miércoles, marzo 12, 2008

Oscar Molina, ¿Vas a votar a Zapatero?

miercoles 12 de marzo de 2008
Fin de trayecto

Óscar Molina

¿ VAS a votar a Zapatero? ¿Pero te parece bien cómo ha llevado lo de la negociación con ETA o que nos haya mentido sobre eso?

-Pues mira, yo andaba por la T4 el día del atentado, y la verdad, nos puede tocar a cualquiera. A mí, a mi hija…a cualquiera. Y si puede acabarse con ello negociando, pues…

Esta conversación, tal y como la leen la pude escuchar en mi entorno laboral el día 9.

Resulta alarmante el grado de postración y bajeza al que ha llegado la fibra moral de una buena parte de la sociedad española. Son ya muchos los que, acogotados por las urgencias y cada vez más inalcanzables dosis de ombligo, han decidido olvidar sin reparo a los casi mil compatriotas suyos que hoy crían malvas, y a sus familias. Los dan por amortizados, entendiendo que los dejemos a un lado si todo ello sirve para salvar su culo. No son capaces de entender que ellos murieron porque decidimos no postrarnos ante una banda de asesinos, por no dar carta de naturaleza política a unas exigencias que se defendían matando y por no permitir que nuestra Libertad dependiera de sus caprichos criminales. El día en que decidimos aguantar en la última trinchera de nuestra dignidad elemental como pueblo, no sospechábamos que llegaría un tiempo en el que muchos saldrían, manos en alto y pantalones en los tobillos, a dar por bueno que tantos hubiesen caído en vano con tal de seguir disfrutando del espejismo de un bienestar egoísta sin ser molestados. Ya lo dije una vez: ¡qué solos se quedan los muertos!

Miren, no es que haya ganado Zapatero, ni que haya perdido Rajoy. No soy de los que piensan que el pueblo se equivoque; muy al contrario, opino que tiene muy claro quién es el más adecuado para garantizar sus anhelos, guardar sus miedos y, llegado el caso, aleccionarle sobre sus propias prioridades. Por eso estoy triste, desfondado. El vencedor jamás estuvo a la altura, ni en la campaña ni en los cuatro años anteriores; y el aspirante derrotado pertenece a una organización que hace ya mucho que optó por no dar la batalla de las ideas, que permitió que sus adversarios poseyeran las palabras, y por lo tanto los conceptos. Ahora se lamenta de que alcanzar crédito sea algo así como intentar subir una piedra por la falda de una montaña, de que les cueste Dios y ayuda ganar un centímetro y se les despeñe la roca al mínimo error. Pero es que no puede pretenderse otra cosa cuando se ha renunciado al trabajo de alisar el terreno. Deberían tenerlo claro, nunca tendrán la menor aureola de solvencia (ni siquiera ganando las elecciones) mientras permitan que exista una parte apreciable de la sociedad para la que la Política sea una cuestión de frases hechas, etiquetas, tópicos y enunciados vacíos que no es necesario rellenar, hasta el punto de no tener que designar lo que realmente significan.

Aun así, confieso que me decepciona profundamente que el pueblo español se haya decido por una opción que ha hecho bandera de la división y el enfrentamiento; que ha hecho política a salto de mata, a razón de conveniencia según momento o lugar y que no pueda poner ningún logro real sobre la mesa. Me perturba que existan cosas que no hayan provocado un rechazo escandalizado, la respuesta de cualquier sociedad ante el zarandeo de los principios que la han hecho posible. Hablo de la repugnancia que no parecen producir hechos como la no consideración de restos humanos a los fetos abortados de veintiocho semanas; la indiferencia ante las propuestas electorales para nuestra juventud de un señor que nos ha mentido sobre su propia trayectoria profesional, y que consisten en bajar el IVA de los preservativos y perseguir el garrafón con el que nuestros hijos se cogen la melopea cada fin de semana. Del abrazo al Doctor Montes, cuyas prácticas han censurado sus propios compañeros…

Me duele que haya quien no se plantee lo que hay detrás de esas palabras huecas de las que hablaba, y se las trague sin pararse a pensar si significan lo que dicen, o dicen lo que significan. Que acepte la imposición de etiquetas a otros por razón del partido político al que votan. Que se tolere que se queje de “la crispación” quien llama repetidamente “imbécil” al presunto causante.

Pero sobre todo, hablo de la foto que nos hicimos el 14 de Marzo de 2004, que todavía estaba en el carrete de nuestra Historia, y el día 9 ha pasado por el laboratorio de revelación, para convertirse en un retrato tamaño póster. Hace cuatro años dimos pasaporte a un gobierno, presuntamente, por mentirnos. El esgrimido rechazo a un engaño provocó una marea de indignación que sacudió España y nos trajo un vuelco vestido de dignidad y amor propio. Falso decorado y atuendo de una sociedad que, tan solo cuatro años después, no ha medido con el mismo rasero a un mentiroso confeso, a quien le engañó reiteradamente sobre su vergonzante negociación con una banda terrorista. Seamos serios, el 14 de Marzo de 2004 no votamos con la decencia como estandarte, sino con el miedo calándonos los huesos. No fue una reacción moral contra unos embusteros, fue un acojone multitudinario y una huída propias de una sociedad que ha renunciado a regirse por principios para abrazar las conveniencias individuales, en un sálvese quien pueda que lleva bonitos envoltorios de talante, diálogo, paz y Alianza de Civilizaciones. Un estruendoso puñetazo en la mesa aparentemente colectivo, pero en verdad tan solo la suma de millones de puños egocéntricos. Un grito airado que dejó claro que no se permitiría que nos gobernase aquél que pusiera en riesgo, no ya nuestra vida para defender los pilares de nuestra propia Libertad y dignidad, sino el desenfrenado vivir de capricho que nos costeamos a base de préstamos que hemos empezado a no poder pagar. El día que esta masa informe de egoístas vean peligrar su existencia a crédito, el día en que la ineptitud del hombre de la sonrisa la lleve al abismo de las letras vencidas y las nóminas insuficientes para sufragar la anestesia, se volverá indignada hacia él, y le dará puerta.

Eso sí, con los principios como argumento.

Hoy, igual que ayer, hemos votado con el ombligo. La T4 de hoy, y el pavor que provoca, son los trenes de Atocha de ayer.

http://www.vistazoalaprensa.com/firmas_art.asp?id=4500

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