viernes 18 de agosto de 2006
La guerra contra Occidente
Ignacio San Miguel
H UBO un tiempo en que pensaba que los judíos no tenían derecho a asentarse en las tierras que habían ocupado hasta entonces los palestinos. Poco a poco fui evolucionando en mis ideas al contemplar las cosas con más perspectiva. Porque ¿en qué nos basamos para pensar que los árabes tienen más derecho a esas tierras que los judíos? En que llevaban mucho tiempo habitándolas. Pero los judíos las ocupan desde hace más de medio siglo. No hay motivos para pensar que es necesario más tiempo para hacer legítima su permanencia. Además, vivieron en ellas durante más de mil años hasta que fueron expulsados por el Imperio Romano entre los años 132 y 135. Más tiempo que los árabes, que las arrebataron al cristiano Imperio Bizantino a raíz de su tremenda expansión invasora, iniciada en el siglo VII. Hasta no hace mucho se ha considerado la guerra como forma legítima de adquirir tierras. Y aún ahora… habría que ver. La guerra fue considerada actividad noble hasta la terrible carnicería de la I Guerra Mundial. Los militares tenían la más alta consideración social. El juicio de los hombres ha cambiado para bien en esta cuestión, pero hay que contemplar la historia con la perspectiva de los distintos momentos históricos, y admitir como legal y legítimo lo que en esos momentos lo era. Los ingleses tuvieron perfecto derecho a ejercer su gestión administrativa en Palestina por designación de la Liga de Naciones a raíz de la I Guerra Mundial, y en preparar una patria para los judíos allí donde antaño habían vivido. ¿Por qué vamos a pensar que no tenían derecho ingleses y judíos a obrar como obraron? ¿Por qué digo todo esto? Porque el meollo del conflicto es que los árabes no admiten la licitud de la existencia del Estado de Israel. Ese y no otro es el problema. Los judíos saben perfectamente que si bajan la guardia, serán expulsados. Y a eso no están dispuestos. No habrá una nueva expulsión de sus tierras. Así que se arman hasta los dientes y van construyendo un muro que los ha de proteger de los terroristas. La admisión del Estado de Israel por los árabes sería la solución del conflicto. El radicalismo islamista domina a los países árabes. Se habla de que también hay árabes moderados, pero el hecho es que no se les oye, no dan señales de vida. No hacen nada para influir en los radicales. Tienen miedo. Un árabe que hizo esfuerzos por la paz fue el dirigente egipcio Anuar el Sadat que llegó a concretar un tratado de paz con Israel. Sabemos cómo acabó. Fue asesinado por el terrorismo islamista en 1981. En la actualidad, no existe nadie que esté dispuesto a un gesto similar al de Anuar el Sadat. Leyendo las declaraciones del Presidente del Líbano, el maronita Èmile Lahud, absolutamente agresivas contra Israel y defendiendo el terrorismo de Hezbollah sin matización alguna, se da uno cuenta de la gravedad de la situación. Declara taxativamente que Hezbollah forma parte del ejército libanés y exige la retirada inmediata de las fuerzas israelíes. Si este presidente cristiano toma partido fanáticamente por los terroristas islamistas, puede uno suponer la posición de los líderes musulmanes. En consecuencia, Israel tiene perfecto derecho a destruir los enclaves de Hezbollah, desde los que los terroristas lanzan proyectiles sobre Haifa y otras ciudades israelíes. Se juega su existencia en ello. ¿De veras alguien cree que Israel ha invadido Líbano para matar niños árabes? Está empleando armas más modernas que sus enemigos, se quejan diversos analistas pro-árabes, pero ¿qué hay con eso? Nadie puede pensar que la conquista de América por los europeos debió hacerse con arcos y flechas porque esas eran las armas de los indígenas. La guerra supone un conjunto de matanzas brutales, sobre todo en los tiempos actuales, debido a la potencia del armamento. Debería proscribirse como método de resolución de conflictos entre naciones. Para mí eso está claro. Pero está todavía lejano el día en que esto ocurra. La guerra existe y no son los judíos quienes la han inventado. Absurdo sería que, dada su situación, no adquiriesen las armas más modernas. Y en la guerra (que ya de por sí es aborrecible) se cometen extralimitaciones. Los abusos israelíes deben ser condenados. Sin embargo, no constituyen la esencia del problema. El terrorismo islamista ha declarado la guerra a Occidente, a Europa, a América, a Israel. Se acaba de abortar un plan terrorista en el Reino Unido que pretendía el estallido simultáneo de diez aviones de pasajeros con el resultado de miles de muertos. Me imagino que si hubiese tenido éxito este plan monstruoso, los seudoprogresistas habrían hecho los consabidos gestos de impotencia y espanto, pero seguro que no habrían desplegado la intensiva propaganda que han desarrollado contra los judíos con motivo de sus excesos en el Líbano. Puro teatro. No creo en la delicadeza de sentimientos de esta izquierda. Primero, por la doble vara de medir que emplean con el mayor cinismo, según los muertos sean árabes o judíos. Existe también otro motivo, que algunos pensarán que está fuera de lugar que lo saque a colación, pero que encuentro significativo para demostrar la falsía de muchas manifestaciones. El logro del que está más satisfecha la progresía es la legalización del aborto en prácticamente todo Occidente, lo que está contribuyendo a su ruina, pues se trata de un gigantesco genocidio donde muchos millones de seres humanos son exterminados. Esta progresía no se inmuta ante estas muertes, exhibiendo un comportamiento complaciente que está en las antípodas del desmelenamiento ante la muerte de niños árabes provocada por las fuerzas israelíes. Pero, si son tan sensibles ante la muerte de niños ¿cómo es que aceptan tranquilamente la legalización del aborto, y no sólo eso, sino que la consideran como una conquista social de la mujer? No. Son gente hipócrita y malsana. Suponen una maldita quinta columna que odia a Occidente, odia a Estados Unidos y odia a Israel, exactamente igual que los musulmanes. Por eso ven con buenos ojos todo lo que represente el debilitamiento de los valores tradicionales de Occidente y contribuyen a ello sin vacilar. Son respetables y dignas de adhesión las manifestaciones sinceras de dolor ante la muerte de niños en estos actos de guerra. Pero las que no son sinceras, sino falsas y oportunistas, resultan francamente rechazables.
jueves, agosto 17, 2006
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