lunes, junio 23, 2008

Marcello, Los ratones coloraos

lunes 23 de junio de 2008
Los ratones coloraos

Por fin se ha roto el cristal y la selección nacional de fútbol ha pasado, por los pelos de la tanda de penaltis pero con alto honor de un gran partido, a las semifinales de la Copa de Europa tras eliminar a la vieja y muy correosa Italia, la vigente campeona del mundo, en un partido épico de esfuerzo por parte de los jugadores españoles, esos ratones coloraos que, acompañados de su talismán, el Rey don Juan Carlos, logró una dolorosa pero finalmente feliz hazaña.
Y, con ella, una enorme satisfacción popular en un tiempo que empieza a ser bastante difícil para muchos ciudadanos españoles, en el que tanto el renovado líder del PP, Mariano Rajoy, como el económicamente atribulado presidente Zapatero, esperaban el triunfo como una señal, como un premio, o regalo de compensación por los malos ratos pasados en la política. Y mire usted que nos lo habían puesto crudo y difícil. Ya eran muchos los que, ante la llegada de Italia a los cuartos de final, pronosticaban el final de la cabalgada española convencidos de que caerían ante la escuadra azurra, preñada de veteranos, defensiva, alta y dura de pelar. La que acababa de salir de su particular infierno en octavos del campeonato, pero que, como el “ave fénix”, amenazaba con resurgir de sus cenizas, como lo habían hecho los alemanes, los turcos y los rusos, los equipos duros frente a los estilistas de Portugal, Croacia y Holanda, los verdaderos favoritos del campeonato.

El último de los estilistas, el equipo español veía venir a los italianos como una ola gigante sobre su delicada barquilla, ¡pobre barquilla mía!, pero los chavales de Luis, como dijo el Rey, rompieron el maleficio. Los pequeños del centro del campo, los Cesc, Xavi, Cazorla, Iniesta, Vila y Senna, todos ellos se movieron con la inteligencia de los ratones colorados, y fueron enredando entre sus pases lineales y trazados, como si fueran hilos de una invisible tela de araña, al gigante italiano para, al final, en la misma tanda de penaltis, en el último suspiro y último disparo, conseguir tumbar, cual largo era, al gigantesco Gulliver. Al no menos mítico Bufón quien, en la noche de ayer, le entregó a Casillas el cetro de mejor portero del mundo.

Tenía que ser así. Luis, el sabio, había apostado por el juego del estilismo, del control del balón y acertó. Y no porque ello les sirviera para doblegar al equipo italiano, durante el partido o la prórroga, pero si para agotarlo y para impedirle sus tradiciones contra golpes tácticos de fuerza y de suerte. Esa suerte, que suele ser la del campeón, y que esta vez se puso del lado del mejor, de España. Y, ahora, a por los rusos otra vez, después del anterior cuatro a uno, pero con la cabeza más fría porque ese equipo, al que España cogió a contra pie, se ha espabilado y afilado sus dientes y su agresividad y será, sin lugar a duda, otra prueba de fuego camino de la gran final.

Ahora, se pongan como se pongan, España es para toda Europa la favorita, la gran favorita para ganar el mundial, con su maravilloso juego de ratones colorados, su delantera goleadora y su defensa peleona, tras la que espera el cancerbero número uno del mundial. Esta, y no otra, ni el congreso del PP, ni las tonterías de Ibarretxe, ni las mentiras de Solbes, es la noticia que del día que pone punto final a la maldición de los cuartos de final. Y que abre la esperanza de llegar a la final, probablemente, frente a Alemania, otro de los clásicos, otro rocoso equipo que ya veremos si, caída Rusia, soporta el rápido y cerebral esgrima de los ratones colorados, la selección nacional.

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