lunes 23 de junio de 2008
Venian a ver a Aznar
Germán Yanke
No todo lo tiene resuelto Mariano Rajoy y no sólo porque ahora debe encarar el difícil camino hacia un triunfo electoral con citas complicadas: las europeas y las autonómicas en el País Vasco y Galicia. Pero no sólo por eso: no ha habido pacificación en el Congreso de Valencia, como se ha hecho evidente cada día, y algunos le van a esperar en cada esquina. Pero creo que sí tiene razón al decir que la crisis, esta crisis, ha terminado. Y lo ha hecho porque sus adversarios internos han fracasado en todos los frentes, en el de los nombres y en el de las ideas. José María Aznar, por mucho que se quiera insistir en lo del “respaldo responsable” (que es una ironía poco adecuada) o en lo de la “buena relación aunque no intensa” (que es una disculpa poco acertada), se presentó en el Congreso, se mire como se mire, para propinar a Rajoy y los suyos una regañina. Por aquí y por allá, en esto y en aquello. Si no concretó más debió ser para que no se le calara del todo porque de cada uno de los errores de Rajoy, que han sido numerosos, el ex presidente es corresponsable o precedente. Si los que le escucharon no quieren reconocerlo, allá ellos, pero el más irónico de los compromisarios, el ex ministro Jesús Posada, lo ha visto claramente y, a su modo, lo ha contado. Sin embargo, en el particular discurso del ex presidente (añadido a los diplomáticos saludos de su entrada en el salón del plenos del Congreso) está el triunfo de Rajoy en esta crisis iniciada tras el fracaso electoral del pasado 9 de marzo. Por un lado, aplausos entusiastas de los asistentes, compromisarios o voluntarios de la organización, que abandonaron al unísono sus obligaciones cotidianas. Y, al mismo tiempo, los compromisarios y sus ayudantes iban claramente por otro lado, al menos el ochenta y cuatro por ciento de todos ellos, como han demostrado las discusiones, las votaciones y el resultado final. A los representantes del PP les pasa con Aznar algo parecido a lo que cuentan de Tristan Bernard con Maurice Ravel. Bernard, director de un velódromo parisino, se presentó un día en la casa del músico y, cuando el mayordomo abrió la puerta, mirándole con un punto de desdén, le dijo: “¿Viene usted por el maestro?”. “No –respondió el visitante, sólo para verle”.
Pues eso, estaban allí para verle, pero no por él, ni se habían presentado en Valencia para buscarle. Lo que quieren, según apunta lo ocurrido estos días, es un partido tranquilo. Tranquilo internamente, sin batallas que han sido más zancadillas que carreras hacia alguna meta, y tranquilo en la batalla política e ideológica con el PSOE en los próximos meses y años. Lo malo de los críticos es que parecen entender que tranquilo es lo mismo que pusilánime. Y no es el caso. Y, además, han construido un mensaje que, ante los espectadores (los de fuera y los que escuchaban a Aznar en las tribunas), se ha convertido en un llamamiento a que nada cambie, cuando es evidente –desde antes de perder las elecciones en 2004- que algo debe cambiar claramente.
A los perdedores, a los que no han podido ni organizar una alternativa ni formular un discurso, les quedó, el sábado por la noche, cuando ya Rajoy había sido reelegido, el recurso de reunirse con Ángel Acebes, Otro símbolo,
http://www.estrelladigital.es/diario/articulo.asp?sec=opi&fech=23/06/2008&name=german
lunes, junio 23, 2008
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