jueves 1 de febrero de 2007
Despenalizar
KEPA AULESTIA k.aulestia@diario-elcorreo.com
Al interpretar que la iniciativa del Tribunal Superior de Justicia supone nada menos que la penalización del diálogo, la defensa política del lehendakari tiende a sacralizar ese mismo diálogo. Paradójicamente, es la citación de Ibarretxe ante el tribunal la que convierte el diálogo en un ejercicio siempre virtuoso, intachable, conveniente, necesario, incluso obligado. Así lo interpreta el propio Ibarretxe cuando presenta su inquebrantable voluntad de «hablar con todos y de todo» como si obedeciera a un mandato moral que estaría implícito en la fórmula de jura que, desde José Antonio Aguirre, emplean los lehendakaris ante el árbol de Gernika: «Jainkoaren aurrean apalik, Eusko lurraren gainean zutunik,... nire kargua ondo betetzea zin dagit». Se trata de una variante más del pensamiento circular que tiene cautivo el debate en Euskadi respecto a la estrategia contra el terrorismo. Si no se está seguro de acabar con ETA a las malas, mejor intentarlo a las buenas. Nadie puede creerse en posesión de la verdad absoluta, por lo que habrá de reconocerles su parte de verdad. Incluso alguien ha podido llegar a creerse eso de que «mientras dialogan por lo menos no matarán». Es más, el propio lehendakari ha dado preocupantes muestras de estar dispuesto a liderar el proceso de paz haga lo que haga ETA. De manera que el pensamiento circular llegaría a la absurda perfección de idear una paz dialogada independientemente de la voluntad que muestre quien ejerce la violencia.La fórmula tradicional del juramento de los lehendakaris no hace mención a las leyes. De manera que se trataría de un compromiso que contrae el elegido con Dios y los antepasados; y en suma con su propia conciencia. Nunca con normas y procedimientos que pudieran perturbar su misión. Aunque no exista una orden judicial expresa y, por tanto, no pueda hablarse de desobediencia, tampoco resulta inocuo que el lehendakari formalice la relación con una fuerza declarada fuera de la ley por los tribunales. Mucho menos cuando no ha sido capaz de demostrar que sus conversaciones con los dirigentes de Batasuna hayan surtido efecto alguno en ese mundo. La fingida ingenuidad es una variante menor del populismo que enlaza con los lugares comunes del "hablando se entiende la gente". En este pequeño país nos conocemos todos. Si el lehendakari precisa del consejo de Reynolds, Meyer, Weschler, Bartoli y Barnes no será para descubrir algo nuevo en la tierra sobre la que está en pie, sino para verse acompañado de personas dialogantes, capaces de incurrir en la ligereza y la inoportunidad siempre que sea para bien. Es la compañía que permite eludir las preguntas más impertinentes: ¿De verdad Ibarretxe dialoga? ¿O más bien escucha sólo a quienes le dan la razón? Resulta inevitable la sensación de que la farsa se representa unas veces mediante la confrontación y otras a través del diálogo.
jueves, febrero 01, 2007
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