domingo, junio 01, 2008

Jose Vilas Nogueira, Los jesuitas

lunes 2 de junio de 2008
JOSÉ VILAS NOGUEIRA CATEDRÁTICO DE CIENCIAS POLÍTICAS
memoria de los días

Los jesuitas

Soy agnóstico desde hace mucho tiempo, desde la adolescencia para ser más preciso. Algunos ateos militantes nos consideran, a los agnósticos digo, como unos ateos vergonzantes, unos ateos de segunda división, sin resolución ni coraje para actuar, según ellos, consecuentemente. Como otras gentes me han considerado, y todavía me consideran, cosas mucho peores, no he de protestar. Pero yo tampoco los entiendo a ellos, a los ateos militantes: si Dios existe sería suicida enfrentarse a él; si no existe, pueril e inútil. Sería como meterse contra Peter Pan.

La causa de mi agnosticismo es que muchos de los dogmas y proclamaciones de las religiones cristianas, las únicas presentes en mi experiencia vital y en mi horizonte intelectual, se me antojan opuestas a la razón. Consecuencia asociada a este agnosticismo es mi desinterés por los excesos, reales o supuestos -por lo general, más supuestos que reales- de la casta clerical. Estos excesos son más materia sociológica que religiosa. Y hoy hay castas mucho más peligrosas para la libertad de conciencia y de acción que la de los clérigos cristianos. Por ejemplo, la de los zapateros, asociados e imitadores. Estos sí que me dan miedo.

Difícil, por tanto, será que me encuentren en una procesión, e imposible en una persecución, con garrote alzado, de curas y frailes. Allá se las arregle la casta política progre, sedicentemente laicista, haciendo mil carantoñas a los bárbaros clérigos muslimes. Como mal menor, los veo, popa al aire, en no muy discreta postura. Como mal mayor, degollados como víctimas sacrificiales. Y es que la oscura pulsión al sacrificio iguala a los religiosos y a los antirreligiosos.

Consecuentemente con mi agnosticismo no sé mucho de historia eclesial, y gusto poco de inmiscuirme en los debates de la Iglesia. Pero el diablo, que todo lo enreda, me incita hoy a hacer una excepción a lo segundo. Parece ser que los jesuitas, en su revista Aggiornamenti Sociali, se apartan abiertamente de la postura oficial del Vaticano sobre las parejas homosexuales. Y no es que me moleste esta posición. Mi comentario tiene un objetivo más general. Desde luego, no es esta la primera discrepancia, pues otras importantes y recientes, particularmente alrededor de la llamada Teología de la Liberación, se han producido. Y aquí surge lo curioso del caso. Pues, resulta que una de las peculiaridades de la Compañía, fundada en 1540 por Ignacio de Loyola, fue la instauración del llamado 'cuarto voto', de especial (la normal sería redundante, en una organización tan jerarquizada como la Iglesia católica) obediencia al Papa, perinde ac cadaver ("disciplinado como un cadáver") en palabras del fundador. Voto que justificó, o fue utilizado como pretexto para ello, un plus de hostilidad hacia los miembros de la Societas Iesu, respecto de las otras órdenes religiosas, hasta llegar a su expulsión, por parte de los gobernantes ilustrados del siglo XVIII, tanto de Portugal y Francia como de España.

Mudan los tiempos, mudan las costumbres, que dijo en latín, con mayor solemnidad y dramatismo, el eminente orador y político romano, que pasó a la posteridad con el sobrenombre de Garbanzo (lo que no es pequeña humorada histórica). Imagino a los últimos papas lamentando la particular devoción jesuítica. En el siglo XVI tanta entrega; en los siglos XX y XXI, tanta distancia. Hasta el Prepósito General de la Compañía se ha convertido en contrafigura del Papa, en el Papa Negro. Ya no es Ignacio de Loyola ni Pedro Arrupe, pero la Societas Iesu parece seguir penetrada por el exceso vasco.


http://www.elcorreogallego.es/index.php?idMenu=13&idEdicion=901&idNoticiaOpinion=307845

No hay comentarios: