellanas muy asentadas, sino que había tenido un éxito brillante en su expansión ultramarina (aun si la mayor parte de su comercio había quedado en manos de los despreciados marranos, judeoconversos de quienes se sospechaba criptojudaísmo. Sebastián había prometido erradicar a los judíos de Marruecos) Todo ello fortalecía en los portugueses un orgullo natural, una profunda desconfianza hacia España y celo exclusivista por sus propias posesiones e intereses, a pesar de seguir considerándose españoles.
----------------------------------------------****Federico, César y otros han salido de la COPE. La AVT ha sido reducida a la inoperancia. Sin duda los futuristas han tenido algo que ver. La alternativa, insisten los tontos. O los demasiado listos. ****Garzón es el instructor con más asuntos pendientes de toda la Audiencia (más de 350). Garzón tiene cosas más importantes que hacer. Y no deja de ser un alivio, ya que cuando aplica la ley lo hace a conveniencia del poder.
****La impunidad de Garzón: seis denuncias y una sola multa de 300 € Necesitará 60 denuncias para llegar a los 3.000 euros
***Estuve tentado a votar a Miguel Durán en las elecciones uropeas. Hasta que vi su lema: Yes, we must. Los nenes angloparlantes. “España no es todavía una colonia, y ustedes must go a la mierda”, me dije.
****"Nadie me regala, yo me pago todos mis trajes", dice la grotesca vice. Pues debe de estar forrada. ¿De dónde sacará para tanto?
****La vice llama al PP “chabacano y esperpéntico”. Excelente definición. Y autodefinición.
****Zapo dará más dinero a Cataluña y Andalucía “por el aumento de población”. Pues sí que tiene pasta el gachó ¿De dónde la sacará?
****Dice la vice que la ley del aborto “busca proteger a menores en conflicto con sus padres”. Es decir, ataca la autoridad de los padres porque, obviamente, en el conflicto solo las hijas pueden tener razón. La razón del puterío, tan caro al gobierno alcahuete, junto con sus otros dos valores básicos, la trola y el choriceo.
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Abundando en la memoria chekista, los obispos amigos de la ETA (¡cuánto debe la ETA a la iglesia que pastorean esos bergantes!) “piden perdón por el silencio de la Iglesia ante el fusilamiento de 14 religiosos durante la Guerra Civil” por los franquistas. Ni la Iglesia ni nadie ha guardado silencio sobre esos fusilamientos, que han sido cien veces más aireados, internacionalmente, en el Vaticano y en España, que el medio centenar de religiosos fusilados en Vizcaya bajo el PNV y el Frente Popular. Y ahora vuelven a airearlo estos golfos. Pues bien, hay una diferencia entre esos curas y los otros: los catorce ultrafamosos fueron fusilados por sus actividades político-bélicas en pro del separatismo, el cual se compinchó con las izquierdas que asesinaban por millares a sacerdotes por el simple hecho de ser sacerdotes. Cuando los catorce fusilamientos llegaron a conocimiento de Franco, este prohibió seguir por esa vía. El PNV nunca impidió los asesinatos de religiosos en Vizcaya ("Euzkadi", la llamaban), porque estos no eran separatistas.
Esos catorce fusilados no son mártires de la Iglesia. Lo son del separatismo y del ultra racismo que inspiraba al PNV (y lo sigue inspirando, aunque con más disimulo). Así como no hay peor enemigo de los vascos que sus turbios nacionalistas, así no hay allí peores enemigos de la Iglesia que estos farisaicos obisparras.
Comentarios (1)
1mescaler dijo el día 12 de Julio de 2009 a las 08:56:
El ex terrorista Muela justificando los crímenes franquistas. Nauseabundo.
Este sinvergüenza se va a ahogar un día en su propia mierda.
Saludos,
Mescalero
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12 de Julio de 2009 - 07:54:28 - Pío Moa
(Sugiero a los amables lectores que divulguen cuanto puedan estos textos y pasen al blog las críticas fundadas que reciban).
****Blog, ayer, manuelp, 16. Cuando Alcazarquivir, el poderío turco distaba mucho de estar quebrado, aunque ya no tenía la antigua moral de victoria ni tripulaciones tan expertas. Después de Lepanto aún había sido capaz de tomar Túnez y alargarse hacia Marruecos, es decir, hacia España. Pero no podían concentrarse como antes en el Mediterráneo, cuando tenían serios problemas con Persia.****Id, 23: Fuller sigue la versión tradicional y más difundida, pero muy improbable: de haber aplastado a los turcos, las naves venecianas habrían acudido inmediatamente en socorro del centro de la flota, que estaba en situación apurada, pero no lo hicieron. Quienes acudieron fueron las galeras de Bazán y Cardona, decidiendo el combate. Además, Uluch escapó justo por detrás de los venecianos que, si estuvieran libres y vencedores, lo hubiera detenido o destruido. Por otra parte, en las naves de Venecia luchaban 4.000 españoles. Un buen estudio en J. Dumont: Lepanto, la historia oculta)
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La batalla de Alcazarquivir, fue una de las más trascendentales del siglo XVI. Se la llamó “De los tres reyes”, por el insólito caso de que murieron allí los tres reyes contendientes: el portugués Sebastián, con solo 24 años, su protegido Abu Abdala Mohamed II, y el contrario Abd El Malik. Sus consecuencias fueron igualmente triples: en Marruecos los vencedores no se sintieron capaces de hostigar en serio a España y volvieron sus energías hacia el sur sahariano; en el Magreb, Constantinopla encontró un tapón difícil de superar entre los propios musulmanes, y fue poco a poco abandonando la guerra contra España, para frustración de los franceses, ingleses y calvinistas (aunque esto, claro, no podía apreciarse entonces como a posteriori, y Felipe II apenas podía permitirse bajar la guardia); y Portugal quedó al poco sin rey ni sucesor, lo que abrió una situación nueva en la península.
Sebastián no se había unido a la Santa Liga de Lepanto, pese a que las Cortes le incitaban a hacerlo, y reforzó los lazos con Inglaterra y Francia. Pero aspiraba a extender la hegemonía portuguesa por Marruecos, donde Portugal poseía varias ciudades costeras, hostigadas por los saadíes. Vio la ocasión cuando el sultán Mohamed le pidió ayuda para recuperar el trono que le había quitado su tío Malik, y encontró para ello tanto el apoyo de la nobleza como de la oligarquía comerciante, que esperaba beneficiarse de los productos marroquíes. Felipe II, tío de Sebastián, le desaconsejó la aventura, pero ante la decisión de su sobrino contribuyó a ella con algunas tropas y barcos. Participaron también ingleses, alemanes y sobre todo italianos, así como la flor y nata de la nobleza lusa y un número de moros adictos a Mohamed. La empresa, como había temido Felipe, terminó en un completo desastre. Sucedió a Sebastián su tío abuelo Enrique el Cardenal, pero murió a los dos años, dejando en el país una crisis sucesoria. Entre los aspirantes al reino estaban como candidatos con mayores probabilidades Felipe II y Antonio, ambos nietos del rey portugués Miguel I. Pero Antonio, abad del rico priorato de Crato, era hijo bastardo, lo que mermaba sus posibilidades. Durante el breve reinado de Enrique el Cardenal, Antonio había intrigado contra él para hacerse con el poder, y a su muerte se proclamó rey por su cuenta, el 24 de julio, y trató de crear un movimiento popular antiespañol como el que había llevado en 1385 a la batalla de Aljubarrota. Ante ello, Felipe dio orden al Duque de Alba de entrar en el país vecino con un ejército, y al granadino Álvaro de Bazán, que había decidido la batalla de Lepanto, de contribuir por mar. Alba apenas encontró oposición hasta la localidad de Alcántara, cerca de Lisboa, donde Antonio se le enfrentó, un mes después de haberse proclamado rey, con un ejército superior en número y potencia artillera, pero que fue desbaratado por los experimentados tercios. Tres semanas después Felipe fue nombrado rey de Portugal, reconocido en abril del año siguiente por las Cortes de Tomar.
Antonio huyó a las Azores con las joyas de la corona, y luego a Francia, donde Catalina de Médicis, que desempeñaba un papel político esencial bajo su hijo el rey Enrique III, le protegió como instrumento contra Felipe II y a cambio de la promesa de Antonio de ceder a Francia la colonia portuguesa de Brasil. En 1582, Enrique III mandó a las Azores, aún no ocupadas por Felipe, una expedición de 60 naves con fuerzas de desembarco francesas e inglesas, con idea de interceptar a la flota de Indias. El intento era muy peligroso para España, porque el dominio hostil de las Azores podía interrumpir o causar grandes daños al tráfico con América, y servir de base a la conquista de Portugal. Pero los agentes al servicio de Felipe II informaron a este, la flota de Indias pasó muy al norte de las islas y, en cambio, fue enviada allí una escuadra española de 28 naves, al mando de Bazán. Esta salió al paso de la enemiga y la derrotó por completo el 27 de julio, junto a la isla Terceira. Los vencidos fueron tratados como piratas, siguiendo el consejo hipócrita de Enrique III, que no quiso reconocerlos oficialmente pese a haberlos patrocinado, y decapitados o ahorcados más de un centenar de ellos. Antonio de Crato logró huir en una nave francesa fugitiva, y algo después marchó a Inglaterra, protegido por Isabel I.
En principio, la unión de España y Portugal completaba por fin el ideal reconquistador inspirado por la monarquía hispano-gótica, y además conjuntaba un imperio inmenso, extendido por todos los continentes habitados (aun si por eso mismo muy vulnerable y difícil de manejar). Sin embargo los siglos no habían pasado en vano, y un verdadero proceso de unidad solo podía ser muy largo y difícil. Consciente de ello, Felipe respetó las instituciones y usos del país y extremó la prudencia en el trato. Se instituyó un Consejo de Portugal y el cargo de virrey, y hubo intentos de hacer navegable el Tajo para permitir el transporte de los cereales castellanos a Portugal, escaso de ellos. Los puestos administrativos y políticos en Portugal correspondieron a portugueses y su imperio siguió siendo administrado desde Lisboa. Se tomaban muchas decisiones importantes en Madrid, pero venían preparadas por los organismos lusos y se buscaba siempre evitar roces. La unión no tuvo nada que ver con, por ejemplo, la de Inglaterra con Gales o Irlanda. Pero Portugal no solo llevaba varios siglos de independencia, con actitudes anticastellanas muy asentadas, sino que había tenido un éxito brillante en su expansión ultramarina (aun si la mayor parte de su comercio había quedado en manos de los despreciados marranos, judeoconversos de quienes se sospechaba criptojudaísmo. Sebastián había prometido erradicar a los judíos de Marruecos) Todo ello fortalecía en los portugueses un orgullo natural, una profunda desconfianza hacia España y celo exclusivista por sus propias posesiones e intereses, a pesar de seguir considerándose españoles.
----------------------------------------------****Federico, César y otros han salido de la COPE. La AVT ha sido reducida a la inoperancia. Sin duda los futuristas han tenido algo que ver. La alternativa, insisten los tontos. O los demasiado listos. ****Garzón es el instructor con más asuntos pendientes de toda la Audiencia (más de 350). Garzón tiene cosas más importantes que hacer. Y no deja de ser un alivio, ya que cuando aplica la ley lo hace a conveniencia del poder.
****La impunidad de Garzón: seis denuncias y una sola multa de 300 € Necesitará 60 denuncias para llegar a los 3.000 euros
***Estuve tentado a votar a Miguel Durán en las elecciones uropeas. Hasta que vi su lema: Yes, we must. Los nenes angloparlantes. “España no es todavía una colonia, y ustedes must go a la mierda”, me dije.
****"Nadie me regala, yo me pago todos mis trajes", dice la grotesca vice. Pues debe de estar forrada. ¿De dónde sacará para tanto?
****La vice llama al PP “chabacano y esperpéntico”. Excelente definición. Y autodefinición.
****Zapo dará más dinero a Cataluña y Andalucía “por el aumento de población”. Pues sí que tiene pasta el gachó ¿De dónde la sacará?
****Dice la vice que la ley del aborto “busca proteger a menores en conflicto con sus padres”. Es decir, ataca la autoridad de los padres porque, obviamente, en el conflicto solo las hijas pueden tener razón. La razón del puterío, tan caro al gobierno alcahuete, junto con sus otros dos valores básicos, la trola y el choriceo.
--------------------------------------------------
Abundando en la memoria chekista, los obispos amigos de la ETA (¡cuánto debe la ETA a la iglesia que pastorean esos bergantes!) “piden perdón por el silencio de la Iglesia ante el fusilamiento de 14 religiosos durante la Guerra Civil” por los franquistas. Ni la Iglesia ni nadie ha guardado silencio sobre esos fusilamientos, que han sido cien veces más aireados, internacionalmente, en el Vaticano y en España, que el medio centenar de religiosos fusilados en Vizcaya bajo el PNV y el Frente Popular. Y ahora vuelven a airearlo estos golfos. Pues bien, hay una diferencia entre esos curas y los otros: los catorce ultrafamosos fueron fusilados por sus actividades político-bélicas en pro del separatismo, el cual se compinchó con las izquierdas que asesinaban por millares a sacerdotes por el simple hecho de ser sacerdotes. Cuando los catorce fusilamientos llegaron a conocimiento de Franco, este prohibió seguir por esa vía. El PNV nunca impidió los asesinatos de religiosos en Vizcaya ("Euzkadi", la llamaban), porque estos no eran separatistas.
Esos catorce fusilados no son mártires de la Iglesia. Lo son del separatismo y del ultra racismo que inspiraba al PNV (y lo sigue inspirando, aunque con más disimulo). Así como no hay peor enemigo de los vascos que sus turbios nacionalistas, así no hay allí peores enemigos de la Iglesia que estos farisaicos obisparras.
Comentarios (1)
1mescaler dijo el día 12 de Julio de 2009 a las 08:56:
El ex terrorista Muela justificando los crímenes franquistas. Nauseabundo.
Este sinvergüenza se va a ahogar un día en su propia mierda.
Saludos,
Mescalero
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lunes, julio 06, 2009
Felix Arbolí, ¡Que solos se quedan los vivos...!
lunes 6 de julio de 2009
¡Qué solos se quedan los vivos…!
Félix Arbolí
E STABA enjuto, convertido en la mínima expresión de un ser humano, consumido ante tanto dolor acumulado y tanto amor que desprendía y se respiraba en el ambiente de todos cuantos nos habíamos acercado a ofrecerle nuestro último testimonio de admiración y cariño. Como había sido todo amor a lo largo de su corta vida, 47 años, nos lo quiso ofrecer como recuerdo de su amistad para que sirviera de consuelo a nuestro dolor. Era una de sus muchas virtudes que todos le reconocimos en vida. Creo que bajo el sudario sólo había quedado la piel sobre sus huesos, porque el resto, su esencia, su alma de ser inmortal más allá de este mundo, se había quedado incrustada en cada uno de los que le quisimos y entre los que vivirá siempre. .
En mis largos años de vida no he presenciado un velatorio tan numeroso, ni tan dolorido. Estaba todo un barrio acompañando a su numerosa familia venida desde todos los puntos de España, pues no siempre se tiene la oportunidad de despedir un ser de otra galaxia, que por un capricho del destino, cayó entre nosotros. Bien orgulloso debe encontrarse el desaparecido amigo, allá donde se encuentre, que estoy seguro será un lugar muy bonito y placentero, de la estela de auténtico amor y el profundo dolor que ha dejado a su marcha. Y aquí no había motivos de cobas, buscar escalar posiciones, ni hacerse acreedor a la gratitud e influencia de la familia, como en esos casos de ricos y famosos que en lugar de amigos los que asisten parecen plañideras pagadas con el egoísmo y la ambición por escalar. Es el único velatorio de toda mi larga vida, donde he visto el auténtico dolor y la máxima pena reflejada de todos los presentes sin excepción. Allí si se hablaba era del difunto y no existía otro tema de conversación, porque las gargantas estaban secas de tanto llorar los ojos. No era el contadero de chistes como algunos convierten este acto de sentimiento y pesar, sino el gesto de esa media y forzada sonrisa de ternura y resignación ante lo inevitable, que apenas asomaba en algunos labios recordando los numerosos detalles del que estaba allí y ya no estaba.
He encontrado en este triste lugar la expresión del cariño de verdad, el sentimiento sin dobleces y los enormes esfuerzos para no dar rienda suelta a tanto llanto pugnando por salir. Nada de protocolos sociales, lágrimas prefabricadas, ni expresiones de tristeza ensayadas ante el espejo. Allí el dicho común de “se mascaba la tragedia” cobraba fuerza. Todo era natural y escalofriante a un tiempo. Jamás pudo pensar persona alguna que su muerte iba a ser tan unánimemente sentida. Claro que tampoco es muy normal en nuestros días encontrar una persona que como él se mereciera eso y mucho más.
Me figuro que ya habrán adivinado que me refiero a mi amigo Víctor. Víctor Perancho, para ser más exacto, aunque en este caso nada importe su apellido, porque con su nombre es más que suficiente para reconocerle, recordarle y .saber de quien tratamos. Ese amigo entrañable del que hablaba hace escasos días sobre su enfermedad y sus escasas esperanzas de sobrevivir. Sé que ustedes no lo conocían y puedo asegurarles que se perdieron una hermosa circunstancia, pero permítanme que utilice estas páginas y deje constancia de mi dolor y cariño al amigo desaparecido, que no muerto, porque sólo muere el que no tiene a nadie que lo recuerde y añore y él es inmensamente rico en esta faceta, pues nadie ha logrado que un barrio entero exprese su pena y deje traslucir sus sentimientos de la manera que lo han hecho con él.
Un enorme Crucifijo presidía sus últimos instantes entre nosotros y dos preciosas y grandes coronas de flores daban escolta de honor a tan tétrica, pero enternecedora escena. Cristo reclamaba a su criatura junto a Él. No debe tener muchos inquilinos en esa gloria prometida a los hombres justos y de buena fe, porque en los años actuales de apostasías, deserciones y abandonos de las creencias que nos inculcaron nuestros mayores, la mayoría de los que citan a Dios lo hacen como referencia a una blasfemia. Y así cuando llega un alma predestinada, deben celebrarlo por todo lo alto, como un acontecimiento sensacional y excepcional. A los musulmanes dicen que les reciben las “huríes”, a los cristianos y Víctor lo era, le habrá recibido esa enorme y fascinante llama luminosa donde no hay penas, ni amarguras, ni sufrimiento, ni dolor, sino ese Amor que nos dio la vida y nos concede posteriormente la eternidad.
¿Has conocido a ese Ser Supremo que rige nuestras vidas más allá de la existencia?. ¿Gozas ya de esa eternidad?. Has dado el salto más grande que puede dar todo ser nacido de madre, porque en la brevedad de un instante, el tiempo que dura ese viaje a lo desconocido, has logrado averiguar el enigma más importante y preocupante de la Humanidad: su destino final, del que tú gozas en este instante y por los siglos de los siglos. Amén. Que Dios te haya acogido en su seno y si puedes, protege a los tuyos que han quedado muy solos, porque al contrario de lo que dijo el famoso poeta Gustavo Adolfo Bécquer, no son los muertos los que se quedan solos, sino a los que dejan cuando se van .
http://www.vistazoalaprensa.com/contraportada.asp?Id=2074
¡Qué solos se quedan los vivos…!
Félix Arbolí
E STABA enjuto, convertido en la mínima expresión de un ser humano, consumido ante tanto dolor acumulado y tanto amor que desprendía y se respiraba en el ambiente de todos cuantos nos habíamos acercado a ofrecerle nuestro último testimonio de admiración y cariño. Como había sido todo amor a lo largo de su corta vida, 47 años, nos lo quiso ofrecer como recuerdo de su amistad para que sirviera de consuelo a nuestro dolor. Era una de sus muchas virtudes que todos le reconocimos en vida. Creo que bajo el sudario sólo había quedado la piel sobre sus huesos, porque el resto, su esencia, su alma de ser inmortal más allá de este mundo, se había quedado incrustada en cada uno de los que le quisimos y entre los que vivirá siempre. .
En mis largos años de vida no he presenciado un velatorio tan numeroso, ni tan dolorido. Estaba todo un barrio acompañando a su numerosa familia venida desde todos los puntos de España, pues no siempre se tiene la oportunidad de despedir un ser de otra galaxia, que por un capricho del destino, cayó entre nosotros. Bien orgulloso debe encontrarse el desaparecido amigo, allá donde se encuentre, que estoy seguro será un lugar muy bonito y placentero, de la estela de auténtico amor y el profundo dolor que ha dejado a su marcha. Y aquí no había motivos de cobas, buscar escalar posiciones, ni hacerse acreedor a la gratitud e influencia de la familia, como en esos casos de ricos y famosos que en lugar de amigos los que asisten parecen plañideras pagadas con el egoísmo y la ambición por escalar. Es el único velatorio de toda mi larga vida, donde he visto el auténtico dolor y la máxima pena reflejada de todos los presentes sin excepción. Allí si se hablaba era del difunto y no existía otro tema de conversación, porque las gargantas estaban secas de tanto llorar los ojos. No era el contadero de chistes como algunos convierten este acto de sentimiento y pesar, sino el gesto de esa media y forzada sonrisa de ternura y resignación ante lo inevitable, que apenas asomaba en algunos labios recordando los numerosos detalles del que estaba allí y ya no estaba.
He encontrado en este triste lugar la expresión del cariño de verdad, el sentimiento sin dobleces y los enormes esfuerzos para no dar rienda suelta a tanto llanto pugnando por salir. Nada de protocolos sociales, lágrimas prefabricadas, ni expresiones de tristeza ensayadas ante el espejo. Allí el dicho común de “se mascaba la tragedia” cobraba fuerza. Todo era natural y escalofriante a un tiempo. Jamás pudo pensar persona alguna que su muerte iba a ser tan unánimemente sentida. Claro que tampoco es muy normal en nuestros días encontrar una persona que como él se mereciera eso y mucho más.
Me figuro que ya habrán adivinado que me refiero a mi amigo Víctor. Víctor Perancho, para ser más exacto, aunque en este caso nada importe su apellido, porque con su nombre es más que suficiente para reconocerle, recordarle y .saber de quien tratamos. Ese amigo entrañable del que hablaba hace escasos días sobre su enfermedad y sus escasas esperanzas de sobrevivir. Sé que ustedes no lo conocían y puedo asegurarles que se perdieron una hermosa circunstancia, pero permítanme que utilice estas páginas y deje constancia de mi dolor y cariño al amigo desaparecido, que no muerto, porque sólo muere el que no tiene a nadie que lo recuerde y añore y él es inmensamente rico en esta faceta, pues nadie ha logrado que un barrio entero exprese su pena y deje traslucir sus sentimientos de la manera que lo han hecho con él.
Un enorme Crucifijo presidía sus últimos instantes entre nosotros y dos preciosas y grandes coronas de flores daban escolta de honor a tan tétrica, pero enternecedora escena. Cristo reclamaba a su criatura junto a Él. No debe tener muchos inquilinos en esa gloria prometida a los hombres justos y de buena fe, porque en los años actuales de apostasías, deserciones y abandonos de las creencias que nos inculcaron nuestros mayores, la mayoría de los que citan a Dios lo hacen como referencia a una blasfemia. Y así cuando llega un alma predestinada, deben celebrarlo por todo lo alto, como un acontecimiento sensacional y excepcional. A los musulmanes dicen que les reciben las “huríes”, a los cristianos y Víctor lo era, le habrá recibido esa enorme y fascinante llama luminosa donde no hay penas, ni amarguras, ni sufrimiento, ni dolor, sino ese Amor que nos dio la vida y nos concede posteriormente la eternidad.
¿Has conocido a ese Ser Supremo que rige nuestras vidas más allá de la existencia?. ¿Gozas ya de esa eternidad?. Has dado el salto más grande que puede dar todo ser nacido de madre, porque en la brevedad de un instante, el tiempo que dura ese viaje a lo desconocido, has logrado averiguar el enigma más importante y preocupante de la Humanidad: su destino final, del que tú gozas en este instante y por los siglos de los siglos. Amén. Que Dios te haya acogido en su seno y si puedes, protege a los tuyos que han quedado muy solos, porque al contrario de lo que dijo el famoso poeta Gustavo Adolfo Bécquer, no son los muertos los que se quedan solos, sino a los que dejan cuando se van .
http://www.vistazoalaprensa.com/contraportada.asp?Id=2074
Jose Davila, Una vision de la crisis de Honduras
lunes 6 de julio de 2009
Una visión de la crisis de Honduras
José Dávila.- (Panamá - América de Panamá)
L A situación política crítica de Honduras, que culminó con la detención y expulsión de su presidente Manuel Zelaya, pasa por al menos por tres ejes: La democracia hondureña y su crisis estructural, el expansionismo de Hugo Chávez y su Socialismo del siglo XXI; y la lucha geopolítica en América, polarizada entre Venezuela y Estados Unidos, éste último país en situación de cambio después de Bush.
La democracia imperfecta hondureña, con graves deficiencias en lo social, la seguridad y la equidad, en gran parte por la resistencia de las oligarquías económicas a la transformación, ha provocado el caldo de cultivo con una población insatisfecha para planteamientos populistas de los que se adueñó Zelaya alentado por Chávez y apoyado por Ortega.
El presidencialismo de la región llevó a Zelaya a querer imponer su propia estrategia personal de cambios en la Constitución, aún en contra de las leyes, lo que provocó el rechazo de los otros poderes del Estado, y otros sectores, llegándose a un dramático pulso de poderes, en que el perdedor fue Zelaya, al menos en lo jurídico.
Zelaya se había integrado al ALBA, se hizo aliado de Chávez en Centroamérica, y adoptó el típico discurso populista de izquierda, que encabezado ideológicamente por Venezuela intenta expandirse a toda América, siendo la vecindad de Ortega clave para meter a Zelaya en este ajedrez latinoamericano manejado por Chávez.
No hay duda de que la forma en que fue expulsado Zelaya permite a éste mismo, pero sobre todo a Chávez, su estrategia internacional, y su cadena mediática continental, convertir una derrota jurídica nacional de su aliado, en una victoria política mediática internacional, inclusive en nombre de la democracia y la libertad, que él mismo limita en su país.
El Congreso de Honduras, el nuevo presidente nombrado, la Corte Suprema de Justicia, los partidos políticos, inclusive el propio de Zelaya, las Iglesias, las Fuerzas Armadas y buena parte de la ciudadanía, han quedado en desventaja moral, a pesar de la legalidad que defendieron, frente a un presidente que supo revertir dialécticamente su derrota jurídica en triunfo político.
La izquierda hondureña y la izquierda internacional agitarán las aguas, someterán a prueba a la OEA, que de por sí Chávez y el ALBA tratan de reconstruirla sin Estados Unidos, someterán a prueba al presidente Obama al crearle una exigencia de definición, y la ONU empujada por un sandinista que preside su Asamblea General, se hará eco por mayoría de las posiciones que empujan a condenar estos hechos.
Pero los que más estarán a prueba, son la misma sociedad y el pueblo hondureño, que deberán redoblar esfuerzos para encontrar la salida constitucional a esta crisis, facilitar el desarrollo normal de la campaña electoral que culmina el próximo 29 de noviembre, y hacer reformas políticas para que la democracia hondureña avance en la solución de los problemas sociales, la equidad y los déficits de participación popular, que son parte de las causas de fondo de esta crisis que hoy impacta a nuestra región.
http://www.vistazoalaprensa.com/contraportada.asp
Una visión de la crisis de Honduras
José Dávila.- (Panamá - América de Panamá)
L A situación política crítica de Honduras, que culminó con la detención y expulsión de su presidente Manuel Zelaya, pasa por al menos por tres ejes: La democracia hondureña y su crisis estructural, el expansionismo de Hugo Chávez y su Socialismo del siglo XXI; y la lucha geopolítica en América, polarizada entre Venezuela y Estados Unidos, éste último país en situación de cambio después de Bush.
La democracia imperfecta hondureña, con graves deficiencias en lo social, la seguridad y la equidad, en gran parte por la resistencia de las oligarquías económicas a la transformación, ha provocado el caldo de cultivo con una población insatisfecha para planteamientos populistas de los que se adueñó Zelaya alentado por Chávez y apoyado por Ortega.
El presidencialismo de la región llevó a Zelaya a querer imponer su propia estrategia personal de cambios en la Constitución, aún en contra de las leyes, lo que provocó el rechazo de los otros poderes del Estado, y otros sectores, llegándose a un dramático pulso de poderes, en que el perdedor fue Zelaya, al menos en lo jurídico.
Zelaya se había integrado al ALBA, se hizo aliado de Chávez en Centroamérica, y adoptó el típico discurso populista de izquierda, que encabezado ideológicamente por Venezuela intenta expandirse a toda América, siendo la vecindad de Ortega clave para meter a Zelaya en este ajedrez latinoamericano manejado por Chávez.
No hay duda de que la forma en que fue expulsado Zelaya permite a éste mismo, pero sobre todo a Chávez, su estrategia internacional, y su cadena mediática continental, convertir una derrota jurídica nacional de su aliado, en una victoria política mediática internacional, inclusive en nombre de la democracia y la libertad, que él mismo limita en su país.
El Congreso de Honduras, el nuevo presidente nombrado, la Corte Suprema de Justicia, los partidos políticos, inclusive el propio de Zelaya, las Iglesias, las Fuerzas Armadas y buena parte de la ciudadanía, han quedado en desventaja moral, a pesar de la legalidad que defendieron, frente a un presidente que supo revertir dialécticamente su derrota jurídica en triunfo político.
La izquierda hondureña y la izquierda internacional agitarán las aguas, someterán a prueba a la OEA, que de por sí Chávez y el ALBA tratan de reconstruirla sin Estados Unidos, someterán a prueba al presidente Obama al crearle una exigencia de definición, y la ONU empujada por un sandinista que preside su Asamblea General, se hará eco por mayoría de las posiciones que empujan a condenar estos hechos.
Pero los que más estarán a prueba, son la misma sociedad y el pueblo hondureño, que deberán redoblar esfuerzos para encontrar la salida constitucional a esta crisis, facilitar el desarrollo normal de la campaña electoral que culmina el próximo 29 de noviembre, y hacer reformas políticas para que la democracia hondureña avance en la solución de los problemas sociales, la equidad y los déficits de participación popular, que son parte de las causas de fondo de esta crisis que hoy impacta a nuestra región.
http://www.vistazoalaprensa.com/contraportada.asp
Carmen Posadas, Puro teatro
lunes 6 de julio d 2009
PURO TEATRO
He seguido con cierta simpatía el caso de Susan Boyle, esa señorita poco agraciada y con voz celestial. Por supuesto, nunca me creí la milonga de que los responsables del programa que la descubrió desconocieran el prodigio que atesoraba su garganta. He visto (como millones de personas en todo el mundo) su vídeo en YouTube. Pude observar por tanto cómo, antes de empezar su interpretación, los miembros del jurado la trataban de modo paternalista e incluso faltón. Vi luego cómo, a medida que desgranaba su canto, aquellos tres individuos parecían caerse del caballo, como Saulo camino de Damasco, y quedaban en éxtasis ante su portentosa voz. Vi también cómo Susan, a pesar de sus escasas luces, representaba a la perfección el papel que sin duda le habían indicado los responsables del programa. Esto es, primero fingir que estaba muy nerviosa y que no acusaba siquiera la mofa de la que era víctima antes de empezar a cantar. Y luego, una vez que había encandilado a todos con su ‘inesperado’ y bellísimo chorro de voz, fingir también ella, con el preceptivo «Oh my God, oh my God!», que la aprobación del jurado la llenaba de turbación. En este mundo mediático en el que vivimos, todo el mundo finge. Fingen los personajes públicos, ya sean mandatarios o actores que, por ejemplo, para dar una imagen de felicidad conyugal se empeñan en prodigarse en público tantos besitos, cucamonas y arrumacos que dan ganas de decirles: «Oigan, puesto que viven juntos ¿por qué no se vienen besados de casa y nos dejan de dar la paliza con su felicidad prefabricada?». Fingen también los que sufren, como por ejemplo los tontainas que van a los programas de telerrealidad a contar sus penas y hacen de su dolor un show. Fingen los políticos, también los periodistas y, por fingir, finge hasta el telespectador, que se traga todo ese teatro barato porque es más divertido pensar que son verdad las boludeces que nos venden los medios de comunicación. Lo único que espero es que la gente sea consciente de que lo que ve y oye es puro teatro porque, a mi modo de ver, lo más peligroso de todas las trolas que tenemos que digerir a diario es que llegue un momento en que no sepamos distinguir entre la verdad y la mentira.
Yo tenía la esperanza de que las generaciones posteriores a la mía fueran menos crédulas. Pensaba que nosotros –los que hemos crecido pensando que una cosa es cierta ‘porque lo dice el periódico’ y que la televisión es una ventana indiscreta, pero al mismo tiempo veraz, a la que uno se asoma para observar la vida– jugábamos con desventaja respecto de ellos. Al fin y al cabo, siempre resulta difícil desprogramar de nuestro cerebro lo que está de algún modo grabado ahí. Sin embargo, los jóvenes que han crecido presenciando tanta impostura deberían –creía yo– saber que se cuentan más mentiras que verdades y que lo que uno ve con sus propios ojos no es necesariamente cierto. Y, sin embargo, no es así. No lo es porque la tele sobredimensiona todo de modo que lo bueno es siempre buenísimo y lo malo, malísimo; los tontos, tontísimos y los listos, listísimos. En otras palabras, lo que se pierde son los matices, los detalles, los claroscuros. Y son éstos los que verdaderamente describen la realidad, los que distinguen una persona de otra y los que hacen que este maravilloso mundo sea a la vez tan rico y complejo. Por eso pienso que sería una buena idea que en los colegios se les enseñara a los chicos no sólo a estudiar la realidad, sino también a desconfiar de ella. Aprender que no todo lo que parece es y que la realidad es mucho más complicada que la que se representa en los medios de comunicación. Porque éstos han ‘ficcionalizado’ la realidad hasta convertirla en una caricatura, en una parodia, en una barraca de feria con su galería de frikis y monstruos. Algunos de ellos, voluntarios; otros, en cambio, como la pobre Susan Boyle, utilizados tan sólo para alimentar a ese verdadero y único monstruo insaciable de nuestros días que es el morbo y la curiosidad malsana.
http://xlsemanal.finanzas.com/web/firma.php?id_edicion=4307&id_firma=9131
PURO TEATRO
He seguido con cierta simpatía el caso de Susan Boyle, esa señorita poco agraciada y con voz celestial. Por supuesto, nunca me creí la milonga de que los responsables del programa que la descubrió desconocieran el prodigio que atesoraba su garganta. He visto (como millones de personas en todo el mundo) su vídeo en YouTube. Pude observar por tanto cómo, antes de empezar su interpretación, los miembros del jurado la trataban de modo paternalista e incluso faltón. Vi luego cómo, a medida que desgranaba su canto, aquellos tres individuos parecían caerse del caballo, como Saulo camino de Damasco, y quedaban en éxtasis ante su portentosa voz. Vi también cómo Susan, a pesar de sus escasas luces, representaba a la perfección el papel que sin duda le habían indicado los responsables del programa. Esto es, primero fingir que estaba muy nerviosa y que no acusaba siquiera la mofa de la que era víctima antes de empezar a cantar. Y luego, una vez que había encandilado a todos con su ‘inesperado’ y bellísimo chorro de voz, fingir también ella, con el preceptivo «Oh my God, oh my God!», que la aprobación del jurado la llenaba de turbación. En este mundo mediático en el que vivimos, todo el mundo finge. Fingen los personajes públicos, ya sean mandatarios o actores que, por ejemplo, para dar una imagen de felicidad conyugal se empeñan en prodigarse en público tantos besitos, cucamonas y arrumacos que dan ganas de decirles: «Oigan, puesto que viven juntos ¿por qué no se vienen besados de casa y nos dejan de dar la paliza con su felicidad prefabricada?». Fingen también los que sufren, como por ejemplo los tontainas que van a los programas de telerrealidad a contar sus penas y hacen de su dolor un show. Fingen los políticos, también los periodistas y, por fingir, finge hasta el telespectador, que se traga todo ese teatro barato porque es más divertido pensar que son verdad las boludeces que nos venden los medios de comunicación. Lo único que espero es que la gente sea consciente de que lo que ve y oye es puro teatro porque, a mi modo de ver, lo más peligroso de todas las trolas que tenemos que digerir a diario es que llegue un momento en que no sepamos distinguir entre la verdad y la mentira.
Yo tenía la esperanza de que las generaciones posteriores a la mía fueran menos crédulas. Pensaba que nosotros –los que hemos crecido pensando que una cosa es cierta ‘porque lo dice el periódico’ y que la televisión es una ventana indiscreta, pero al mismo tiempo veraz, a la que uno se asoma para observar la vida– jugábamos con desventaja respecto de ellos. Al fin y al cabo, siempre resulta difícil desprogramar de nuestro cerebro lo que está de algún modo grabado ahí. Sin embargo, los jóvenes que han crecido presenciando tanta impostura deberían –creía yo– saber que se cuentan más mentiras que verdades y que lo que uno ve con sus propios ojos no es necesariamente cierto. Y, sin embargo, no es así. No lo es porque la tele sobredimensiona todo de modo que lo bueno es siempre buenísimo y lo malo, malísimo; los tontos, tontísimos y los listos, listísimos. En otras palabras, lo que se pierde son los matices, los detalles, los claroscuros. Y son éstos los que verdaderamente describen la realidad, los que distinguen una persona de otra y los que hacen que este maravilloso mundo sea a la vez tan rico y complejo. Por eso pienso que sería una buena idea que en los colegios se les enseñara a los chicos no sólo a estudiar la realidad, sino también a desconfiar de ella. Aprender que no todo lo que parece es y que la realidad es mucho más complicada que la que se representa en los medios de comunicación. Porque éstos han ‘ficcionalizado’ la realidad hasta convertirla en una caricatura, en una parodia, en una barraca de feria con su galería de frikis y monstruos. Algunos de ellos, voluntarios; otros, en cambio, como la pobre Susan Boyle, utilizados tan sólo para alimentar a ese verdadero y único monstruo insaciable de nuestros días que es el morbo y la curiosidad malsana.
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Carlos Herrera, La pana y lo nuclear
lunes 6 de julio de 2009
LA PANA Y LO NUCLEAR
Desde el momento en el que un gobierno decide o aprueba la construcción de una central nuclear hasta que ésta se inaugura con todos los honores –o con todas las vergüenzas– pasan, aproximadamente, unos diez años de media. Es decir: si mañana se diera el caso, altamente improbable, de que el Gobierno español presidido por Rodríguez Zapatero accediese a la construcción de una central nuclear no se obtendría electricidad de ella hasta el año 2019. Como poco. La ubicación, las licencias, los controles de construcción y otras minucias hacen que la generación de energía eléctrica se haga eterna. Pero tiene la ventaja de que, una vez se hace, ésta ya no se detenga. A nadie le hace gracia tener una central nuclear a la espalda de su casa, en su pueblo, en su entorno. Es comprensible. Tampoco hace gracia tener una cárcel en tu término municipal, o una central térmica, o un cementerio de recursos, pero tampoco es plato de buen gusto tener a los delincuentes sueltos por el campo o no poder enfriar los tomates o la gaseosa. Si queremos los placeres de la vida moderna, aquellos de los que no gozaron nuestros abuelos, hemos de admitir que son ineludibles determinadas dependencias. En algún sitio han de radicarse las cárceles o las centrales combinadas. De lo que se trata es de dotar a esas poblaciones de compensaciones suficientes como para hacerles olvidar que conviven con lo que conviven. Ahora, en España, la doctrina oficial hace que seamos adalides de energías de resultado dudosamente rentable: sembramos el campo de molinos a la espera de la generosidad de Eolo y pagamos un dineral por cada kilovatio resultante del lento giro de las aspas blancas de las lomas y los oteros. Y ninguno de los partidarios de las energías renovables dice la verdad: de momento, o renunciamos a tener aire acondicionado en casa o renunciamos a la energía nuclear. O nos disponemos a pagar una pasta que no tenemos a quienes sí son fabricantes de energía. Es una apuesta, de acuerdo, pero de la que no se informa a la ciudadanía. O se informa mintiendo, como hizo el presidente del Gobierno en una entrevista televisiva. El kilovatio generado por una central nuclear es varias veces más barato que el proporcionado por la energía eólica o fotovoltaica. De hecho, para que usted ilumine toda su casa hace falta que compremos energía a países que sí generan electricidad mediante el engendro nuclear. Francia, que tiene menos remilgos que nosotros y que genera el 76% de su energía mediante el funcionamiento de centrales nucleares, nos vende ese servicio adjuntándonos los correspondientes residuos al volumen de energía: si quieres mi luz, me la pagas y, además, te llevas los residuos que genera. Las cifras están al alcance de cualquiera: somos un país enormemente dependiente de la energía que llega del exterior y la factura se hace insostenible. Además de estratégicamente peligrosa. El 80% de las inversiones realizadas en energía nuclear revertirían en el tejido industrial español y se ha demostrado fehacientemente que los organismos reguladores y supervisores son extraordinariamente eficientes. Los riesgos son controlables y el mensaje apocalíptico es manifiestamente irresponsable. Que ello lo emita una organización ecologista entra dentro de lo inevitable. Y de lo discutible. Pero que ese mensaje lo genere un gobierno resulta absolutamente inconcebible. Bien está que se investigue y se evolucione en las energías renovables, aun a costa de llenar el paisaje español de chatarra: es políticamente correcto e insufla en nuestro espíritu de ‘Diane 6, Nuclear No Gracias’ una incuestionable toma de aire, pero hacer de España un nostálgico parque de ecologismos asamblearios lleva a nuestros intereses nacionales a escenarios poco deseables: no tenemos dinero para pagar la factura –cada vez más cara– de las energías importadas y no podemos arriesgarnos a crisis internacionales en las que a cualquier capullo se le ocurra cerrar los grifos. La cuestión está clara: o renunciamos a muchas comodidades de la vida moderna y del desarrollo industrial o nos resignamos a convivir con la fusión nuclear. Al menos hasta que el molinillo que apabulla a la vuelta de cada cerro sea más eficiente.
Considérenlo: el riesgo de tener un presidente del Gobierno vestido aún con la pana del pasado tiene más riesgos de los que aparenta.
http://xlsemanal.finanzas.com/web/firma.php?id_edicion=4307&id_firma=9130
LA PANA Y LO NUCLEAR
Desde el momento en el que un gobierno decide o aprueba la construcción de una central nuclear hasta que ésta se inaugura con todos los honores –o con todas las vergüenzas– pasan, aproximadamente, unos diez años de media. Es decir: si mañana se diera el caso, altamente improbable, de que el Gobierno español presidido por Rodríguez Zapatero accediese a la construcción de una central nuclear no se obtendría electricidad de ella hasta el año 2019. Como poco. La ubicación, las licencias, los controles de construcción y otras minucias hacen que la generación de energía eléctrica se haga eterna. Pero tiene la ventaja de que, una vez se hace, ésta ya no se detenga. A nadie le hace gracia tener una central nuclear a la espalda de su casa, en su pueblo, en su entorno. Es comprensible. Tampoco hace gracia tener una cárcel en tu término municipal, o una central térmica, o un cementerio de recursos, pero tampoco es plato de buen gusto tener a los delincuentes sueltos por el campo o no poder enfriar los tomates o la gaseosa. Si queremos los placeres de la vida moderna, aquellos de los que no gozaron nuestros abuelos, hemos de admitir que son ineludibles determinadas dependencias. En algún sitio han de radicarse las cárceles o las centrales combinadas. De lo que se trata es de dotar a esas poblaciones de compensaciones suficientes como para hacerles olvidar que conviven con lo que conviven. Ahora, en España, la doctrina oficial hace que seamos adalides de energías de resultado dudosamente rentable: sembramos el campo de molinos a la espera de la generosidad de Eolo y pagamos un dineral por cada kilovatio resultante del lento giro de las aspas blancas de las lomas y los oteros. Y ninguno de los partidarios de las energías renovables dice la verdad: de momento, o renunciamos a tener aire acondicionado en casa o renunciamos a la energía nuclear. O nos disponemos a pagar una pasta que no tenemos a quienes sí son fabricantes de energía. Es una apuesta, de acuerdo, pero de la que no se informa a la ciudadanía. O se informa mintiendo, como hizo el presidente del Gobierno en una entrevista televisiva. El kilovatio generado por una central nuclear es varias veces más barato que el proporcionado por la energía eólica o fotovoltaica. De hecho, para que usted ilumine toda su casa hace falta que compremos energía a países que sí generan electricidad mediante el engendro nuclear. Francia, que tiene menos remilgos que nosotros y que genera el 76% de su energía mediante el funcionamiento de centrales nucleares, nos vende ese servicio adjuntándonos los correspondientes residuos al volumen de energía: si quieres mi luz, me la pagas y, además, te llevas los residuos que genera. Las cifras están al alcance de cualquiera: somos un país enormemente dependiente de la energía que llega del exterior y la factura se hace insostenible. Además de estratégicamente peligrosa. El 80% de las inversiones realizadas en energía nuclear revertirían en el tejido industrial español y se ha demostrado fehacientemente que los organismos reguladores y supervisores son extraordinariamente eficientes. Los riesgos son controlables y el mensaje apocalíptico es manifiestamente irresponsable. Que ello lo emita una organización ecologista entra dentro de lo inevitable. Y de lo discutible. Pero que ese mensaje lo genere un gobierno resulta absolutamente inconcebible. Bien está que se investigue y se evolucione en las energías renovables, aun a costa de llenar el paisaje español de chatarra: es políticamente correcto e insufla en nuestro espíritu de ‘Diane 6, Nuclear No Gracias’ una incuestionable toma de aire, pero hacer de España un nostálgico parque de ecologismos asamblearios lleva a nuestros intereses nacionales a escenarios poco deseables: no tenemos dinero para pagar la factura –cada vez más cara– de las energías importadas y no podemos arriesgarnos a crisis internacionales en las que a cualquier capullo se le ocurra cerrar los grifos. La cuestión está clara: o renunciamos a muchas comodidades de la vida moderna y del desarrollo industrial o nos resignamos a convivir con la fusión nuclear. Al menos hasta que el molinillo que apabulla a la vuelta de cada cerro sea más eficiente.
Considérenlo: el riesgo de tener un presidente del Gobierno vestido aún con la pana del pasado tiene más riesgos de los que aparenta.
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Manuel de Prada, Abuela
lunes 6 de julio de 2009
ABUELA
Mi abuelo se casó con su novia de toda la vida cuando ambos eran ya cuarentones. Diversos azares funestos le habían impedido hacerlo antes: primero la Guerra Civil, que trastornó tantas vidas con su ventolera de pólvora; seguidamente la necesidad de labrarse un porvenir personal en aquella España del estraperlo; ya por último algunas rencillas de enamorados que postergaron la boda. Mi abuelo, que al servicio de su padre había trabajado como vendedor ambulante, soñaba con abrir su propia tienda; y compartía este sueño con su novia, que pertenecía a una familia de comerciantes. Tardaron casi una década en hacer ese sueño realidad; y, aunque eran los años pavorosos de las cartillas de racionamiento y la carestía de trigo, se lanzaron a procrear, con esa especie de exultación insensata con que los polluelos que acaban de echar pluma se lanzan al aire, abandonando la tibieza del nido, seguros de que los hijos traen una hogaza de pan debajo del brazo. Tuvieron una hija, mi madre, pero en el parto mi abuelo perdió a su esposa, tal vez por impericia médica, tal vez porque la naturaleza así lo había decretado. Y mi abuelo se vio de repente, viudo y prematuramente envejecido, con una niña recién nacida en brazos; puedo imaginarlo en las noches oscuras del alma, insomne y angustiado, contemplando los escombros de su porvenir, mientras mi madre gimoteaba al fondo de la casa, reclamando la leche materna.
Mi abuelo volvió a casarse. Lo hizo con una mujer también cuarentona, pudibunda y con fama de beata que, como decía la malicia popular, se había quedado para vestir santos. Una mujer que había consumido tiempo atrás el vigor juvenil, que no tenía mañas de comerciante, que tal vez ni siquiera fuese hermosa; incluso su nombre, Ceferina, era más bien disuasorio o anodino. Pero mi abuelo, que seguramente habría podido encontrar una moza en edad de merecer que hubiese unido su destino al suyo, eligió a aquella mujer otoñal en la que seguramente había descubierto virtudes de modestia y abnegación que la aproximaban a esa figura materna que restañase la orfandad de mi madre. Y Ceferina fue para mi madre, en efecto, una madre: la crio con ese cariño honrado y pueblerino que las mujeres otoñales dedican a quienes no son fruto de sus entrañas, tal vez soñando que lo son; le transmitió su fe sencilla y elemental; le inculcó aquellas virtudes de modestia y abnegación que eran su mejor –y su único– patrimonio. Y cuando Ceferina envejeció –que fue pronto, porque era mujer de salud renqueante, siempre perseguida por mil y un alifafes– encontró en mi madre a una hija desvelada, dispuesta a extenuar su juventud prodigándole cuidados que sólo hace inteligibles el amor filial. Dispuesta también a que sus hijos la considerasen una verdadera abuela, más allá de la estricta biología, más allá del mandato de la sangre.
Yo tardé muchos años en saber que Ceferina no era la madre de mi madre; y, antes y después de saberlo, la quise como se quiere a los abuelos verdaderos, o como me habían enseñado a quererlos, con un amor reverencial y broncíneo, un amor de secretas dulzuras y amenos paisajes donde mana un agua siempre fresca. Mi abuela Ceferina estaba en el mundo como de puntillas, como un rosal que se desmaya al crepúsculo, rindiendo sus pétalos a la ceremoniosa brisa o al zumbido susurrado de las abejas. Muchas horas del día las pasaba encerrada en su habitación, entregada a sus rezos y a sus lecturas piadosas; y a su habitación acudía yo con frecuencia, a desvelarle la letra menuda de las hojillas del almanaque del Sagrado Corazón, que las cataratas le impedían descifrar, o a rezar con ella un rosario de avemarías delgadas como búcaros, o a que me diera a besar una estatuilla de Santa Rita, cuyos episodios biográficos se conocía al dedillo, porque todos los meses recibía a domicilio una revista consagrada a la devoción de la santa de Casia que incluía, en las páginas finales, un folletín por entregas donde se novelaban su vida y milagros, con una prosa que a mí entonces me parecía trepidante y jugosísima, aunque seguramente fuese más bien mazorral e inepta. Mi abuela Ceferina me recompensaba estas visitas con estampas de María Auxiliadora que yo coleccionaba como si fuesen cromos de una colección preciosa, y antes de despedirme me propinaba unos besos en los que viajaba su amor innumerable, amor de abuela sin hijos que me bautizaba las mejillas con un rastro de saliva que tardaba horas en secarse. Ahora, mientras escribo estas líneas, me viene a las mejillas el rescoldo de aquellos besos, cálidos como doradas mieses oreadas por el viento.
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ABUELA
Mi abuelo se casó con su novia de toda la vida cuando ambos eran ya cuarentones. Diversos azares funestos le habían impedido hacerlo antes: primero la Guerra Civil, que trastornó tantas vidas con su ventolera de pólvora; seguidamente la necesidad de labrarse un porvenir personal en aquella España del estraperlo; ya por último algunas rencillas de enamorados que postergaron la boda. Mi abuelo, que al servicio de su padre había trabajado como vendedor ambulante, soñaba con abrir su propia tienda; y compartía este sueño con su novia, que pertenecía a una familia de comerciantes. Tardaron casi una década en hacer ese sueño realidad; y, aunque eran los años pavorosos de las cartillas de racionamiento y la carestía de trigo, se lanzaron a procrear, con esa especie de exultación insensata con que los polluelos que acaban de echar pluma se lanzan al aire, abandonando la tibieza del nido, seguros de que los hijos traen una hogaza de pan debajo del brazo. Tuvieron una hija, mi madre, pero en el parto mi abuelo perdió a su esposa, tal vez por impericia médica, tal vez porque la naturaleza así lo había decretado. Y mi abuelo se vio de repente, viudo y prematuramente envejecido, con una niña recién nacida en brazos; puedo imaginarlo en las noches oscuras del alma, insomne y angustiado, contemplando los escombros de su porvenir, mientras mi madre gimoteaba al fondo de la casa, reclamando la leche materna.
Mi abuelo volvió a casarse. Lo hizo con una mujer también cuarentona, pudibunda y con fama de beata que, como decía la malicia popular, se había quedado para vestir santos. Una mujer que había consumido tiempo atrás el vigor juvenil, que no tenía mañas de comerciante, que tal vez ni siquiera fuese hermosa; incluso su nombre, Ceferina, era más bien disuasorio o anodino. Pero mi abuelo, que seguramente habría podido encontrar una moza en edad de merecer que hubiese unido su destino al suyo, eligió a aquella mujer otoñal en la que seguramente había descubierto virtudes de modestia y abnegación que la aproximaban a esa figura materna que restañase la orfandad de mi madre. Y Ceferina fue para mi madre, en efecto, una madre: la crio con ese cariño honrado y pueblerino que las mujeres otoñales dedican a quienes no son fruto de sus entrañas, tal vez soñando que lo son; le transmitió su fe sencilla y elemental; le inculcó aquellas virtudes de modestia y abnegación que eran su mejor –y su único– patrimonio. Y cuando Ceferina envejeció –que fue pronto, porque era mujer de salud renqueante, siempre perseguida por mil y un alifafes– encontró en mi madre a una hija desvelada, dispuesta a extenuar su juventud prodigándole cuidados que sólo hace inteligibles el amor filial. Dispuesta también a que sus hijos la considerasen una verdadera abuela, más allá de la estricta biología, más allá del mandato de la sangre.
Yo tardé muchos años en saber que Ceferina no era la madre de mi madre; y, antes y después de saberlo, la quise como se quiere a los abuelos verdaderos, o como me habían enseñado a quererlos, con un amor reverencial y broncíneo, un amor de secretas dulzuras y amenos paisajes donde mana un agua siempre fresca. Mi abuela Ceferina estaba en el mundo como de puntillas, como un rosal que se desmaya al crepúsculo, rindiendo sus pétalos a la ceremoniosa brisa o al zumbido susurrado de las abejas. Muchas horas del día las pasaba encerrada en su habitación, entregada a sus rezos y a sus lecturas piadosas; y a su habitación acudía yo con frecuencia, a desvelarle la letra menuda de las hojillas del almanaque del Sagrado Corazón, que las cataratas le impedían descifrar, o a rezar con ella un rosario de avemarías delgadas como búcaros, o a que me diera a besar una estatuilla de Santa Rita, cuyos episodios biográficos se conocía al dedillo, porque todos los meses recibía a domicilio una revista consagrada a la devoción de la santa de Casia que incluía, en las páginas finales, un folletín por entregas donde se novelaban su vida y milagros, con una prosa que a mí entonces me parecía trepidante y jugosísima, aunque seguramente fuese más bien mazorral e inepta. Mi abuela Ceferina me recompensaba estas visitas con estampas de María Auxiliadora que yo coleccionaba como si fuesen cromos de una colección preciosa, y antes de despedirme me propinaba unos besos en los que viajaba su amor innumerable, amor de abuela sin hijos que me bautizaba las mejillas con un rastro de saliva que tardaba horas en secarse. Ahora, mientras escribo estas líneas, me viene a las mejillas el rescoldo de aquellos besos, cálidos como doradas mieses oreadas por el viento.
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Perez Reverte, Esa gentuza
lunes 6 de julio de 2009
ESA GENTUZA
Paso a menudo por la carrera de San Jerónimo, caminando por la acera opuesta a las Cortes, y a veces coincido con la salida de los diputados del Congreso. Hay coches oficiales con sus conductores y escoltas, periodistas dando los últimos canutazos junto a la verja, y un tropel de individuos de ambos sexos, encorbatados ellos y peripuestas ellas, saliendo del recinto con los aires que pueden ustedes imaginar. No identifico a casi ninguno, y apenas veo los telediarios; pero al pájaro se le conoce por la cagada. Van pavoneándose graves, importantes, seguros de su papel en los destinos de España, camino del coche o del restaurante donde seguirán trazando líneas maestras de la política nacional y periférica. No pocos salen arrogantes y sobrados como estrellas de la tele, con trajes a medida, zapatos caros y maneras afectadas de nuevos ricos. Oportunistas advenedizos que cada mañana se miran al espejo para comprobar que están despiertos y celebrar su buena suerte. Diputados, nada menos. Sin tener, algunos, el bachillerato. Ni haber trabajado en su vida. Desconociendo lo que es madrugar para fichar a las nueve de la mañana, o buscar curro fuera de la protección del partido político al que se afiliaron sabiamente desde jovencitos. Sin miedo a la cola del paro. Sin escrúpulos y sin vergüenza. Y en cada ocasión, cuando me cruzo con ese desfile insultante, con ese espectáculo de prepotencia absurda, experimento un intenso desagrado; un malestar íntimo, hecho de indignación y desprecio. No es un acto reflexivo, como digo. Sólo visceral. Desprovisto de razón. Un estallido de cólera interior. Las ganas de acercarme a cualquiera de ellos y ciscarme en su puta madre.
Sé que esto es excesivo. Que siempre hay justos en Sodoma. Gente honrada. Políticos decentes cuya existencia es necesaria. No digo que no. Pero hablo hoy de sentimientos, no de razones. De impulsos. Yo no elijo cómo me siento. Cómo me salta el automático. Algo debe de ocurrir, sin embargo, cuando a un ciudadano de 57 años y en uso correcto de sus facultades mentales, con la vida resuelta, cultura adecuada, inteligencia media y conocimiento amplio y razonable del mundo, se le sube la pólvora al campanario mientras asiste al desfile de los diputados españoles saliendo de las Cortes. Cuando la náusea y la cólera son tan intensas. Eso me preocupa, por supuesto. Sigo caminando carrera de San Jerónimo abajo, y me pregunto qué está pasando. Hasta qué punto los años, la vida que llevé en otro tiempo, los libros que he leído, el panorama actual, me hacen ver las cosas de modo tan siniestro. Tan agresivo y pesimista. Por qué creo ver sólo gentuza cuando los miro, pese a saber que entre ellos hay gente perfectamente honorable. Por qué, de admirar y respetar a quienes ocuparon esos mismos escaños hace veinte o treinta años, he pasado a despreciar de este modo a sus mediocres reyezuelos sucesores. Por qué unas cuantas docenas de analfabetos irresponsables y pagados de sí mismos, sin distinción de partido ni ideología, pueden amargarme en un instante, de este modo, la tarde, el día, el país y la vida.
Quizá porque los conozco, concluyo. No uno por uno, claro, sino a la tropa. La casta general. Los he visto durante años, aquí y afuera. Estuve en los bosques de cruces de madera, en los callejones sin salida a donde llevan sus irresponsabilidades, sus corruptelas, sus ambiciones. Su incultura atroz y su falta de escrúpulos. Conozco las consecuencias. Y sé cómo lo hacen ahora, adaptándose a su tiempo y su momento. Lo sabe cualquiera que se fije. Que lea y mire. Algún día, si tengo la cabeza lo bastante fría, les detallaré a ustedes cómo se lo montan. Cómo y dónde comen y a costa de quién. Cómo se reparten las dietas, los privilegios y los coches oficiales. Cómo organizan entre ellos, en comisiones y visitas institucionales que a nadie importan una mierda, descarados e inútiles viajes turísticos que pagan los contribuyentes. Cómo se han trajinado –ahí no hay discrepancias ideológicas– el privilegio de cobrar la máxima pensión pública de jubilación tras sólo 7 años en el escaño, frente a los 35 de trabajo honrado que necesita un ciudadano común. Cómo quienes llegan a ministros tendrán, al jubilarse, sólidas pensiones compatibles con cualquier trabajo público o privado, pensiones vitalicias cuando lleguen a la edad de jubilación forzosa, e indemnizaciones mensuales del 100% de su salario al cesar en el cargo, cobradas completas y sin hacer cola en ventanillas, desde el primer día.
De cualquier modo, por hoy es suficiente. Y se acaba la página. Tenía ganas de echar la pota, eso es todo. De desahogarme dándole a la tecla, y es lo que he hecho. Otro día seré más coherente. Más razonable y objetivo. Quizás. Ahora, por lo menos, mientras camino por la carrera de San Jerónimo, algunos sabrán lo que tengo en la cabeza cuando me cruzo con ellos.
http://xlsemanal.finanzas.com/web/firma.php?id_edicion=4307&id_firma=9091
ESA GENTUZA
Paso a menudo por la carrera de San Jerónimo, caminando por la acera opuesta a las Cortes, y a veces coincido con la salida de los diputados del Congreso. Hay coches oficiales con sus conductores y escoltas, periodistas dando los últimos canutazos junto a la verja, y un tropel de individuos de ambos sexos, encorbatados ellos y peripuestas ellas, saliendo del recinto con los aires que pueden ustedes imaginar. No identifico a casi ninguno, y apenas veo los telediarios; pero al pájaro se le conoce por la cagada. Van pavoneándose graves, importantes, seguros de su papel en los destinos de España, camino del coche o del restaurante donde seguirán trazando líneas maestras de la política nacional y periférica. No pocos salen arrogantes y sobrados como estrellas de la tele, con trajes a medida, zapatos caros y maneras afectadas de nuevos ricos. Oportunistas advenedizos que cada mañana se miran al espejo para comprobar que están despiertos y celebrar su buena suerte. Diputados, nada menos. Sin tener, algunos, el bachillerato. Ni haber trabajado en su vida. Desconociendo lo que es madrugar para fichar a las nueve de la mañana, o buscar curro fuera de la protección del partido político al que se afiliaron sabiamente desde jovencitos. Sin miedo a la cola del paro. Sin escrúpulos y sin vergüenza. Y en cada ocasión, cuando me cruzo con ese desfile insultante, con ese espectáculo de prepotencia absurda, experimento un intenso desagrado; un malestar íntimo, hecho de indignación y desprecio. No es un acto reflexivo, como digo. Sólo visceral. Desprovisto de razón. Un estallido de cólera interior. Las ganas de acercarme a cualquiera de ellos y ciscarme en su puta madre.
Sé que esto es excesivo. Que siempre hay justos en Sodoma. Gente honrada. Políticos decentes cuya existencia es necesaria. No digo que no. Pero hablo hoy de sentimientos, no de razones. De impulsos. Yo no elijo cómo me siento. Cómo me salta el automático. Algo debe de ocurrir, sin embargo, cuando a un ciudadano de 57 años y en uso correcto de sus facultades mentales, con la vida resuelta, cultura adecuada, inteligencia media y conocimiento amplio y razonable del mundo, se le sube la pólvora al campanario mientras asiste al desfile de los diputados españoles saliendo de las Cortes. Cuando la náusea y la cólera son tan intensas. Eso me preocupa, por supuesto. Sigo caminando carrera de San Jerónimo abajo, y me pregunto qué está pasando. Hasta qué punto los años, la vida que llevé en otro tiempo, los libros que he leído, el panorama actual, me hacen ver las cosas de modo tan siniestro. Tan agresivo y pesimista. Por qué creo ver sólo gentuza cuando los miro, pese a saber que entre ellos hay gente perfectamente honorable. Por qué, de admirar y respetar a quienes ocuparon esos mismos escaños hace veinte o treinta años, he pasado a despreciar de este modo a sus mediocres reyezuelos sucesores. Por qué unas cuantas docenas de analfabetos irresponsables y pagados de sí mismos, sin distinción de partido ni ideología, pueden amargarme en un instante, de este modo, la tarde, el día, el país y la vida.
Quizá porque los conozco, concluyo. No uno por uno, claro, sino a la tropa. La casta general. Los he visto durante años, aquí y afuera. Estuve en los bosques de cruces de madera, en los callejones sin salida a donde llevan sus irresponsabilidades, sus corruptelas, sus ambiciones. Su incultura atroz y su falta de escrúpulos. Conozco las consecuencias. Y sé cómo lo hacen ahora, adaptándose a su tiempo y su momento. Lo sabe cualquiera que se fije. Que lea y mire. Algún día, si tengo la cabeza lo bastante fría, les detallaré a ustedes cómo se lo montan. Cómo y dónde comen y a costa de quién. Cómo se reparten las dietas, los privilegios y los coches oficiales. Cómo organizan entre ellos, en comisiones y visitas institucionales que a nadie importan una mierda, descarados e inútiles viajes turísticos que pagan los contribuyentes. Cómo se han trajinado –ahí no hay discrepancias ideológicas– el privilegio de cobrar la máxima pensión pública de jubilación tras sólo 7 años en el escaño, frente a los 35 de trabajo honrado que necesita un ciudadano común. Cómo quienes llegan a ministros tendrán, al jubilarse, sólidas pensiones compatibles con cualquier trabajo público o privado, pensiones vitalicias cuando lleguen a la edad de jubilación forzosa, e indemnizaciones mensuales del 100% de su salario al cesar en el cargo, cobradas completas y sin hacer cola en ventanillas, desde el primer día.
De cualquier modo, por hoy es suficiente. Y se acaba la página. Tenía ganas de echar la pota, eso es todo. De desahogarme dándole a la tecla, y es lo que he hecho. Otro día seré más coherente. Más razonable y objetivo. Quizás. Ahora, por lo menos, mientras camino por la carrera de San Jerónimo, algunos sabrán lo que tengo en la cabeza cuando me cruzo con ellos.
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Carrascal, No meterse en Honduras
No meterse en honduras
JOSÉ MARÍA CARRASCAL
Lunes, 06-07-09
YO siempre había creído que la democracia se asentaba en el equilibrio de los tres poderes del Estado, el ejecutivo, el legislativo y el judicial, sin que ninguno de ellos prevaleciera sobre los demás. Pero yo debía de haberme quedado dormido en la noche de los tiempos porque la ONU, la OEA, la CE y gobiernos de muy distinta hechura me advierten que ésas son antiguallas de Montesquieu, pudiendo el ejecutivo pasarse por el arco del triunfo a parlamentos y tribunales, que en una democracia moderna vienen a ser algo así como floreros. Eso es al menos lo que han venido a decir tan ilustres instituciones ante la crisis hondureña. Que si el presidente Zelaya quería convocar un referendo para ser reelegido, pese a prohibirlo su Constitución, podía hacerlo aunque el Congreso y la Corte Suprema se lo vetasen. En otras palabras: que poder sólo hay uno, el del Presidente, que puede hacer y deshacer a su antojo, sin tener para nada en cuenta los demás órganos del Estado.
Reconozco mi ignorancia en la política y circunstancias hondureñas, por lo que me libraré muy bien de dar la razón a una de las partes en conflicto. Pero tras haber pasado la mayor parte de mi vida en democracias de ciertas garantías, me atrevo a asegurar que los jefes de gobierno, por muy presidentes que sean y muy elegidos que hayan sido, no pueden hacer lo que les dé la gana, so pena de convertirse en dictadores. Y si veo que un Parlamento y un Tribunal Supremo salen al paso de una decisión presidencial trascendente para el país, me andaré con muchísimo cuidado antes de hablar de golpe de Estado. Más, cuando los principales valedores del osado presidente son Chávez, Castro, Ortega y algún otro personaje, cuyo amor a la democracia se demostró, entre otros muchos desplantes a la misma, dando cobijo a los asesinos de ETA.
Sin duda alguna, el manejo de la crisis no fue protocolario. Pero con un hombre decidido a movilizar a sus seguidores, como demuestra su empeño en regresar, se imponía una acción pronta y enérgica para impedir un choque sangriento entre partidarios y opositores, en aras de convertirse en otro caudillo populista hispanoamericano, de los allí abundantes a derecha e izquierda, sin demasiado provecho para sus países y los demás. Si la OEA, que, por cierto, acaba de invitar a Cuba a unírsele, quiere ayudar de verdad a resolver la crisis hondureña, lo primero que tiene que hacer es no tomar partido de antemano en el pleito. Luego, insistir en que son los hondureños quienes tienen que llegar a un compromiso sin interferencias externas. Y, por último, recordar aquello, puede que un tanto viejo pero todavía vigente, de que la legitimidad democrática se asienta en los tres poderes del Estado, no en las masas de la calle.
http://www.abc.es/20090706/opinion-firmas/meterse-honduras-20090706.html
JOSÉ MARÍA CARRASCAL
Lunes, 06-07-09
YO siempre había creído que la democracia se asentaba en el equilibrio de los tres poderes del Estado, el ejecutivo, el legislativo y el judicial, sin que ninguno de ellos prevaleciera sobre los demás. Pero yo debía de haberme quedado dormido en la noche de los tiempos porque la ONU, la OEA, la CE y gobiernos de muy distinta hechura me advierten que ésas son antiguallas de Montesquieu, pudiendo el ejecutivo pasarse por el arco del triunfo a parlamentos y tribunales, que en una democracia moderna vienen a ser algo así como floreros. Eso es al menos lo que han venido a decir tan ilustres instituciones ante la crisis hondureña. Que si el presidente Zelaya quería convocar un referendo para ser reelegido, pese a prohibirlo su Constitución, podía hacerlo aunque el Congreso y la Corte Suprema se lo vetasen. En otras palabras: que poder sólo hay uno, el del Presidente, que puede hacer y deshacer a su antojo, sin tener para nada en cuenta los demás órganos del Estado.
Reconozco mi ignorancia en la política y circunstancias hondureñas, por lo que me libraré muy bien de dar la razón a una de las partes en conflicto. Pero tras haber pasado la mayor parte de mi vida en democracias de ciertas garantías, me atrevo a asegurar que los jefes de gobierno, por muy presidentes que sean y muy elegidos que hayan sido, no pueden hacer lo que les dé la gana, so pena de convertirse en dictadores. Y si veo que un Parlamento y un Tribunal Supremo salen al paso de una decisión presidencial trascendente para el país, me andaré con muchísimo cuidado antes de hablar de golpe de Estado. Más, cuando los principales valedores del osado presidente son Chávez, Castro, Ortega y algún otro personaje, cuyo amor a la democracia se demostró, entre otros muchos desplantes a la misma, dando cobijo a los asesinos de ETA.
Sin duda alguna, el manejo de la crisis no fue protocolario. Pero con un hombre decidido a movilizar a sus seguidores, como demuestra su empeño en regresar, se imponía una acción pronta y enérgica para impedir un choque sangriento entre partidarios y opositores, en aras de convertirse en otro caudillo populista hispanoamericano, de los allí abundantes a derecha e izquierda, sin demasiado provecho para sus países y los demás. Si la OEA, que, por cierto, acaba de invitar a Cuba a unírsele, quiere ayudar de verdad a resolver la crisis hondureña, lo primero que tiene que hacer es no tomar partido de antemano en el pleito. Luego, insistir en que son los hondureños quienes tienen que llegar a un compromiso sin interferencias externas. Y, por último, recordar aquello, puede que un tanto viejo pero todavía vigente, de que la legitimidad democrática se asienta en los tres poderes del Estado, no en las masas de la calle.
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domingo, julio 05, 2009
Fernando Garcia de Cortazar, Entre los escombros de Babel
Entre los escombros de Babel
FERNANDO GARCÍA DE CORTÁZAR
Lunes, 06-07-09
«AHORA, pues, descendamos y confundamos allí sus lenguas, para que no se entiendan los unos con los otros». Así dice la Biblia que Dios castigó la soberbia de los hombres, en su deseo de construir una torre con la que conquistar el cielo: por eso se la llamó Babel que es lo mismo que decir, confusión , balbuceo. Así parece que algunos grupos políticos quieren reconstruir en España un paraíso políglota para uso y disfrute de viajeros románticos, cerrando espacios a la libre y fácil circulación de ciudadanos, levantando por aquí y por allá aduanas lingüísticas.
Lamentablemente, la posibilidad de entenderse en una lengua común, elogiada, incluso, por el poeta catalanista Aribau en 1817, ya no se ve en España como una ventaja, sino como una penitencia impuesta por Goliats implacables y abusivos. Hoy es una moda casi unánime alegrarse por nuestra valiosa riqueza lingüística, y a nadie le sorprende que esas hablas recónditas, propias de algún verde valle asturiano, aragonés, leonés o extremeño, sean la delicia de los políticos regionales. Los partidarios de Babel están tan convencidos de que multiplicar las lenguas multiplica la riqueza cultural que, algunos, hasta se animan a exportar su autocomplaciente receta por medio mundo. Y así, en marzo de este año, gracias a la televisión catalana, hemos podido ver a Carod Rovira dedicando un millón de euros a fomentar el bilingüismo entre los indios shuars del Ecuador. Dinero de los españoles para que aquéllos aprendan su propia y antiquísima lengua. La imagen del político nacionalista aceptando la lanza india que le ofrecía el jefe shuar en perfecto castellano y medio en cueros, además de grotesca, demuestra que Unamuno no se equivocaba cuando, ya hace más de noventa años, dijo que el ideal de ciertas gentes es ver cada terruño con su lengua rústica.
Rectificar lo tradicional por lo racional fue la consigna y el proyecto de Azaña en la Segunda República. Las lenguas tienen una finalidad utilitaria: sirven fundamentalmente para comunicarse, y aquellas que tienen alcance universal, como el inglés, como el español, son puentes, instrumentos de unión y no de aislamiento. Esto, al menos, nos dicen la razón y la historia. Pero esta concepción de la lengua apenas ha tenido peso en la España de las comunidades autónomas. Aquí, lo tradicional corrige lo racional. Aquí, una lengua, cualquier lengua, es mucho más que algo para entenderse. Aquí, quien más quien menos, se ha ido adhiriendo al ideario nacionalista, según el cual la lengua no la hablan las personas sino los pueblos, o peor aún, los territorios.
«Normalización» ha sido y es la amenazadora palabra utilizada por los gestores de las comunidades bilingües para implantar la lengua autóctona, y minoritaria, en todos los ámbitos de la vida oficial y social de la región, relegando al castellano a un papel secundario de vehículo de comunicación con el resto de España y un nivel similar al que supone el inglés en las relaciones internacionales. Y para que este implacable proceso de planificación cultural alcance su meta, cualquier despilfarro parece justificado. En 2008 la Generalitat catalana invirtió 42 millones de euros en Política Lingüística, el doble que en 2007, mientras que Baleares gastó más de seis y la Xunta del desaparecido Touriño alrededor de 23. Todo, dinero público para que no se hable castellano.
Este brutal eufemismo, «normalización lingüística», acompañado por gestos de doncella azorada ante los imaginarios ultrajes del lucifer castellano, está diseñado para despertar simpatía y comprensión. Pero detrás de esa puesta en escena se oculta un deseo de homogeneización contrario al pluralismo social, además de una grosera conquista y conservación del poder político y de control del erario público por parte de ciertas elites regionales, ansiosas de promoción social. El término, hoy en boca de todos, me recuerda las tergiversaciones verbales de los partes alemanes de la Primera Guerra Mundial: por ejemplo, «avance elástico sobre la retaguardia» para no decir retroceso. Porque si nos atenemos a la normalidad, o a la integración y cohesión social de la que nos hablan una y otra vez las autoridades regionales, la lengua a proteger debería ser el castellano, la lengua común y de la mayoría de catalanes, vascos, gallegos o baleáricos , la del resto de españoles y la de mayor parte de los trabajadores emigrantes. Pero los nacionalismos y asimilados siempre dan por hecho que su proyecto político es algo escrito en las estrellas, un derecho natural, casi divino. Y por lo que respecta a sus planes lingüísticos, han conseguido que la mayoría de españoles se muestren aquiescentes y sumisos, cuando no entusiastas, como en el caso de los socialistas catalanes y de Baleares, fanáticamente incorporados al aquelarre de los atentados contra los derechos de los castellanohablantes.
Hace muchos años que Ortega se lamentaba: «¿No es cruel sarcasmo que luego de tres siglos y medio de descarriado vagar, se nos proponga seguir en la senda tradicional?». Sarcasmo aún mayor: que, en pleno siglo XXI, no sólo siga en pie esa propuesta, sino que triunfe. Lo supo ver, con claridad desmitificadora, el llorado filólogo Juan Ramón Lodares, quien hace ya tiempo advirtió que esta España de los pueblos que se nos presenta ahora como el colmo de la modernidad, con sus ricas lenguas oficiales y sus otras muchas variedades dignas de especial protección por los gobiernos autónomos es, en esencia, una España antiquísima. La que irritaba a Ortega y Azaña. La de los tradicionalistas revestidos ahora de nacionalismo. La de siempre.
Y no deja de ser paradójico que mientras Zapatero se llena la boca proclamando su cruzada en defensa de las libertades, su Gobierno mire pudorosamente hacia otro lado cuando éstas se asfixian en el ámbito lingüístico. ¿Cómo cerrar los ojos ante los millones de personas que se ven postergadas y a veces coaccionadas por el simple hecho de querer utilizar su propio idioma de alcance universal? ¿Cómo ignorar la célebre policía de la lengua catalana o los tribunales que amparan las denuncias anónimas y multan los usos lingüísticos que desagradan a los nacionalistas y socialistas? ¿Cómo no sentir claustrofobia e indignación ante la agresiva campaña del gobierno balear para sustituir el bilingüismo en las islas por un predominio absoluto del catalán?
Lo más triste... que hasta ahora los fundamentalistas de la «normalización» han conseguido confundir el problema con su denuncia y convertir en verdugos a las víctimas. Las quejas se acallan diciendo que no hay quejas, acusando a los descontentos de querer levantar polémica, o tachando a aquellos ciudadanos que denuncian la discriminación lingüística de fachas y retrógrados. Así de fácil. Así de cínico.
Pero no es cierto, como se lamentaba Jonathan Swift, que no se gana nada con defender la libertad. Siempre se gana algo, aunque sólo sea la conciencia de la propia esclavitud. Y cuando me hablan del compromiso de Patxi López en defensa de la libertad lingüística, recuerdo vivamente el coraje de las plataformas cívicas que mantienen esa llama en unos territorios donde la democracia y la razón se pervierten a golpe de anacronismo e ilegalidad. Y escucho el sonido de sus voces, y sus palabras llenas de sensatez, y comprendo su valiente escepticismo, pues saben que la tiránica hegemonía de las lenguas minoritarias no se ha edificado sobre las virtudes de los nacionalistas, sino sobre la hipocresía de los conversos y la pusilanimidad o los silencios de los demás.
FERNANDO GARCÍA DE CORTÁZAR
Catedrático de Historia Contemporánea. Universidad de Deusto
http://www.abc.es/20090706/opinion-tercera/entre-escombros-babel-20090706.html
FERNANDO GARCÍA DE CORTÁZAR
Lunes, 06-07-09
«AHORA, pues, descendamos y confundamos allí sus lenguas, para que no se entiendan los unos con los otros». Así dice la Biblia que Dios castigó la soberbia de los hombres, en su deseo de construir una torre con la que conquistar el cielo: por eso se la llamó Babel que es lo mismo que decir, confusión , balbuceo. Así parece que algunos grupos políticos quieren reconstruir en España un paraíso políglota para uso y disfrute de viajeros románticos, cerrando espacios a la libre y fácil circulación de ciudadanos, levantando por aquí y por allá aduanas lingüísticas.
Lamentablemente, la posibilidad de entenderse en una lengua común, elogiada, incluso, por el poeta catalanista Aribau en 1817, ya no se ve en España como una ventaja, sino como una penitencia impuesta por Goliats implacables y abusivos. Hoy es una moda casi unánime alegrarse por nuestra valiosa riqueza lingüística, y a nadie le sorprende que esas hablas recónditas, propias de algún verde valle asturiano, aragonés, leonés o extremeño, sean la delicia de los políticos regionales. Los partidarios de Babel están tan convencidos de que multiplicar las lenguas multiplica la riqueza cultural que, algunos, hasta se animan a exportar su autocomplaciente receta por medio mundo. Y así, en marzo de este año, gracias a la televisión catalana, hemos podido ver a Carod Rovira dedicando un millón de euros a fomentar el bilingüismo entre los indios shuars del Ecuador. Dinero de los españoles para que aquéllos aprendan su propia y antiquísima lengua. La imagen del político nacionalista aceptando la lanza india que le ofrecía el jefe shuar en perfecto castellano y medio en cueros, además de grotesca, demuestra que Unamuno no se equivocaba cuando, ya hace más de noventa años, dijo que el ideal de ciertas gentes es ver cada terruño con su lengua rústica.
Rectificar lo tradicional por lo racional fue la consigna y el proyecto de Azaña en la Segunda República. Las lenguas tienen una finalidad utilitaria: sirven fundamentalmente para comunicarse, y aquellas que tienen alcance universal, como el inglés, como el español, son puentes, instrumentos de unión y no de aislamiento. Esto, al menos, nos dicen la razón y la historia. Pero esta concepción de la lengua apenas ha tenido peso en la España de las comunidades autónomas. Aquí, lo tradicional corrige lo racional. Aquí, una lengua, cualquier lengua, es mucho más que algo para entenderse. Aquí, quien más quien menos, se ha ido adhiriendo al ideario nacionalista, según el cual la lengua no la hablan las personas sino los pueblos, o peor aún, los territorios.
«Normalización» ha sido y es la amenazadora palabra utilizada por los gestores de las comunidades bilingües para implantar la lengua autóctona, y minoritaria, en todos los ámbitos de la vida oficial y social de la región, relegando al castellano a un papel secundario de vehículo de comunicación con el resto de España y un nivel similar al que supone el inglés en las relaciones internacionales. Y para que este implacable proceso de planificación cultural alcance su meta, cualquier despilfarro parece justificado. En 2008 la Generalitat catalana invirtió 42 millones de euros en Política Lingüística, el doble que en 2007, mientras que Baleares gastó más de seis y la Xunta del desaparecido Touriño alrededor de 23. Todo, dinero público para que no se hable castellano.
Este brutal eufemismo, «normalización lingüística», acompañado por gestos de doncella azorada ante los imaginarios ultrajes del lucifer castellano, está diseñado para despertar simpatía y comprensión. Pero detrás de esa puesta en escena se oculta un deseo de homogeneización contrario al pluralismo social, además de una grosera conquista y conservación del poder político y de control del erario público por parte de ciertas elites regionales, ansiosas de promoción social. El término, hoy en boca de todos, me recuerda las tergiversaciones verbales de los partes alemanes de la Primera Guerra Mundial: por ejemplo, «avance elástico sobre la retaguardia» para no decir retroceso. Porque si nos atenemos a la normalidad, o a la integración y cohesión social de la que nos hablan una y otra vez las autoridades regionales, la lengua a proteger debería ser el castellano, la lengua común y de la mayoría de catalanes, vascos, gallegos o baleáricos , la del resto de españoles y la de mayor parte de los trabajadores emigrantes. Pero los nacionalismos y asimilados siempre dan por hecho que su proyecto político es algo escrito en las estrellas, un derecho natural, casi divino. Y por lo que respecta a sus planes lingüísticos, han conseguido que la mayoría de españoles se muestren aquiescentes y sumisos, cuando no entusiastas, como en el caso de los socialistas catalanes y de Baleares, fanáticamente incorporados al aquelarre de los atentados contra los derechos de los castellanohablantes.
Hace muchos años que Ortega se lamentaba: «¿No es cruel sarcasmo que luego de tres siglos y medio de descarriado vagar, se nos proponga seguir en la senda tradicional?». Sarcasmo aún mayor: que, en pleno siglo XXI, no sólo siga en pie esa propuesta, sino que triunfe. Lo supo ver, con claridad desmitificadora, el llorado filólogo Juan Ramón Lodares, quien hace ya tiempo advirtió que esta España de los pueblos que se nos presenta ahora como el colmo de la modernidad, con sus ricas lenguas oficiales y sus otras muchas variedades dignas de especial protección por los gobiernos autónomos es, en esencia, una España antiquísima. La que irritaba a Ortega y Azaña. La de los tradicionalistas revestidos ahora de nacionalismo. La de siempre.
Y no deja de ser paradójico que mientras Zapatero se llena la boca proclamando su cruzada en defensa de las libertades, su Gobierno mire pudorosamente hacia otro lado cuando éstas se asfixian en el ámbito lingüístico. ¿Cómo cerrar los ojos ante los millones de personas que se ven postergadas y a veces coaccionadas por el simple hecho de querer utilizar su propio idioma de alcance universal? ¿Cómo ignorar la célebre policía de la lengua catalana o los tribunales que amparan las denuncias anónimas y multan los usos lingüísticos que desagradan a los nacionalistas y socialistas? ¿Cómo no sentir claustrofobia e indignación ante la agresiva campaña del gobierno balear para sustituir el bilingüismo en las islas por un predominio absoluto del catalán?
Lo más triste... que hasta ahora los fundamentalistas de la «normalización» han conseguido confundir el problema con su denuncia y convertir en verdugos a las víctimas. Las quejas se acallan diciendo que no hay quejas, acusando a los descontentos de querer levantar polémica, o tachando a aquellos ciudadanos que denuncian la discriminación lingüística de fachas y retrógrados. Así de fácil. Así de cínico.
Pero no es cierto, como se lamentaba Jonathan Swift, que no se gana nada con defender la libertad. Siempre se gana algo, aunque sólo sea la conciencia de la propia esclavitud. Y cuando me hablan del compromiso de Patxi López en defensa de la libertad lingüística, recuerdo vivamente el coraje de las plataformas cívicas que mantienen esa llama en unos territorios donde la democracia y la razón se pervierten a golpe de anacronismo e ilegalidad. Y escucho el sonido de sus voces, y sus palabras llenas de sensatez, y comprendo su valiente escepticismo, pues saben que la tiránica hegemonía de las lenguas minoritarias no se ha edificado sobre las virtudes de los nacionalistas, sino sobre la hipocresía de los conversos y la pusilanimidad o los silencios de los demás.
FERNANDO GARCÍA DE CORTÁZAR
Catedrático de Historia Contemporánea. Universidad de Deusto
http://www.abc.es/20090706/opinion-tercera/entre-escombros-babel-20090706.html
GEES, Honduras golpeada
lunes 6 de julio de 2009
Zelaya
Honduras golpeada
GEES
¿Qué desea la comunidad internacional, Partido Popular español incluido? ¿Que se obligue al país a violar flagrantemente el artículo 239 y otros no menos taxativos que han proporcionado paz, estabilidad y democracia a los largo de los 27 últimos años?
¡Qué se le va a hacer! Pero resulta que el artículo 239 de la Constitución hondureña dice, retraducido del inglés, que "Ningún ciudadano que ya haya servido como jefe de la rama ejecutiva puede ser presidente o vicepresidente. Quien quiera que viole este artículo o proponga su reforma, así como los que apoyen tal violación directa o indirectamente, cesará inmediatamente de sus funciones y no podrá ejercer ningún cargo público durante un período de diez años".
¡Caramba, cómo se las gastan estos hondureños! Pocos, pobres y olvidados, hasta hace una semana, sobrados sólo de terratenientes oligarcas, como el recientemente destituido Zelaya, se meten a demócratas y nos quieren dar lecciones a todos. Aprobaron una constitución así de drástica en 1982. Ha resultado ser la más longeva de las doce que han tenido a lo largo de su historia. Puso fin a los golpes militares. ¿Se acabó la racha? No por el significado jurídico de los acontecimientos de la madrugada del domingo 28 de junio, pero quizás sí por las imposiciones internacionales.
La constitución ha mantenido la democracia bajo condiciones sociales y económicas poco propicias, tanto por sus rigideces como por su adaptabilidad. De sus 379 artículos originales siete han sido parcial o totalmente abrogados, 18 han sido interpretados y 121 reformados. Pero hay siete que no pueden enmendarse, entre ellos varios de los que Zelaya quería cargarse para dejar expedito el camino a la perpetuación en el poder de sus colegas bolivarianos, Chávez, Morales y Correa. Cualquier iniciativa de cambio constitucional corresponde única y exclusivamente al Congreso. Los intentos de Zelaya de llevarla a cabo por su cuenta lo enfrentaban de lleno con la Constitución, y así se lo hizo saber el Tribunal Supremo. El choque frontal con las instituciones de la democracia hondureña venía produciéndose desde hacía varias semanas. Cuando el recalcitrante Zelaya procedió a poner en marcha por su cuenta, al margen del aparato del Estado, la organización de un referéndum que aprobaría la convocatoria de una asamblea constituyente, el Supremo, con la aprobación del parlamento –123 votos a favor de los 128 miembros reunidos en el momento– ordenó al Ejército que lo expulsara del país, orden que los militares cumplieron en una operación de minutos, sin la más mínima violencia ni el menor asomo de intromisión en el ejercicio del poder. De acuerdo con la Constitución, el presidente del Congreso, del mismo partido que Zelaya, pasó a ocupar interinamente la presidencia de la República, manteniendo la regular convocatoria de elecciones para noviembre, por finalización reglamentaria del mandato del ahora expresidente. El Tribunal Electoral, el fiscal de la República, el defensor de los Derechos Humanos, el partido de Zelaya y otras muchas instituciones han aprobado lo sucedido como de pleno derecho.
¿Qué desea la comunidad internacional, Partido Popular español incluido? ¿Que se obligue al país a violar flagrantemente el artículo 239 y otros no menos taxativos de la constitución que ha proporcionado paz, estabilidad y democracia a los largo de los 27 últimos años? ¿Que el Tribunal Supremo se inhiba ante las violaciones constitucionales de un presidente demagogo y de incontenible ambición? ¿Que se desoiga la voluntad popular manifestada a través del legislativo de forma casi unánime, pero también, lo que carece de valor legal, a través de encuestas de opinión? Que se restaure a un nuevo dictadorzuelo fascistoide de los que están llevando a Latinoamérica por el camino de la ruina y el enfrentamiento social?
Las cosas no son siempre lo que parecen, pero lo que parecen y lo que son cuando se conocen los hechos es que de golpe militar nada. Veremos qué pasa con el golpe internacional contra Honduras, con Chávez a su cabeza.
GEES, Grupo de Estudios Estratégicos.
http://www.libertaddigital.com/opinion/gees/honduras-golpeada-49930/
Zelaya
Honduras golpeada
GEES
¿Qué desea la comunidad internacional, Partido Popular español incluido? ¿Que se obligue al país a violar flagrantemente el artículo 239 y otros no menos taxativos que han proporcionado paz, estabilidad y democracia a los largo de los 27 últimos años?
¡Qué se le va a hacer! Pero resulta que el artículo 239 de la Constitución hondureña dice, retraducido del inglés, que "Ningún ciudadano que ya haya servido como jefe de la rama ejecutiva puede ser presidente o vicepresidente. Quien quiera que viole este artículo o proponga su reforma, así como los que apoyen tal violación directa o indirectamente, cesará inmediatamente de sus funciones y no podrá ejercer ningún cargo público durante un período de diez años".
¡Caramba, cómo se las gastan estos hondureños! Pocos, pobres y olvidados, hasta hace una semana, sobrados sólo de terratenientes oligarcas, como el recientemente destituido Zelaya, se meten a demócratas y nos quieren dar lecciones a todos. Aprobaron una constitución así de drástica en 1982. Ha resultado ser la más longeva de las doce que han tenido a lo largo de su historia. Puso fin a los golpes militares. ¿Se acabó la racha? No por el significado jurídico de los acontecimientos de la madrugada del domingo 28 de junio, pero quizás sí por las imposiciones internacionales.
La constitución ha mantenido la democracia bajo condiciones sociales y económicas poco propicias, tanto por sus rigideces como por su adaptabilidad. De sus 379 artículos originales siete han sido parcial o totalmente abrogados, 18 han sido interpretados y 121 reformados. Pero hay siete que no pueden enmendarse, entre ellos varios de los que Zelaya quería cargarse para dejar expedito el camino a la perpetuación en el poder de sus colegas bolivarianos, Chávez, Morales y Correa. Cualquier iniciativa de cambio constitucional corresponde única y exclusivamente al Congreso. Los intentos de Zelaya de llevarla a cabo por su cuenta lo enfrentaban de lleno con la Constitución, y así se lo hizo saber el Tribunal Supremo. El choque frontal con las instituciones de la democracia hondureña venía produciéndose desde hacía varias semanas. Cuando el recalcitrante Zelaya procedió a poner en marcha por su cuenta, al margen del aparato del Estado, la organización de un referéndum que aprobaría la convocatoria de una asamblea constituyente, el Supremo, con la aprobación del parlamento –123 votos a favor de los 128 miembros reunidos en el momento– ordenó al Ejército que lo expulsara del país, orden que los militares cumplieron en una operación de minutos, sin la más mínima violencia ni el menor asomo de intromisión en el ejercicio del poder. De acuerdo con la Constitución, el presidente del Congreso, del mismo partido que Zelaya, pasó a ocupar interinamente la presidencia de la República, manteniendo la regular convocatoria de elecciones para noviembre, por finalización reglamentaria del mandato del ahora expresidente. El Tribunal Electoral, el fiscal de la República, el defensor de los Derechos Humanos, el partido de Zelaya y otras muchas instituciones han aprobado lo sucedido como de pleno derecho.
¿Qué desea la comunidad internacional, Partido Popular español incluido? ¿Que se obligue al país a violar flagrantemente el artículo 239 y otros no menos taxativos de la constitución que ha proporcionado paz, estabilidad y democracia a los largo de los 27 últimos años? ¿Que el Tribunal Supremo se inhiba ante las violaciones constitucionales de un presidente demagogo y de incontenible ambición? ¿Que se desoiga la voluntad popular manifestada a través del legislativo de forma casi unánime, pero también, lo que carece de valor legal, a través de encuestas de opinión? Que se restaure a un nuevo dictadorzuelo fascistoide de los que están llevando a Latinoamérica por el camino de la ruina y el enfrentamiento social?
Las cosas no son siempre lo que parecen, pero lo que parecen y lo que son cuando se conocen los hechos es que de golpe militar nada. Veremos qué pasa con el golpe internacional contra Honduras, con Chávez a su cabeza.
GEES, Grupo de Estudios Estratégicos.
http://www.libertaddigital.com/opinion/gees/honduras-golpeada-49930/
El partido más antiliberal y mentiroso de España
6-VII-2009
El partido más antiliberal y mentiroso de España
EDITORIAL
Los socialistas sólo quieren esconderse detrás de la etiqueta "liberal" para tener las manos libres a la hora de anular las libertades de los españoles. Es la vieja estrategia de vender libertad mientras se desempolvan los grilletes y las cadenas.
A Zapatero le resulta paradójico que el gran partido liberal de España sea también el Partido Socialista. Y no es de extrañar, porque resultaría paradójico si no fuera rematadamente falso. En España, después de que Rajoy echara por la ventana a los liberales y a sus principios en el nefasto Congreso de Valencia, no existe ninguna formación genuinamente liberal, si acaso algún partido con ciertas políticas tímidamente liberales, y más por casualidad o interés electoral que por convicción.
Zapatero miente y sabe que miente, será para no perder la costumbre que tan buenos réditos electorales le ha dado hasta la fecha. Al fin y al cabo, la esencia del famoso talante es ésa: atacar y cercenar todas y cada una de las libertades de los españoles con una sonrisa en la cara. El líder socialista ha comprendido que una parte muy significativa de España consiente cualquier exceso del poder estatal siempre que no perturbe su calma, siempre que no recurra a la bronca, siempre que no diga una mala palabra aunque tampoco cometa ninguna buena acción.
Sin embargo, la otra parte de España, esa minoría que nunca ha tragado con las ruedas de molino ni de la izquierda depredadora ni de la derecha timoratamente simpática y retorcidamente centrista, sólo puede escandalizarse –una vez más– ante el desvergonzado descaro del presidente del Gobierno.
Basta una fugaz lectura de la prensa de este domingo para desmentir la afirmación de Zapatero por todos y cada uno de los costados de la realidad. Será difícil encontrar siquiera una noticia no ya donde el PSOE promueva o respete la libertad de los españoles, sino donde no la ataque con saña e inquina.
En el ámbito institucional, donde un partido liberal debería defender la contención del poder político, la transparencia y la interdicción de la arbitrariedad, el PSOE sólo ofrece ejemplos de nepotismo y corrupción orgullosos de serlo. Saiz ha dimitido por su escandaloso comportamiento al frente del CNI, pero Zapatero sólo sabe calificar su gestión de "buena"; le ha faltado añadir "ejemplar". Y es que, de hecho, si hubiese seguido el ejemplo del vicepresidente tercero, el jefe de los espías españoles continuaría limpiando piscinas, cazando y pescando, manipulando fotografías o espiando criadas a costa de los contribuyentes: el nepotista Chaves no sólo no se va, sino que recibe el espaldarazo de su partido como "político, honesto, cabal e íntegro".
En el ámbito económico, donde un partido liberal debería postular la reducción de impuestos y del gasto público así como la libre empresa, nos encontramos con que Zapatero anuncia la planificación de la industria energética hasta el año 2030 (lo que en términos estalinistas vendrían a ser unos cuatro planes quinquenales) y con que nuestro país se ha convertido en todo un ejemplo internacional de cómo el despilfarro y el déficit público sirven no para salir de la crisis sino para hundirnos todavía más en ella.
En la política exterior, donde un partido liberal habría de alinearse con los regímenes democráticos más respetuosos con las libertades ciudadanas, Zapatero se alía, como pocos otros mandatarios mundiales, con el totalitarismo bolivariano –Chávez, Castro, Correa y Morales– para dar el golpe definitivo a la democracia hondureña. No sólo no respeta la soberanía nacional, sino que está dispuesto a pisotearla para validar su red de relaciones internacionales con algunos de los regímenes más tiránicos del planeta.
En la educación, donde un partido liberal debería defender con uñas y dientes la libertad de los padres para instruir a sus hijos en sus valores, ideas y lengua, el ministro Gabilondo aparece defendiendo la Ley de Educación Catalana con argumentos tan liberticidas como que "las familias deben asumir que la lengua vehicular es el catalán". No hay otra opción, porque el liberalismo con marca Zapatero consiste precisamente en eso: eliminar las opciones individuales reduciéndolas a los caprichos del líder.
Tal vez Zapatero se crea liberal por despenalizar todo aborto durante las 14 primeras semanas de gestación, esto es, por conceder a las madres la potestad irrestricta de terminar con la vida de un ser humano. Pero aun cuando algunos liberales bienintencionados confundan la desprotección jurídica total del nasciturus con la "libertad a abortar", difícilmente el PSOE podría encuadrarse entre los liberales.
No, los socialistas sólo quieren esconderse detrás de la etiqueta "liberal" para tener las manos libres a la hora de anular las libertades de los españoles. Es la vieja estrategia de vender libertad mientras se desempolvan los grilletes y las cadenas.
http://www.libertaddigital.com/opinion/editorial/el-partido-mas-antiliberal-y-mentiroso-de-espana-49931/
El partido más antiliberal y mentiroso de España
EDITORIAL
Los socialistas sólo quieren esconderse detrás de la etiqueta "liberal" para tener las manos libres a la hora de anular las libertades de los españoles. Es la vieja estrategia de vender libertad mientras se desempolvan los grilletes y las cadenas.
A Zapatero le resulta paradójico que el gran partido liberal de España sea también el Partido Socialista. Y no es de extrañar, porque resultaría paradójico si no fuera rematadamente falso. En España, después de que Rajoy echara por la ventana a los liberales y a sus principios en el nefasto Congreso de Valencia, no existe ninguna formación genuinamente liberal, si acaso algún partido con ciertas políticas tímidamente liberales, y más por casualidad o interés electoral que por convicción.
Zapatero miente y sabe que miente, será para no perder la costumbre que tan buenos réditos electorales le ha dado hasta la fecha. Al fin y al cabo, la esencia del famoso talante es ésa: atacar y cercenar todas y cada una de las libertades de los españoles con una sonrisa en la cara. El líder socialista ha comprendido que una parte muy significativa de España consiente cualquier exceso del poder estatal siempre que no perturbe su calma, siempre que no recurra a la bronca, siempre que no diga una mala palabra aunque tampoco cometa ninguna buena acción.
Sin embargo, la otra parte de España, esa minoría que nunca ha tragado con las ruedas de molino ni de la izquierda depredadora ni de la derecha timoratamente simpática y retorcidamente centrista, sólo puede escandalizarse –una vez más– ante el desvergonzado descaro del presidente del Gobierno.
Basta una fugaz lectura de la prensa de este domingo para desmentir la afirmación de Zapatero por todos y cada uno de los costados de la realidad. Será difícil encontrar siquiera una noticia no ya donde el PSOE promueva o respete la libertad de los españoles, sino donde no la ataque con saña e inquina.
En el ámbito institucional, donde un partido liberal debería defender la contención del poder político, la transparencia y la interdicción de la arbitrariedad, el PSOE sólo ofrece ejemplos de nepotismo y corrupción orgullosos de serlo. Saiz ha dimitido por su escandaloso comportamiento al frente del CNI, pero Zapatero sólo sabe calificar su gestión de "buena"; le ha faltado añadir "ejemplar". Y es que, de hecho, si hubiese seguido el ejemplo del vicepresidente tercero, el jefe de los espías españoles continuaría limpiando piscinas, cazando y pescando, manipulando fotografías o espiando criadas a costa de los contribuyentes: el nepotista Chaves no sólo no se va, sino que recibe el espaldarazo de su partido como "político, honesto, cabal e íntegro".
En el ámbito económico, donde un partido liberal debería postular la reducción de impuestos y del gasto público así como la libre empresa, nos encontramos con que Zapatero anuncia la planificación de la industria energética hasta el año 2030 (lo que en términos estalinistas vendrían a ser unos cuatro planes quinquenales) y con que nuestro país se ha convertido en todo un ejemplo internacional de cómo el despilfarro y el déficit público sirven no para salir de la crisis sino para hundirnos todavía más en ella.
En la política exterior, donde un partido liberal habría de alinearse con los regímenes democráticos más respetuosos con las libertades ciudadanas, Zapatero se alía, como pocos otros mandatarios mundiales, con el totalitarismo bolivariano –Chávez, Castro, Correa y Morales– para dar el golpe definitivo a la democracia hondureña. No sólo no respeta la soberanía nacional, sino que está dispuesto a pisotearla para validar su red de relaciones internacionales con algunos de los regímenes más tiránicos del planeta.
En la educación, donde un partido liberal debería defender con uñas y dientes la libertad de los padres para instruir a sus hijos en sus valores, ideas y lengua, el ministro Gabilondo aparece defendiendo la Ley de Educación Catalana con argumentos tan liberticidas como que "las familias deben asumir que la lengua vehicular es el catalán". No hay otra opción, porque el liberalismo con marca Zapatero consiste precisamente en eso: eliminar las opciones individuales reduciéndolas a los caprichos del líder.
Tal vez Zapatero se crea liberal por despenalizar todo aborto durante las 14 primeras semanas de gestación, esto es, por conceder a las madres la potestad irrestricta de terminar con la vida de un ser humano. Pero aun cuando algunos liberales bienintencionados confundan la desprotección jurídica total del nasciturus con la "libertad a abortar", difícilmente el PSOE podría encuadrarse entre los liberales.
No, los socialistas sólo quieren esconderse detrás de la etiqueta "liberal" para tener las manos libres a la hora de anular las libertades de los españoles. Es la vieja estrategia de vender libertad mientras se desempolvan los grilletes y las cadenas.
http://www.libertaddigital.com/opinion/editorial/el-partido-mas-antiliberal-y-mentiroso-de-espana-49931/
jueves, julio 02, 2009
Hermann Tertsch, Pustsch en catalá
Putsch en catalá
HERMANN TERTSCH
Jueves, 02-07-09
LA verdad es que somos un país de coña del que nos podríamos reír todos mucho si las gracias no llegaran preñadas de miseria, mezquindad o tragedia. Como tenemos gobernando a generaciones de políticos surgidos de las más oscuras madrigueras de la ignorancia, que no tienen la más remota idea de lo que es un Estado de Derecho, aquí cada cual se hace de su capa un sayo y después a tirar millas. No son ya solo trileros de la cosa pública, son procaces salteadores de los caminos de la ley y del derecho. Son los mismos que se escandalizan porque todas las instituciones constitucionales hondureñas -y por desgracia también muy a destiempo el ejército- se hayan levantado contra los intentos de golpe de estado del presidente hondureño Zelaya. Pero no debe extrañar porque los golpistas vocacionales son ellos y las leyes fundamentales les traen al pairo. Quienes ignoran las leyes fundamentales, aquí, en Barcelona y en Tegucigalpa, son golpistas. Quienes están aboliendo la Constitución española en Cataluña no son otra cosa. Y el paso dado ayer en el parlamento catalán con su ley de educación no es otra cosa. Un putsch no tiene necesariamente que verse escenificado con la detención de Víctor Jara. Un golpe puede ser sangriento o no. Y cuando no lo es puede tener consecuencias trágicas más tardías. Pero quienes violan las leyes básicas con la contumacia con la que lo hace la mayoría socialista nacionalista o a la inversa en Cataluña son tan putschistas como su héroe Companys.
Ese es el término justo y exacto para definirlos. Lo grave es que quienes tienen la máxima responsabilidad de poner coto a tanta barbaridad y a ese golpe de estado permanente llevan varios años siendo cómplices necesarios de los putschistas. En la mayoría de los periódicos digitales españoles aparecía ayer como una noticia «normal» el hecho de la aprobación por parte de un Gobierno regional español de una ley que viola la constitución, desprecia las sentencias del Tribunal Supremo de España y se mofa de los derechos de millones de españoles que viven en esa región nororiental de nuestra patria que se llama Cataluña.
Es una vergüenza, es una coña como ya hemos dicho, pero sobre todo es una terrible afrenta a las leyes democráticas de nuestro Estado de Derecho que se ha construido, desde el final de la dictadura con honradez, esfuerzo e ilusión de muchos millones de españoles e innumerables políticos y funcionarios decentes. Es una vergüenza infinita que el Tribunal Constitucional de España, en un acto de permanente e interminable desprecio a la ciudadanía española, todavía no haya aclarado las mil sospechas de inconstitucionalidad de un Estatuto catalán que se está desarrollando por vía de hechos consumados en su mayoría irreversibles. Es un escándalo, es una indignidad y es una traición a la constitución que por conveniencias de mezquindad política partidista el Estado de Derecho haya hecho absoluta dejación de su deber de defender a la ciudadanía frente a los nuevos caciques del nacionalismo socialista. Llámenlo como quieran.
http://www.abc.es/20090702/opinion-firmas/putsch-catala-20090702.html
HERMANN TERTSCH
Jueves, 02-07-09
LA verdad es que somos un país de coña del que nos podríamos reír todos mucho si las gracias no llegaran preñadas de miseria, mezquindad o tragedia. Como tenemos gobernando a generaciones de políticos surgidos de las más oscuras madrigueras de la ignorancia, que no tienen la más remota idea de lo que es un Estado de Derecho, aquí cada cual se hace de su capa un sayo y después a tirar millas. No son ya solo trileros de la cosa pública, son procaces salteadores de los caminos de la ley y del derecho. Son los mismos que se escandalizan porque todas las instituciones constitucionales hondureñas -y por desgracia también muy a destiempo el ejército- se hayan levantado contra los intentos de golpe de estado del presidente hondureño Zelaya. Pero no debe extrañar porque los golpistas vocacionales son ellos y las leyes fundamentales les traen al pairo. Quienes ignoran las leyes fundamentales, aquí, en Barcelona y en Tegucigalpa, son golpistas. Quienes están aboliendo la Constitución española en Cataluña no son otra cosa. Y el paso dado ayer en el parlamento catalán con su ley de educación no es otra cosa. Un putsch no tiene necesariamente que verse escenificado con la detención de Víctor Jara. Un golpe puede ser sangriento o no. Y cuando no lo es puede tener consecuencias trágicas más tardías. Pero quienes violan las leyes básicas con la contumacia con la que lo hace la mayoría socialista nacionalista o a la inversa en Cataluña son tan putschistas como su héroe Companys.
Ese es el término justo y exacto para definirlos. Lo grave es que quienes tienen la máxima responsabilidad de poner coto a tanta barbaridad y a ese golpe de estado permanente llevan varios años siendo cómplices necesarios de los putschistas. En la mayoría de los periódicos digitales españoles aparecía ayer como una noticia «normal» el hecho de la aprobación por parte de un Gobierno regional español de una ley que viola la constitución, desprecia las sentencias del Tribunal Supremo de España y se mofa de los derechos de millones de españoles que viven en esa región nororiental de nuestra patria que se llama Cataluña.
Es una vergüenza, es una coña como ya hemos dicho, pero sobre todo es una terrible afrenta a las leyes democráticas de nuestro Estado de Derecho que se ha construido, desde el final de la dictadura con honradez, esfuerzo e ilusión de muchos millones de españoles e innumerables políticos y funcionarios decentes. Es una vergüenza infinita que el Tribunal Constitucional de España, en un acto de permanente e interminable desprecio a la ciudadanía española, todavía no haya aclarado las mil sospechas de inconstitucionalidad de un Estatuto catalán que se está desarrollando por vía de hechos consumados en su mayoría irreversibles. Es un escándalo, es una indignidad y es una traición a la constitución que por conveniencias de mezquindad política partidista el Estado de Derecho haya hecho absoluta dejación de su deber de defender a la ciudadanía frente a los nuevos caciques del nacionalismo socialista. Llámenlo como quieran.
http://www.abc.es/20090702/opinion-firmas/putsch-catala-20090702.html
Rafael Bardají, Iran, en busca del apocalipsis
Irán: en busca del apocalipsis
RAFAEL L. BARDAJÍ
Jueves, 02-07-09
Con la despiadada represión de sus opositores, el carpetazo al fraude electoral y la legitimación del segundo mandato para Mahamud Ahmadinejad, la República Islámica de Irán ha sellado su destino. Y de no hacer nada en contra, también el nuestro. En estos días se han librado dos batallas en Irán cuyos resultados definirán el futuro de Irán, de la región y del mundo entero. Y en ambas batallas, nuestros intereses, los de los valores de la libertad, la tolerancia y la convivencia pacífica, han salido derrotados. De manera evidente, en las calles de Teherán, donde los manifestantes que empezaron su protesta contra un evidente fraude electoral, fueron progresivamente haciendo ver claramente sus deseos por un cambio más profundo, por una vida libre de las imposiciones rigoristas de los ayatolas. Desgraciadamente los instrumentos represores a disposición del régimen islámico y la pasividad occidental ante sus desmanes, han acabado una vez más con todo atisbo de cambio. Los demócratas iraníes han perdido porque el mundo democrático les ha abandonado frente a la tiranía. Con el tiempo se recuperarán, porque nada hay más poderoso que la idea de la libertad, pero está por ver que recuperen la confianza en nosotros, los que hemos preferido hablar con la barbarie a apostar por el cambio.
La segunda batalla se ha desarrollado en un segundo plano, pero no por ello ha sido menos importante y ha enfrentado a clérigos tradicionalistas con la nueva casta emergente cuya máxima expresión es el presidente Ahmadinejad. Aunque a nuestros ojos parezca paradójico, el duelo se libra entre los clérigos de Qom que se han beneficiado en lo personal de la revolución islámica de 1979, y los guardianes de la revolución, personajes volcados en la protección de la revolución misma y su exportación al otras zonas del mundo. Para éstos, con Ahmadinejad a la cabeza, los clérigos se han vuelto blandos y corruptos y su obligación es devolver el espíritu ascético y radical de Jomeini treinta años después de la primera revolución y veinte años tras su muerte. Y quienes han salido vencedores son precisamente estos, quienes reviven el fantasma de Jomeini.
Si alguien había albergado alguna esperanza de una nueva relación con el Irán de los ayatolas, más le valdría despertar a la cruda realidad. El Irán creado por Jomeini hace ahora treinta años, no es un régimen como cualquier otro. Algo que los occidentales tendemos a olvidar con frecuencia. Es un régimen teocrático, fundamentalista y revolucionario. Y, en ese sentido, es irreformable en sus estructuras e incorregible en su naturaleza. Ahora bien, la victoria ha tenido un precio.
Tres son las consecuencias inmediatas de la continuidad de Ahmadinejad, como bien sabemos, un radical iluminado que espera la venida del Mahdi, el duodécimo Imán y el triunfo del Islam a través del caos y la violencia y que cree sinceramente que él está llamado a acelerarlo. La primera, reconocer que el buenismo y la actitud de conciliación con el régimen de Teherán sólo conduce al fracaso. Obama estaba equivocado cuando pensaba que bastaría con tender su mano para que las cosas cambiasen en Teherán; como los europeos lo estaban al confiar en que el radical e iluminado Mahamud Ahmadinejad fuera vencido en las urnas por el aparentemente más moderado Mir Hosein Musavi; o como lo han estado muchos corazones al imaginar que las acusaciones de fraude electoral terminarían con un recuento contrario a Ahmadinejad o en la repetición de las elecciones presidenciales.
Y es que, empachados de buenismo, es fácil hacerse ilusiones sobre Irán. La realidad es bien distinta: la República Islámica de Irán no es un régimen como cualquier otro. Es un régimen teocrático, fundamentalista y revolucionario. Y, en ese sentido, es irreformable en sus estructuras e incorregible en su naturaleza. Jomeini lo creó hace ahora treinta años para hacer realidad la ley coránica sobre la Tierra y el espíritu de Jomeini lo sigue inspirando. Ahí están los guardianes de la revolución para asegurar que las reformas son imposibles. De hecho, Ahmadinejad representa el triunfo de una elite que prefiere la confrontación al acomodo.
El segundo problema tiene que ver con la ambición nuclear de Irán. En buena medida Ahmadinejad es popular entre los iraníes por su defensa del programa atómico y nada puede hacerle pensar que tiene ahora que abandonarlo. Ha amenazado reiteradamente a Israel y nada le ha sucedido; ha interferido cuanto ha querido en Irak, donde de hecho Irán estuvo en guerra abierta con las fuerzas americanas y británicas, y ni Washington ni Londres movieron un dedo en su contra; está presente en Afganistán complicando la seguridad de ese país y amenazando con su ayuda a las tropas de la coalición, pero tampoco se le ha castigado por ello. Y acaba de renovar su mandato sobre un baño de sangre y todo lo que oye es una débil protesta internacionañ y el gran deseo de los americanos de entablar conversaciones con él ¿Por qué cambiar ahora, además, cuando se observan por primera vez importantes divergencias entre la Casa Blanca y el gobierno en Jerusalén?
De hecho, en todos estos días en los que la atención mundial miraba con esperanza las manifestaciones a favor de un cambio real en Irán, Jamenei, Ahmadinejad y los suyos han continuado con el programa atómico como si nada, anunciando, incluso, el plazo de finalización de la central de Busher gracias a la ayuda rusa. Y por lo que sabemos a través de la Agencia de la energía atómica de Viena, las centrifugadoras no han cesado en el enriquecimiento de uranio. Si todo sigue como hasta ahora, a finales de año Irán tendrá suficiente uranio enriquecido para poder fabricar su primera bomba si así lo quiere. Y lo quiere.
La tercera consecuencia podría sernos de mayor utilidad si fuéramos capaces de extraer las lecciones apropiadas: por lo que se ha visto con esta crisis en la calles y por lo que no se ha visto de las bambalinas, es posible afirmar hoy que el régimen de lo ayatolas no tiene por qué eternizarse y puede muy bien caer como cayó hace ahora veinte años el muro de Berlín cuando nadie se lo esperaba. Pero para que Musavi pueda elevarse a la estatura de Gorbachov se necesita un Ronald Reagan entre nosotros. Y no lo hay. Mientras el presidente americano y sus socios de la UE primen el diálogo y la negociación sobre el cambio de régimen, ni habrá negociación seria, ni cambio de régimen. Pensar otra cosa es simplemente una vana ilusión.
Si a través de los foros internacionales y las promesas de una nueva relación se les da la legitimidad que claramente ya han perdido en casa, no sólo se estará cometiendo una abominación moral y un crimen político, sino que la comunidad occidental se estará poniendo ella misma la soga al cuello, pues si los líderes iraníes quieren la bomba es, sobre todo, para garantizar su revolución islámica, cosa que pasa inexorablemente por el apoyo y manejo a su antojo de grupos tales como Hizbolá en el Líbano o Hamas en Gaza; por la desestabilización generalizada del Golfo; y por la confrontación con Occidente.
Hasta anteayer podíamos haber elegido entre el cambio y el Apocalipsis. Con Ahmadinejad hemos escogido el Apocalipsis. Pero tenemos tiempo para cambiar y optar por acabar con él, su bomba y sus secuaces. Bastaría con quererlo de verdad
http://www.abc.es/20090702/opinion-tercera/iran-busca-apocalipsis-20090702.html
RAFAEL L. BARDAJÍ
Jueves, 02-07-09
Con la despiadada represión de sus opositores, el carpetazo al fraude electoral y la legitimación del segundo mandato para Mahamud Ahmadinejad, la República Islámica de Irán ha sellado su destino. Y de no hacer nada en contra, también el nuestro. En estos días se han librado dos batallas en Irán cuyos resultados definirán el futuro de Irán, de la región y del mundo entero. Y en ambas batallas, nuestros intereses, los de los valores de la libertad, la tolerancia y la convivencia pacífica, han salido derrotados. De manera evidente, en las calles de Teherán, donde los manifestantes que empezaron su protesta contra un evidente fraude electoral, fueron progresivamente haciendo ver claramente sus deseos por un cambio más profundo, por una vida libre de las imposiciones rigoristas de los ayatolas. Desgraciadamente los instrumentos represores a disposición del régimen islámico y la pasividad occidental ante sus desmanes, han acabado una vez más con todo atisbo de cambio. Los demócratas iraníes han perdido porque el mundo democrático les ha abandonado frente a la tiranía. Con el tiempo se recuperarán, porque nada hay más poderoso que la idea de la libertad, pero está por ver que recuperen la confianza en nosotros, los que hemos preferido hablar con la barbarie a apostar por el cambio.
La segunda batalla se ha desarrollado en un segundo plano, pero no por ello ha sido menos importante y ha enfrentado a clérigos tradicionalistas con la nueva casta emergente cuya máxima expresión es el presidente Ahmadinejad. Aunque a nuestros ojos parezca paradójico, el duelo se libra entre los clérigos de Qom que se han beneficiado en lo personal de la revolución islámica de 1979, y los guardianes de la revolución, personajes volcados en la protección de la revolución misma y su exportación al otras zonas del mundo. Para éstos, con Ahmadinejad a la cabeza, los clérigos se han vuelto blandos y corruptos y su obligación es devolver el espíritu ascético y radical de Jomeini treinta años después de la primera revolución y veinte años tras su muerte. Y quienes han salido vencedores son precisamente estos, quienes reviven el fantasma de Jomeini.
Si alguien había albergado alguna esperanza de una nueva relación con el Irán de los ayatolas, más le valdría despertar a la cruda realidad. El Irán creado por Jomeini hace ahora treinta años, no es un régimen como cualquier otro. Algo que los occidentales tendemos a olvidar con frecuencia. Es un régimen teocrático, fundamentalista y revolucionario. Y, en ese sentido, es irreformable en sus estructuras e incorregible en su naturaleza. Ahora bien, la victoria ha tenido un precio.
Tres son las consecuencias inmediatas de la continuidad de Ahmadinejad, como bien sabemos, un radical iluminado que espera la venida del Mahdi, el duodécimo Imán y el triunfo del Islam a través del caos y la violencia y que cree sinceramente que él está llamado a acelerarlo. La primera, reconocer que el buenismo y la actitud de conciliación con el régimen de Teherán sólo conduce al fracaso. Obama estaba equivocado cuando pensaba que bastaría con tender su mano para que las cosas cambiasen en Teherán; como los europeos lo estaban al confiar en que el radical e iluminado Mahamud Ahmadinejad fuera vencido en las urnas por el aparentemente más moderado Mir Hosein Musavi; o como lo han estado muchos corazones al imaginar que las acusaciones de fraude electoral terminarían con un recuento contrario a Ahmadinejad o en la repetición de las elecciones presidenciales.
Y es que, empachados de buenismo, es fácil hacerse ilusiones sobre Irán. La realidad es bien distinta: la República Islámica de Irán no es un régimen como cualquier otro. Es un régimen teocrático, fundamentalista y revolucionario. Y, en ese sentido, es irreformable en sus estructuras e incorregible en su naturaleza. Jomeini lo creó hace ahora treinta años para hacer realidad la ley coránica sobre la Tierra y el espíritu de Jomeini lo sigue inspirando. Ahí están los guardianes de la revolución para asegurar que las reformas son imposibles. De hecho, Ahmadinejad representa el triunfo de una elite que prefiere la confrontación al acomodo.
El segundo problema tiene que ver con la ambición nuclear de Irán. En buena medida Ahmadinejad es popular entre los iraníes por su defensa del programa atómico y nada puede hacerle pensar que tiene ahora que abandonarlo. Ha amenazado reiteradamente a Israel y nada le ha sucedido; ha interferido cuanto ha querido en Irak, donde de hecho Irán estuvo en guerra abierta con las fuerzas americanas y británicas, y ni Washington ni Londres movieron un dedo en su contra; está presente en Afganistán complicando la seguridad de ese país y amenazando con su ayuda a las tropas de la coalición, pero tampoco se le ha castigado por ello. Y acaba de renovar su mandato sobre un baño de sangre y todo lo que oye es una débil protesta internacionañ y el gran deseo de los americanos de entablar conversaciones con él ¿Por qué cambiar ahora, además, cuando se observan por primera vez importantes divergencias entre la Casa Blanca y el gobierno en Jerusalén?
De hecho, en todos estos días en los que la atención mundial miraba con esperanza las manifestaciones a favor de un cambio real en Irán, Jamenei, Ahmadinejad y los suyos han continuado con el programa atómico como si nada, anunciando, incluso, el plazo de finalización de la central de Busher gracias a la ayuda rusa. Y por lo que sabemos a través de la Agencia de la energía atómica de Viena, las centrifugadoras no han cesado en el enriquecimiento de uranio. Si todo sigue como hasta ahora, a finales de año Irán tendrá suficiente uranio enriquecido para poder fabricar su primera bomba si así lo quiere. Y lo quiere.
La tercera consecuencia podría sernos de mayor utilidad si fuéramos capaces de extraer las lecciones apropiadas: por lo que se ha visto con esta crisis en la calles y por lo que no se ha visto de las bambalinas, es posible afirmar hoy que el régimen de lo ayatolas no tiene por qué eternizarse y puede muy bien caer como cayó hace ahora veinte años el muro de Berlín cuando nadie se lo esperaba. Pero para que Musavi pueda elevarse a la estatura de Gorbachov se necesita un Ronald Reagan entre nosotros. Y no lo hay. Mientras el presidente americano y sus socios de la UE primen el diálogo y la negociación sobre el cambio de régimen, ni habrá negociación seria, ni cambio de régimen. Pensar otra cosa es simplemente una vana ilusión.
Si a través de los foros internacionales y las promesas de una nueva relación se les da la legitimidad que claramente ya han perdido en casa, no sólo se estará cometiendo una abominación moral y un crimen político, sino que la comunidad occidental se estará poniendo ella misma la soga al cuello, pues si los líderes iraníes quieren la bomba es, sobre todo, para garantizar su revolución islámica, cosa que pasa inexorablemente por el apoyo y manejo a su antojo de grupos tales como Hizbolá en el Líbano o Hamas en Gaza; por la desestabilización generalizada del Golfo; y por la confrontación con Occidente.
Hasta anteayer podíamos haber elegido entre el cambio y el Apocalipsis. Con Ahmadinejad hemos escogido el Apocalipsis. Pero tenemos tiempo para cambiar y optar por acabar con él, su bomba y sus secuaces. Bastaría con quererlo de verdad
http://www.abc.es/20090702/opinion-tercera/iran-busca-apocalipsis-20090702.html
Manifiesto de las mujeres contra el aborto
jueves 2 de julio de 2009
MANIFIESTO DE LAS MUJERES CONTRA EL ABORTO
L AS abajo firmantes, integradas en la Plataforma de Mujeres contra el Aborto, levantamos la voz en nombre propio y en el de millones de mujeres silenciadas por la presión del “pensamiento único”, que prevalece actualmente en nuestra sociedad respecto de todo lo concerniente a nuestro sexo y que vincula obligatoriamente los conceptos “mujer”y “aborto”.
1. Estamos contentas de vivir y de que nuestros hijos vivan. Consideramos que la vida humana es un derecho y un bien que hay que preservar desde la concepción y que cualquier ser humano, independientemente de su edad, ha de gozar de la plena protección del Estado y las leyes.
2. Reivindicamos la maternidad como uno de nuestros derechos fundamentales.
3. El aborto es ética y legalmente inaceptable, no sólo porque aniquila a un ser humano indefenso, sino porque supone una violencia infligida a la dignidad de la mujer. Con este manifiesto renunciamos expresamente al pretendido “derecho de aborto” que otros y otras se empeñan en adjudicarnos.
4. Nos declaramos feministas porque defendemos, no sólo de palabra, sino con nuestro trabajo y nuestra vida, la igualdad de derechos y deberes entre hombres y mujeres.
5. Los hombres son nuestros compañeros y padres de nuestros hijos. No entendemos que se les reclame la manutención de la familia a la vez que se les niega cualquier derecho y responsabilidad respecto del nacimiento de esos hijos que son suyos y a quienes tienen el derecho y el deber de cuidar. Son corresponsables del embarazo y víctimas también del aborto, como las criaturas eliminadas y las mujeres.
6. Estamos convencidas de que todas las consideraciones anteriores son válidas al margen de las creencias (o no creencias) religiosas y de las ideas políticas, puesto que se refieren a la salvaguarda de los más elementales derechos humanos.
7. Exigimos a las Administraciones Públicas, cualquiera que sea su color político, que dediquen las partidas presupuestarias actualmente destinadas al aborto a promover redes de asistencia a embarazadas en situación desfavorable.
8. Es preciso velar para que el hecho de ser madre no aboque a la mujer, como ocurre en la actualidad, a ver mermadas sus posibilidades de ascenso laboral, de estudios, de trabajo, sus ingresos y su derecho a disfrutar del ocio y del tiempo libre en condiciones de plena igualdad con los varones.
9. Basta de silencio sobre las consecuencias del aborto: cuadros de ansiedad, insomnio, depresión y trastornos de la alimentación y la vida sexual, que se perpetúan en el tiempo. El aborto no es inocuo. Exigimos un Plan Nacional de ayuda para sus víctimas.
Exigimos a las Administraciones Públicas, cualquiera que sea su color político, que agilicen y potencien las políticas de adopción de los hijos cuyas madres no puedan o no quieran hacerse cargo de ellos. Asímismo, que pongan en marcha campañas de información sexual que eduquen en la responsabilidad e impidan que las mujeres carguen en soledad con las medidas anticonceptivas o de regulación de la natalidad.
http://www.vistazoalaprensa.com/contraportada.asp
MANIFIESTO DE LAS MUJERES CONTRA EL ABORTO
L AS abajo firmantes, integradas en la Plataforma de Mujeres contra el Aborto, levantamos la voz en nombre propio y en el de millones de mujeres silenciadas por la presión del “pensamiento único”, que prevalece actualmente en nuestra sociedad respecto de todo lo concerniente a nuestro sexo y que vincula obligatoriamente los conceptos “mujer”y “aborto”.
1. Estamos contentas de vivir y de que nuestros hijos vivan. Consideramos que la vida humana es un derecho y un bien que hay que preservar desde la concepción y que cualquier ser humano, independientemente de su edad, ha de gozar de la plena protección del Estado y las leyes.
2. Reivindicamos la maternidad como uno de nuestros derechos fundamentales.
3. El aborto es ética y legalmente inaceptable, no sólo porque aniquila a un ser humano indefenso, sino porque supone una violencia infligida a la dignidad de la mujer. Con este manifiesto renunciamos expresamente al pretendido “derecho de aborto” que otros y otras se empeñan en adjudicarnos.
4. Nos declaramos feministas porque defendemos, no sólo de palabra, sino con nuestro trabajo y nuestra vida, la igualdad de derechos y deberes entre hombres y mujeres.
5. Los hombres son nuestros compañeros y padres de nuestros hijos. No entendemos que se les reclame la manutención de la familia a la vez que se les niega cualquier derecho y responsabilidad respecto del nacimiento de esos hijos que son suyos y a quienes tienen el derecho y el deber de cuidar. Son corresponsables del embarazo y víctimas también del aborto, como las criaturas eliminadas y las mujeres.
6. Estamos convencidas de que todas las consideraciones anteriores son válidas al margen de las creencias (o no creencias) religiosas y de las ideas políticas, puesto que se refieren a la salvaguarda de los más elementales derechos humanos.
7. Exigimos a las Administraciones Públicas, cualquiera que sea su color político, que dediquen las partidas presupuestarias actualmente destinadas al aborto a promover redes de asistencia a embarazadas en situación desfavorable.
8. Es preciso velar para que el hecho de ser madre no aboque a la mujer, como ocurre en la actualidad, a ver mermadas sus posibilidades de ascenso laboral, de estudios, de trabajo, sus ingresos y su derecho a disfrutar del ocio y del tiempo libre en condiciones de plena igualdad con los varones.
9. Basta de silencio sobre las consecuencias del aborto: cuadros de ansiedad, insomnio, depresión y trastornos de la alimentación y la vida sexual, que se perpetúan en el tiempo. El aborto no es inocuo. Exigimos un Plan Nacional de ayuda para sus víctimas.
Exigimos a las Administraciones Públicas, cualquiera que sea su color político, que agilicen y potencien las políticas de adopción de los hijos cuyas madres no puedan o no quieran hacerse cargo de ellos. Asímismo, que pongan en marcha campañas de información sexual que eduquen en la responsabilidad e impidan que las mujeres carguen en soledad con las medidas anticonceptivas o de regulación de la natalidad.
http://www.vistazoalaprensa.com/contraportada.asp
Felix Arbolí, El negro que quiso ser blanco y el santo que no subira a los altares
jueves 2 de julio de 2009
El negro que quiso ser blanco y el santo que no subirá a los altares
Félix Arbolí
A UNQUE siento un profundo respeto por los que ya no están entre nosotros, hay veces que me siento crispado con la distinta reacción humana ante la desaparición de personas que por unas u otras causas han destacado sobre el común de los mortales. Me refiero no sólo a aquellos que brillaron en las candilejas de escenarios y teatros y alegraron nuestra vista y nuestro oído con su arte inigualable, sino en especial a los que calladamente, con humildad y perseverancia, hicieron algo enormemente difícil y noble por ayudar a los seres más marginados y necesitados.
A veces el azar hace coincidir la muerte de dos celebridades muy distintas y se hace más patente la diferencia de trato, agasajos y elogios dedicados a ambos. Acabamos de perder a dos personas distintas en años, formas de vida, actividades, influencias y huellas: Vicente Ferrer y Michael Jackson.. Uno y otro muy difícil de reemplazar en sus respectivas esferas. Los carroñeros de la noticia se han dedicado casi en exclusiva a éste último y apenas se han acordado del abnegado misionero del amor. Han aprovechado el triste acontecimiento de la muerte del artista para machacarnos días y noches, en todos los programas y circunstancias, con sus canciones, méritos artísticos y la maravillosa introducción en sus bailes del “monwalk”, que dicen asimiló del célebre mimo francés Marcel Marceau. Sabemos del benjamín de los célebres “Jackson five” de los años sesenta más que de nuestra propia familia. Aunque aquel simpático y prodigioso pequeño de color que acompañado de su padre y tres de sus hermanos, tanto nos hizo gozar y sonreír a los que vivimos esa época, se convirtiera con el tiempo en una especie de Frankestein por la cantidad de operaciones y experimentos que tuvo que soportar para dejar de ser negro, sin llegar a ser blanco, sino un extravagante híbrido de color indefinido. Sin contar sus rarezas, escándalos de pederastia, fundados o no y manías al tener que ir a todas partes protegido por una pléyade de guardaespaldas que lo llevaban encerrado en una especie de burbuja, con mascarilla, quitasoles y demás. Ni el presidente USA suele ir tan aislado como iba este excéntrico personaje para impedir que le pudiera rozar esa multitud que daba la casualidad era la que lo jaleaba, adoraba y compraba todos sus discos y hoy lo lloran inconsolables. Hasta la prensa más seria se ha hecho eco de la noticia con grandes caracteres y destacados espacios, cual si se tratara de un personaje clave para la Humanidad. Yo admiraba y admiro al artista, he oído algunos de sus discos y videos, sobre todo el de “thriller”, (el más vendido en la historia de la música), y he gozado viendo esa peculiar forma de bailar y moverse inimitables. Dicen que ha vendido más 750 millones de discos en su vida y que debido a su repentina muerte se han multiplicado las ventas hasta agotarse las existencias en numerosos países y tiendas especializadas. El excéntrico cantante ha ingresado en el mundo de los mitos. Sus deudas millonarias quedarán compensadas y sus herederos recibirán importantes y continuas cantidades en el futuro, al igual que le pasó a los de Elvis Presley. De todas formas su famoso rancho “Neverland” valorando en dos mil millones de dólares era más que suficiente para pagar sus trampas y llevarse una buena tajada. Hay personas que como nuestro Cid continúan ganando batallas después de muerto y Michael fue el Campeador de la moderna música, el auténtico “rey del Pop”.
Dicen que su muerte fue debida a ese absurdo y exagerado cóctel de medicamentos entre ansiolíticos, analgésicos y narcóticos, que consumía diariamente. Hablan de ocho diferentes. Yo llevo diez años consumiendo once medicinas y pastillas diarias y no me ha pasado nada, todo lo contrario. Claro que tampoco he querido cambiar de color, andar por esos mundos con mascarillas y aislado del mundanal ruido y amenazar con tirar a uno de mis hijos por la ventana.
En el otro extremo, tenemos la muerte de Vicente Ferrer, el santo laico, como le llaman algunos, aunque yo creo que los santos lo son sin calificativos que los distingan y sin que medien canonizaciones eclesiásticas por medio, sólo en razón a sus actos, heroísmo, virtud, abnegación, generosidad y amor, mucho amor. Para mí, y para otros muchos es el santo del amor. Porque toda su vida ha sido un constante ejemplo y mensaje de la fuerza y grandeza del amor al prójimo, en especial del que sufre, pasa calamidades, tiene hambre y se encuentra abandonado en una sociedad que los ignora y desprecia. Han sido más de cincuenta años los que se ha entregado valientemente al trabajo y la ayuda desinteresada a los demás. Fue como jesuita y terminó como misionero seglar, casado y con tres hijos. El amor conyugal en su caso fue un poderoso aliciente para continuar la santa y difícil tarea que le había llevado a la India, porque marido y mujer bebían del mismo cáliz en su entrega total al necesitado y a llevar una vida dedicada a los más pobres. Puro espíritu evangélico y dulce semejanza con el Maestro que le había inspirado. ¿Qué más le daba a Dios que estuviera célibe o casado o que fuera sacerdote o un relicario del amor más puro y generoso?. ¿Acaso preguntó a sus discípulos cuando los eligió por su vida social y familiar?. Vicente formó una familia tocada por la gracia de Dios que se entregó a tan noble causa sin descanso.
Estuvo nominado para el Premio Nóbel de la Paz, obtuvo el Príncipe de Asturias de la Concordia en 1998, Personaje Destacado de la Historia del siglo XX por la UNESCO, etc, etc, pero no ha obtenido reconocimiento oficial alguno, ni panegírico en su muerte por parte de la Iglesia a la que nunca renunció y por cuya intercesión inició su gigantesca obra de apostolado. El que dejara a la Compañía de Jesús, no significa que no haya seguido fielmente el camino y las directrices emanadas del mismo Jesús, que para mi tiene mucha mayor importancia. Ni una simple frase de condolencia o elogio por parte de Rouco Varela o cualquier otro representante de nuestra Iglesia en homenaje a este catalán universal con motivo de su llorada muerte. Su obra social y misionera bien lo merecían, pues no tiene nada que envidiar a una Teresa de Calcuta de su misma talla y hasta con idéntica y magnífica misión: Cuarenta mil viviendas construidas; tres hospitales generales; centros para enfermos de Sida; catorce clínicas rurales; 1696 escuelas y centros de enseñanza para 158 mil alumnos; centros especiales para sordos y otros para discapacitados psíquicos; miles de pozos de agua para regadíos y consumo; miles de embalses; tres millones de árboles frutales, etc, etc,. ¿Qué le falta a este “santo súbito” para que se le reconozca oficial y eclesiásticamente una santidad más que demostrada?. ¿Ha sido más positiva acaso la labor de Monseñor Escrivá de Romaní, que tan rápidamente alcanzó tan alta distinción?.
Para este súper hombre no hubo glosas, ni histerismos, ni páginas dedicadas. Murió con la misma sencillez que le gustaba vivir, sin ruidos, ni agasajos. Sólo pretendía hacer el bien a todos los que acudían a Anantapur y solicitaban su ayuda. A ninguno le falló y todos se fueron con su problema solucionado y una sonrisa amable, pues como todos los limpios de corazón no tenía rincones oscuros en su alma. Su bondad, serenidad y tranquilidad de conciencia quedaban reflejadas en su permanente expresión de hombre bueno y elegido de Dios, aunque dejara el hábito religioso. Algunos que lo llevan cargados de cruces y oropeles no le llegarían ni a la suela del zapato.
¿A qué se debe esta ostensible frialdad oficial de la Iglesia hacia uno de los mayores santos de nuestros días?. ¿Qué ha dicho el Vaticano a su muerte?. ¿Por qué el silencio de nuestro Cardenal tan locuaz y ocurrente en incontables ocasiones?. ¿Era normal que a las ceremonias fúnebres de un español universalmente reconocido y admirado fuera como única autoridad representativa el Presidente del Congreso y la Portavoz del partido Popular?. ¿Nadie por parte de la Iglesia española ni por la Compañía de Jesús?. ¿Es que acaso haber realizado esa ingente labor fuera de la órbita estrictamente religiosa es suficiente para minimizarla e ignorarla?. Con todos mis respetos, me parece fatal el detalle y como católico y español, me siento defraudado y avergonzado con ese intolerable proceder. No es la Iglesia, son algunos de los que dicen representarla y no saben estar a la altura de las circunstancias, eludiendo los mandatos del mismo Cristo, que era Dios y se hizo el más sencillo de los hombres exclusivamente por amor, como en el caso que comentamos. Me duele tener que hablar así, pero más me ha dolido tener que reconocer tan evidente error.
Ha tenido más repercusión la muerte de un cantante que la de un gran hombre y benefactor de la Humanidad. Y en este caso no hubo multitudes histéricas y gritos alocados, sino una muchedumbre respetuosa y dolida que deseaba rendir su último testimonio de gratitud al santo que les liberó de la miseria y en muchas ocasiones de la muerte trágica y ruinosa. Los desheredados de la fortuna, que fueron los auténticos privilegiados al estar tan cerca de este excepcional personaje. ¿Qué debió sentir aquel que pudo cruzar su mirada con la del santo del amor?. Creo que después de esa milagrosa oportunidad no me hubiera importado morir porque mi alma quedaba liberada de todas sus culpas.
No es grata ninguna muerte y aunque no ocasionen el mismo impacto e idéntica emoción y tragedia, hay escalas de valores para considerarlas y sentirlas. En este caso la diferencia ha sido abismal y en proporción contraria a la calidad de vida y méritos contraídos. Y no tengo nada más que comentar.
http://www.vistazoalaprensa.com/firmas_art.asp?id=5252
El negro que quiso ser blanco y el santo que no subirá a los altares
Félix Arbolí
A UNQUE siento un profundo respeto por los que ya no están entre nosotros, hay veces que me siento crispado con la distinta reacción humana ante la desaparición de personas que por unas u otras causas han destacado sobre el común de los mortales. Me refiero no sólo a aquellos que brillaron en las candilejas de escenarios y teatros y alegraron nuestra vista y nuestro oído con su arte inigualable, sino en especial a los que calladamente, con humildad y perseverancia, hicieron algo enormemente difícil y noble por ayudar a los seres más marginados y necesitados.
A veces el azar hace coincidir la muerte de dos celebridades muy distintas y se hace más patente la diferencia de trato, agasajos y elogios dedicados a ambos. Acabamos de perder a dos personas distintas en años, formas de vida, actividades, influencias y huellas: Vicente Ferrer y Michael Jackson.. Uno y otro muy difícil de reemplazar en sus respectivas esferas. Los carroñeros de la noticia se han dedicado casi en exclusiva a éste último y apenas se han acordado del abnegado misionero del amor. Han aprovechado el triste acontecimiento de la muerte del artista para machacarnos días y noches, en todos los programas y circunstancias, con sus canciones, méritos artísticos y la maravillosa introducción en sus bailes del “monwalk”, que dicen asimiló del célebre mimo francés Marcel Marceau. Sabemos del benjamín de los célebres “Jackson five” de los años sesenta más que de nuestra propia familia. Aunque aquel simpático y prodigioso pequeño de color que acompañado de su padre y tres de sus hermanos, tanto nos hizo gozar y sonreír a los que vivimos esa época, se convirtiera con el tiempo en una especie de Frankestein por la cantidad de operaciones y experimentos que tuvo que soportar para dejar de ser negro, sin llegar a ser blanco, sino un extravagante híbrido de color indefinido. Sin contar sus rarezas, escándalos de pederastia, fundados o no y manías al tener que ir a todas partes protegido por una pléyade de guardaespaldas que lo llevaban encerrado en una especie de burbuja, con mascarilla, quitasoles y demás. Ni el presidente USA suele ir tan aislado como iba este excéntrico personaje para impedir que le pudiera rozar esa multitud que daba la casualidad era la que lo jaleaba, adoraba y compraba todos sus discos y hoy lo lloran inconsolables. Hasta la prensa más seria se ha hecho eco de la noticia con grandes caracteres y destacados espacios, cual si se tratara de un personaje clave para la Humanidad. Yo admiraba y admiro al artista, he oído algunos de sus discos y videos, sobre todo el de “thriller”, (el más vendido en la historia de la música), y he gozado viendo esa peculiar forma de bailar y moverse inimitables. Dicen que ha vendido más 750 millones de discos en su vida y que debido a su repentina muerte se han multiplicado las ventas hasta agotarse las existencias en numerosos países y tiendas especializadas. El excéntrico cantante ha ingresado en el mundo de los mitos. Sus deudas millonarias quedarán compensadas y sus herederos recibirán importantes y continuas cantidades en el futuro, al igual que le pasó a los de Elvis Presley. De todas formas su famoso rancho “Neverland” valorando en dos mil millones de dólares era más que suficiente para pagar sus trampas y llevarse una buena tajada. Hay personas que como nuestro Cid continúan ganando batallas después de muerto y Michael fue el Campeador de la moderna música, el auténtico “rey del Pop”.
Dicen que su muerte fue debida a ese absurdo y exagerado cóctel de medicamentos entre ansiolíticos, analgésicos y narcóticos, que consumía diariamente. Hablan de ocho diferentes. Yo llevo diez años consumiendo once medicinas y pastillas diarias y no me ha pasado nada, todo lo contrario. Claro que tampoco he querido cambiar de color, andar por esos mundos con mascarillas y aislado del mundanal ruido y amenazar con tirar a uno de mis hijos por la ventana.
En el otro extremo, tenemos la muerte de Vicente Ferrer, el santo laico, como le llaman algunos, aunque yo creo que los santos lo son sin calificativos que los distingan y sin que medien canonizaciones eclesiásticas por medio, sólo en razón a sus actos, heroísmo, virtud, abnegación, generosidad y amor, mucho amor. Para mí, y para otros muchos es el santo del amor. Porque toda su vida ha sido un constante ejemplo y mensaje de la fuerza y grandeza del amor al prójimo, en especial del que sufre, pasa calamidades, tiene hambre y se encuentra abandonado en una sociedad que los ignora y desprecia. Han sido más de cincuenta años los que se ha entregado valientemente al trabajo y la ayuda desinteresada a los demás. Fue como jesuita y terminó como misionero seglar, casado y con tres hijos. El amor conyugal en su caso fue un poderoso aliciente para continuar la santa y difícil tarea que le había llevado a la India, porque marido y mujer bebían del mismo cáliz en su entrega total al necesitado y a llevar una vida dedicada a los más pobres. Puro espíritu evangélico y dulce semejanza con el Maestro que le había inspirado. ¿Qué más le daba a Dios que estuviera célibe o casado o que fuera sacerdote o un relicario del amor más puro y generoso?. ¿Acaso preguntó a sus discípulos cuando los eligió por su vida social y familiar?. Vicente formó una familia tocada por la gracia de Dios que se entregó a tan noble causa sin descanso.
Estuvo nominado para el Premio Nóbel de la Paz, obtuvo el Príncipe de Asturias de la Concordia en 1998, Personaje Destacado de la Historia del siglo XX por la UNESCO, etc, etc, pero no ha obtenido reconocimiento oficial alguno, ni panegírico en su muerte por parte de la Iglesia a la que nunca renunció y por cuya intercesión inició su gigantesca obra de apostolado. El que dejara a la Compañía de Jesús, no significa que no haya seguido fielmente el camino y las directrices emanadas del mismo Jesús, que para mi tiene mucha mayor importancia. Ni una simple frase de condolencia o elogio por parte de Rouco Varela o cualquier otro representante de nuestra Iglesia en homenaje a este catalán universal con motivo de su llorada muerte. Su obra social y misionera bien lo merecían, pues no tiene nada que envidiar a una Teresa de Calcuta de su misma talla y hasta con idéntica y magnífica misión: Cuarenta mil viviendas construidas; tres hospitales generales; centros para enfermos de Sida; catorce clínicas rurales; 1696 escuelas y centros de enseñanza para 158 mil alumnos; centros especiales para sordos y otros para discapacitados psíquicos; miles de pozos de agua para regadíos y consumo; miles de embalses; tres millones de árboles frutales, etc, etc,. ¿Qué le falta a este “santo súbito” para que se le reconozca oficial y eclesiásticamente una santidad más que demostrada?. ¿Ha sido más positiva acaso la labor de Monseñor Escrivá de Romaní, que tan rápidamente alcanzó tan alta distinción?.
Para este súper hombre no hubo glosas, ni histerismos, ni páginas dedicadas. Murió con la misma sencillez que le gustaba vivir, sin ruidos, ni agasajos. Sólo pretendía hacer el bien a todos los que acudían a Anantapur y solicitaban su ayuda. A ninguno le falló y todos se fueron con su problema solucionado y una sonrisa amable, pues como todos los limpios de corazón no tenía rincones oscuros en su alma. Su bondad, serenidad y tranquilidad de conciencia quedaban reflejadas en su permanente expresión de hombre bueno y elegido de Dios, aunque dejara el hábito religioso. Algunos que lo llevan cargados de cruces y oropeles no le llegarían ni a la suela del zapato.
¿A qué se debe esta ostensible frialdad oficial de la Iglesia hacia uno de los mayores santos de nuestros días?. ¿Qué ha dicho el Vaticano a su muerte?. ¿Por qué el silencio de nuestro Cardenal tan locuaz y ocurrente en incontables ocasiones?. ¿Era normal que a las ceremonias fúnebres de un español universalmente reconocido y admirado fuera como única autoridad representativa el Presidente del Congreso y la Portavoz del partido Popular?. ¿Nadie por parte de la Iglesia española ni por la Compañía de Jesús?. ¿Es que acaso haber realizado esa ingente labor fuera de la órbita estrictamente religiosa es suficiente para minimizarla e ignorarla?. Con todos mis respetos, me parece fatal el detalle y como católico y español, me siento defraudado y avergonzado con ese intolerable proceder. No es la Iglesia, son algunos de los que dicen representarla y no saben estar a la altura de las circunstancias, eludiendo los mandatos del mismo Cristo, que era Dios y se hizo el más sencillo de los hombres exclusivamente por amor, como en el caso que comentamos. Me duele tener que hablar así, pero más me ha dolido tener que reconocer tan evidente error.
Ha tenido más repercusión la muerte de un cantante que la de un gran hombre y benefactor de la Humanidad. Y en este caso no hubo multitudes histéricas y gritos alocados, sino una muchedumbre respetuosa y dolida que deseaba rendir su último testimonio de gratitud al santo que les liberó de la miseria y en muchas ocasiones de la muerte trágica y ruinosa. Los desheredados de la fortuna, que fueron los auténticos privilegiados al estar tan cerca de este excepcional personaje. ¿Qué debió sentir aquel que pudo cruzar su mirada con la del santo del amor?. Creo que después de esa milagrosa oportunidad no me hubiera importado morir porque mi alma quedaba liberada de todas sus culpas.
No es grata ninguna muerte y aunque no ocasionen el mismo impacto e idéntica emoción y tragedia, hay escalas de valores para considerarlas y sentirlas. En este caso la diferencia ha sido abismal y en proporción contraria a la calidad de vida y méritos contraídos. Y no tengo nada más que comentar.
http://www.vistazoalaprensa.com/firmas_art.asp?id=5252
Villacañas, Apuntaciones sobre el franquismo y una despreciable derecha
jueves 2 de julio de 2009
Apuntaciones sobre el franquismo y una despreciable derecha
Antonio Castro Villacañas
L AS tropas nacionales que mandaba el general Franco semicercaron Madrid desde los primeros días de noviembre de 1936 hasta el 28 de marzo de 1939, día en que sin resistencia enemiga, y sí gran aceptación popular, entraron en la capital de España, liberándola de este modo del dominio que sobre ella ejercieron durante treinta y dos meses consecutivos personas que de una u otra forma representaban las ideologías provocantes del 18 de julio de 1936 y de cuanto a partir de esa fecha sucedió en España. Cuatro días más tarde de esa entrada triunfal, el 1 de abril de 1939, el generalísimo Franco firmó el último parte oficial de guerra redactado y difundido desde su Cuartel General. La guerra había terminado porque las fuerzas nacionales habían alcanzado sus últimos objetivos militares. Era evidente que los objetivos civiles y políticos del Movimiento surgido en la zona nacional tras el relativo fracaso en toda España del Alzamiento organizado por el general Mola, esbozados e iniciados en el Decreto de Unificación firmado por Franco el 19 de abril de 1937 en su calidad de Jefe del Estado Español, debían concretarse y realizarse a partir del Día de la Victoria bélica.
Este no es el lugar más apropiado para analizar la Guerra 1936-1939, y sus inmediatas consecuencias, desde puntos de vista predominantemente sociales y políticos, pero sí me parece apto para difundir desde él ciertas cosas que por simple desconocimiento o por determinado interés no se tienen en cuenta a la hora de enjuiciar ese acontecimiento bélico y las personas que en él intervinieron. Pongo dos ejemplos. Uno es el de que de modo general se suele calificar como "franquista" tanto el Alzamiento del 18 de Julio como los movimientos que con anterioridad lo promovieron e inmediatamente después lo secundaron, cuando la verdad histórica es que el general Franco solo tuvo en ellos un papel secundario hasta que por exigencias históricas ajenas a su voluntad -la imposibilidad de ganar con un mando plural la guerra civil provocada por el parcial fracaso de un Alzamiento previsto en principio como simplemente militar- sus compañeros de armas lo eligieron el 30 de septiembre de 1936 Generalísimo de los Ejércitos y Jefe del Gobierno del Estado existente en la pequeña parte de España donde hasta entonces había triunfado el Alzamiento. También se tacha de "franquistas" las reprobables actividades de represión efectuadas en la España Nacional a partir del 18 de julio, cuando lo cierto es que al general Franco tan solo puede atribuírsele alguna responsabilidad, no toda, en las efectuadas durante los setenta días siguientes a esa fecha en las Islas Canarias, en Ceuta y Melilla y zona española del protectorado de Marruecos, y en los pueblos y lugares de Andalucía y Extremadura ocupados por la Legión, los Regulares y demás fuerzas a su mando desde que a partir del 4 de agosto de 1936 llegaron a la Península. Todo lo demás. Es decir: cuanto sucedió del 18 de julio al 1 de octubre de 1936 en Galicia, Asturias, León, Castilla la Vieja, Vascongadas, Navarra, Aragón, Baleares, Extremadura y Andalucía, -zonas donde se encuentra hasta ahora la práctica totalidad de las pocas "fosas históricas" recuperadas y abiertas- aconteció bajo la autoridad de muy concretos mandos militares (los que la asumieron al rebelarse contra la República de 1936) que en aquellos momentos no dependían en nada de Franco. El fusilamiento de García Lorca, pongo como segundo ejemplo, de ninguna manera puede considerarse obra o responsabilidad "franquista".
Es evidente que el 18 de julio de 1936 había en España muy pocos, dos o tres centenares, de "franquistas"; es decir, de hombres y mujeres capaces de considerar que la persona y las ideas de Franco merecían ser estimadas como indispensables para una recta gobernación de España. De hecho, los organizadores del Alzamiento apenas las tuvieron en cuenta, pues incluso en el aspecto militar, donde Franco tenía un considerable prestigio debido a sus campañas de Marruecos y a su dirección de la Academia General Militar de Zaragoza, tanto sus ideas como su persona estaban subordinadas -igual que la de sus compañeros de armas- a las del general Sanjurjo, jefe de todos los sublevados. En el ámbito sociopolítico la práctica totalidad de los españoles desconocía cuál era la posición que Franco mantenía dentro de la República instaurada en 1931 y renovada en 1936. Sólo algunos miles sabían que Franco seguía siendo monárquico, pero poco partidario de que se reivindicara y menos aún se organizara y pretendiera el regreso de Alfonso XIII. Sus relaciones y amistades con determinados sectores del Partido Radical (republicano, de Alejandro Lerroux), de la CEDA y/o de Renovación Española, no fueron nunca ni tan sostenidas ni tan profundas como para calificarle políticamente de un modo concreto y determinado. Era evidentemente, para cuantos le conocían, un hombre "de orden o de derechas, y pare usted de contar"...
Si el 18 de Julio de 1936 apenas había cien "franquistas" en toda España, el 2 de abril de 1939 podemos calcular que existían diez-doce millones de ellos, algo más de la mitad de todos los españoles residentes o no en la Península e Islas adyacentes... El número de "antifranquistas" había seguido un proceso análogo, pero con un menor nivel de crecimiento: parece lógico pensar -es imposible dar cifras exactas- en partir de cero y llegar a los ocho-diez millones. Nadie puede dudar de que tan impresionantes incrementos están asociados a dos fundamentales ideas/realidades: 1) la de que Franco era un invencible caudillo militar; y 2) la de que Franco era el Jefe de un Estado prometedor/garante de un nuevo orden sociopolítico cristiano y justo. La primera de esas ideas había surgido de un hecho evidente: el Alzamiento de Franco -a diferencia de lo sucedido con los de la mayor parte de sus compañeros de conspiración- había triunfado de modo claro y notorio, sin apenas lucha, en la totalidad de las regiones militares -Canarias y Marruecos- que se le habían encomendado, y las tropas directamente mandadas por él habían ido venciendo desde el primer día en todos los enfrentamientos habidos con fuerzas "republicanas", por lo que a partir del 6 de agosto de 1936 consolidó la Andalucía dominada por Queipo, ocupó la Extremadura necesaria para unir las dos Españas "nacionales" separadas por el fracaso del alzamiento de Badajoz, liberó el Alcázar de Toledo, y así sucesivamente hasta el final de la guerra. La segunda idea era lógica consecuencia de que Franco, tras haber sido elegido Generalísimo y Jefe del Estado por sus compañeros de armas, se fue dando cuenta a lo largo del semestre 1 de octubre de 1936-31 de marzo de 1937 que la guerra provocada por los fallos y derrotas del 18 de Julio no podía ganarse si solo se utilizaban armas militares. De ahí que decidiera forzar la creación de un Movimiento político inspirador, raíz y guía de un Estado superador de los conocidos modelos monárquicos y republicanos.
Aparte de los elogios, las censuras y los reproches que merezca por su inspiración y funcionamiento, no es posible dudar de que el Movimiento franquista fue uno de los elementos humanos más y mejor contribuyentes al logro de la victoria bélica y a la permanencia de Franco y sus personales perspectivas políticas al frente del Estado construído sobre ella. Si el Alzamiento del 18 de Julio, a juzgar por las proclamas explicativas de su puesta en marcha, solo tenía intenciones conservadoras y restauradoras de un orden político-social decimonónico, muy poco diferentes de las que motivaron al fracasado golpe del general Sanjurjo en agosto de 1932, y por ello no fue secundado en principio nada más que por "gentes de derecha", el Movimiento franquista obtuvo desde el principio (por muy diversos motivos que no podemos exponer ahora, pero entre los cuales cuenta como fundamental el haberse apoderado de cuanto de prometedor y valioso tenía la Falange) una muy considerable aceptación popular, desigualmente puesta en práctica a lo largo del tiempo de su duración, como es lógico pensar si tenemos en cuenta que constituye uno de los elementos básicos -pero no el único, ni el más fuerte- de la historia política de la España del siglo XX.
El franquismo, pues, y a esta consideración queríamos llegar desde que empezamos a escribir estas apuntaciones, fue hasta la muerte de Franco un sentimiento y un movimiento político de muy desigual importancia, carente de homogeneidad, tan fuerte e integrador en apariencia como en realidad débil y consentidor de tendencias e interpretaciones. Está por hacer su auténtica historia, que es diferente, explicativa, justificadora y un magno y constante reproche de la historia del régimen franquista. Aquí y ahora solo quiero apuntar que uno de sus elementos fundamentales, desde su inicio hasta el momento actual, ha sido y es su estrecha y profunda relación con la derecha española. Tan estrecha y profunda que bien merece nos ocupemos de ella en próximas apuntaciones.
http://www.vistazoalaprensa.com/firmas_art.asp?id=5254
Apuntaciones sobre el franquismo y una despreciable derecha
Antonio Castro Villacañas
L AS tropas nacionales que mandaba el general Franco semicercaron Madrid desde los primeros días de noviembre de 1936 hasta el 28 de marzo de 1939, día en que sin resistencia enemiga, y sí gran aceptación popular, entraron en la capital de España, liberándola de este modo del dominio que sobre ella ejercieron durante treinta y dos meses consecutivos personas que de una u otra forma representaban las ideologías provocantes del 18 de julio de 1936 y de cuanto a partir de esa fecha sucedió en España. Cuatro días más tarde de esa entrada triunfal, el 1 de abril de 1939, el generalísimo Franco firmó el último parte oficial de guerra redactado y difundido desde su Cuartel General. La guerra había terminado porque las fuerzas nacionales habían alcanzado sus últimos objetivos militares. Era evidente que los objetivos civiles y políticos del Movimiento surgido en la zona nacional tras el relativo fracaso en toda España del Alzamiento organizado por el general Mola, esbozados e iniciados en el Decreto de Unificación firmado por Franco el 19 de abril de 1937 en su calidad de Jefe del Estado Español, debían concretarse y realizarse a partir del Día de la Victoria bélica.
Este no es el lugar más apropiado para analizar la Guerra 1936-1939, y sus inmediatas consecuencias, desde puntos de vista predominantemente sociales y políticos, pero sí me parece apto para difundir desde él ciertas cosas que por simple desconocimiento o por determinado interés no se tienen en cuenta a la hora de enjuiciar ese acontecimiento bélico y las personas que en él intervinieron. Pongo dos ejemplos. Uno es el de que de modo general se suele calificar como "franquista" tanto el Alzamiento del 18 de Julio como los movimientos que con anterioridad lo promovieron e inmediatamente después lo secundaron, cuando la verdad histórica es que el general Franco solo tuvo en ellos un papel secundario hasta que por exigencias históricas ajenas a su voluntad -la imposibilidad de ganar con un mando plural la guerra civil provocada por el parcial fracaso de un Alzamiento previsto en principio como simplemente militar- sus compañeros de armas lo eligieron el 30 de septiembre de 1936 Generalísimo de los Ejércitos y Jefe del Gobierno del Estado existente en la pequeña parte de España donde hasta entonces había triunfado el Alzamiento. También se tacha de "franquistas" las reprobables actividades de represión efectuadas en la España Nacional a partir del 18 de julio, cuando lo cierto es que al general Franco tan solo puede atribuírsele alguna responsabilidad, no toda, en las efectuadas durante los setenta días siguientes a esa fecha en las Islas Canarias, en Ceuta y Melilla y zona española del protectorado de Marruecos, y en los pueblos y lugares de Andalucía y Extremadura ocupados por la Legión, los Regulares y demás fuerzas a su mando desde que a partir del 4 de agosto de 1936 llegaron a la Península. Todo lo demás. Es decir: cuanto sucedió del 18 de julio al 1 de octubre de 1936 en Galicia, Asturias, León, Castilla la Vieja, Vascongadas, Navarra, Aragón, Baleares, Extremadura y Andalucía, -zonas donde se encuentra hasta ahora la práctica totalidad de las pocas "fosas históricas" recuperadas y abiertas- aconteció bajo la autoridad de muy concretos mandos militares (los que la asumieron al rebelarse contra la República de 1936) que en aquellos momentos no dependían en nada de Franco. El fusilamiento de García Lorca, pongo como segundo ejemplo, de ninguna manera puede considerarse obra o responsabilidad "franquista".
Es evidente que el 18 de julio de 1936 había en España muy pocos, dos o tres centenares, de "franquistas"; es decir, de hombres y mujeres capaces de considerar que la persona y las ideas de Franco merecían ser estimadas como indispensables para una recta gobernación de España. De hecho, los organizadores del Alzamiento apenas las tuvieron en cuenta, pues incluso en el aspecto militar, donde Franco tenía un considerable prestigio debido a sus campañas de Marruecos y a su dirección de la Academia General Militar de Zaragoza, tanto sus ideas como su persona estaban subordinadas -igual que la de sus compañeros de armas- a las del general Sanjurjo, jefe de todos los sublevados. En el ámbito sociopolítico la práctica totalidad de los españoles desconocía cuál era la posición que Franco mantenía dentro de la República instaurada en 1931 y renovada en 1936. Sólo algunos miles sabían que Franco seguía siendo monárquico, pero poco partidario de que se reivindicara y menos aún se organizara y pretendiera el regreso de Alfonso XIII. Sus relaciones y amistades con determinados sectores del Partido Radical (republicano, de Alejandro Lerroux), de la CEDA y/o de Renovación Española, no fueron nunca ni tan sostenidas ni tan profundas como para calificarle políticamente de un modo concreto y determinado. Era evidentemente, para cuantos le conocían, un hombre "de orden o de derechas, y pare usted de contar"...
Si el 18 de Julio de 1936 apenas había cien "franquistas" en toda España, el 2 de abril de 1939 podemos calcular que existían diez-doce millones de ellos, algo más de la mitad de todos los españoles residentes o no en la Península e Islas adyacentes... El número de "antifranquistas" había seguido un proceso análogo, pero con un menor nivel de crecimiento: parece lógico pensar -es imposible dar cifras exactas- en partir de cero y llegar a los ocho-diez millones. Nadie puede dudar de que tan impresionantes incrementos están asociados a dos fundamentales ideas/realidades: 1) la de que Franco era un invencible caudillo militar; y 2) la de que Franco era el Jefe de un Estado prometedor/garante de un nuevo orden sociopolítico cristiano y justo. La primera de esas ideas había surgido de un hecho evidente: el Alzamiento de Franco -a diferencia de lo sucedido con los de la mayor parte de sus compañeros de conspiración- había triunfado de modo claro y notorio, sin apenas lucha, en la totalidad de las regiones militares -Canarias y Marruecos- que se le habían encomendado, y las tropas directamente mandadas por él habían ido venciendo desde el primer día en todos los enfrentamientos habidos con fuerzas "republicanas", por lo que a partir del 6 de agosto de 1936 consolidó la Andalucía dominada por Queipo, ocupó la Extremadura necesaria para unir las dos Españas "nacionales" separadas por el fracaso del alzamiento de Badajoz, liberó el Alcázar de Toledo, y así sucesivamente hasta el final de la guerra. La segunda idea era lógica consecuencia de que Franco, tras haber sido elegido Generalísimo y Jefe del Estado por sus compañeros de armas, se fue dando cuenta a lo largo del semestre 1 de octubre de 1936-31 de marzo de 1937 que la guerra provocada por los fallos y derrotas del 18 de Julio no podía ganarse si solo se utilizaban armas militares. De ahí que decidiera forzar la creación de un Movimiento político inspirador, raíz y guía de un Estado superador de los conocidos modelos monárquicos y republicanos.
Aparte de los elogios, las censuras y los reproches que merezca por su inspiración y funcionamiento, no es posible dudar de que el Movimiento franquista fue uno de los elementos humanos más y mejor contribuyentes al logro de la victoria bélica y a la permanencia de Franco y sus personales perspectivas políticas al frente del Estado construído sobre ella. Si el Alzamiento del 18 de Julio, a juzgar por las proclamas explicativas de su puesta en marcha, solo tenía intenciones conservadoras y restauradoras de un orden político-social decimonónico, muy poco diferentes de las que motivaron al fracasado golpe del general Sanjurjo en agosto de 1932, y por ello no fue secundado en principio nada más que por "gentes de derecha", el Movimiento franquista obtuvo desde el principio (por muy diversos motivos que no podemos exponer ahora, pero entre los cuales cuenta como fundamental el haberse apoderado de cuanto de prometedor y valioso tenía la Falange) una muy considerable aceptación popular, desigualmente puesta en práctica a lo largo del tiempo de su duración, como es lógico pensar si tenemos en cuenta que constituye uno de los elementos básicos -pero no el único, ni el más fuerte- de la historia política de la España del siglo XX.
El franquismo, pues, y a esta consideración queríamos llegar desde que empezamos a escribir estas apuntaciones, fue hasta la muerte de Franco un sentimiento y un movimiento político de muy desigual importancia, carente de homogeneidad, tan fuerte e integrador en apariencia como en realidad débil y consentidor de tendencias e interpretaciones. Está por hacer su auténtica historia, que es diferente, explicativa, justificadora y un magno y constante reproche de la historia del régimen franquista. Aquí y ahora solo quiero apuntar que uno de sus elementos fundamentales, desde su inicio hasta el momento actual, ha sido y es su estrecha y profunda relación con la derecha española. Tan estrecha y profunda que bien merece nos ocupemos de ella en próximas apuntaciones.
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