miercoles 21 de noviembre de 2007
La gran casa catalana
Pablo Sebastián
El líder de CiU, Artur Mas, ha echado su cuarto a espadas, pidiendo para Cataluña el derecho de autodeterminación y una revisión del Estatuto que se acaba de aprobar para dejar clara en él la condición de nación de Cataluña, en el debate nacionalista y nacional, radicalizando su discurso catalanista como preámbulo de su campaña electoral y tras el difícil equilibrio logrado, en el seno de su coalición, con sus compañeros de Unió que lidera Duran Lleida, candidato principal a las elecciones generales del 2008. Mas y CiU están inmersos en un oscuro laberinto en el que se entremezclan muchas cosas a la vez y puede que contradictorias, como son sus aspiraciones prioritarias de recuperar el Gobierno catalán, frente al pacto tripartito de Montilla, y de influir en la política nacional mediante acuerdos poderosos con el partido nacional, PSOE o PP, que gane las elecciones del 2008, aquí incluida la vieja aspiración de Duran de entrar en el Gobierno de España. Para lo que se hace necesario que CiU consiga un buen número de diputados en las elecciones generales hasta alcanzar, a ser posible ellos solos, la llave de la gobernabilidad en Madrid. Lo que, de no ocurrir, no sólo devaluaría la opción de CiU sino que pondría en peligro la cabeza de Mas al frente y como líder de Convergència, puesto al que ya aspira de manera descarada Oriol Puyol, el hijo del ex presidente de la Generalitat, Jordi Puyol, con un discurso nacionalista todavía más radical.
Precisamente por eso y por la lucha permanente que CiU mantiene con la Esquerra es por lo que Mas ha reforzado su discurso nacionalista y dado pasos que van más allá de lo federal, desplegando su idea sobre la refundación de “la casa común del catalanismo”, que en sus carteles electorales se presenta como la “gran casa” catalana. Propuestas y discurso el de Artur Mas que, sin lugar a dudas, preocupan mucho en Madrid, por la clara radicalización de sus postulados nacionalistas, unidos al habitual victimismo económico del que se ha hecho abanderada la patronal catalana de Fomento, en contra de los principios constitucionales de solidaridad interregional. Sin olvidar, aquí y ahora, su advertencia o amenaza sobre o contra cualquier reforma del Estatuto catalán que se pudiera adoptar por parte del Tribunal Constitucional, hoy paralizado por las luchas de poder e influencia entre el PSOE y el PP.
El drama de CiU es que la Esquerra se les ha escapado en votos y escaños a nivel catalán y nacional, ha entrado en el Gobierno de Cataluña y se está consolidando —aunque ahora a la baja— como tercera fuerza política y como primer apoderado de la independencia catalana. Y ello le obliga a CiU no sólo a radicalizarse en el campo nacionalista, sino también a girar hacia la izquierda para ver si así consigue destruir el Tripartito de Montilla, y hacerse con la Generalitat. Con un Gobierno que ya le había prometido Zapatero a Artur Mas cuando los de CiU aceptaron rebajar el primer Estatuto aprobado por el Parlamento catalán, que le costó la cabeza a Pasqual Maragall, quien luego decidió abandonar el PSC. Zapatero prometió a Mas que en Cataluña gobernaría el partido más votado y luego le engañó diciéndo que el PSC no aceptaba su sugerencia, con lo que las relaciones de Mas y Zapatero son, en estos momentos, bastante tensas aunque no lo suficiente como para no haber apoyado los Presupuestos, o la Ley de la Memoria Histórica.
De manera que lo que Mas pretende es la cuadratura del círculo, levantar tanto o más alta que la Esquerra la bandera del nacionalismo catalán y a la vez desde sus posiciones conservadoras y, en parte confesionales, montar un Gobierno de centro-izquierda en Cataluña, y después tener la llave de la gobernabilidad en Madrid y un pacto con el partido nacional que se alce con la victoria del 2008. Demasiadas cosas a la vez, y cuando se pretende todo, puede que no se consiga nada. Entre otras cosas porque su discurso ultranacionalista le impide llegar a un pacto con un PP que, oído a Rajoy en la reciente Conferencia de su partido, pide el fin de las transferencias, más Estado y la recuperación de competencias sensibles para los nacionalistas, como son la educación y la lingüística. De manera que a CiU sólo le queda la posibilidad de un pacto con el PSOE, y para ello ya tiene Zapatero a la Esquerra que, por otra parte, es pieza clave en el tripartito catalán, lo que le impide al líder del PSOE un cambio de pareja, sin el riesgo de que se abra una gran fractura en el PSC/PSOE, y puede que, en consecuencia, en Navarra o Baleares.
La clave del discurso de Artur Mas está en que necesita obtener en estas elecciones unos resultados excepcionales que, por un lado, le den la llave del gobierno de Madrid y por el otro haga prescindible o imposible el apoyo de ERC a Zapatero, si los de Carod no logran un buen resultado que les permita, en compañía de IU y de otras minorías, tener a su vez la capacidad de apoyar o derribar al Gobierno de Zapatero. A sabiendas, como sabe CiU, de que si el PP fuera el ganador de las elecciones —algo difícil de imaginar— entonces la Esquerra no tendría nada que hacer en Madrid y ellos, los de CiU, tendrían que tentarse la ropa antes de meterse en la piscina con Rajoy, porque semejante pacto los podría sacar del circuito catalán.
En las pasadas elecciones generales CiU obtuvo 10 escaños y ERC 8. Y el objetivo de Mas es que CiU llegue a los 12, y que entre la Esquerra e IU-ICV no lleguen a los 12, porque la docena es, en caso de que el PSOE repitiera los 164 escaños (que está por ver), la clave para reproducir en Madrid los pactos de Barcelona en el Tripartito. Y eso si dejamos fuera de este cálculo a otras minorías nacionalistas como las del PNV, EA, Nabai, y el BNG que en el 2004 sumaron 11 escaños. De manera que el discurso de Mas tiene, además de una radicalización nacionalista, un componente contable que en nada depende de él. Lo que hace más difícil su misión imposible y triangular de liderar el catalanismo, conseguir la llave de Madrid y condicionar el control del Gobierno catalán.
http://www.estrelladigital.es/diario/articulo.asp?sec=opi&fech=21/11/2007&name=manantial
martes, noviembre 20, 2007
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