viernes 18 de agosto de 2006
Apuntaciones en torno a la victoria de Maragall
Antonio Castro Villacañas
M ARAGALL, antes de abandonar la presidencia de la Generalidad, ha querido dejarnos a catalanes y españoles un importante legado de su breve paso por tan importante puesto. No otro sentido tiene el acto organizado el otro día en el pueblo más pequeño –o menos poblado- de Cataluña. Marcado por su peculiar personalismo, lanzó desde ese pueblo un mensaje de contenido tan discutible como peligroso: el nuevo Estatuto, que ese día entraba en vigor, no es una reforma positiva del anterior, sino una norma nueva, en la práctica una Constitución, esto es, una jurídica frontera predestinada a ponerle los pies en su sitio al Estado Español. Aún más: el Estatuto conseguido por él, en alianza con Esquerra Republicana, es una antesala de breve espera de la independencia catalana, a pesar de los retoques impuestos por el contubernio de CiU y el PSOE de Rodríguez Zapatero... El postulado de la singularidad nacional de Cataluña constituye el fundamento del principio de bilateridad entre dos iguales identidades nacionales: la catalana y la española. En virtud de su singularidad y de su identidad, Cataluña tiene el derecho histórico –desde ahora, también el derecho legal constitucional- a hablar de tú a tú, de igual a igual, con España. No es cierto que el nuevo Estatuto conceda literalmente ese derecho a Cataluña, y Maragall lo sabe, pero él está en la antesala antes citada. Desde ella habló de la presencia y acción de Cataluña en Europa, de lo que él llama "euro-región" catalana, versión inmediata del pasado Reino de Aragón y Cataluña... Aún hay más. El discurso de Maragall anuncia que, a partir de ahora, toda la política gira en torno al interés y la conveniencia de Cataluña, con España como un entorno difuso y vago, porque lo verdaderamente importante de España es que los catalanes se sientan cómodos de estar junto a ella, y las palabras del aún presidente de la Generalidad no dejaron dudas sobre que los nacionalistas catalanes únicamente se sentirán cómodos cuando consigan dejar al Estado Español sin ninguna competencia en todo lo que se refiera o tenga la más mínima relación con Cataluña. Los ingenuos, los bien intencionados, los bobos y los tontos, pueden creer que el discurso de Maragall es un fuerte impulso para la consolidación jurídica de esa esa "España plural" que todos sabemos existe, pero hay algunos españoles, mejor informados o con mayor sentido crítico, que lo entienden como un aviso de que la auténtica comodidad nacionalista catalana consiste en lograr cuanto antes una España mal constituida y peor articulada. Aunque Maragall y los nacionalistas utilicen el alhiguí del federalismo como pantalla protectora de su vocación separatista, la verdad es que su proclama estatutaria y el texto pactado entre el Rodríguez castellano-leonés y los Puyoles catalanes dificultan al máximo la construcción de una España federal. No está todo perdido, pero sí muy averiado. De una Comunidad Monárquica de Naciones -objetivo de la conjunción nacionalista y socialista- puede pasarse a unos Estados Unidos Republicanos. En ellos, así lo demuestra la experiencia histórica europea y americana, el separatismo y la independencia son mucho menos fáciles.
jueves, agosto 17, 2006
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