viernes 28 de septiembre de 20007
Las dictaduras patrocinadas José Javaloyes
El veto chino al establecimiento de sanciones contra la dictadura militar de Birmania, endosado por la diplomacia del neoautocratismo ruso, ha dejado en agua de borrajas las esperanzas internacionales de que el Consejo de Seguridad sirviera de algo para frenar la deriva de sangre por la que se encamina nuevamente aquel país del sureste asiático, en el que el opio gerenciado por el régimen desempeña una función consolidadora del mismo, semejante a la de los tráficos de la heroína en Afganistán —que enriquecen a los señores de la guerra y nutren las arcas de Al Qaeda—, y al de la cocaína en la selva colombiana dominada por la guerrilla de las FARC.
Ese negocio de los estupefacientes parece igualar por el mismo rasero de perpetuación las situaciones de hecho políticamente más dispares; lo mismo que las vidas humanas son, al cabo, igualadas por la muerte. Es como si el dinero conspirara más contra la libertad, en Birmania y en los otros referidos escenarios, cuanto más sucia y oscura resulta su procedencia.
Detrás del veto chino en el Consejo de Seguridad, que reitera la evidencia de las graves limitaciones del actual sistema de organización de las relaciones internacionales, no parece que estén sin embargo los estupefacientes, tal como lo estuvieron, durante el pasado colonial británico en el Extremo Oriente, con la sonrojante Guerra del Opio. Lo que al parecer cuenta es el acceso a los hidrocarburos birmanos, aunque no sólo por parte de China sino también por parte de la India: el otro nuevo gran coloso de la economía asiática y mundial, con su correspondiente gran demanda de materias primas estratégicas.
Estos intereses del otro gran vecino de Birmania explicarían el endoso de Moscú al veto de Pekín, puesto que la India fue el gran protegido de la URSS durante los tiempos de la Guerra Fría y en los demorados compases de tensión estratégica de soviéticos y chinos en el sur y en el sureste de Asia, especialmente durante la Guerra de Vietnam. La ley de la continuidad que suele presidir la política exterior de las grandes potencias parece detectable también en esta asistencia rusa a la esgrima china del veto en el Consejo de Seguridad.
También es de considerar la acusada probabilidad de que ésta no sea la última vez que veamos torear al alimón a rusos y chinos, dentro de la ONU y fuera de ella, habida cuenta los derroteros neoimperiales que está tomando la política putiniana.
Establecido este cuadro, no caben los mejores augurios para la causa de los monjes birmanos y de quienes, justamente, los mueven como punta de lanza y como estandarte moral en la exigencia de libertades políticas frente a un sistema dictatorial tan eternizado en sus privilegios como generador de pobreza para las grandes mayorías nacionales. La dictadura birmana tiene quien la patrocine, y no por razones ideológicas o políticas, como en otros momentos de la Historia contemporánea ha podido suceder, sino por motivaciones crudamente económicas y por fríos cálculos de poder y de influencia.
El multilateralismo internacional que quiere abrirse paso en este compás de aparente fatiga política norteamericana, por el lastre de los errores cometidos en Iraq, no se abrirá necesariamente, como el veto chino a las sanciones contra el régimen de Birmania pone de manifiesto, a una dinámica favorecedora de las libertades políticas y los derechos humanos, sino a otro inesperado juego de patrocinio de dictaduras como la de Rangún y otras. Y siempre al aire de los intereses de turno, tanto de los patrocinadores como de los patrocinados.
jose@javaloyes.net
jueves, septiembre 27, 2007
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