jueves 17 de mayo de 2007
Huelga de hambre
Lo de la huelga de hambre, que tenía en otros tiempos el halo romántico o revolucionario como el último recurso de los rebeldes o perseguidos, está ya muy desprestigiado en España. Después de lo del terrorista de Juana, de los estrafalarios intentos de iniciarla del ex alcalde de Marbella Julián Muñoz, de los ensayos de otros presos comunes tras la suerte del etarra, etcétera, se ha convertido en un burdo recurso procesal que, como se sabe, sólo en casos muy especiales da resultado.
En el caso de los procesados en el juicio del 11-M no parece que sea el caso. Y resulta, la verdad, una broma pesada, una extravagancia de mal gusto, como si quisieran añadir escarnio al asesinato de 191 personas y las vidas destrozadas de tantos otros. Primero cuatro, ayer nueve huelguistas de hambre más, el espectáculo de sobreactuación en la Sala para que se reparara en que se encuentran mal, uno tumbado, el otro tapándose la cara, los gestos más alarmados que alarmantes. Todas estas maniobras, en vez de despistar, hacen que pasen ante nuestra espantada memoria todas las víctimas de esta barbarie. Y sus verdugos.
Y eso que saben que el tribunal no va a cambiar ni la marcha del juicio ni su estructura formal. Ayer dos de ellos fueron expulsados con la orden de que, si fuera necesario, se les hidratara. La huelga de hambre como defensa, el ayuno contra las pruebas... qué espanto.
Mientras les hidratan les deberían leer el informe pericial sobre los explosivos, que es como una enciclopedia y ya ha llegado al Tribunal. Mil páginas y nada de titadyne, sólo contaminación minúscula. Vamos, que los peritos no pueden hablar del «explosivo habitualmente utilizado por ETA» y que reviste toda lógica el trasiego que los testigos han contado de Asturias a Madrid. Los clientes de la verdadera caravana de la muerte se ponen en huelga de hambre. Lo que les digo: qué espanto.
miércoles, mayo 16, 2007
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