EL ANÁLISIS
De la legalización del PCE a la de Batasuna: una odiosa comparación
Cuando Zapatero autorizó la semana pasada tratos políticos con un partido ilegal, destacados socialistas compararon la noticia con aquel "Sábado Santo rojo" en tiempos de Suárez.
5 de junio de 2006. Después de un cuarto de siglo durante el que el Estado de Derecho se vino cargando de razones, con la ley en la mano, sin atajos -porque contra el terrorismo no vale todo-, coincidiendo con el sentir mayoritario de la sociedad española y de las fuerzas políticas representadas en el Parlamento, el Supremo acordó por unanimidad la ilegalización de Batasuna, ratificada en última instancia por el Constitucional, no por ser un partido político sino por ser un instrumento de la banda terrorista ETA, cuyo delictivo quehacer consiste en aplastar el derecho a la vida y el ejercicio de las libertades de quienes no comparten sus ideas. Su arrinconamiento fue –insisto- el resultado de una acción convergente de los tres poderes del Estado. Gobierno, Parlamento y Poder Judicial entendieron, en el ejercicio de sus respectivos fueros institucionales, que Batasuna debía ser declarada fuera de la ley. Ninguno de los principios que legitimaron la decisión de ilegalizar al brazo político de la ETA, que fue saludada en nombre de la moralidad y la legalidad, se compadecen con el giro dado por el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, para convertirse en cómplice de una quiebra del Estado de Derecho al dar luz verde a un diálogo con la pandilla de canallas que representan Arnaldo Otegi, Joseba Permach y compañía. Una imagen para la vergüenza El sentido común y un sano concepto democrático se rebelan ante la decisión del jefe del Ejecutivo. Hablar con quienes tienen las manos manchadas de la sangre del millar de víctimas del terrorismo etarra sería como contar chistes en la antesala de una capilla ardiente. Así les suena a muchas de ellas. "La iniciativa sólo hará oficial lo que ha sido oficioso en los últimos años", reconocen en el nervioso entorno monclovita. Cierto. El pasado día 27 de mayo, sin ir más lejos, tuvo lugar el último encuentro privado PSE-Batasuna. La foto encierra un calado político relevante, aunque el presidente Zapatero haya pretendido matizar el alcance de la reunión, minimizando su trascendencia. Pero tiene un grave trasfondo. El PSE legitima en público por primera vez a Batasuna como interlocutor, más allá de que ya lo fuera en la práctica, y reconoce su contribución al llamado "proceso". Este dato adquiere una gran importancia para los proetarras. No, no lo hemos soñado. Eso es exactamente. Y prácticamente cualquiera es capaz de entender que el Gobierno y el PSOE hacen méritos para sacar a Batasuna del agujero. O sea, para que se presente a las elecciones municipales de 2007. El ostracismo -entienden– no le sienta bien al brazo político de ETA. Se trata, por tanto, de reflotarlo desde el Poder. El "confiad en mí, una vez más", mensaje subliminal transmitido por Zapatero en su improvisada comparecencia el pasado jueves en el Congreso, sonó a brindis al sol. Retórica zapateril ya oída. Demasiado poco, demasiado tarde, como le había advertido su ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba. De Carrillo a Otegi Las verdades sin condón –uno de los penúltimos hallazgos verbales de Manuel Fraga- son contagiosas, pero los políticos no corren ningún peligro. Son enemigos de las verdades a pelo. Prefieren los rodeos, la insinuación, el tanteo, el globo sonda y, en su caso, los cerros de Úbeda. El Poder airea lo que le favorece y oculta lo que le perjudica, sobre la consideración inicial de que los ciudadanos son idiotas. De ahí que destacados dirigentes del PSOE hayan empezado a comparar sotto voce el anuncio de la apertura de conversaciones con Batasuna con la legalización del PCE, un haz cuyo envés fue la aceptación por parte del partido de la bandera nacional y la legalidad democrática que se preparaba desde el franquismo reformista, con la monarquía constitucional como institución básica. Mucho tragó entonces parte de la sociedad aceptando la legalización de un partido dirigido aún por Santiago Carrillo, el responsable oficial de la matanza de Paracuellos. Pero casi fue igual el trago de las estrechas pero reales bases del PCE llevando la bandera nacional a sus actos y sedes, mítines y verbenas. Como siempre, en el símbolo nacional iba implícita la aceptación de la legalidad institucional y así lo entendieron unos y otros. "Como entonces, la luz verde al inminente encuentro PSE-Batasuna, puede ser irreversible pese al oleaje que ha levantado", exponen a Elsemanaldigital.com altos cargos socialistas consultados. "Procesos de estas características –añaden como si hubieran descubierto ahora el Mediterráneo- nunca son algo limpio y diáfano. Siempre quedan revocos y siempre aparecen en el camino desfiladeros difíciles de superar y siempre hay algún paso delicado que todos desearíamos podernos ahorrar. No es un simple apaga y vámonos". Partiendo de la base de que las distancias entre la legalización del PCE y la de Batasuna de facto son siderales, la de aquellos lejanos días fue una tregua indefinida y de buena fe, que duró el tiempo necesario para embarcar en la Transición a todo el mundo, salvo los separatistas y los terroristas, que ahí siguen. Como en 1976, pero peor. Así que el de la estampita es una broma al lado del nuevo timo de la izquierdita. Aquí se miente impunemente y, como mucho, algunos imaginamos que a Zapatero o a sus pretorianos les crece la nariz. Pero poco más. Y eso que el presidente del Gobierno pretende, eximiendo a Batasuna como coleccionista de las barbaridades de ETA, añadir otro clavo al ataúd de nuestra convivencia en libertad, los valores de la Democracia y del Estado de Derecho, el objetivo del bien común. La contundencia de Rajoy A Zapatero le importa bien poco tener que sortear los obstáculos que encuentre en el camino para llevar adelante plan de perpetuarse en el Poder, aunque esos obstáculos se llamen reglas del juego. En las últimas horas estamos percibiendo, por fin, al mejor Mariano Rajoy. Excelente desde que se destapó el enésimo engaño. Altura, claridad, contundencia, temple y sentido común. No se fue por las ramas. Se quedó en el tronco de nuestros derechos, en el fuero, los fundamentos y los principios. En realidad, el líder del PP se limitó a recordar nuestros valores fundamentales. Lo demás fue la expresión de una perplejidad ante la "desfachatez" de quien reclama la colaboración del principal partido de la oposición en la voladura de las instituciones. Tan absurdo como si Rajoy hiciera suyas las palabras de Balzac: "Que la resignación es un suicidio cotidiano".
domingo, junio 04, 2006
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