viernes, noviembre 02, 2007

Ignacio San Miguel, El adios de Albert Boadella

viernes 2 de noviembre de 2007
El adiós de Albert Boadella
Ignacio San Miguel
C OMENTANDO por radio su ensayo “Adiós, Cataluña”, Albert Boadella se explayó sobre los motivos que le han inducido a romper categóricamente con su tierra, que desde ahora ha dejado de serlo. Y no somos pocos lo que pensamos y sentimos de forma similar a la suya en estas cuestiones. Constituyen un soplo de aire fresco para nosotros las palabras de este hombre de teatro, de cuyo espíritu crítico insobornable no puede dudar nadie. Como a nadie debe extrañar que una persona así acabe sintiendo profunda repugnancia por la tierra donde nació, refiriéndose, naturalmente, a su sociedad y no al paisaje, productos naturales, etc. Una tierra donde la hispanofobia se ha asentado de forma tenaz y profunda no puede menos de inspirar repulsión. Una tierra donde los niños no pueden estudiar en castellano; donde se multa a los comercios que rotulan en castellano; donde un político relevante, Artur Mas, se presenta con abundancia de fotógrafos en una notaría para firmar una declaración en la que promete no aliarse nunca con el PP, Partido españolista; una tierra así, forzosamente tiene que acabar provocando el asco de una persona culta. Y Boadella lo es. La cultura es lo importante. La cultura abre horizontes mentales, convierte a un medio bruto en un verdadero hombre. Y no hay más que considerar un dato. Todo lo realizado en el mundo en literatura, filosofía, historia, ciencia, etc. ha sido vertido al castellano. ¿Se puede decir lo mismo del catalán, del vascuence, del gallego? A través de las obras literarias nos ponemos en contacto con otros mundos del presente y del pasado; llegamos a conocer el espíritu francés, el inglés, el alemán, el italiano, el checo. ¿Han sido traducidas al catalán las obras de Karel Capek o de Franz Kafka? Mucho me temo que no. Por el contrario, cualquiera las puede leer en ediciones populares en castellano. El motivo es bien sencillo. Para editar un libro hacen falta tiradas importantes, y es una tontería hacer tiradas importantes en unas lenguas que sólo las hablan y las leen poquísimas personas. Sería tirar el dinero. El castellano lo conocen y lo usan más de cuatrocientos millones de personas y continúa su expansión imparable. ¿Cuántos leen en eusquera? ¿Y en catalán? Y son lenguas estancadas, incapaces de expandirse. Esto quiere decir que todo vasco, catalán o gallego, si no quiere convertirse en un mostrenco, deberá dedicarse a la lectura continuada de buenas obras, naturalmente en castellano, pues en su lengua madre no encontrará nada que valga la pena. Claro que también puede leer esas obras esenciales en inglés, como diría un catalán. Muy bien. Pues que lo aprenda y lo haga. Se me antoja lejano el día que los catalanes tengan como primera lengua el catalán y como segunda el inglés. Por no decir nada de los vascos y gallegos. Albert Boadella juzga la cerril hispanofobia de los catalanes como algo muy profundo y sin solución posible. Por ello se ve abocado fatalmente a la ruptura espiritual con esa sociedad. Se dirá que exagera las cosas, pues también hay catalanes que se consideran españoles. Sí, pero son una minoría sin influencia real. Pensando en ellos ha promovido el nuevo partido de Ciudadanos. Pero se muestra realista y no se hace ilusiones. No parece concordar con esta situación tan negra el hecho de que el referendo sobre el nuevo Estatuto sólo fue aprobado por un tercio del electorado. La abstención sobrepasó el cincuenta por ciento. Pero tampoco está claro si esto es positivo y si el nacionalismo ha acabado cansando a los catalanes. Porque bien puede apuntar más bien a un aburrimiento de la política y los políticos; en realidad, un dejar hacer a éstos, y sabiendo bien en qué dirección van a actuar: en la nacionalista. Por tanto, no se puede considerar a esos abstencionistas como no nacionalistas, pues si así fueran habrían ido a votar que no, que es lo que hicieron los catalanes españoles, una minoría. Esta indolencia apunta a gente cansada, indiferente… pero no española. La mayoría tendrá asimilados los tópicos victimistas antiespañoles, aunque se hayan sumergido en un placentero “dolce far niente” político. Y así debe de pensar Boadella cuando expresa una visión tan pesimista de la sociedad catalana, de la que no quiere ser miembro. A mí me resulta sumamente agradable oír a una persona que se expresa con tal libertad de ánimo. Un hombre que ha desterrado de su mente, suponiendo que alguna vez lo tuviera, ese amor al terruño de carácter excluyente y que se asemeja algún tanto a la querencia de las bestias por su establo. Al oírle hablar así, le preguntaron dónde había fijado su residencia, y fue curiosa y significativa su respuesta. Sigue viviendo en Cataluña. No ha considerado necesario, de momento, un traslado material fuera de ella. Su ruptura es espiritual, y eso es lo importante. Pero, llegado el caso, no tendría ningún inconveniente en irse a vivir a cualquier otra región de España. O bien a Italia, “país donde me hubiera gustado nacer.” Este último comentario es sintomático. Un carácter libre no puede sentirse del todo a gusto, no sólo en Cataluña, esto se da por supuesto; tampoco en un país donde las tendencias tribales, broncas, hostiles aumentan día a día; donde cada vez hay más gentes que hacen alarde de ser oriundas de determinada región, de ser diferentes del resto por tal motivo, de creer que estas nimias particularidades diferenciales les confieren algún tipo de superioridad; donde las discrepancias políticas son causa de odios cerriles, obtusos; donde la grosería y la incultura, y la violencia consiguiente, avanzan imparables, amparadas por el permisivismo progresista. Sin duda, el panorama no es alentador, no sólo en Cataluña, en la llamada Euskadi o en Galicia. Un temperamento sensible y crítico como el de Boadella ha de resentirse por ello.

http://www.vistazoalaprensa.com/firmas_art.asp?id=4232

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