viernes, noviembre 20, 2009

Felix Arbolí, Un caso preocupante: Quieren eliminar a Cristo por Ley

viernes 20 de noviembre de 2009

Un caso preocupante: Quieren eliminar a Cristo por Ley

Félix Arbolí

E L Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo, una de las instituciones europeas que marcan los pasos que debemos dar, las palabras que debemos decir y hasta las ideas que debemos tener los ciudadanos de toda la comunidad, ha dictaminado que la presencia del Crucifijo en las aulas viola la libertad religiosa de los alumnos. Y esos dignos magistrados se han quedado tranquilos y satisfechos después de pronunciar tan absurda e injustificada perogrullada. A nadie, ni a los mismos agnósticos y ateos debe parecerle ofensivo la presencia de un Crucifijo en una pared y menos aún que ello pueda violar la libertad religiosa de nuestros hijos. La presencia o visión de un símbolo religioso no incita a ningún individuo a renegar de sus creencias y obligarle a adoptar una fe distinta a la suya. Yo puedo ver una Media Luna, la imagen de Buda o cualquier otro símbolo religioso ajeno a mis creencias y les puedo asegurar que en nada me ofenden, ni violan mis libertades. Las respeto y en el caso de no ser tan tolerante, simplemente las ignoraría. La Cruz, deben saber y entender estos intransigentes jueces es un Símbolo entrañable y milenario que veneramos millones de personas en todo el mundo, mucho más allá de donde esa Corte pretenda y quiera imponer su excedida autoridad al tratarse de asuntos de religión y de conciencia. Una cosa es la pertenencia a Europa, que eso incluso geográficamente nadie nos puede impedir, ni poner en duda, y otra muy distinta que estemos sometidos a una serie de señores que nos ordenan y mandan sobre cuestiones que afectan a nuestra fe y son privativas de nuestras propias creencias. Me parecen excesivas las medidas que estos organismos internacionales, (muy influenciados por la Masonería y otras sociedades secretas más o menos poderosas), intentan imponernos respecto a nuestra libertad para exhibir nuestras imágenes religiosas y decidir la opción confesional que más estimemos dentro de nuestras fronteras, sin hacer casos de voces intrusas airadas y aisladas. Esta vez su intromisión se refiere a la cuestión religiosa, a pesar de que este asunto sea más propicio a las conciencias que a las leyes de los hombres.

Tan absurdo proceder ha tenido su origen en la denuncia de una señora finlandesa, porque la presencia de un Crucifijo en el aula de un colegio italiano donde estudia su hija, ofendía su sensibilidad Y nada menos que todo un Tribunal Internacional de los Derechos Humanos, (bonitas palabras sobre el papel, a las que no se dan importancia en la práctica), dictamina que debe privarse a millones de alumnos italianos y de los demás países europeos de esa imagen religiosa que simboliza nuestra fe y es la más venerada de nuestras reliquias, para satisfacer los remilgos e intransigencias de la madre de una alumna. Me figuro que prohibirá también la que ostenta en su bandera la Cruz Roja y hasta la eliminará en el nombre de esta institución. Toda una Corte Internacional que no debe tener asuntos más importantes que tratar, (hambres, genocidios, invasiones, violencias, asesinatos, etc, sin salir de Europa), que el dictar una sentencia eliminando de nuestras escuelas a Cristo, como si se tratara de un delincuente o terrorista al que no se debe honrar públicamente. La queja de esa inmigrante es suficiente para que tan alto Tribunal dictamine que todos los originarios y residentes de ese país oculten sus símbolos religiosos, como si estuviéramos en la época de las Catacumbas, cambien sus costumbres y traicionen y quiebren sus conciencias de manera tan drástica y desconsiderada, a todas luces excesiva. ¿ No sería más sensato que estos “sabios” y “sesudos” magistrados consideraran más justo no vulnerar los sentimientos, y creencias de toda una sociedad al dictar tan indignante sentencia por la intolerancia de esa mujer?. Si ella no cree lo que simboliza esa Cruz, le basta con ignorarla, como hacemos los católicos con los símbolos y signos de otras creencias. ¿Tanto poder y rencor han alcanzado la enemigos de nuestra religión que han dictaminado que la imagen de Cristo Crucificado es una ofensa indigna e intolerable, que se debe eliminar de nuestras vidas?

No sólo nos sentimos maltratados con el paro, los abusos, las corrupciones y la debacle generalizada que alienta a los poderosos y hunde más a los débiles, de cuya culpa y responsabilidad no parece enterarse esa Europa marimandona y exigente, sino que pretenden convertirnos en individuos robotizados que no puedan pensar, creer y seguir los impulsos de una educación cristiana herencia de muchos siglos de historia, porque molesta a unos señores que no sólo se erigen en jueces de nuestros actos y circunstancias, sino que quieren hacerlo también de nuestras conciencias. Y eso sí que no deberíamos tolerarlo, aunque nuestro gobierno haga oídos sordos y aliente ese empecinado propósito de desterrar la religión de nuestras normas y costumbres. Lo contrario al de Italia que está librando una dura batalla y utilizando todos los recursos necesarios para que esa absurda, intolerable e injustificada medida no se lleve a cabo. Al menos en su país. Prefiero a un Berlusconi mujeriego que a un Zapatero de permanente sonrisita y en lucha constante contra nuestras creencias.

En Estrasburgo las togas de esos magistrados se han transformado en el manto de los pretores de la antigua Roma y como en los tiempos de Poncio Pilatos han condenado al Justo ante las exigencias del odio reconcentrado de la masa deshumanizada. Quieren eliminar de nuestra sociedad el símbolo que para nosotros identifica el amor, el perdón y la abnegación. La fe de nuestros mayores y la que hemos transmitido a nuestros hijos. Hasta el mismo Tierno Galván, agnóstico declarado, cuando se hizo cargo de la alcaldía de Madrid y le fueron a quitar el Crucifijo que había sobre su mesa del despacho, lo impidió manifestando que la Cruz era el símbolo del amor y no le ofendía lo más mínimo. Digna respuesta de un hombre sin creencias, pero con un profundo respeto a las de los demás y sus símbolos, aunque tuviera otros defectos que ahora no vienen al caso.

Creo que esta intransigente mujer debería en primer lugar denunciar a su propio gobierno porque en su bandera y bien grande figura esa cruz que tanto le ofende y en color cielo, para mayor disgusto. ¿Desde cuando una inmigrante puede imponer sus desviaciones, costumbres y odios religiosos a la totalidad de los ciudadanos que sin saber el veneno que destilaba la acogieron como una más entre los suyos?. Si tanto le molestan y ofenden las normas y costumbres de los colegios italianos, donde han admitido a su hija como una alumna más, que ya es de agradecer, en lugar de protestar e intentar cambiar las normas vigentes en dicho país, debería cambiar de centro a su hija, darle clases en su casa libre de imágenes ofensivas y si no largarse a su tierra, donde tiene todo el derecho a piarla cuanto quiera y puede empezar exigiendo a su gobierno que cambie ese odiado símbolo que campea airoso en su bandera. Así no se ofenden las pupilas de tan casta criatura, no digo angelical para evitarle un trauma, al presenciar el odioso espectáculo de un Crucifijo en la clase. Si esos jueces son obtusos y enconados contra nuestras creencias, nosotros tenemos todo el derecho a serlo contra sus absurdas y arbitrarias sentencias que afectan a credos y costumbres muy enraizados en nuestras vidas y difíciles de eliminar y obligar por una simple sentencia. La libertad religiosa no se debe utilizar y considerar como excusa para borrar todo vestigio religioso de una nación, sino para permitir la libre decisión de optar por una determinada creencia o doctrina, respetando a la de los demás. La eliminación total de Dios, en cualquiera de sus nominaciones y religiones por imperativo de una ley sería un craso error, porque estaríamos favoreciendo y dejando el campo libre, al ateísmo y al agnosticismo, que son opciones a las que este escrupuloso Tribunal debería combatir con igual presteza y celo. ¿Quiénes son ellos para imponer sus leyes en nuestras maneras de sentir, creer y hasta rezar?. Conforme va el mundo y en concreto los países europeos creo que tienen donde entretenerse y hacernos mejor servicio y favores y dejar a Dios en paz..

Es incomprensible y altamente sospechosa esta lucha continua y tan bien orquestada contra la religión católica que se está extendiendo en todos los países. Ya hasta ese indio boliviano resabiado, Evo Morales, se atreve a manifestar públicamente su odio a la Religión Católica, a la que hace responsable de todos los males que afligen a su país, sin querer darse cuenta que gracias a los misioneros católicos los indios americanos han encontrado protección, cultura y desarrollo social, que sus propios gobiernos de caciques y potentados le han negado y combatido. ¿Cuántos indios habrían quedado en esas latitudes sin la presencia y solicitud del misionero y sus esfuerzos por defenderlos ante el abuso del hombre blanco?. Posiblemente, ni él. Por lo visto nuestra religión debe ser el principal obstáculo que encuentran los gobernantes, marionetas de esas poderosas sociedades secretas, para imponer sus doctrinas, criterios y normas a los idiotizados ciudadanos. Es la “piedra” contra la que desde hace dos mil años se estrellan y paralizan las embestidas satánicas bajo distintos disfraces, pero idénticos objetivos.

Hoy defender y honrar a Cristo le hace a uno sentirse como los antiguos cristianos en la antigua Roma pagana, perseguidos, satirizados y desdeñados por una sociedad y un gobierno que procuran mantener y avivar el fuego del odio a la iglesia de Cristo y la calumnia y el desdén a todo lo divino. Estamos siendo obligados a vivir en una sociedad sin creencias religiosas y sin nobles ideales. Todo símbolo que antes era sagrado e intocable, tanto divino como patrio, lo están convirtiendo en objetivos a abatir sin contemplaciones, Está de moda el engañoso y repulsivo progresismo de atacar nuestras creencias y mofarse y escarnecer a los que seguimos fieles a ellas. Intentan hacernos creer que Dios es un lastre, la conciencia una entelequia y la religión un retraso cultural. Y esta carencia de respeto a todo lo que es honorable y digno, tiene también sus influencias en lo político. La bandera es un trapo al que se ofende y quema impunemente y la patria un vestigio del pasado que ha quedado reducida a una serie de comunidades autónomas que se odian entre sí y en la que mangonean los aprovechados de siempre con un descaro y despilfarro generalizado. Y en este caso no parece que existan excepciones. Pero, por lo visto, no es éste asunto el que más preocupa a tribunales y gobernantes, sino la existencia y presencia de Cristo en nuestra vida. El crimen, la violación, la crueldad y violencia a todos los niveles y en todas las edades, se han impuesto de manera contundente y raro es el día que los medios de comunicación no nos traen sucesos y noticias espeluznantes que hace poco tiempo hubieran resultado sorprendentes y hoy apenas nos inmutan. Hay crímenes que llevan años esperando que se resuelva y sus responsables sean condenados, sin que la justicia se pronuncie y sentencie. El dolor de esas familias y el clamor de la calle pueden esperar, hay cosas más interesantes y excitantes. Se dan casos de delincuentes y asesinos que salen de las cárceles porque se les pasa el tiempo legal de la prisión preventiva y han de ponerlos en libertad. Otras veces, porque los acusados de tan monstruosa acción no indican donde está el cadáver de la víctima y juegan y engañan a jueces y fiscales indicándoles distintos lugares donde saben que jamás será encontrado, con lo que algunos de ellos ya están en la calle, al ser memores para ser condenados, pero no para delinquir de manera tan brutal. Incluso agresores sexuales, menores también, que son levemente reprendidos, mientras las escolares agredidas y menores también, han de cambiar de instituto o sufrir la presencia y miradas de sus “verdugos sexuales”. Padres que matan a su bebé inyectándole leche en las venas o asfixiándole al introducirle una bola de papel en la boca para que no le molesten sus llantos; hermanos que se agreden mutuamente por herencias o rencores acumulados, hijos que matan a sus padres sin motivo aparente, y parejas que terminan sus relaciones con la venganza asesina del despechado. Todo un continuo y complejo panorama de despropósitos y barbaridades que la ausencia de Dios en nuestras costumbres y la falta de creencias tan generosamente promocionada por nuestros políticos y medios de comunicación nos hacen cometer una y otra vez, sin que nadie trate de impedirlo.

España se ha volcado de lleno en esta espiral de violencia y guerra a todo lo sagrado y venerable y el divorcio, el asesinado legalizado del aborto, la violencia de todo tipo, con especial mención por su frecuencia a la llamada de género, el consumo de drogas, (nuestro país es el mayor consumidor de cocaína en Europa), la guerra de los Crucifijos en escuelas y locales públicos, los ataques al Papa y sus groseras caricaturas, las ayudas de nuestro gobierno a los homosexuales incluso a los de Zimbawe y a los palestinos árabes de Tierra Santa, pero no a los cristianos allí residentes, y que Moratinos dejó bien claro al afirmar que la ayuda de España era a los palestinos, no a los cristianos.( Hay que ser incordio para hablar así sin que sienta resquemor ante su insolencia y falta de tacto). Sin omitir, por supuesto, metidos ya en otros aspectos no menos preocupantes, la apología de la sexualidad entre nuestros menores en las escuelas, las píldoras consentidas sin autorización médica, la limitación de la patria potestad de los padres sobre sus hijos y la quiebra de autoridad de los profesores sobre sus alumnos. Estos son algunos ejemplos de esta sociedad descreída y falta de valores que se está implantando con el beneplácito y la ayuda de un gobierno que es el principal instigador de esta corriente demoledora. Junto a la corrupción generalizada imperante que nos tiene alarmados y estresados, estamos sufriendo el olvido de Dios y la quiebra de estos principios morales que nos están llevando irremisiblemente a una hecatombe de consecuencias imprevisibles, pero desastrosa e irrecuperable si no se produce un oportuno y rápido cambio de timón en la gobernación de nuestra patria o lo que queda de ella.

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