sábado, febrero 02, 2008

Ismael Medina, España busa un pozo al que tirarse

sabado 2 de febrero de 2008
Italia busca una salida al despelote partitocrático y España un pozo al que tirarse

Ismael Medina

S E ha escrito que Rodríguez ha perdido con la caída de Prodi el único apoyo que tenía en la Unión Europea. Prodi era, sin embargo, un aliado de circunstancias. Se comprobó no hace mucho cuando Rodríguez, tras una lectura interesada del informe del comisario europeo Aluminia sobre el PIB de los países de la Unión, proclamó que, gracias a su política económica, habíamos sobrepasado a Italia. La reacción de Prodi fue inmediata. Le demostró a Rodríguez con una riada de datos que la renta per capita de los italianos seguía siendo superior a la que tenemos los españoles. Lo cierto es que las economías española e italiana van de cráneo y la tormenta financiera mundial nos ha pillado en pelota picada a los dos países. Imprevisión y demagogia se pagan caras cuando la tormenta estalla.

En relación con la caída de Prodi me llega por correo electrónico esta pregunta: “¿Tendrá algo que ver en la "defenestración política" del italiano Prof. Romano Prodi, su postura en la Opa sobre Endesa, en favor de Enel y oponiéndose a la "todopoderosa" alemana E.ON? “. Es cierto que el gobierno alemán de coalición presidido por Angela Merkel está cabreado por lo de Endesa, tanto con Rodríguez como con Prodi. Pero estoy persuadido de que no guarda relación con la crisis política italiana. La caída del gobierno Prodi es la consecuencia lógica del esquema partitocrático italiano. Y una de tantas que espamódicamente sacuden a esta nación desde hace largos años. Intentaré explicarlo.

HAY QUE ENTENDER A ITALIA DESDE SUS ADENTROS

PARA entender lo que sucede en un país ajeno al nuestro es indispensable ahondar en el conocimiento de su historia y su cultura sin anteojeras ideológicas. Y con abstracción de lo que uno lleva consigo de lo propio. Al contrario del dogmatismo y el personalismo en que solemos caer los españoles, lo he escrito en más de una ocasión, los italianos son escépticos y maestros en el arte de la escenificación. En el curso de las dos guerra mundiales se las ingeniaron para convertirse de perdedores en ganadores y sentarse como aliados en la mesa de los vencedores. Un prodigio de malabarismo en el que no tienen competencia. Me costó entenderlo un gran esfuerzo durante mi primer año de corresponsalía en Roma (1966-1970). Pero luego penetré en su laberinto, no sin valiosas ayudas indígenas que me desbrozaron el camino.

Aunque ya en mis años romanos fueran frecuentes las crisis de gobierno y el recurso a elecciones anticipadas, existía un equilibrio partitocrático asentado sobre una poderosa Democracia Cristiana, un bien establecido Partido Socialista y un poderoso Partido Comunista que contaba con el respaldo incondicional de la Unión Soviética. La “guerra fría” y la resuelta influencia norteamericana arrinconaban al PCI, pese a su gran masa de votantes, inexistente en cualquier otro país europeo del lado oeste del “telón de acero”. También la “memoria histórica” de las matanzas a que se dieron los comunistas en la retaguardia a medida que los ejércitos norteamericanos despejaban el camino de alemanes. No sólo cayeron fascistas a mansalva. También democristianos, liberales e izquierdistas moderados, amén de católicos sin adscripción política definida. Una “limpieza” al estilo de la practicada por sus correligionarios en la España Roja. No en vano sus principales cabecillas dejaron triste recuerdo durante su intervención en nuestra guerra junto a los prepotentes “consejeros” soviéticos.

Democristianos y socialistas no sólo contaban con un resolutivo apoyo norteamericano. Les amparaban asimismo la gran industria estatal y privada que alimentaban sus necesidades financieras. Pero esa estabilidad de fondo, enmascarada tras la escenificación de las disputas partitocráticas y las crisis de gobierno, se quebró a causa de la conjunción de varios fenómenos coincidentes y en progresión: el desconcierto que en sectores democristianos provocaron las interpretaciones fraudulentas del Concilio Vaticano II al tiempo que en ámbitos eclesiásticos; el deslizamiento de esos mismos sectores y algunos otros hacia un centroizquierda pretendidamente progresista; la paulatina desaparición de la escena de sus más notorios, experimentados y hábiles dirigentes; y el hundimiento del partido Socialista en pos de Craxi, algo más que amigo de Felipe González, a raíz de que salieran a la luz los escándalos de corrupción a que él y el partido se habían entregado. Uno de ellos (merece la pena recordarlo) a dos bandas político-empresariales, una italiana y otra española (González-Conde y Craxi-Bernedetti), fue la compra de Antibióticos por tres veces más del precio en que lo había tasado la alemana Merck para su adquisición tras reiteradas auditorias.

EL CENTRO IZQUIERDA HUNDIÓ LA DCI Y EL PCI SE HIZO SOCIALDEMÓCRATA

SERÍA clave en el acontecer político italiano el abatimiento del “telón de acero” y el derrumbe de la Unión Soviética. Berlinguer, el aristócrata sardo convertido al comunismo y secretario general del PCI, intuyó la quiebra interna de la URRS cuando, en 1984, acudió a los funerales de Andropov, llevando consigo a Máximo D´Alema a quien consideraba su delfín. Había llegado la hora de “arrangiarse” para que los acontecimientos no pillaran al PCI con el paso cambiado. Fue la matriz del llamado eurocomunismo como primer paso de adaptación a las circunstancias.

Reducido el PSI a la mínima expresión y rota la DCI surgieron numerosos partidos de poca monta que hacían muy difícil la gobernación del Estado. No prosperó un gobierno técnico de emergencia presidido por un banquero para capear el temporal político al que se añadía el económico. A Berlusconi se lo pusieron en bandeja. Los italianos fiaron su suerte a un brillante empresario que había amasado una ingente fortuna, controlaba amplios espacios mediáticos y era telegénico. Favorecieron el éxito de Berlusconi dos característicos fenómenos de “aggiornamento” frecuentes en la política italiana. Tras el hundiendo de la Unión Soviética comprendieron los dirigentes del PCI que había pasado el tiempo del comunismo y se convirtieron en socialdemócratas, aunque, eso sí, dejando a su izquierda un minoritario partido comunista que, por contraste, les proporcionara crédito democrático. También se democratizó el Movimiento Social Italiano. Y de ser la minoritaria ultraderecha que convenía anteriormente a la DCI, pasó a convertirse en un partido con una consistente masa electoral y en aliado de Berlusconi. Fini se benefició también de lo que en términos ahora vigentes en España podríamos denominar “mussolinismo sociológico”.

Fue en ese periodo cuando el estreñido sector centro-progresista buscó alianzas, sobre todo a su izquierda, para componer una fuerza de oposición a Berlusconi. La iniciativa partió del ex democratacristiano Prodi. Ganó finalmente la partida. Pero no logró controlar la manada y, tras dejar el gobierno, buscó refugio en la Comisión Europea como presidente. Su retorno a Italia coincidió con el fracaso de Berlusconi del que puede decirse que murió de éxito, aunque ahora muchos lo echen de menos. Y si El Olivo de Prodi era un cajón de sastre de excedentes partitocráticos, la mayoría parlamentaria que lo aupó de nuevo a la presidencia del gobierno lo era aún más. Para mantenerla hubo de repartir carteras ministeriales y onerosas prebendas a los cabecillas de la amalgama parlamentaria que lo sostenían, trufada en no pocos casos con familias mafiosas. Todos querían más tajadas de poder y de beneficios a la hora de administrar parcelas de una corrupción galopante. Esta suerte de reparto llevó a la presidencia de la República al comunista socialdemocratizado Giorgio Napolitano a quien ahora corresponde solventar la última crisis del gobierno Prodi que en esta ocasión no logró remendar. Resultó expresivo que que se diese el nombre de La Margarita a este segundo amasijo partitocrático de Prodí. Muchos pétalos asidos a un núcleo inconsistente.

Prodi es un arquetipo de la euforia progresista que se apoderó de gran parte de las democracias europeas como trasunto del famoso “mayo francés”. De él se escucha en los cenáculos de Bruselas que durante su mandato en la Comisión Europea demostró ser un consumado inútil. Fue un alivio para la Unión Europea que volviera a Italia. Y para los italianos que finalmente se haya roto el jarrón partitocrático del centro izquierda a cuyo frente estaba, siempre bailando en la cuerda floja. El problema es cómo se saldrá del atolladero. No creo que quiebre el sistema. Insisto en que los políticos italianos son diestros en materia de componendas.

UN EX COMUNISTA Y UN EX DEMOCRISTIANO PARA ENDEREZAR UNA DEMOCRACIA MAFIOSA

LA pelota está en el tejado del presidente de la República, Giorgio Napolitano, quien en buena medida debió a Prodi su ascensión al palacio del Quirinale. La biografía de Napolitano lo acredita como uno de los más sagaces pasteleros políticos, tan abundantes en la partitocracia italiana. Unos mínimos datos biográficos lo evidencian. Fue durante años un reputado comunista. Entre 1986 y durante tres años asumió la condición de jefe de la diplomacia en el “gobierno en la sombra” del PCI. En 1989 abandonó el PCI y se pasó al Partido Democrático de la Izquierda. Tras un breve periodo como eurodiputado lo eligieron para presidir la Cámara de Diputados y Prodi lo hizo ministro de Interior en 1996. Volvió a ser eurodiputado y Ciampi, a la sazón presidente de la República, lo nombró senador. Y de ahí saltó al Quirinale, apoyado por la amalgama del centro izquierda.

Napolitano ha conocido casi tantas crisis de gobierno como años ha vivido de la política, ya que también en Italia, y con gran anticipación a la España partitocrática, el ejercicio de la política se convirtió en una profesión subordinada y bien remunerada. Muy pocos gobiernos italianos perduraron más de dos años. Y algunos se quedaron en torno a los seis meses. También las elecciones han sido generalmente anticipadas. Unas veces a iniciativa del gobierno de mayoría para ganarlas, según aleccionó asombrado el presidente Pertini a Leopoldo Calvo Sotelo cuando éste le dijo que las convocaba para perderlas. O ante la imposibilidad de un acuerdo entre partidos. Ahora aún mayor a causa de la dispersión partitocrática en minorías de escaso fuste.

El presidente Napolitano, consciente de la ingobernabilidad a que conduce la atomización partidista pretende convencer a tirios y troyanos de la necesidad de un gobierno técnico de transición para reformar la ley electoral y favorecer la existencia de dos grandes partidos y uno o dos minoritarios a lo sumo que actúen de bisagra. Una vez conseguido se convocarían elecciones generales. Pero se resisten algunos de los caciques de las taifas partitocráticas que se quedarían sin la capacidad coactiva que les proporciona la posibilidad de tumbar un gobierno con mayoría escuálida. Tampoco conviene a las familias mafiosas que viven de la corrupción política en las bodegas de la mayoría de los partidos. Y menos que a nadie interesa a Berlusconi.

Cuando escribo esta crónica y al resultar infructuosa la rueda de consultas y permeable a las demandas de los grandes financieros y empresarios, tanto privados como públicos, para que ponga orden en el gallinero y promueva un gobierno capaz de tomar medidas realistas para atajar la recesión económica, Napolitano se ha decidido por un gobierno de transición que promueva la deseada reforma de la ley electoral. El encargo lo ha hecho a Franco Marini, presidente del Senado. Otro ex con fama de moderado y negociador. Su escuela fue la CISL (Confederción Italiana de Sindicatos Libres ), vinculada a la Democracia Cristiana, partido en el que logró acta de diputado. Luego se pasaría al ala progresista de la DCI para emigrar finalmente a La Margarita de Prodi a la que debe la presidencia del Senado frente al incombustible Andreotti. El reto a que se enfrenta Martini reside en hacer pasar por las horcas caudinas del parlamento un ley que haría desaparecer a un bien número de los partidos que lo componen., aunque de lo que se trata en realidad es de promover frente al centro derecha berlusconiano un consistente partido “progresista”.

LOS CONSTITUCIONALISTAS COPIARON LO AJENO Y REMEDARON NUESTRO PROPIO FRACASO HISTÓRICO

ALGUNA vez he recordado que al regreso de Roma envié una carta a Manuel Fraga, ya al frente GODSA, sugiriéndole que cuando llegara a España la democracia de partidos tras la desaparición de Franco, tarea en la que se afanaba al tiempo que otros grupos, procurase huir del modelo italiano, cuya constitución era en buena medida recuelo de la española de la II República. No fue así y los constitucionalistas de 1978 siguieron la parte más negativa del modelo italiano con muy perturbadores añadidos que a los italianos nunca se les había pasado por el magín, como la noción de “nacionalidades” o el dispersivo Estado de las Autonomías. También el sistema electoral adoptado resultaría tan nefando o más del italiano que ahora pretende modificar Napolitano. Por eso mismo, por lo que puede servir de lección, me he extendido en la repuesta a la pregunta de un lector que reproducía al comienzo.

Alguien ha dicho de nuestro sistema partitocrático que se trata de un bipartidismo imperfecto: dos grandes partidos que rara vez consiguen mayoría parlamentaria absoluta; y unos partidos regionalistas y segregacionistas, inframinoritarios en el ámbito nacional, que chantajean al gobierno, le fuerzan a concesiones que debilitan al Estado y hacen posible la permanencia en el poder de un personaje indeseable como Rodríguez y su caterva de alucinados mediocres. Al menos en Italia se redujo el regionalismo a términos administrativos y el el sarpullido secesionista de la Liga Norte quedó a la postre en agua de borrajas. A izquierda, centro y derecha creen todavía en el Estado unitario, que Italia es una nación y que sólo existe una lengua oficial común aunque su origen fuera el toscano.

Los constitucionalistas de 1978 tenían la ocasión histórica de pergeñar una democracia moderna susceptible de enterrar definitivamente los viejos fantasmas que tantos y sangrientos choques provocó desde la guerra contra Napoleón, o Guerra de Independencia, cuyo doscientos aniversario enturbia aún más el conocimiento de lo que realmente fue, al ser aprovechado para dirimir facciosas versiones partidistas con la mirada puesta en el rifirrafe político actual. No alcanzaron a percibir, o interesadamente compusieron la figura del mono que se tapa boca, ojos y oídos, que recibían como legado una nueva y extensa clase media que haría de colchón al cambio “desde la Ley a la Ley”, en frase de Torcuato Fernández Miranda, amén de un Estado social sólidamente arraigado. Tampoco que la guerra civil era muy lejana en el tiempo y en el recuerdo para la generalidad de los españoles. Ni que, como reconocería años más tarde Otero Novas, la oposición al régimen de Franco, de que muchos blasonaban, fue tan feble que no llegó a poner en peligro su estabilidad.

Lo reconoce sin pretenderlo Manuel Martínez en el artículo “Un cumpleaños feñliz” (ABC 30.01.2008) en su loa a Juan Carlos I, monarca republicano según Rodríguez, y a su eventual sucesor. Monarquía, progreso económico-social (“La España de los ahora llamados felices sesenta”, nos dice. ¡Y vaya que lo fueron!) y democracia, aunque no precise que fue posible gracias a la Ley de Reforma Política franquista. Martínez no omite, sin embargo, que al día siguiente de ser proclamado p por Franco como su sucesor a título de Rey “Don Juan Carlos de Borbón jura todo lo jurable como sucesor ante el pleno de las Cortes”. Juramento, añado, que reiteró ante esas mismas Cortes, al ser proclamado Rey. Mal servicio le hace Martínez al monarca, pues desempolva la memoria de que no tardó en olvidar sus juramentos. Y acaso ahí, en la generalización de tal ejemplo, radique buena parte de los desaguisados a que asistimos.

No es cosa de historiar el gran fiasco democrático a que nos han conducido los constitucionalista de 1938, hasta poner en grave peligro la supervivencia de España. Pero sí advertir una vez más que tan pregonado consenso supuso en realidad el retorno a concretos supuestos de la constitución masónica de 1931. Sobre todo en el artilugio del Estado de las Autonomías para dar acogida a los secesionismos catalanista y vasquista, con el añadido de “un café para todos”, que dijo Suárez, aunque para esos dos era de máxima calidad y de achicoria para los demás. También el virus de un laicismo torpemente enmascarado y el sometimiento de las fundamentales instituciones del Estado a la arbitrariedad dictatorial de las mayorías parlamentarias. Y por supuesto, un sistema electoral que convierte a las escuálidas minorías nacionalistas en árbitros del despeñamiento. La eclosión retrógrada del arbitrista Rodríguez sería impensable sin esas premisas.

ESPAÑA SOMETIDA A UNA NUEVA CLASE DE ARBITRISTAS Y AGIOTISTAS

EL relato de lo acontecido en Italia era necesario no sólo para responder a la pregunta que se me hacía. También como telón de fondo para proyectar sobre el mismo el esperpento político español. Mientras los políticos italianos se cambian con cínica soltura de algo más que la camisa y del PCI apenas si resta una facción tan hirsuta, rancia y todavía en la dehesa estalinista como aquí la de Llamazares, aquí Rodríguez se proclama rojo, reactiva la guerra civil de hace la friolera de hace 71 años y descuartiza la unidad nacional con seis siglos de historia a sus espaldas y sólidos antecedentes que favorecieron su recobro por los Reyes Católicos.

Fue Prodi el que en Italia abordó las privatizaciones de las empresas públicas cuando era presidente de IRI, aunque con mayor rentabilidad para el Estado que las abordadas por González en una gran charca de corrupción y favoritismos. Pero en Italia, al igual que en Francia, el Estado se reservó el dominio de las empresas públicas estratégicas, como fueron las eléctricas. Al contrario que Rodríguez, quien entregó Endesa a Enel y ahora parece dispuesto a que la pública francesa Edf, se apropie de Iberdrola, al tiempo que está dispuesto a cerrar las centrales nucleares todavía en funcionamiento y no autorizar ninguna nueva, también al contrario de lo que ocurre en Europa. Y eso cuando España depende en materia energética de importaciones para cubrir el 85% de sus necesidades. Y en tanto al Estado apenas le restan algunas precarias empresas públicas endeudadas, algunas autonomías multiplican las suyas y colocan en ella a sus paniaguados y a no pocos familiares de los caciques taifales, a veces con insolente descaro como ocurre en el califato andaluz de Chaves.

El tocomocho electoral de los 4000 euros que Rodríguez se ha sacado de la maga y que incluso Solbes, convertido en payaso económico del gobierno, se ha visto obligado descubrir en parte su trampa, ha hecho recordar a izquierda y derecha la compra de votos de que se valía el conde de Romanones, aunque, eso sí, de su bolsillo. Romanones se resarcía luego desde el poder. Me lo recordó alguna vez mi tío Octavio que, antes de instalarse en París, algunos dineros ganó gracias al conde que llevaba el negocio, mediante la venta de mulas a Francia durante la primera guerra mundial. Y ahora que reverdecen las mañas de Romanones nos recuerda Raúl del Pozo que Bono emparentará con el conde cuando su hijo se case con la hija de Raphael y Natalia Figueroa. Volvemos a las coyundas de los progresistas del siglo XIX.

Las desamortizaciones de Mendizábal y Madoz, es de sobra sabido, derivaron en la venta a precios ridículos de las tierras expropiadas a la Iglesia y a los municipios con bienes de propios mediante subastas agiotistas. Se beneficiaron y enriquecieron financieros y aristócratas afectos a la causa, amén de miles de sus agentes políticos en el ámbito rural. Así nació el caciquismo que tantas perturbaciones ocasionó. Los vástagos de los nuevos ricos entroncaron por vía matrimonial con la aristocracia. Ahora sucede otro tanto. Los nuevos ricos de ahora, surgidos del aprovechamiento partidista y de la corrupción, irrumpen en la pomada de las alta sociedad burguesa y menudea aquel tipo de matrimonios o de amancebamientos. Nombres sonoros de la izquierda más tópica enlazan con los de multimillonarios y títulos de la más arcaica nobleza cortesana. El dinero busca al dinero y los nuevos ricos se pirran por adornarlo. Nada de insólito encierra que Bono emparente con la descendencia de Romanones. Pepito Bono es, además, un aventajado émulo de las mañas caciquiles del conde. Más que los actuales Figueroa podría ser descendiente directo de aquel Romanones. Basta con ahondar en su biografía política y financiera.

LAS ELECCIONES DE MARZO AGRAVARÁN LA DEGRADACIÓN PARTITOCRÁTICA

¿QUIÉN ganará las elecciones del 9 de febrero? Si nos fiamos de las encuestas realizadas por encargo, se perfila un “empate técnico”, con ligera superioridad del clan Rodríguez a poco más de un mes de que se celebren. Pero no se entiende, si estuviera tan claro, el nerviosismo que cunde en las filas del P(SOE) y en el palacio moncloaca, origen de las dudosa y demagógicas dádivas a que el gobierno se ha dado en los últimos tiempos. Y en su empeño de aprovechar al máximo el fiasco de Ruiz-Gallardón, una suerte de Prodi en el PP, aunque harto más ambicioso y eficiente. Sucede, sin embargo, que una discreta encuesta realizada por el sociólogo de cámara del P(SOE), Santamaría, descubre que el “efecto Gallardón” será casi nulo en la próximas elecciones. Lo llamativo del caso es que, como apunté en una crónica anterior, “ABC” se haya sumado con armas y bagajes al prodismo de Gallardón. Pero ahora se ha sabido que son muy frecuentes las reuniones entre el alcalde de Madrid y el director de “ABC”, Zarzalejos. ¿Solidaridad ideológica o intereses compartidos? No puede desconocerse que Zarzalejos está desde hace meses en el alero y que se mantiene gracias a las pugnas internas entre el grupo mayoritario de Vocento y la familia Luca de Tena que enarbola sus pactados derechos de decisión sobre “ABC”.

No soy dado a las predicciones. Pero cuando se rastrea por la parte oculta de las encuestas y se pone atención a lo que se habla en la calle parece evidente que las regresión económica, las trapacerías de Rodríguez, sus trampas, la mentira sobre la negociación con ETA tras el atentado de la T-4 y la creciente inseguridad pública le castigarán entre sus electores con una abstención superior a la que pueda sufrir el PP entre los suyos. Y también que los votos al partido de Rosa Díez procederán en su mayoría del caladero socialista, aunque en Madrid le ayude una minoría de gallardonianos. Puede influir en el recorte al P(SOE), asimismo, y aunque no mucho, la bofetada que en el ámbito internacional ha recibido de los cuatro reunidos en Londres y el espaldarazo de Sarkozy y Merkel a Rajoy en París.

Los anteriores datos de situación inducen a aventurar que el PP podría superar al P(SOE) en votos y en escaños, aunque sin abrir una distancia resolutiva. Difícilmente podría Rajoy pactar con CiU o PNV sin negarse a sí mismo, burlar a los suyos y abocar el PP a la catástrofe. Rodríguez si lo intentaría, pese a la promesa de no hacerlo si quedaba por debajo de las huestes de Rajoy. Sus promesas las escribe en el agua de los rompeolas. Pero sus opciones para obtener mayoría parlamentaria serían más reducidas que durante la concluida legislatura y España habría de pagarlas a muy alto precio.

Un equilibrio inestable como el presumible provocaría conmociones internasen uno y otro partido, ganase el que ganase. Y podríamos asistir a revueltas y desgajamientos que complicarían aún más la situación y conducirnos tardíamente a desenlaces como el que ahora pretenden reparar Napolitano y Martini en Italia, agravados en nuestro caso por los engallamientos independentistas y la amenaza de un recrecido terrorismo, tanto etarra como islamista. Solo que Italia dispone de políticos prestos a “arrangiarse” y entre nosotros terminan cagándola quienes, como por ejemplo Fraga, se meten a componedores. Ya sucedió con Alcalá Zamora y Azaña. Pero no hemos escarmentado. ¿Será nuestro sino?


http://www.vistazoalaprensa.com/firmas_art.asp?id=4420

1 comentario:

Anónimo dijo...

En el último programa de "Aquí hay tomate" le dieron un buen repaso al ABC de Zarzalejos......