jueves, junio 01, 2006

De gilipolleces y gilipollas

viernes 2 de junio de 2006
De gilipolleces y de gilipollas
Miguel Martínez
S ERÁ que con la edad se pierden las ganas de cabrearse o será que ya está uno harto de leer y escuchar las mismas gilipolleces, pero el caso es que, de un tiempo a esta parte, me salto a la torera algunos editoriales, algunas emisoras, algunos articulistas e incluso a algunos amiguetes. He comprobado que se puede estar igual de bien informado y ser igual de feliz obviando ciertas lecturas y ciertas compañías que no hacen más que ponerle a uno de mala baba al más mínimo contacto. A veces estos ataques al sentido común y a la inteligencia son lanzados a traición, y a uno no le queda más remedio que tragarlos y digerirlos como buenamente puede. El último de éstos lo vomitaba hace unos días el friqui del diario Avui , Salvador Sostres, y lo titulaba “Parlar espanyol és de pobres”. Seguro que el revuelo que ha ocasionado el artículo no habría sido tanto si los lectores hubiesen reconocido y puesto cara al articulista, pues ya habrían identificado al payaso que lo firma como aquel bufón regordete, medio calvo y medio tartaja, que vistiendo traje oscuro competía a decir idioteces a grito pelado -hasta que lo echaron- en Crónicas Marcianas junto a otros friquis de su misma calaña. Seguro que lo recuerdan porque era el que siempre llevaba la contraria al sentido común, y de su boca –como de su pluma- salían las estupideces más ruines, ora presumiendo de machista, ora de racista, largando barbaridades tales como las que afirma en su escrito referido al uso del español. Y es que, tal y como les contaba al principio, para evitarse uno malos ratos y malas babas, ese Sostres es una de las lecturas a obviar, dado que sus escritos no son más que un acopio de idioteces que amasa mezclando fascismo, nacionalismo burgués, proselitismo, machismo y –sobre todo- ignorancia, estupidez, mal gusto y peor educación. Más difícil fue evitar, encontrándose un servidor inmovilizado en aquella butaca de la barbería y con la navaja barbera al cuello, a otra de las personalidades de las que les hablaba al principio, y de la que quien les escribe huye también cuanto puede, justamente por la misma razón por la que huye de Sostres. -¿Qué? ¿Qué tienes que decir a lo de Sostres? Menudo hijoputa. No me digas que hay derecho. Tiene razón Federico. Zapatero y tíos como ése van a acabar con España. - No sé de qué hablas –contesto-. Yo no leo esas cosas. - Pues dice el muy mamón que hablar español es de pobres y que los que hablamos español somos tontos. - No le hagas caso, hombre. Si ese tío es un payaso. - Y encima lo defiendes. Tiene razón Federico, tíos como tú, que defienden lo indefendible, tienen la culpa de que España esté como está y que acabe como va a acabar. Un Millán Astráiz tendría que venir y poneros a todos en vuestro sitio. Y a los catalanes los primeros. Y entre eso, y el comentario de nuestro director haciéndose eco del texto de Sostres, no tuvo un servidor más remedio que leer el puñetero escrito para constatar, una vez más, que sigue en su línea de no decir más que gilipolleces, lo que significa -según el más sencillo de los planteamientos- que quien dice tanta gilipollez como el tal Sostres ha de ser, por fuerza, un gilipollas. Ya hable catalán, español, o swagili.

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