viernes 20 de junio de 2008
Camps y Arenas se reparten el PP
Pablo Sebastián
Una vez más, y una vez conocido el misterioso equipo de Rajoy, se puede decir que los democristianos de la derecha española, los cristianos del PP, se comieron a los leones (empezando por los de la Cibeles de Madrid), o a los políticos, con mayor proyección nacional del Partido Popular, incluidos Alberto Ruiz Gallardón y Esperanza Aguirre, por más que los seguidores de uno y otra dirigente madrileños todavía están a la espera de la “pedrea” de cargos menores, o de la posible creación de rimbombantes cargos —unas vicepresidencias, comité ejecutivo, etc— a ver si consiguen algún entorchado en su bocamanga, aunque ya están alejados del núcleo duro de la influencia y gestión diaria del PP.
No estamos, con esta apreciación, quitándole méritos a María Dolores de Cospedal en su nominación como candidata a la secretaría general porque la dirigente manchega del PP reúne cualidades suficientes para el cargo, si no fuera porque esa designación es, según los actuales estatutos del partido, incompatible con la presidencia de los populares en Castilla La Mancha. Cargo que Cospedal pretende conservar y acumular, como podría acumular también el de senadora, para disputarle a Pío García Escudero la portavocía del Senado, en las sesiones de control a Zapatero a ver si, por ese camino, la recuperada manchega entra también en la lista de presuntos sucesores de Rajoy.
De la misma manera, parece razonable la presencia de Esteban González Pons —hombre de confianza de Francisco Camps— frente a la vicesecretaría de comunicación del partido. Pero resulta más sorprendente y negativo que Ana Mato y su protector Javier Arenas, ocupen dos vicesecretarías, una de organización y otra territorial. Y, especialmente, en lo que Arenas se refiere que bastante trabajo y déficit electoral tiene en Andalucía, como para ahora dedicarse a otras cosas en el PP, partido en el que ya fue secretario general, además de haber sido vicepresidente primero del Gobierno. Y todo porque Camps y Arenas creen tener bien atados, en sus alforjas respectivas, todos los votos de sus compromisarios que votarán al equipo de Rajoy.
Y todo esto sin olvidar que Cospedal fue también colaboradora estrecha de Arenas en el ministerio de Asuntos Sociales, lo que revela que tanto Arenas como Camps se han hecho con el control del aparato del Partido Popular, a base de garantizarle a Rajoy su presidencia, ya veremos si temporalmente y solo hasta las elecciones europeas o el próximo congreso de 2011, en el que a lo mejor ya están pensando que Camps, podría saltar para ser el candidato electoral nacional del PP a la presidencia del Gobierno, a nada que resbale Rajoy. Y todo ello, también, una vez que el líder gallego ya había copado, entre sus íntimos colaboradores, todos los puestos claves del Congreso de los Diputados, con Soraya Sáenz de Santamaría y Ana Pastor, a la cabeza.
Con lo que puede decir que la “troika” de intereses mutuos formada por Rajoy, Arenas y Camps, se ha hecho con el control del PP. Mientras que a Aguirre y Gallardón, Rajoy los ha vuelto a torear y a dejar fuera de juego, como ya lo hizo cuando se elaboraban las listas del PP al Congreso de los Diputados. Aguirre por méritos propios y su permanente desvarío contra todos y contra todo, y Gallardón como convidado de piedra que no se ha atrevido a dar los pasos al frente que tuvo que haber dado antes y ahora, si de verdad aspira a ser el líder del centro derecha español.
Sin perder de vista que otros dirigentes del PP, desde Aznar a Rato pasando por Cascos, Mayor, y los demás jefes periféricos, se han quedado al margen del reparto del poder del partido, en el solo beneficio de Camps, Arenas y Rajoy. Con la sola novedad igualitaria y femenina de la Cospedal. Aunque los grandes perdedores del reparto han sido Aguirre y Gallardón. El alcalde —salvo recuperación de última hora en algún cargo nuevo y de postín— con mayor motivo, porque habría sido engañado por Rajoy por segunda vez en pocos meses. Y Aguirre por méritos propios una vez que le había declarado la guerra sin cuartel a Rajoy, pero sin atreverse a dar el paso hacia delante.
Naturalmente si Gallardón y Aguirre hubieran pactado entre sí, por mucha repugnancia que ello les produzca a los dos, el congreso de Valencia del PP sería otro y Arenas y Camps los dos grandes acaparadores del control del partido, subidos al carro de la ambición ciega de Rajoy, no habrían tenido nada que hacer, salvo ocuparse de sus respectivas comunidades.
Una situación, la que ahora se plantea con el equipo de Rajoy, que en nada garantiza a medio o largo plazo la paz interna en el seno del PP, por mucho que, en el congreso y después de la convocatoria valenciana, todos hablen de unidad y se llenen la boca de elogios al equipo que acaba de presentar el único candidato a la presidencia del PP, que es Rajoy. Sobre todo porque, en su conjunto, estamos ante un equipo directivo de segundo nivel, que no parece a la altura de la crisis de liderazgo nacional del partido, ni tampoco de las circunstancias políticas españolas —¿quién de entre ellos es ahora el dirigente popular capaz de abordar la crisis económica española?—, ni tienen capacidad para integrar a otros dirigentes que los pueden mirar de soslayo, y sobre los que este equipo que Rajoy carecería de autoridad. Es cierto que Rajoy que no podría soportar, en su estado mayor, otro nivel superior de dirigentes que le hubieran hecho sombra nada más llegar. Pero estos que ahora llegan tampoco parecen ofrecer la imagen de un equipo contundente y del máximo nivel —“los mejores”, a los que se refería Aznar— para hacer frente a una legislatura en la que el PP debería de tener su oportunidad.
http://www.estrelladigital.es/diario/articulo.asp?sec=opi&fech=20/06/2008&name=manantial
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