viernes 18 de agosto de 2006
La desmemoria histórica
Félix Arbolí
D ESDE que nuestro inefable presidente Rodríguez Zapatero, intenta traernos de cabeza y a cabezazos con su invento de “La memoria histórica” el país, ya de por sí estresado por la economía y la pasividad de los políticos en cuestiones fundamentales para el bienestar del ciudadano, ha vuelto a escindirse en dos bandos irreconciliables, gracias a su empeño y terquedad en avivar hogueras donde solo quedaban rescoldos. ¿A qué obedece la idea de que transcurridos setenta largos años de aquel nefasto período, se vuelva a insistir sobre un tema que, lógicamente, se sabía iba a alterar y enfrentar la hasta entonces pacífica convivencia del ciudadano español?. Estoy siguiendo en la primera y segunda cadenas de la televisión (las que obedecen los dictados del gobierno en el poder), así como en los documentales de Digital Plus, una serie dedicada a nuestra guerra civil. Lo veo, con el único interés de recordar cómo vivíamos, vestíamos, hablábamos y obrábamos entonces. La pobreza galopante que padecía España (al menos así nos la presentan y debo aclarar que en lo que respecta a Andalucía y Extremadura, no hay lugar para considerarla exagerado); las costumbres imperantes, los personajes de ambos bandos en sus hábitos y menesteres, etc. Documentos “ad hoc”, que solo presentan a una España semi analfabeta, empobrecida y tosca, sobre todo en las áreas campesinas e industriales (no me refiero al patrón, sino al obrero) y con grandes diferencias sociales, culturales, religiosas y maneras de gozar la vida. Viéndolos, no me extraña que con esa amalgama de ideas, conceptos y ostentosas divisiones, se llegara a lo que se llegó. El afán de revancha estaba latente en esas familias que trabajando duramente de sol a sol, sólo obtenían una barra de pan y un salario insuficiente para cubrir sus más perentorias necesidades. Con dolor y complejo de culpabilidad, he de reconocer que por familia yo formaba parte del bando de los favorecidos por la fortuna o por la injusticia, ya que ignoro cual de las dos resulta adecuada tras la contemplación de estas filmaciones. ¡Por favor, no me echen a los leones por hablar de esta manera!. Cuando un pueblo pasa hambre y calamidades y los trabajadores no puede mantener dignamente a su familia, a pesar de sus abusivos esfuerzos y largas y duras jornadas laborales, la contemplación de los que dilapidan alegremente el dinero que ellos necesitan para aplacar los estómagos desfallecidos de los suyos, puede hacer que resulte hasta normal que sientan odio y ganas de vengar tamaña afrenta. Que en mentes no muy lúcidas y vivencias sin ilusiones, ni futuros, incuben deseos de eliminar al que tan impunemente alardea de su despilfarro y muestra sus indiferencias ofensivas ante su pobreza. !Que están dilapidando alegremente lo que ellos necesitan para seguir malviviendo!. También comprendo que no les parezca agradable que el clero tertulie y alterne con los señoritingos del pueblo, sin preocuparse de esa familia, feligresa de su parroquia, que se acuesta sin comer y andan descalzos por estar fuera del alcance de sus bolsillos unas simples alpargatas. Es una amarga realidad que debemos reconocer, aunque nos duela haber podido ser involuntarios partícipes de esa tragedia. Cuando el pueblo se rebela, harto de aguantar injusticias y “cabronadas” (perdonen el término, pero es el que encuentro más a propósito), es como la presa que rompe sus diques, lo inunda y destroza todo sin miramientos, ni posibles obstáculos. Y el español, pueblo indomable, rebelde por naturaleza contra todo sistema o regla establecida, se lanzó furioso, lleno de ira y revancha a masacrar a todo individuo, inocente o no, que se le pusiera por delante, cometiendo los más despiadados actos de barbarie, sadismo y crueldad que un ser humano puede infringir a otro. Los “servidores de la URSS”, entonces en plena euforia y ánimos de expansión, se aprovecharon del momento para atraer a esas masas sedientas de violencia a su partido e implantar una dictadura aún más cruel y sanguinaria, despótica e incluso más injusta, porque predicaban su odio y cometían sus tropelías sobre todo aquel que no viera en la Hoz y el Martillo el signo de sus ideales, aunque se trataran de antiguos compañeros de infortunios y padecimientos, pero no militantes de su omnipresente partido comunista. Y surgieron grupos, asociaciones, organizaciones de distintos logotipos y banderas, pero idénticos en sus afanes de lucha sin cuartel y represalias sin encontrar motivos para sufrirlas, contra los mismos obreros, campesinos y desheredados de la fortuna que habían venido a salvar, pero que se convertían en enemigos al no estar bajo sus signos y esquemas. Ante un estado tan caótico, que se les fue de las manos a los hombres del gobierno de la República ( no todos censurables en su cometido) y les ocasionó la imposibilidad de poner orden y concierto en esa marabunta de descerebrados cargados de odios, para cuya contención y calma sólo se veía una posible alternativa el alzamiento militar y golpe de estado. Si, era la única opción que ofrecían a una España que iba directa e imparable a su propia destrucción y a la pérdida de sus libertades, aunque muchos crean que la libertad era ese horrendo libertinaje, que permitía y defendía la tortura y el crimen propiciado por el propio y debilitado gobierno. Alguien tenía que poner remedio a una España que se mataba a tiros en las calles por el simple hecho de llevar una corbata, no saludar con el puño cerrado o entrar en una iglesia. Las checas estaban llenas de personas ajenas a las injusticias relatadas, las embajadas igualmente de los que, más afortunados, habían encontrado refugio y protección en ellas y las iglesias, conventos y palacios, ardían sin remedio como piras funerarias que el pueblo encolerizado encendía en honor y loa de su Pasionaria, Durrutti, el Campesino, Rojo, Miaja y todos esos héroes de leyenda, al que los documentales a los que me refiero colocan en los altares de la dignidad, el heroísmo y el amor a la Patria. “Auténticos mártires que lucharon por la libertad”, llenando cárceles, checas, plazas de toros y tapias de cementerios de españoles o de sus cadáveres, por no querer participar en su oleada de vandalismo, aunque no hubieran sido partícipes de los errores del pasado y sus ostensibles diferencias sociales y económicas. De los catorce o más documentales que he podido ver, sólo uno se refería a la España de los vencedores, era sobre el asedio del Alcázar de Toledo, por cierto, muy mal hecho y muy pasado técnicamente. Por lo visto era el único detalle a señalar y destacar del bando de la derecha, a juicio de los programadores televisivos. El resto, exclusivamente, es una continua alabanza y exaltación patriótica de los que vestidos con monos, gorros de soldados con el escudo comunista bien visible y pañuelos rojos al cuello, eran dignos de figurar entre los heroicos defensores de la Patria amenazada. Los pueblos por donde pasaban, según estos documentales, se volcaban en ellos y los saludaban con ese puño cerrado que tanto gusta a algunos de nuestros actores y actrices, aunque rechacen y anatematicen el de la mano en alto. Posteriormente, esos mismos pueblos confeccionaron rápidamente banderas rojo y gualdas y vitoreaban a las fuerzas franquistas cuando conquistaban el lugar, saludando brazo en alto con más estilo y entusiasmo que si se tratara del mismo José Antonio, Ya se sabe que de los aplausos y aclamaciones de la masa no se pueden sacar jamás conclusiones positivas y fiables. Mañana, si la ocasión lo aconseja, harán todo lo contrario y crucificarán al héroe de ayer. En nuestro Evangelio tenemos un claro ejemplo, contemplando la triunfal entrada de Jesús en Jerusalén y su posterior condena popular a la más horrible de las torturas y la muerte. Los del bando de ese Capitán, abuelo de nuestro inconsolable presidente (y eso que no le llegó a conocer), autor e impulsor de esta “Memoria Histórica”, son los exclusivos protagonistas, los únicos que merecen nuestro aplauso y consideración. Ellos se erigen en valerosos y heroicos defensores de España frente al nefasto enemigo, llenos de buena voluntad y una decisión inquebrantable. Usando un termino joseantoniano “inasequibles al desaliento”, aunque luego a la hora de la verdad y de la Historia, no supieron o pudieron defender sus posiciones e ideales cuando se enfrentaron en las trincheras a ese “enemigo” de la Patria, que luchaba porque quería que España volviera a ser “una, grande y libre”. Esto no significa identificación con el franquismo, ya que he expuesto en varias ocasiones mis acuerdos y desacuerdos con este Régimen, sino un ideal que me resulta noble y digno de exponer. Una lucha fratricida en que todos, uno y otro bando, se jugaron la vida creyendo que su idea de España y su doctrinario político era el acertado. Por eso me resulta chocante y fuera de tiempo y lugar que sea el propio gobierno de la nación el que intente resucitar odios y recelos y busque sin disimulos ni diplomacia el enfrentamiento, por ahora sólo dialéctico, entre los españoles, la mayoría de los cuales, por no decir el 95 por ciento ni ha conocido la guerra. Y que nos vengan con una serie de documentales extremadamente partidistas y rebuscados, como queriendo imponer por “bemoles”, casi por Decreto, la heroicidad y nobleza de una de las partes, sin tener en cuenta que en la otra hubo mucha más, pues cuando estalló la guerra llevaban años padeciendo el odio y las tropelías de las hordas revolucionarias y del tristemente famoso Frente Popular. ¿Eso no figurará en esta Memoria Histórica?. Ahora quieren indemnizaciones por las muertes causadas y exhumaciones de unos huesos que considero adecuado no removerlos. ¿Dónde están los del abuelo de mi mujer y su tío, que se llevaron los Guardias de Asalto una noche de su casa por haber asistido al entierro de Calvo Sotelo y no lo encontraron por ninguna de las checas y “mataderos de personas” que tenían establecidos en Madrid?. ¿A quién le reclama mi suegra los restos de su padre y hermano?. ¿Es que son de segunda categoría porque su nieto no manda en el Gobierno?. Lo digo sin rencor, ya que no deseo lo más mínimo el odio y el enfrentamiento entre españoles, pero tengo que salir al paso de los que opinan lo contrario e intentan encender de nuevo las hogueras. Solo traer a colación lo que le dijo a Boabdil, su propia madre, ante la pérdida de Granada “Lloras como una mujer lo que no supiste defender como un hombre”. Yo le diría a nuestro querido presidente del gobierno que al igual que habla tanto de su abuelo, el Capitán, porque era del bando de los vencidos, hable también, al tratarse de una “memoria” y no sufrir amnesia, de sus otros abuelos, los maternos, naturales y vecinos de Valladolid y en cuya casa nació nuestro gobernante, para mayor abundamiento y que omite mencionarlos por que eran del bando de los vencedores, para él, sus enemigos irreconciliables. Precisamente y en una diminuta columna, escondida entre las noticias de un diario, me entero de que su abuela acaba de morir y él estuvo en el funeral en compañía de su mujer. Pero claro, a este acto y a esta persona, ni mencionarlos, ya que toda su trama se vendría abajo. Se hallaban en las posiciones “equivocadas”. El comentario se lo dejo a mis lectores.
jueves, agosto 17, 2006
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