lunes, marzo 10, 2008

German Yanke, El fracaso del PP

lunes 10 de marzo de2 008
El fracaso del PP

Germán Yanke
Las elecciones sirven, decía Hayek, para cambiar gobiernos sin violencia. El que, ante ellas, quiera sustituir a los gobernantes debe demostrar que el cambio es conveniente y que tiene una alternativa mejor. Así, el aforismo de Hayek debe completarse con otro: un partido en el poder puede ganar las elecciones aunque no se lo merezca y es imposible que lo haga el partido que está en la oposición y no se lo haya merecido. Y eso es lo que ha ocurrido.
Ha vencido el PSOE con mayor número de votos, mejor porcentaje y 5 escaños más que en el 2004. Quienes pensaron que los resultados de hace cuatro años eran una excepción, algo coyuntural por la guerra de Iraq y los atentados del 11-M (ambos acontecimientos citados por Mariano Rajoy como causa de aquel triunfo en el debate más reciente), tendrán que admitir ahora que los motivos son distintos. Sobre todo cuando el PP, a lo largo de toda la legislatura y también durante la campaña, ha manifestado su convencimiento de que se han ido acumulando desastres y multiplicado los riesgos para el futuro inmediato. Así que no parece haber duda de que, en este sistema para cambiar gobiernos que es la democracia, el principal partido de la oposición, aunque haya acertado en importantes diagnósticos, ni ha sabido llevar a cabo la pedagógica explicación de los mismos, ni ha acertado con el tono, ni ha conseguido ofrecer una alternativa adecuada.

El PP puede tener la tentación de escudarse, en la valoración de lo que ha ocurrido, en que ha recortado la distancia en porcentaje de voto (de 4,88 puntos a 3,59). He escrito tentación porque su análisis no puede ser un vano ejercicio de solipsismo, como si se hubiera presentado a las elecciones no para ganarlas sino para mejorar su derrota anterior. En las circunstancias actuales, en el diagnóstico que el propio PP ha expuesto de lo que está ocurriendo, el resultado de los conservadores no puede considerarse sino como un claro fracaso. El futuro del PP no puede ser la complacencia por haber sido vencido de una determinada manera, sino una reflexión seria y crítica sobre lo que ha hecho hasta ahora para iniciar un nuevo rumbo.

El presidente Rodríguez Zapatero debería unir a la lógica alegría por el triunfo la correspondiente cuota de prudencia y responsabilidad. El electorado, como se ha visto, no está muy contento con los socios que eligió para su primer mandato y, si en su primera intervención tras las elecciones ha hecho referencia a una nueva etapa sin crispación y con acuerdos en los grandes temas de Estado, no debería olvidar, ni en la euforia del momento, que la crispación y el disenso en cuestiones básicas no es algo que le haya sobrevenido, sino a lo que ha cooperado su partido y su Gobierno.

Pero el candidato popular, en la hora del examen de lo ocurrido, tiene que pensar si su fracasado discurso es fruto del secuestro por algunos dirigentes del partido y por algunos medios de comunicación o, por el contrario, ha sido una opción personal. En este segundo caso, lo mejor que podría hacer sería, directamente, iniciar, mediante la convocatoria de un congreso, el proceso para su sustitución al frente del PP. En el primero tendría que analizar si el cúmulo de errores de su partido (el desconcierto inicial, la pérdida de la visión de una política global que tuvo en el pasado, la lamentable posición sobre la investigación del 11-M, la ausencia de un tono adecuado para una complicada oposición, el desapego de la opinión pública y el desacierto con los medios de comunicación, el descalabro del trabajo interno en el partido, etc.) pueden corregirse con el mismo equipo y con las mismas dependencias intelectuales y mediáticas. Si no es capaz de cambiarlo todo es, sencillamente, porque se ha convertido en un obstáculo y es mejor que inicie el mismo camino antes apuntado.

Hay, también, otros candidatos. Los nacionalistas se vienen abajo e incluso CiU, que podría aumentar un escaño contra los pronósticos previos, ha perdido votos. Izquierda Unida ha perdido más de 300.000 votos y se queda con sólo dos escaños, lo que supone la dimisión de Llamazares, que, aunque tiene razón en quejarse de la ausencia de proporcionalidad, tendría que ver la “injusticia” que denuncia completada con su papelón: las elecciones se han celebrado sabiendo toda España que su formación gobernaba en coalición con ANV en Mondragón, escenario del asesinato de Isaías Carrasco. En el PNV, tras un nuevo batacazo, se alientan las voces que venían pidiendo el fin de la era Ibarretxe y su estrategia de autodeterminación. Esquerra será en el nuevo Congreso el resto de la caricatura en la que la ha convertido Carod-Rovira. EA queda fuera. La sobrerrepresentación del nacionalismo permanece, pero su valoración política ha iniciado una caída libre que es de esperar que el presidente Rodríguez Zapatero no se empeñe en detener ahora.

La gran sorpresa, la mejor de la jornada electoral, lo más esperanzador, es el escaño que ha logrado por Madrid Rosa Díez. UPyD es ya una realidad y debería tomarse en consideración que un partido nuevo, ninguneado, ocultado por los medios durante tanto tiempo, sin un euro para financiar la campaña, haya logrado más de 300.000 votos en toda España, la quinta fuerza, con el mismo número de votos prácticamente que el PNV, que tiene 6 escaños.

http://www.estrelladigital.es/diario/articulo.asp?sec=opi&fech=10/03/2008&name=german

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