viernes, septiembre 28, 2007

Ignacio Camacho, Humilladero

viernes 28 de septiembre de 2007
Humilladero

IGNACIO CAMACHO
SE veía venir. En esta calentura radical de fotos quemadas y aquelarres extremistas, en este agitado hervor de radiadores episcopales, en esta casquería televisada de rumores que se disparan como bombas de racimo, en esta veda hostil de caza mayor abierta de repente ante la torpeza de unos y la tibieza de otros, faltaba el rancio fantasma de la tradición republicana del PSOE. Ya ha aparecido. Mientras el ministro de Defensa ofrecía a Su Majestad el Rey «todo el apoyo que necesite» del Gobierno -quizás Alonso no haya medido el alcance exacto de estas palabras en boca del responsable del Ejército-, unos concejales socialistas andaluces han votado unánimemente a favor de la apertura inmediata de un proceso constituyente para instaurar la Tercera República. Ha sido en Humilladero, provincia de Málaga, a la vera de la laguna de Fuentepiedra, donde anidan los flamencos rosas y donde Antonio Romero, otrora azote izquierdista del felipismo, mantiene un feudo político en el que guarda los galgos y los podencos de un comunismo rural, quimérico e irredento.
Así que el jefe de la Casa del Rey, Alberto Aza, le podría recordar a Alonso la célebre anécdota de aquel embajador inglés al que cierto ministro franquista de la Gobernación le preguntó si deseaba que le mandase más guardias para protegerlo de una manifestación contra la ocupación de Gibraltar, manifiestamente inducida por el régimen. Es sabido que el diplomático contestó con retranca británica:
-Me conformaría con que no me envíe más manifestantes...
Pues por las mismas, la Corona no necesita tanto que el Gobierno la apoye como que no contribuya a socavarla. Ni con mociones municipales promovidas por Izquierda Unida, ni con extemporáneas enmiendas para sustituir al Rey como jefe del Ejército, ni con coqueteos demagógicos con el mito idealizado de la Segunda República, ni con tejemanejes de socios con los independentistas quemaefigies, ni con banderas tricolores en marchas y mítines, ni con guiños a un republicanismo cívico que al final deriva, como se ve, en sulfurosas ceremonias bastante inciviles, propias de pirómanos nigromantes. Todo eso va creando un clima envenenado en el que luego es muy difícil sujetar el extremismo, y se acaba minimizando la barbarie o la desmesura como si fuera una chiquillada de gamberros, de tal modo que unos concejales de pueblo se sienten con fuerzas para lanzar por su cuenta un órdago constituyente sobre la forma de Estado. En este país de monterillas crecidos, en el que la guerra de la Independencia la declaró un alcalde y la monarquía cayó en unas elecciones municipales, conviene no andarse con tonterías cuando se juega con los asuntos serios.
-Oiga, ¿y por qué ha sido el ministro de Defensa el que ha salido a respaldar a la Corona en nombre del Gobierno? ¿No correspondería eso al presidente?
-Pues sí, pero... no sé qué es mejor. Pensando en lo que le pasa a todo el que apoya Zapatero... ¿No le parece a usted que es más oportuno que siga callado?

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