miércoles, mayo 16, 2007

Valentin Puig, Sarkozy no es un "neocom"

jueves 17 de mayo de 2007
Sarkozy no es un «neocon»

VALENTÍ
PUIG
NICOLAS Sarkozy aúna rasgos que en otros temperamentos políticos serían más que contradictorios: es un pragmático osado, un conservador con muchas prisas. Desde luego, no es un neoconservador. Su formación es gaullista, endógena. Su pro-americanismo contrasta con las posiciones geoestratégicas que mantuvo De Gaulle, pero no le convierten en el gran aliado de las estrategias neoconservadoras norteamericanas en Europa, ni va a fotografiarse junto a Bush jr. cuando no le convenga. Incluso, como conservador, abunda en una impaciencia que no es la que corresponde al arquetipo del estadista: parece como si la calma le enervase, como si su bulimia por el dossier pudiera llevarle al cambio por el cambio, en un ímpetu nervioso por la acción política. Es en esos momentos cuando asoma el Sarkozy aventurero, el gran pirata de alto vuelo político.
En la formación del Gobierno han aparecido los dos Sarkozy: el astuto y el apresurado. Después de un «ballotage» en el que logró absorber gran parte del voto de Le Pen -en operación equiparable a la de Mitterrand reduciendo el voto comunista- y dar una finísima estocada al centrismo de Bayrou, ahora pretende nombrar algunos ministros de la izquierda reformista para menguar al socialismo francés el margen de maniobra para su tan necesaria renovación. Así, según la tipología clásica de la derecha francesa, asume votos legitimistas, una franja del orleanismo y el completo bloque del bonapartismo.
De hecho, ¿es que existen políticos neoconservadores en carne y hueso? El «neocon» es más bien un intelectual, un estratega, una estrella de «think tank». En el caso de Wolfowitz, la suerte no le acompaña y el «Financial Times» ya ha comenzado la campaña para que sea Tony Blair quien ocupe la presidencia del Banco Mundial, después de que sus consejeros más entusiastas hayan comprobado que auparle a un nuevo formato de presidencia europea no es fácil, al no haber integrado Gran Bretaña en la eurozona. Curiosamente, el semanario «Time» ha tenido una iniciativa plutarquiana publicando un inverosímil paralelismo entre Sarkozy y Gordon Brown, el sucesor de Blair. No hay políticos «neocon» a este lado del Atlántico y al otro lado sólo parece quedar -y en horas bajas- el vicepresidente Cheney, que en términos reales no es otra cosa que un conservador pragmático que vio en las ideas neoconservadoras una cobertura intelectual de lujo para el mandato de Bush jr. Lleva tiempo Condoleeza Rice arrimándose a los modos de la «realpolitik» y saltándose la pauta «neocon», como predijo Colin Powell incluso antes de dejar el poder. Quizás uno de los pocos políticos más o menos neoconservadores fue el senador Moynihan. Era demócrata y ya murió.
Las proximidades y distancias con el movimiento neoconservador son para Sarkozy muy semejantes a las del conservador europeo, en este caso post-gaullista. Cree en la ley y el orden, en el esfuerzo y el trabajo, en la nación, como creían los conservadores en sus buenos tiempos. Le inspira dar una respuesta al utopismo progresista y la irracionalidad de la nueva izquierda. Durante la campaña presidencial, el alegato de Sarkozy contra todo lo que significó 1968 fue sonoro, pero es que vivió de muy joven lo que significaba aquella revuelta de hijos de papá contra el padre De Gaulle.
Sí, es más pro-Israel que Chirac pero las inercias de la «France qui tombe» no le llevan por el camino de reformas económicas expeditas, si acaso por cierto proteccionismo que suavice la dinámica globalizadora y políticas de afirmación positiva que permitan un aterrizaje sin fracturas sociales. Además, cree en la Europa política y ahí va a tener su principal terreno de juego, con su idea de un minitratado que sustituya al Tratado Constitucional del «no» y sea ratificado por los parlamentos nacionales. Si los «neocon» recelan de la Europa política, Sarkozy piensa en un Europa que posea y despliegue tanto «hardpower» como «softpower». Para el caso, en su mapa institucional de la Unión Europea -como escribe Guy Sorman- no aparece Turquía para nada. A la espera de unas elecciones legislativas que se le suponen favorables, Sarkozy ha de saber hallar el punto de conveniencia entre la reforma y la estabilidad, entre la parálisis y la acción. La vastedad y magnificencia del palacio del Elíseo tal vez templen el frenesí político del nuevo presidente. Francia lo necesita.
vpuig@abc.es

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