miércoles, diciembre 07, 2011

Eduardo Goligorsky, Coqueteando con el enemigo

miercoles 7 de diciembre de 2011 GALEANO COMO PARADIGMA DE INTELECTUAL TÓXICO Coquetearon con el enemigo (los dos articulos a los que se refiere Eduardo Goligorsky, estan a continuacion del este articulo) Por Eduardo Goligorsky
Entre los candidatos al premio Cervantes de este año, que concede el Ministerio de Cultura, se encontraban el uruguayo Eduardo Galeano y el nicaragüense Ernesto Cardenal, dos notorios enemigos de la sociedad abierta y democrática. Afortunadamente, el galardonado fue el poeta chileno Nicanor Parra, pero la sola noticia de que se coqueteó con esos apologistas de la dictadura castrista y de sus ramificaciones terroristas y guerrilleras desenmascara, una vez más, el talante fóbico y frívolo de nuestra agonizante nomenklatura, talante que ya exhibió al conceder ese mismo premio al meritorio poeta y jactancioso montonero Juan Gelman. Dejaré para otra oportunidad al alucinado Cardenal y me ocuparé de Galeano, cuyo ensayo Las venas abiertas de América Latina (Siglo XXI, 1973) fue el libro de cabecera de miles de jóvenes que empuñaron las armas y murieron con la convicción de estar luchando por un mundo mejor, libre de injusticias, cuando en realidad eran los títeres de un tenebroso proyecto totalitario. Galeano sobrevivió a sus discípulos y sigue empeñado en aumentar, con nuevas cruzadas antisistema, el recuento de cadáveres. Cornudo y apaleado Si el Ministerio de Cultura lo hubiera premiado, sus responsables habrían hecho el proverbial papel del cornudo apaleado, porque el punto de partida de la diatriba de Galeano se encuentra en la conquista de América por los españoles. Después de recordar que Moctezuma creía que el dios Quetzalcoatl volvería para vengar a otros pueblos masacrados (detalle éste, el de las masacres entre aborígenes, sobre el que no se explaya), pontifica: Los conquistadores practicaban, también, con refinamiento y sabiduría, la técnica de la traición y la intriga. Supieron aliarse contra los tlaxcaltecas contra Moctezuma y explotar con provecho la división del imperio incaico entre Huáscar y Atahualpa, los hermanos enemigos. Supieron ganar cómplices entre las castas dominantes intermedias, sacerdotes, funcionarios, militares, una vez abatidas, por el crimen, las jefaturas indígenas más altas. Pero además usaron otras armas o, si se prefiere, otros factores trabajaron objetivamente por la victoria de los invasores. Los caballos y las bacterias, por ejemplo. ¿Y todo esto para qué? Galeano cita un texto náhuatl: Como si fueran monos [los españoles] levantaban el oro, como que se sentaban en ademán de gusto, como que se les renovaba y se les iluminaba el corazón. Como que cierto es que eso anhelan con gran sed. Se les ensancha el cuerpo por eso, tienen hambre furiosa de eso. Como unos puercos hambrientos ansían el oro. En aquellos tiempos –que, todo hay que decirlo, los nacionalistas identitarios idealizan–, los españoles no trataban mejor a los flamencos, los católicos a los hugonotes, o los almogávares de Roger de Flor a los griegos. Eran las costumbres y los valores de aquella época. Pero Galeano no utiliza los argumentos maniqueístas sólo contra los españoles. ¡Qué va! Los otros europeos y, sobre todo, los abominados "yanquis" no reciben mejor trato. Hasta ayer mismo. Los indios colaboraron Hugh Thomas, autor de La guerra civil española, escribió también Quién es quién de los conquistadores (Salvat, 2001), donde aborda el tema con su habitual distanciamiento británico. En conversación con Víctor-M. Amela (La Vanguardia, 27/5/2001), afirmó que Hernán Cortés, familiarizado con la cultura indígena por su relación con la india mexica Malintzin –o Malinche, o Marina–, pretendió llevar a cabo una conquista pacífica y convertir a Moctezuma en un rey títere, vasallo de Carlos V. Pero durante una ausencia suya, su lugarteniente Pedro de Alvarado perpetró una matanza que degeneró en una guerra total. Thomas se explaya sobre la rápida victoria de Cortés, en respuesta a las preguntas de Amela: La viruela colaboró, y, sobre todo, los indios de Tlaxcala colaboraron. Hubo muchos pueblos que, hartos del yugo de los mexicas, se unieron a los españoles (...) Por eso se ha dicho que "la conquista de México fue hecha por sus indígenas... y su independencia por los españoles". El conquistador Montaño declaró que "si no fuera por el socorro de los indios tlaxcaltecas todos los españoles murieran" (...) Hubo represión contra los mexicas, pero no eliminación: colaboraron luego en construir la ciudad de México, y hubo muchos matrimonios mixtos. Sobre todo, entre españoles y mujeres tlaxcaltecas. Cuando Amela comenta que no le extraña que Cortés tenga mala fama entre los mexicanos, Thomas responde: Pero eso tiene su paradoja: los criollos, que son los descendientes de aquellos españoles, han mantenido el control de México explotando el mito anti-Cortés, ¡y diciendo que ellos son descendientes de los indígenas, ja, ja! Creo que fue Fernando Savater quien, cuando el pintor comunista ecuatoriano Oswaldo Guayasamín le reprochó que los españoles hubieran cometido un "genocidio" en América, contestó: "Mis antepasados se quedaron en España. Los que conquistaron América fueron los de tus compatriotas". Segura residencia en España En el capítulo final del libro de Galeano aparece la convocatoria que movilizó a sus compatriotas tupamaros y a otros protagonistas de la subversión continental, que el convocante aplaudió desde su segura residencia en España: La causa nacional latinoamericana es, ante todo, una causa social. Para que América Latina pueda nacer de nuevo, habrá que empezar por derribar a sus dueños, país por país. Se abren tiempos de rebelión y de cambio. Dato significativo: el mismo libro se abre con una embestida contra los planes de los países desarrollados para divulgar, entre las familias pobres de los subdesarrollados, los métodos de control de la natalidad que son de uso corriente en la clase social a la que pertenecen los Galeano y muchos otros intelectuales progres habituados a experimentar en cuerpo ajeno. Para ellos, la explosión demográfica, con sus secuelas de miseria y hambre, es el medio apropiado para engrosar la guerrilla con nuevos contingentes de milicianos. Los tortuosos mecanismos mentales de Galeano quedan al descubierto cuando escribe: Los dispositivos intrauterinos compiten con las bombas y la metralla, en el sudeste asiático, en el esfuerzo por detener el crecimiento de la población de Vietnam. En América Latina resulta más higiénico y eficaz matar a los guerrilleros en los úteros que en las sierras o en las calles. Certidumbres de hierro Galeano estaba obviamente obsesionado por la exhortación que formuló el Che Guevara en el que sería su testamento político, el "Mensaje a los pueblos del mundo a través de la Tricontinental": "¡Crear dos, tres muchos Vietnam más! ¡Esa es la consigna!". Para exhibir, a continuación, las heces de su pensamiento sádico y necrófilo: El odio como factor de lucha; el odio intransigente al enemigo, que impulsa más allá de los límites naturales del ser humano y lo convierte en una eficaz, violenta, selectiva y fría máquina de matar (...) En cualquier lugar que nos sorprenda la muerte, bienvenida sea, siempre que ese nuestro grito de guerra haya llegado hasta un oído receptivo, y otra mano se tienda para empuñar nuestras armas y otros hombres se apresten a entonar los cantos luctuosos con tableteo de ametralladoras y nuevos gritos de guerra y de victoria. (Pierre Kalfon, Che, Ernesto Guevara, una leyenda de nuestro siglo, Plaza & Janés, 1998). Eduardo Galeano publicó en El País (8/10/1987) un extenso artículo hagiográfico sobre su admirado psicópata, en el que cita la opinión de la madre de éste, Celia de la Serna: Celia, que tanto se le parecía, le tomaba el pelo por intolerante y fanático. Ella me dijo que él actuaba movido por una tremenda necesidad de totalidad y pureza. Así se convirtió en el más puritano de los dirigentes revolucionarios occidentales. En Cuba era el jacobino de la revolución. "Cuidado, que viene el Che", advertían los cubanos, bromeando pero en serio. Todo o nada: agotadoras batallas ha de haber librado este refinado intelectual contra su propia conciencia tentada por la duda: con rigor de monje o de guerrero iba conquistando certidumbres de hierro. La adulación servil La veneración por la figura del Che es acompañada por la adulación servil del totalitarismo castrista. Yo estuve en Cuba como periodista y escritor, fui jurado del Premio Casa de las Américas. Tuve la suerte de ver la revolución en diferentes etapas. El largo viaje de la euforia a la responsabilidad. No comparto en absoluto la actitud de quienes se sienten ahora estafados por la revolución, la cual ha dejado de ser una aventura romántica para convertirse en una cotidiana aventura de desafío a la realidad (...) Para mí, la revolución cubana sigue siendo lo que era: un proceso de cambio, de transformación permanente. La revolución es siempre diferente a sí misma. En el curso de muy pocos años pienso que ha mostrado que la lucha contra la humillación y la pobreza es posible, y que aun en las condiciones más adversas es posible también el milagro de echarse a andar con las propias piernas. (El País, entrevista, 20/2/1983). *** Y por lamentables que hayan sido los fusilamientos en Cuba, al fin y al cabo, ¿deja por ello de ser admirable la porfiada valentía de esta isla minúscula, condenada a la soledad, en un mundo donde el servilismo es alta virtud o prueba de talento? ¿Un mundo donde quien no se vende se alquila? ("A pesar de los pesares", El País, 31/3/1992). Radicales de salón Felizmente insertado en su mundo de privilegiados revolucionarios, que disfrutan de cátedras y de imperios multimedia desde donde pueden divulgar sus soflamas, con la recompensa extra de algún premio de postín, Eduardo Galeano es un típico representante de la fauna de fóbicos y frívolos que siembran el mundo de cadáveres al grito de: "¡Armémonos y vayan a luchar!". Octavio Paz dejó un retrato implacablemente veraz de estos personajes nefastos cuando, después de recordar que Friedrich Engels había repudiado el proyecto de Luis Blanqui, que consistía en la dictadura de una minoría revolucionaria encaramada en el poder tras un golpe de Estado, se refirió, en El ogro filantrópico (Seix Barral, 1979), al ascenso publicitario, entre 1960 y 1970, de una suerte de blanquismo para gente acomodada y con remordimientos por su desahogo económico. Esta gente, víctima no de la crisis económica del capitalismo sino del nihilismo de la abundancia, encontró paradójicamente sus arquetipos en personalidades y movimientos tan disímiles como Che Guevara, los Panteras Negras y Danny el Rojo. Entre estas buenas almas afligidas por sentimientos de culpa imaginarios y reales había, como es natural, muchos intelectuales. La mayoría no encontró mejor manera de librarse de sus obsesiones que proyectar sus sueños en las actividades de los jóvenes estudiantes rebeldes. Pero no se contentaron con aprobar la legítima rebelión juvenil sino que se convirtieron en los apologistas y en los teóricos de la alianza contra natura entre las prácticas fascistas de los extremistas y la ideología del socialismo. Todavía hace unos pocos años el autor de estas líneas provocó la irritación de varios notables de la izquierda mexicana porque, durante una comida, se atrevió a criticar a los tupamaros. Al cabo de unos meses, como todos sabemos, pese a la virtuosa indignación de los doctores del extremismo académico, las actividades de aquellos "jóvenes héroes" –como llamó uno de los comensales a los tupamaros– abrieron la puerta a los militares uruguayos. También fueron coreadas con entusiasmo por nuestros radicales de salón las bravatas del MIR chileno, que prometió a corto plazo el asalto al poder y que, a la hora de la verdad, fue incapaz de ofrecer una resistencia seria a Pinochet y sus jenízaros. Hoy, son los imitadores de aquellos "doctores del extremismo académico" y de aquellos "radicales de salón" quienes coquetean con el enemigo, amenazando con manchar, por elevación, la memoria de Cervantes, al convertir a dos iconos de ese enemigo en candidatos a recibir un premio con su nombre. http://revista.libertaddigital.com/coquetearon-con-el-enemigo-1276239652.html TRIBUNA: EDUARDO GALEANO Ernesto 'Che' Guevara EDUARDO GALEANO, El alucinante viaje del yo al nosotros EDUARDO GALEANO 08/10/1987 Vota Resultado 3 votos . ."Traidor", le dije. "Usted es un traidor". Le mostré el recorte de un diario cubano: él aparecía vestido de pitcher, jugando béisbol.Recuerdo que se rió, nos reímos; si me contestó algo, no sé. La conversación saltaba, como una pelotita de pimpón, de un tema al otro, de un país al otro, de uno a otro recuerdo, añoranza, de su lejana comarca y experiencias de su vida muy vivida. Ernesto 'Che' Guevara La noticia en otros webs webs en español en otros idiomas -¿Qué pasa con mi mano? -Está maldita. -¿Maldita? -Saludó a Frondizi y Frondizi cayó. Saludó a Janio Quadras y Janio Quadros cayó. Suerte que no tengo de dónde caer comentaba yo, poniendo cara de preocupado, y él se reía, fruncía el ceño, se sentaba, se paraba, caminaba por la sala, dejaba caer la ceniza de su habana cazador y me apuntaba con él al pecho. Con ánimo discutidor, no magisterial, recurría a veces a un pizarrón para explicar una idea compleja, y a golpes de tiza dibujaba la polémica en torno del cálculo económico y de la vigencia o caducidad de la ley del valor en la sociedad socialista, o con signos y nuneritos bosquejaba el sistema de retribución por normas de producción. Era cáustico como buen argentino, fervoroso como buen cubano: generoso con su verdad, pero en guardia, dispuesto a mostrar los dientes po - ella. Una fuerza profunda y hermosa le nacía, sin cesar, de adentro. Se delataba, como todo; por los ojos. Tenía, recuerdo una mirada limpia, como recién amanecida: esa manera de mirar de los hombres que creen. Más allá del egoísmo Creía, sí, en la revolución de América Latina, en su doloroso proceso, en su destino, y tenía fe en una nueva condición humana, nacida de una sociedad centrada en la solidaridad y no en la codicia. Han pasado ya 23 años desde aquella entrevista en Cuba y han pasado 20 desde que él fue atrapado vivo y asesinado en Bolivia. Y no viene mal recordar ahora su mensaje esencial: ahora que la moda venera los espejismos de la tecnocracia y los desencantos de los intelectuales, ahora que la buena educación manda identificar la libertad de los negocios con la libertad de las personas y algún prestigioso novelista confunde a los usureros con ángeles custodios de la democracia. No viene mal recordar, digo, que el Che Guevara fue presidente de un banco, el Banco Central de Cuba, no dedicado a la especulación sino al socialismo, y que en tal carácter firmaba los billetes: no los firmaba Ernesto Guevara, sino Che, así nomás, para burlarse del dinero. Porque él no creía que el desarrollo económico fuera un fin en sí: el desarrollo de una sociedad tiene sentido si sirve para transformar al hombre, si le multiplica la capacidad creadora, si lo lanza más allá del egoísmo. El tránsito desde el reino de la necesidad hasta el reino de la libertad es un alucinante viaje del yo al nosotros. Y este viaje no puede realizarlo el capitalismo, porque sacrifica al derecho de propiedad los demás derechos y organiza la vida como una carrera de lobos. Contra el veneno de la codicia, el más mortal, el que mata por dentro, el Che dijo cuanto dijo y escribió cuanto escribió, y vivió como vivió y murió como murió. Y éste es el sapo vivo que la civilización del consumo no puede tragarse, aunque ella reduzca la historia latinoamericana a un western de colores y convierta a este héroe de nuestro tiempo en un mero tiratiros de gatillo alegre, cuya imagen puede venderse impunemente en los supermercados. Era agosto de 1964 y estábamos con Reina Reyes y Julio Villegas en su despacho del Ministerio de Industria. El Che hablaba y uno tenía la impresión de que le subía la temperatura de la sangre, pero manejaba a rienda corta su entusiasmo no bien yo me ponía a tomar anotaciones de lo que decía. Entonces, los ojos fijos en la lapicera que bailaba sobre el papel, prefería el comentario pícaro y cortante, que dejaba escapar después de echar, sonriendo, dos o tres densas bocanadas de humo azul entre los espesos bigotes y la barba raleada. Ser periodista era una lástima: no porque uno se hubiera puesto a trabajar después de tantos días y noches de vértigo sin sueño ni razón ni por lo nervioso que eso lo ponía a uno, sino porque la fluida comunicación que espontáneamente nacía se cortaba a cada rato por culpa de mi oficio. "Estamos conversando entre cubanos y uruguayos", mentía entonces el Che para eludir alguna pregunta indiscreta. Todo hacía evidente, sin embargo, que aquella pasión que en él vibraba tan a flor de piel había roto las fronteras que otros habían inventado para América Latina. Escuchándolo, no podía uno olvidar que aquel hombre había llegado a Cuba después de una larga peregrinación latinoamericana: que había estado, y no como turista, en el torbellino de la naciente revolución boliviana y en la convulsiva agonía de la revolución guatemalteca; que había cargado bananas en Centroamérica y que había sacado fotos y vendido estampitas en las plazas de México para ganarse la vida, y que, para jugársela, se había lanzado a la aventura del Granma. Un hombre de todo o nada Celia de la Serna me dijo hace años, en Montevideo, que su hijo había vivido siempre demostrándose a sí mismo que podía hacer todo lo que no podía hacer, y que así había ido puliendo su asombrosa voluntad. Los continuos ataques de asma le habían interrumpido la escuela en cuarto año, pero siguió dando exámenes por su cuenta, y luego fue brillante estudiante de Medicina. A los 17 años se ganaba la vida trabajando, escribía poemas (bastante malos) y practicaba, a su manera, el álgebra y la arqueología. Entonces empezó a redactar un diccionario filosófico. A los 18 años, el Ejército argentino lo declaró absolutamente inepto para la vida militar. Celia, que tanto se le parecía, le tomaba el pelo por intolerante y fanático. Ella me dijo que él actuaba movido por una tremenda necesidad de totalidad y pureza. Así se convirtió en el más puritano de los dirigentes revolucionarios occidentales. En Cuba era el jacobino de la revolución. "Cuidado, que viene el Che", advertían los cubanos, bromeando pero en serio. Todo o nada: agotadoras batallas ha de haber librado este refinado intelectual contra su propia conciencia tentada por la duda: con rigor de monje o de guerrero iba conquistando certidumbres de hierro. Con la capacidad de sacrificio de un cristiano de las catacumbas, el Che había elegido un puesto en la primera línea de fuego, y lo había elegido para siempre, sin concederse a sí mismo el beneficio de la duda ni el derecho al cansancio: éste es el insólito caso de un hombre que abandona una revolución ya hecha por el y un puñado de locos para lanzarse, con otro puñado de locos, a empezar otra. Porque no vivió para el triunfo, sino para la pelea, la pelea de nunca acabar contra la indignidad y el hambre, y ni siquiera se hizo el obsequio de volver la cabeza hacia atrás para mirar el hermoso fuego que levantaban sus propias naves quemadas. El Che no era hombre de escritorio: era un creador de revoluciones, y se le notaba; no era, o era a pesar suyo, un administrador. Tenía que estallar de alguna manera aquella tensión de león enjaulado que su calma aparente delataba. Le faltaba la sierra. Y con eso no quiere, decir que no se haya entregado entero, en cuerpo y alma y sombrero, a las tareas de alta responsabilidad que cumplió en el Gobierno de Cuba. Se sospechaba que no dormía nunca., y los domingos cortaba caña como obrero voluntario. Nadie sabe de dónde sacaba tiempo para leer, escribir, polemizar. Y para pelear con su asma, implacable, que ya había llevado a cuestas en los tiempos de la guerrilla ("La orden de partida -me contó llegó de golpe, y todos tuvimos que salir de México tal como estábamos., en grupos de a dos o tres. Teníamos un traidor entre nosotros, y Fidel había ordenado la salida súbita para evitar que el traidor pudiera avisar a la policía. Aquel traidor... todavía no sabemos quién era.. Y así fue que me tuve que ir sin el inhalador, y durante la travesía me vino un ataque de asma tan espantoso que no sé cómo hice para llegar"). Los tres caballos El Che hacía lo que decía, decía lo que pensaba y pensaba. como vivía. Todos los cubanos lo sabían, todos lo veían. Candela, el chófer que nos acompañó a todo lo largo de Cuba, al volante de un lujoso Cadillac recién expropiado, solía. llamarlo caballo. Este supremo elogio a la cubana sólo se aplicaba, en su boca, a tres personas: Fidel, el Che y Shakespeare. La divulgación popular del teatro estaba dando frutos de esta manera más bien imprevista: cada dos por tres, Candela entraba en trance y se ponía a hablar torrencialmente del dramaturgo isabelino ("Se pronuncia de varias maneras; los yanquis le dicen Chéspir") y de sus obras, que bien conocía: "Qué va. Ése sí que era un caballo, chico. Un caballo: muy filósofo en la escritura, y muy didáctico, sí señó". El Che tenía varias obsesiones, y una obsesión en el centro de todas las demás: la mística del socialismo en marcha, la fe del pueblo en el mundo nuevo que nace, debe ser el motor del desarrollo. Él desconfiaba de los estímulos materiales, y en la entrevista me lo dijo así, con todas las letras: -Hay, sistemas de retríbución que pueden darle a. cada cual la esperanza de llegar a ser Rockefeller. También renegó del sistma de cálculo económico y negó la vigencia de la ley del valor en el trIánsito al socialismo: -Éste es un período decisivo para Cuba -me dijo- Y no podemos, no debemos olvidar que existe un peligro de retorno Pasa a la página siguiente Ernesto 'Che' Guevara Viene de la página anterioral capitalismo. Otros casos lo demuestran. Este tema lo indignaba. Durante nuestra conversación no llamó "compañeros", sino "señores", a quienes querían llevar adelante una línea opuesta a la suya en el proceso económico de la revolución. Con el mismo estilo, filoso, peleón, atacaba sus propios errores: -Fue un disparate apurarse tanto con la industrialización. Quisimos sustituir todas las importaciones de golpe, por la vía de la fabricación de productos terminados. Queríamos acabar de una vez con la dictadura del azúcar. Y sí, es verdad que el monocultivo es subdesarrollo, pero no vimos las complicaciones enormes que trae la importación de los productos intermedios. Sobre la coca-cola fabricada en Cuba me repitió lo que poco antes había dicho por televisión. -Sabe a jarabe de pecho. La irreverencia del Che no perdonaba a nadie. A los dirigentes comunistas que acudían a Cuba en incesante peregrinación solía recordarles que las revoluciones se hacen y no se dicen, que la misión de los partidos comunistas es estar a la vanguardia de la revolución (sonrisas satisfechas)... pero que lamentablemente ocurre que en casi toda América Latina están a la retaguardia (silencios rencorosos). Pero, quizá por nostalgia, por defenderse de los tirones del terruño perdido, mitad venganza, mitad homenaje, los argentinos eran el blanco predilecto de sus más ácidos comentarios. Suya era la malvada iniciativa de financiar la revolución latinoamericana comprando a ciertos argentinos de Buenos Aires por lo que valen y vendiéndolos por lo que creen que valen. -El destino de Cuba parece íntimamente ligado al destino de la revolución latinoamericana -le comenté- Cuba no puede ser coagulada dentro de fronteras. Funciona como motor de la revolución continental. ¿O no? -Podría haber -me dijo- posibilidades de que no. Pero nosotros hemos eliminado esas posibilidades. La posibilidad de que los movimientos revolucionarios latinoamericanos no estuvieran directamente ligados a Cuba hubiera podido concretarse si Cuba accediera a dejar de ser ejemplo para la revolución latinoamericana. Por el solo y simple hecho de estar viva, no es ejemplo. ¿De qué modo es ejemplo? Del modo como la revolución cubana encara las relaciones con Estados Unidos, y de nuestro espíritu de lucha contra el imperialismo. Cuba se podría limitar a ser un ejemplo puramente económico, digamos. -Una especie de vitrina del socialismo... -Una vitrina. Ésa sería una fórmula que hasta cierto punto garantizaría a Cuba, pero que la divorciaría de la revolución latinoamericana. No somos vitrina. Un automóvil y un tren -En el supuesto caso de que nuevas revoluciones estallaran en América Latina, ¿no se produciría un cambio de calidad en las relaciones entre Cuba y Estados Unidos? Se habla de la posibilidad de un acuerdo de coexistencia sobre determinadas bases. Pero, si el incendio se propaga y el imperialismo se ve obligado a echar agua al fuego, ¿cuál sería entonces la situación de Cuba, es decir, de la chispa? -Nosotros definimos la relación entre Cuba y Estados Unidos en la época actual como un automóvil y un tren que van corriendo más o menos a la misma velocidad, y el automóvil tiene que cruzar el paso a nivel. A medida que se acerca al paso a nivel se acerca la posibilidad de confrontación y de choque. Si el automóvil -que sería Cuba- cruza antes que el tren, es decir, si la revolución latinoamericana adquiere cierto grado de profundización, ya se ha pasado al otro lado, ya se ha atravesado el paso a nivel: ya Cuba no tiene significación. Porque a Cuba no se la ataca por despecho del imperialismo, sino que se la ataca por la significación que tiene. Nosotros vamos agravando nuestras confrontaciones con Estados Unidos día a día, objetiva y fatalmente, a medida que se agrava la situación en América Latina -y lo mejor que tiene es lo mal que está- Y si la situación se agrava tan convulsivamente que obliga al imperialismo a emplearse en gran escala, ya el problema fundamental deja de ser Cuba como catalizadora porque se ha producido la reacción química. La incógnita es: si cruzaremos, o no, antes que el tren. Podríamos frenar. Es difícil que frenemos. -Pero, entonces, ¿hasta qué punto es posible la coexistencia? -No se trata de Cuba, sino de Estados Unidos. No interesa Cuba a Estados Unidos si la revolución no cuaja en América Latina. Si Estados Unidos dominara la situación, qué les importaría Cuba. -Y en el supuesto caso de que la revolución latinoamericana no estallara, ¿es posible que Cuba siga adelante? -Claro que es posible. -¿A largo plazo? -A largo plazo. Ya pasó el período peor del bloqueo. -Quiero decir: si el aislamiento de Cuba de sus fuentes nutricias latinoamericanas no podría producir deformaciones internas, rigidez ideológica y lazos de dependencia cada vez más agobiantes. -Me parece un poco idealista la cosa. Uno no puede hablar de fuentes nutricias. Las fuentes nutricias son la realidad cubana, cualquiera que ella sea, y la aplicación correcta del marxismo-leninismo a las condiciones de este país y al modo de ser del pueblo cubano. El aislamiento puede provocar muchas cosas. Por ejemplo, que nos equivoquemos en la forma de apreciar la situación política en Brasil. Pero distorsiones en la marcha de la revolución, no. Ya era entrada la noche cuando alguien, un enemigo, irrumpió en la habitación para recordar al Che que su rival le aguardaba desde hacía media hora, ante el tablero de ajedrez, en el piso de abajo. -Lo siento -me dijo el Che-, pero el deber me llama. http://www.elpais.com/articulo/opinion/GUEVARA/_ERNESTO_/26apos/CHE/26apos/Ernesto/Che/Guevara/elpepiopi/19871008elpepiopi_5/Tes TRIBUNA: EDUARDO GALEANO A pesar de los pesares EDUARDO GALEANO 31/03/1992 Vota Resultado 7 votos . .América Latina ya no es una amenaza. Por tanto, ha dejado de existir. Rara vez las fábricas universales de opinión pública se dignan echarnos alguna ojeada. Y sin embargo Cuba, que tampoco amenaza a nadie, es todavía una obsesión universal.No le perdonan que siga estando, que maltrecha y todo siga siendo. Esa islita sometida a feroz estado de sitio, condenada al exterminio por hambre, se niega a dar el brazo a torcer. ¿Por dignidad nacional? No, no, nos explican los entendidos: por vocación suicida. Con la pala en alto, los enterradores esperan. Tanta demora los irrita. Al este de Europa han hecho un trabajo rápido y total, contratados por los propios cadáveres, y ahora están ansiosos por arrojar tierra sin flores sobre esta porfiada dictadura roja que se niega a aceptar su destino. Los enterradores ya tienen preparada la maldición fúnebre. No para decir que la revolución cubana ha muerto de muerte matada: para decir que ha muerto porque morir quería. Entre los más impacientes, entre los más furiosos, están los arrepentidos. Ayer han confundido al estalinismo con el socialismo y hoy tienen huellas que borrar, un pasado que expiar: las mentiras que dijeron, las verdades que callaron. En el nuevo orden mundial, los burócratas se hacen empresarios y los censores se vuelven campeones de la libertad de expresión. Nunca he confundido a Cuba con el paraíso. ¿Por qué voy a confundirla, ahora, con el infierno? Yo soy uno más entre los que creemos que se puede quererla sin mentir ni callar. El bloqueo de Haití, anunciado con bombos y platillos en nombre de la democracia herida, fue un fugaz espectáculo. No duró nada. Terminó mucho antes del regreso de Aristide. No podía durar: en democracia o en dictadura, hay 50 empresas norteamericanas que sacan el jugo a esa mano de obra baratísima. En cambio, el bloqueo contra Cuba se ha multiplicado con los años. ¿Un asunto bilateral? Así dicen; pero nadie ignora que el bloqueo norteamericano implica, hoy por hoy, el bloqueo universal. A Cuba se le niega el pan y la sal y todo lo demás. Y también implica, aun que lo ignoren muchos, la negación del derecho a la autodeterminación. El cerco asfixiante tendido en torno a Cuba es una forma de intervención, la más feroz, la más eficaz, en sus asuntos internos. Genera desesperación, estimula la represión, desalienta la libertad. Bien lo saben los bloqueadores. Ya no hay Unión Soviética. Ya no se puede cambiar, a precios justos azúcar por petróleo. Cuba queda condenada al desamparo. El bloqueo multiplica el canibalismo de un mercado internacional que paga nada y cobra todo. Acorralada, Cuba apuesta al turismo. Y se corre el peligro de que resulte peor el remedio que la enfermedad. Cotidiana contradicción: los turistas extranjeros disfrutan de una isla dentro de la isla, donde para ellos hay lo que para los cubanos falta. Se reabren viejas heridas de la memoria. Hay bronca popular, bronca justa, en esta patria que había sido colonia, y había sido putero, y había sido garito. Penosa situación, sin duda; que por ser cubana, se mira con lupa. Pero ¿quién puede tirar la primera piedra? ¿No se consideran normales, en toda América Latina, los privilegios del turismo extranjero? Y, peor, ¿no se considera normal la sistemática guerra contra los pobres, desde el mortal muro que separa a los que tienen hambre de los que tienen miedo? ¿En Cuba hay privilegios? ¿Privilegios del turismo y también, en cierta medida, privilegios del poder? Sin duda. Pero el hecho es que no existe sociedad más igualitaria en América. Se reparte la pobreza: no hay leche, es verdad, pero la leche no falta a los niños ni a los viejos. La comida es poca, y no hay jabones, y el bloqueo no explica por arte de magia todas las escaseces; pero en plena crisis sigue habiendo escuelas y hospitales para todos, lo que no resulta fácil de imaginar en un continente donde tantísima gente no tiene otro maestro que la calle, ni más médico que la muerte. La pobreza se reparte, digo, y se comparte: Cuba sigue siendo el país más solidario del mundo. Recientemente, por poner un ejemplo, Cuba fue el único país que abrió las puertas a los haitianos fugitivos del hambre y de la dictadura militar, que en cambio fueron expulsados de Estados Unidos. Tiempo de derrumbamiento y perplejidad; tiempo de grandes dudas y certezas chiquitas. Pero quizá no sea tan chiquita esta certeza: cuando nacen desde adentro, cuando crecen desde abajo, los grandes procesos de cambio no terminan en su lado jodido. Nicaragua, pongamos por caso, que viene de una década de asombrosa grandeza, ¿podrá olvidar lo que aprendió en materia de dignidad y justicia y democracia? ¿Termina el sandinismo en algunos dirigentes que no han sabido estar a la altura de su propia gesta, y se han quedado con autos y casas y otros bienes públicos? Seguramente el sandinismo es bastante más que esos sandinistas que habían sido capaces de perder la vida en la guerra y en la paz no han sido capaces de perder las cosas. La revolución cubana vive una creciente tensión entre las energías de cambio que ella contiene y sus petrificadas estructuras de poder. Los jóvenes, y no sólo los jóvenes, exigen más democracia. No un modelo impuesto desde afuera, prefabricado por quienes desprestigian a la democracia usándola como coartada de la injusticia social y la humillación nacional. La expresión real, no formal, de la voluntad popular, quiere encontrar su propio camino. A la cubana. Desde adentro, desde abajo. Pero la liberación plena de esas energías de cambio no parece posible mientras Cuba continúe sometida a estado de sitio. El acoso exterior alimenta las peores tendencias del poder: las que interpretan toda contradicción como un posible acto de conspiración, y no como la simple prueba de que está viva la vida. Se juzga a Cuba como si no estuviera padeciendo, desde hace más de 30 años, una continua situación de emergencia. Astuto enemigo, sin duda, que condena las consecuencias de sus propios actos. Yo estoy contra la pena de muerte. En cualquier lugar. En Cuba, también. Pero ¿se pueden repudiar los fusilamientos en Cuba sin repudiar, a la vez, el cerco que niega a Cuba la libertad de elegir y la obliga a vivir en vilo? Sí, se puede. Al fin y al cabo, a Cuba le dictan cursos de derechos humanos quienes silban y miran para otro lado cuando la pena de muerte se aplica en otros lugares de América. Y no se aplica de vez en cuando, sino de manera sistemática: achicharrando negros en las sillas eléctricas de Estados Unidos, masacrando indios en las sierras de Guatemala, acribillando niños en las calles de Brasil. Y por lamentables que hayan sido los fusilamientos en Cuba, al fin y al cabo, ¿deja por ellos de ser admirable la porfiada valentía de esta isla minúscula, condenada a la soledad, en un mundo donde el servilismo es alta virtud o prueba de talento? ¿Un mundo. donde quien no se vende se alquila? Eduardo Galeano es escritor uruguayo. http://www.elpais.com/articulo/opinion/LATINOAMERICA/CUBA/ESTADOS_UNIDOS/CUBA/LEY_HELMS-BURTON/pesar/pesares/elpepiopi/19920331elpepiopi_4/Tes

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