viernes, noviembre 02, 2007

Ignacio Camacho, Que no decaiga

viernes 2 de noviembre de 2007
Que no decaiga

Por IGNACIO CAMACHO
NADA, que no hay manera. Ni mil sentencias pondrían paz en torno al 11-M, porque lo que en realidad importa a muchos españoles no es quién fue ni quién dejó de ser el autor material o «intelectual» -menudo invento para llamar a lo que el Código Penal denomina inductor- del atentado, sino que el resultado encaje en el paisaje político y moral que cada uno ha dibujado de acuerdo con sus previas convicciones, a un lado u otro de la zanja de desavenencia abierta desde aquel día, y que el zapaterismo no sólo no ha querido cerrar, sino que lleva tres años y medio ahondando con políticas divisionistas y consensos rotos. Por eso unos siguen tratando de cuadrar a martillazos su difusa verdad alternativa, ahora desvanecida en la evidencia jurídica del veredicto, y los otros utilizan el fallo del Tribunal como pretexto banderizo para volver al alboroto en que se sienten tan cómodos que acaso crean que les va a proporcionar una nueva victoria. Ni rectificación, ni autocrítica, ni enmienda. Todos aferrados a su canijo trozo de verdad, al fragmento más arbitrario o parcial que pueda sostener su visión hemipléjica y ofuscada de una tragedia en la que las víctimas son sólo el soporte retórico de un discurso vindicativo, arrojadizo y fraccionario.
Eso sí, acatan y respetan la sentencia muy solemnemente. Hombre, faltaría más. Sería estupendo que los próceres que dirigen la nación o aspiran a hacerlo desacatasen la resolución de los tribunales de justicia. Pero a continuación de la proclama formal de acatamiento, y de una ritual y formularia mención a las víctimas, cada cual agarra el veredicto por el párrafo más útil a sus prejuicios y le atiza con el resto del legajo al rival, y de paso a quien ose sugerir que las decisiones judiciales rigen de la cruz a la raya, del principio al final, de la fecha a la firma, y son actos jurídicos en toda su extensión y no en la que se ajusta a nuestra mejor conveniencia o provecho. ¿Justicia? Sí, la que nos venga bien para continuar atrincherados en el apriorismo, en el unilateralismo tuerto de la parcialidad taimada, sesgada o tendenciosa.
Fue tal la convulsión del 11-M, tan honda su herida, tan trascendente su consecuencia, que nadie parece dispuesto a permitir que la realidad desborde, estropee o cuestione su previa determinación de causas y culpabilidades. Nadie va admitir no ya que manipuló, sacó partido o jugó con ventaja en un envenenado escenario de sospechas, dudas, conjeturas, insidias o recelos, sino ni tan siquiera que se equivocó, que se obcecó o se cegó en un marco de apariencias engañosas o de tentadoras sugestiones. En ese sentido, el éxito de los terroristas ha resultado quizá muy superior a sus propias expectativas, porque no sólo causaron dolor, desolación y espanto, sino que han dejado a la sociedad española empantanada en una ciénaga de irreconciliable discordia. Y a las víctimas más solas con su desconsuelo, en medio de un fuego cruzado en el que no parece importar otra cosa que la posibilidad de mantenerlo encendido aunque a ellas les queme el alma.

http://www.abc.es/20071102/opinion-firmas/decaiga_200711020250.html

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