martes 26 de febrero de 2008
Escenas de matrimonio
POR ROSA BELMONTE
«Prohibido aburrirse de 15.00 a 03.00». Un cartel con esa leyenda recibía en la puerta de Ifema (aunque ellos no lo veían) a los contendientes en el primer debate electoral en quince años. Anoche, gran velada. En cualquier caso, gran montaje. De cumbre, de partido, de boda del siglo. Zapatero, la novia, llegó con unos minutos de retraso. Rajoy, a su hora. Antes se había dispersado, después de dejarlo actuar un rato, a un grupo de simpatizantes del PP, que detrás de una valla cantaba «Oa, oa, oa, Mariano a la Moncloa» o «Cero Zapatero, cero Zapatero».
Antes de los protagonistas y sus colaboradores, llegaron los perros para oler a los malos. Y mucho antes, la prensa, que siempre es convocada a vísperas. A tres horas del debate era difícil moverse sin colarse en un tiro de cámara y en alguna entradilla de las muchas televisiones acreditadas. 400 medios y un millar de personas, cifra en la que se interesó Zapatero mientras lo acompañaban al afrancesado plató. Como el de Ségol_ne y Sarkozy pero más beig, no tan blanco, menos parecido a una maqueta de Zaha Hadid. Y como no era un plató de verdad sino un auditorio, las butacas estaban vacías. En el set, sólo los técnicos imprescindibles (como en algunas películas cuando se rueda una escena de sexo).
Los invitados y los colaboradores se sucedían en el vestíbulo del pabellón 1 de Ifema. Lo mismo se veía entrar a Paloma Segrelles que a Pío García Escudero, Carmen Martínez Castro (jefa de prensa de Rajoy), Álvarez del Manzano (que se acercó a saludar a los simpatizantes del PP antes de que fueran echados por la Policía) o Gabriel Elorriaga. Los directivos de la Academia también iban tomando posiciones. A las nueve, Concha García Campoy estaba colocada en el «photocall» de la Academia. En la puerta, en la calle, Manuel Campo Vidal y Fernando Navarrete. Y un miembro de seguridad, quitando del suelo papeles molestos. Como todo estaba previsto, también lo estaba dónde se debían parar los coches. Una cruz blanca sobre fondo rojo era la señal. Rajoy llegó a las 21.15. Dos coches. Pedro Arriola lo acompañaba cargando con dos maletines. A Rajoy, que llevaba la chaqueta abrochada, se le escapaba por abajo la corbata, como disparada (quizá por eso, luego, cuando posó en el plató, la lucía desabrochada). Saludos fuera, posado fuera y posado dentro. «Ya hemos hecho alguna» (por las fotos), dijo Rajoy. «Es que estamos haciendo tiempo para que coincida con Zapatero», espetó un fotógrafo. «Está prohibido», concluyó el candidato del Partido Popular.
Zapatero tenía que llegar a las 21.25 horas pero se retrasó tres minutos. Cuatro coches. Menos el suyo, que era el segundo, todos con las puertas abiertas (en los dos monovolúmenes eran correderas) en plan peliculero. Baja seguido de José Enrique Serrano (con un solo maletín). Con la corbata torcidísima hacia la izquierda (cosa que obviamente le corrigieron antes de entrar en el plató). Dentro y acción. Escenas de matrimonio. O escenas de campaña, que viene a ser lo mismo. Trazo grueso, réplicas predecibles (salvo el bonobús), arquetipos. Es como bailar la yenka. Izquierda, izquierda. Derecha, derecha. En el descanso, Rajoy habló con Arriola y Zapatero con Angélica Rubio. Luego se enzarzaron más. Y aburrieron. Y ZP citó a Edward R. Murrow.
http://www.abc.es/20080226/opinion-firmas/escenas-matrimonio_200802260248.html
martes, febrero 26, 2008
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